InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Marzo 2020

18.03.20

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo - “Lolo, libro a libro” - La santidad en lo ordinario

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

La santidad en lo ordinario

 

“La revisión tal vez nos llevaría a vetar muchos de esos escenarios de posturas y marcos beatíficos. Dios extrema su humildad hasta alargarle la mano a los hombres entre cigarrillos, copas de vino o lugares de fango. Es entonces cuando su figura se acerca con el empuje inapelable de las llagas recrudecidas”. (El sillón de ruedas, p. 160)

 

Es bien cierto que, en no pocas ocasiones, creemos que la santidad es cosa… ¡de santos!

Decimos esto porque pudiera parecer que aquellos creyentes católicos que la Esposa de Cristo declara, eso, santos (beatos o venerables) es que siempre lo han sido.

De todas formas, es también cierto que tales hermanos nuestros han mostrado, en su vida, un afán, para muchos, desmedido (para Dios, seguro que no) de cumplir la Voluntad del Creador. Y eso apunta, directamente, a una situación espiritual que deviene, exactamente, reconocida por los correspondientes procesos establecidos para tal menester. Y, entonces, bien son Venerables, bien son Beatos o, por fin, Santos…

Pensando así las cosas no podemos decir otra cosa que no sea que tales personas, que sí, son mejores en muchas cosas que nosotros (o que la gran mayoría) pero también tuvieron que recorrer, en su vida, un camino que pudo tener muchos tropezones. Y creemos que nos explicamos…

Pues bien, el Beato Manuel Lozano Garrido nos dice que una cosa es una cosa y otra… otra. Y queremos decir con esto que es posible tengamos, de la santidad, eso de lo que nos habla Lolo: un sentido demasiado establecido que es síntoma, además, de no haber entendido nada de nada el verdadero sentido de la santidad.

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15.03.20

La Palabra del Domingo - 15 de marzo de 2020

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Jn 4, 5-15. 19b-26.39a.40-42

 

5 Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José.6 Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.7 Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: ‘Dame de beber.’ 8 Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice a la mujer samaritana: 9 ‘¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?’ (Porque los judíos no se tratan  con los samaritanos.) 10 Jesús le respondió: ‘Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber",  tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.’ 11 Le dice la mujer: ‘Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? 12 ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?’ 13    Jesús le respondió: ‘Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed;  14  pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé  se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.’15 Le dice la mujer: ‘Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.’.’19 Le dice la mujer: ‘Señor, veo que eres un profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.’ 21 Jesús le dice: ‘Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre.  22   Vosotros adoráis lo que no conocéis;          nosotros adoramos lo que conocemos,  porque la salvación viene de los judíos.  23   Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.  24 Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.’ 25 Le dice la mujer: ‘Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicará todo.’ 26Jesús le dice: ‘Yo soy, el que te está hablando.’ 39 Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: ‘Me ha dicho todo lo que he hecho.’ 40 Cuando llegaron donde él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. 41 Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras, 42 y decían a la mujer: ‘Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo.’

      

 

COMENTARIO

 

Cristo: Agua Viva 

 

Este texto del evangelio de san Juan es rico en principios cristianos y en formas de comprender al Hijo de Dios. 

En aquel pozo acudía la gente para proveerse de agua pues tal era la finalidad del mismo. Se iba a buscar un sustento material tan necesario como es el llamado líquido elemento, fundamental para la vida del ser humano. 

Vemos a Jesús cansado.  Como era hombre también acusaba el trabajo y el esfuerzo hecho. Por eso se sienta en aquel pozo. Pero como es Dios sabe que ha de cumplir con la misión para que fue enviado. Espera a quien va a recibir algo muy importante para su vida y para la de sus prójimos: el Agua Viva que no muere nunca y que llena el corazón de quien la bebe. 

Aquella mujer veía a Jesús como un judío y, como tal, no entendía cómo le pedía agua a ella, que era samaritana y, por eso mismo, no era bien vista por los miembros del pueblo elegido por Dios. Pero no entendía, todavía que Jesús había venido para hacer una llamada universal al Reino de Dios. 

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13.03.20

J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – Los “Apéndices” son, en realidad, una gran pena

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Hace muy poco tiempo escribimos sobre lo que podía suponer el final de El Señor de los Anillos. Sí, cuando Sam Sagaz dice eso de “Bueno, ya estoy aquí”. Y, como lo que creemos (al menos algo) sobre tal momento ha sido dicho hace muy pocos días, no vamos a abundar sobre eso. Causa, de todas formas, gran tristeza pero, como se dice hoy en día, lo de hoy no es triste sino… lo siguiente. 

