InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Septiembre 2018

25.09.18

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro"- Cada uno nos salvamos… o no

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

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Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Durante unas semanas, si Dios quiere, vamos a dedicar el comentario de los textos de Lolo a un apartado particular del libro citado arriba de título “Recuento de beneficios” donde hace indicación de los beneficios de la relación del Beato con el Todopoderoso.

Cada uno nos salvamos… o no

 

“Satanás vive en la noche oscura nuestro mediodía de soles y cielos claros. Este virus de muerte que nos contagió con una manzana y ahora nos gusanea desde el moisés hasta que somos hombres con barbita blanca, se juega, con la angustia, la última baza de espíritu en litigio.”

 

Está claro que nosotros, los hijos de Dios, nos oponemos a Satanás cuando hacemos lo que no quiere, tal ángel caído, que hagamos. Y en eso nadie puede impedir que actuemos de tal forma. Nadie, claro, salvo nosotros mismos.

Estas letras del Beato Manuel Lozano Garrido tienen mucho de esperanza; también lo tienen de terror porque nos muestra, a ciencia y corazón cierto, que lo que puede hacer el Maligno en nuestro corazón si nos descuidamos.

En primer lugar, para que nadie se lleve a engaño, podemos oponernos a la influencia del Mal (que existe y vaya si existe) reconociendo que, como hijos de Dios que somos, podemos tener tal filiación por realidad gozosa y fructífera. Es decir, es cierto que podemos pasar por malos momentos (que son los mejores para Satanás, no lo podemos olvidar) también lo es que, a lo largo de nuestra vida, son muchos los que son buenos y sobre los que podemos construir una vida dada a lo mejor que Dios ha querido. Y, entonces, en tales momentos, Satanás lo pasa mal y más que mal. Y es que aquel que se reveló contra Dios no puede soportar que alguno de sus hijos le eche en cara, con una forma de ser propia de un buen hijo de Dios, que no necesita de las amarras del Mal para vivir y que, es más, lo envía lo más lejos posible.

El caso es que la presencia de Satanás en la vida de los hombres no es algo que se descubra ahora, ahora mismo. No. La misma es real desde que el ser humano nace y lo es hasta que muere. Es decir, la tentación que siembra en nuestros corazones podemos estar seguros de que nunca va a faltar por su parte. Y a nosotros corresponde, por tanto, manifestarnos en contra de la misma y, como pedimos en el Padre Nuestro, no queremos caer en ella.

Lo que nos dice el Beato de Linares (Jaén, España) es que Satanás es, para nosotros, un “virus de muerte”. Y queremos decir con esto que, en efecto y como podemos pensar, el ansia de tal traidor a la bondad de Dios es que los hijos del Todopoderoso es atraernos hacia sí que es lo mismo que decir que quiere que caigamos en el Infierno.

Lo que podemos decir, según deducimos de estas palabras,  es que nos corresponde a nosotros la salvación. Sí. Y es que lo que dice nuestro hermano en la fe es que Satanás puede vivir en su noche si nosotros vivimos en nuestro día que no es otra cosa que cumplir la Voluntad de Dios y llevar una existencia digna de ser hijos de un tan gran Señor.

Es cierto, también, que podemos querer no salvarnos (¿?) porque, como sabemos, de todo hay en la viña del Señor…

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

Para entrar en la Liga de Defensa Católica

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Ya está disponible la 2ª edición de Las siete vidas del hombre de la calle, libro inédito de nuestro querido beato Lolo. La acogida ha sido tal que hemos tenido que reeditarlo para atender la creciente demanda del mismo: amigos de Lolo y su obra, para regalar, para centros de lectura y bibliotecas, librerías,… innumerables destinos para los hemos realizado una segunda edición de hermoso e inédito libro.


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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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23.09.18

La Palabra del Domingo - 23 de septiembre de 2018

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Mc 9, 30-37

“30 Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, 31 porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: ‘El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le  matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.’ 32     Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. 33 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: ‘¿De qué discutíais por el camino?’ 34 Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. 35    Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: ‘Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.’ 36 Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: 37 ‘El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.’” 

 

COMENTARIO

Como niños

Jesús, que conocía y comprendía la naturaleza humana y sabía por lo tanto, cual era la verdadera razón del comportamiento de sus discípulos, sabe cómo debe explicar las cosas para que las entiendan. Él sabía cuál era su misión y que, por eso, debía de transmitir la verdadera Ley de Dios y tratar de que aquellos que serían sus testigos (en el sentido más puro, mártires) tuvieran claro cierto tipo de cosas porque de eso dependía una transmisión correcta.

