InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Marzo 2020

6.03.20

J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – La Comarca de Tolkien – “Bueno. Estoy de vuelta”

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Resulta curioso que unas obras como son El Quijote y El Señor de los Anillos tengan un final tan parecido pero, en el fondo, tan distinto. 

Lo primero lo decimos porque la obra del genial Cervantes termina con un “Vale” y la otra, la de nuestro maestro Tolkien, con un “Bueno, ya estoy aquí”. Y podemos decir que sí, que en esto son más que parecidas porque lo hacen de una forma un tanto sorprendente. 

Sin embargo, son, como decimos arriba, muy distintas en el fondo porque suponen todo lo contrario. Y queremos decir con esto que mientras que El Quijote parece decir, la obra en sí, con el “Vale” que hasta aquí se ha llegado, que no se puede continuar o, en fin, que ya es suficiente, con el “Bueno, ya estoy aquí” no es la misma sensación la que tenemos sino que da la impresión de que sí, que Sam ha vuelto y que, en efecto, está ya en su pueblo de La Comarca pero eso no quiere decir que todo se haya terminado sino que queda mucho más por vivir, hacer y ver. 

El caso es que el “Ya estoy aquí”  supone mucho. 

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4.03.20

Beato Manuel Lozano Garrido - “Lolo, libro a libro” - La presente presencia de Dios

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

La presente presencia de Dios

 

“Día por día, desde que nacemos, las alambradas van recortando su curva sobre la masa latente de un corazón. Nadie presentaría una palpitación sin el bombardeo intensivo de la caridad, la misericordia y la predilección de Dios. Cuando pensamos, cuando trabajamos, cuando dormimos, la radiación caudalosa de la Gracia está trabajando nuestras fibras y saneando las partículas inmateriales de toda alma. Es la cimentación previa.” (El sillón de ruedas, p. 159)

 

Todo lo que tiene relación con Dios o, lo que es lo mismo, todo de toda nuestra realidad, nunca se aleja (incluso aunque eso pretendamos con nuestra ceguera) de Aquel que nos ha creado y mantiene. Y eso nos lo dice más que bien el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo.

Es bien cierto y verdad que Dios nos ama con toda la fuerza de un Padre. Nosotros, sin embargo, ya nacemos con un pecado, el original y debemos ir restañando esa pena terrible que tenemos. Pero, para eso, el Todopoderoso siempre nos acompaña y no nos deja solos.

Para empezar se nos limpia tal pecado con la infusión del Espíritu Santo en nuestro Bautismo. Y, entonces, desde tal momento, podemos decir que tenemos el diario espiritual así, en blanco, para ir cumplimentándolo con aquello que hacemos, decimos, nos movemos y existimos. Y, a veces, como bien sabemos, lo emborronamos con nuevos pecados, con caídas en el abismo de las que, con ayuda de Dios, salimos.

Todo, en nuestro corazón y, así, en nuestra vida material, mundana (podemos decir para entendernos) tiene relación con el, con nuestro, Creador. Y todo ha de tener una relación, digamos, forzosa porque, por Voluntad de Aquel que todo lo sabe porque por fuerza nosotros estamos unidos al Señor por mucho que, en tantas ocasiones, parezca que no es así. 

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1.03.20

La Palabra del Domingo - 1 de marzo de 2020

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 Mt 4, 1-11

  

“1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2     Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. 3 Y acercándose el tentador, le dijo: ‘Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.’ 4 Mas él respondió: ‘Está escrito: = No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.’ =  5 Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, 6 y le dice: ‘Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: = A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.’ = 7 Jesús le dijo: ‘También está escrito: = No tentarás al Señor tu Dios.’ = 8 Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, 9 y le dice: ‘Todo esto te daré si postrándote me adoras.’ 10 Dícele entonces Jesús: ‘Apártate, Satanás, porque está escrito: = Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.’ = 11 Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.”

 

COMENTARIO

El verdadero poder de Dios

 

Cuando Jesús es bautizado por Juan, en el Jordán, y, después de haber sobrevolado sobre Él el Espíritu Santo (al igual que en el Génesis, mientras Dios creaba, el mismo Espíritu, su Espíritu, sobrevolaba las aguas) se deja llevar por aquella persona que constituye la Santísima Trinidad y marcha camino del desierto, donde sólo se oye su corazón y a Dios buscando su seno porque necesita esa íntima comunicación. 

Quizá buscaba lo que dijera Isaías (32, 10) “en el desierto morará el derecho, y la justicia habitará en el vergel”, es decir, que trataba de hallar la plenitud de la voluntad de Dios; quizá quiera pasar una prueba puesta por su padre (Dt 8,2), al igual que pasara, con el paso del desierto, el pueblo de Israel: acuérdate del camino que el Señor te ha hecho andar durante cuarenta años a través del desierto con el fin de humillarte, probarte y conocer los sentimientos de tu corazón y ver si guardabas o no sus mandamientos. El respeto buscado por Dios de su Hijo por sus normas, quizá fuera lo que buscaba Jesús. Y todo esto sabiendo lo que dijera, también, como tantas otras veces, Isaías, (58, 11): Te guiará Dios de continuo. El caso es que Jesús, atareado en ese intento de descubrirse, no encuentra mejor sitio donde ir que a ese inhóspito espacio reseco. 

La permanencia de Jesús en el desierto durante 40 días, como ya he dicho de su pueblo, también podemos atribuirle un significado simbólico. Fácil es entender que el desierto es un lugar en el cual podemos escuchar nuestra voz con una claridad diáfana, sin esos sonidos de otras voces que impiden descubrir nuestros acentos, lo que queremos decir para que nos entiendan, es un lugar adecuado para sentir mejor nuestro corazón, alejados del mundo que nos impide ordenar y separar lo importante de lo que es accesorio y que tanto nos perturba en nuestro camino por la vida.  Es, en fin, un criterio de discernimiento lo que “empuja” a Jesús a ese exilio de su derredor, de forma inmediata a cuando fue instituida una segunda creación, con su bautizo, una nueva oportunidad para el hombre. 

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