Sabemos que Tolkien tuvo no pocos problemas para poner los Apéndices donde debía hacerlo. Sin embargo, sea como fuere que fue la cosa… en fin, que el resultado de estos, en sí mismos considerados, es más bien terrible. 

Es bien cierto que en los Apéndices se nos dicen cosas que no están contenidas en el libro al que hacen referencia. Es decir, amplían el contenido de este porque o no le dio tiempo a ponerlo todo en su sitio o, simplemente, no quiso ponerlo todo en su sitio. Y por eso están, para que sepamos algo más de lo mucho que quisiéramos saber. 

Pero, en sí mismos considerados, los Apéndices sientan una base y algunas que otras consecuencias. 

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Así, como base suponen un “hasta aquí se ha llegado”. Pero no lo hace como lo hiciera Sam refiriéndose a sí mismo sino que se refieren a todo, en general: a un mundo, a una Tierra Media que, así, llega a su fin en cuanto algo que se ha contado a lo largo de muchas (pero, en el fondo, pocas…) páginas. 

Y, por otro lado, en cuanto a las consecuencias de las que hablamos arriba, estos Apéndices, nos dicen, por ejemplo, que 

-El ánimo del autor… pues sí, también tiene un final, ha de seguir adelante con su vida, digamos, de escritor. 

-No volveremos a saber nada más, por ejemplo, de 

       Lo que fue de los reyes de Núménor, algo más …, 

       Lo que fue de los reinos en el exilio,

       Lo que fue de los herederos de Isildur, 

       Lo que fue de Gondor, 

Lo que fue de Arwen tras la muerte de Aragorn, 

Lo que fue de los linajes de los Reyes de la Marca, 

Etc., etc., y etc. 

Todo esto es, verdadera, gigantesca y francamente triste. Y la desazón puede alcanzar cimas más elevadas que las más elevadas montañas de la Tierra Media. Y tal es así porque nosotros, aquellos que queremos saber más y vemos, sin embargo, que nada más vamos a saber pues ha sido establecido por Ilúvatar, nos preguntamos si es que el autor de este maremagnum y tormenta del corazón quería eso o, a lo mejor, sólo pretendía que nos adentrásemos en los Apéndices y allí nos quedáramos. Sería, algo así, como esperar que fuera de todo orden lógico o real, se ensanchara la narración y lo que ahora nos parece imposible se hiciera posible y todo lo que ahora es inalcanzable lo tuviésemos al alcance de un “gracias por haber querido llenar nuestros corazones con más aventuras inesperadas o, en fin, con más caminos que recorrer y metas imposibles de alcanzar.”

Al fin y al cabo, todo esto no es más, ni menos, que el simple porvenir de una ilusión.

 

Eleuterio Fernández Guzmán Erkenbrand de Edhellond

 

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.

…………………………….
Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

11.03.20

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - La santidad es cosa nuestra

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

La santidad es cosa nuestra

 

“Mas el trazo y los muros del edificio de lo santo sólo se acelera con el oportuno consentimiento de nuestra voluntad. El coeficiente de probabilidades para el choque de un “Discoover” y un “Spunik” es prácticamente nulo. En cambio, la órbita de la Gracia está ceñida literalmente al itinerario de la voluntad. Para incorporarla a lo íntimo y nutrirse con la riqueza de lo sobrenatural, basta únicamente con un leve intento de aproximación.” (El sillón de ruedas, p. 159)

 

Es más que cierto que lo que hoy nos dice el Beato Manuel Lozano Garrido acerca de esto que es nuestra salvación, ya lo dijo San Agustín de una forma sencilla pero clara: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.

Sí. Aquello quedó dicho hace muchos siglos pero lo que hoy nos dice nuestro hermano Lolo es que, en efecto, ser santos es cosa de cada uno de nosotros pero, a diferencia de lo dicho por el santo de Hipona, algo nos llega al corazón con certera puntería: en realidad, hace falta bien poco aunque a veces ese poco nos parezca inalcanzable…

Debemos consentir para ser santos. Es decir, no podemos dejar la cosa para que otro nos labre la santidad a base de fama o lo que eso pueda ser. No. A nosotros, a cada uno de nosotros nos corresponde hacer por ser santos y, por tanto, colaborar con Dios en su labor de santificación del mundo y, claro, a mayor gloria Suya.

Eso, ser santos, requiere, por tanto, de nuestro corazón, nuestras manos y, sobre todo, de una voluntad que quiere alcanzar un estado espiritual que debe ser maravilloso por lo querido que es por Dios. Por eso somos nosotros los actores principales de esta trama vital porque lo somos de nuestra propia existencia. Y, por tanto, a nada que se salga de el tal “nosotros” que no sea Dios, podemos darle una importancia mayor que la que pueda tener como elemento o instrumento, a lo mejor, necesario.

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8.03.20

La Palabra del Domingo – 8 de marzo de 2020

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Mt 17, 1-9

“En aquel tiempo toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: ‘Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’. Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: ‘Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle’. Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: ‘Levantaos, no tengáis miedo’. Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: ‘No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos’”.

 

COMENTARIO

¡Qué fácil es no enterarse de nada!

 

No podemos negar que cuando Jesucristo escoge, digamos, singularmente, a alguno o algunos de sus Apóstoles para que presencien algo importante, lo hace con buena intención. Y es que quien enseña espera que el alumno aprenda…

El caso es que cuando el Hijo de Dios llama a un aparte (esto lo podemos imaginar así) a Pedro, Santiago y a Juan, hermanos los últimos e hijos de Zebedeo estamos seguros de que se las prometían muy felices. ¡Ellos, escogidos!

Dice el texto bíblico que se llevó a estos hombres a un monte alto. Y ya sabemos que Jesucristo va muchas veces al monte a orar porque, seguramente, se encuentra allí muy cerca de su Padre del Cielo. Y lo que iba a pasar era importante, sin duda.

Nosotros no podemos, siquiera, imaginar qué era eso de la transfiguración. Es decir, lo sabemos por lo que leemos pero de verdad, de verdad… ¿podemos llegar a imaginarlo? No, es más que seguro que no.

Ellos, como vemos, tampoco fueron capaces de comprender nada. Y tampoco era nada extraño esto…

Es descargo de Pedro, Santiago y Juan podemos decir que no es de lo más normal que se aparezcan Moisés y Elías así, como si nada, delante de uno. Y que el efecto que produjera en Pedro fuera el que fue (eso de hacer las tiendas… tan humano y mundano al fin de cuentas) era el que se podía esperar de alguien que aún balbuceaba la doctrina de su Maestro y no aún tenía mucho que aprender.

Tampoco es lo más ordinario que Dios hable y diga que Aquel es su Hijo amado y que debemos escucharlo. Y decimos que no es lo más ordinario porque, en eso sí, aquellos hombres cumplieron el anhelo de todo creyente en Dios Todopoderoso: escuchar al Creador.

La situación, pues, debió ser de lo más alarmante porque habían contemplado lo que nadie había podido contemplar y, pocos (si es que hubo alguno además de Jesús y Juan el Bautista cuando salió del Jordán el Maestro bautizado) habían escuchado la voz directa de Dios. Por eso, que cayeran rostro en tierra, además de por devoción al Todopoderoso debió ser, también, por miedo y más que miedo.

De todas formas, allí estaba su Maestro que, como en otras ocasiones, iba a quitarle hierro a la cosa y los iba a calmar. No debían tener miedo porque allí estaba Él.

Ellos, como podemos imaginar y creer, no iban a salir de su asombro de forma tan sencilla como que Cristo les dijera que no tuvieran miedo porque el terror se les debió meter bien metido en los huesos y el corazón.

De todas formas, aún no iban a acabar ahí las novedades. Y es que Jesucristo, no conforme (al parecer) con su transfiguración y con que su Padre del Cielo hablara a los presentes, les dice algo que los debió sumir en el más estricto silencio…. ¡por total ignorancia!

Decimos esto porque, según nos dice el texto bíblico, mientras bajaban de aquel monte alto, el Hijo de Dios no tuvo más remedio que decirles algo que, sin duda alguna, los debió sorprender: no debían decir nada de aquella visión hasta que Él resucitara de entre los muertos.

¿Resucitar de entre los muertos?

Ellos debieron pensar que aquello era ya el colmo. Les había costado más que mucho enterarse de algo y ahora, además ahora, debían callar hasta que su Maestro resucitara de entre los muertos.

Y, es cierto que si no dijeron nada en todo el tiempo que debía transcurrir hasta que Jesucristo muriera y, en efecto, resucitara de entre los muertos, debe ser más que cierto que sus corazones debieron encogerse un poco o, mejor, mucho y más que mucho.

Luego, claro, cuando llegó el momento, sí comprendieron…

 

PRECES 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no creen en la Resurrección de Cristo.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que no creen en la voz de Dios.

Roguemos al Señor.

 

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a comprender lo que aquellos tres hombres no fueron capaces de comprender.

 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán 

   

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos. 

Panecillo de hoy: 

Palabra de Dios; la Palabra. 

Para leer Fe y Obras. 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.