Es evidente que sus discípulos no podían entender, aún, lo que oían de la boca del Maestro. Que lo fueran a juzgar y a ajusticiar no cabía en su pensar de hombres. Eso lo harían más tarde cuando, precisamente, ocurra lo que les dice y se den cuenta, de verdad, de que lo que les decía era totalmente cierto. Ahora, al contrario, la profecía de Jesús sólo podía producirles malestar y desasosiego.

Como hombres temen preguntar. Esto sólo podía ser debido a dos razones: o era bien porque temían que descubriera su ignorancia (¡cómo si no lo supiera el Mesías!) o porque temían que conociera su verdadera ambición (¡cómo si no lo supiera el Enviado!).Tenían a Jesús por hombre, como lo era, pero sólo por hombre, y tras su muerte, alguno de ellos debía de sucederle. Ese era su pensar. Cosas de hombres, de ambición humana y de reconocible voluntad equivocada.

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22.09.18

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – El Prójimo

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

El prójimo

 

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Y Jesús dijo… (Mc 12, 31)

 

“El segundo es: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.”

 

Si el Hijo de Dios hubiera dicho que el principal Mandamiento de la Ley de Dios era amar al Creador sobre todas las cosas y ya está… seguramente habría faltado a la Voluntad de su Padre que, creando, ama y, amando, crea.

Tuvo que decir lo otro, la continuación, aquello que completaría una forma de ser muy querida y anhelada por Dios para su descendencia o algo, en fin, que quiere sea practicado por la misma.

Habló del prójimo. Sí, hizo eso. Se ve que no pudo dejar tranquilos a los le escuchaban sabiendo que debían amar, sólo, a Dios… Es que era así el Mesías. Tenía que hablar del otro.

Lo dice con toda claridad y para que nadie se lleve a engaño: a lo mejor había muchos preceptos que cumplir y, por eso, habían aparecido unos cientos entre los judíos. Sin embargo, de todo lo que aquel pueblo podía tener por bueno y mejor había algo que sobresalía sobremanera y que nunca debían olvidar: amar a Dios y amar al prójimo. Y por eso dice que no hay nada mayor, más importante, mejor, que eso.

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21.09.18

Serie “De Ramos a Resurrección” - La glorificación de Cristo - Séptima Palabra

De-ramos-a-resurrección

En las próximas semanas, con la ayuda de Dios y el permiso de la editorial, vamos a traer al blog el libro escrito por el que esto escribe de título “De Ramos a Resurrección”. Semana a semana vamos a ir reproduciendo los apartados a los que hace referencia el Índice que es, a saber:

Introducción                                        

I. Antes de todo                                           

 El Mal que acecha                                  

 Hay grados entre los perseguidores          

 Quien lo conoce todo bien sabe               

II. El principio del fin                          

 Un júbilo muy esperado                                       

 Los testigos del Bueno                           

 Inoculando el veneno del Mal                         

III. El aviso de Cristo                           

 Los que buscan al Maestro                      

 El cómo de la vida eterna                              

 Dios se dirige a quien ama                      

 Los que no entienden están en las tinieblas      

 Lo que ha de pasar                                 

Incredulidad de los hombres                    

El peligro de caminar en las tinieblas         

       Cuando no se reconoce la luz                   

       Los ánimos que da Cristo                  

       Aún hay tiempo de creer en Cristo            

IV. Una cena conformante y conformadora 

 El ejemplo más natural y santo a seguir          

 El aliado del Mal                                    

 Las mansiones de Cristo                                

 Sobre viñas y frutos                               

 El principal mandato de Cristo                         

       Sobre el amor como Ley                          

       El mandato principal                         

Elegidos por Dios                                    

Que demos fruto es un mandato divino            

El odio del mundo                                   

El otro Paráclito                                      

Santa Misa                                             

La presencia real de Cristo en la Eucaristía        

El valor sacrificial de la Santa Misa                   

El Cuerpo y la Sangre de Cristo                 

La institución del sacerdocio                     

V. La urdimbre del Mal                         

VI. Cuando se cumple lo escrito                 

En el Huerto de los Olivos                              

La voluntad de Dios                                        

Dormidos por la tentación                        

Entregar al Hijo del hombre                            

       Jesús sabía lo que Judas iba a cumplir       

       La terrible tristeza del Maestro                  

El prendimiento de Jesús                                

       Yo soy                                            

       El arrebato de Pedro y el convencimiento   

       de Cristo

Idas y venidas de una condena ilegal e injusta  

Fin de un calvario                                   

Un final muy esperado por Cristo              

En cumplimiento de la Sagrada Escritura

        La verdad de Pilatos                        

        Lanza, sangre y agua                      

 Los que permanecen ante la Cruz                   

       Hasta el último momento                  

       Cuando María se convirtió en Madre          

       de todos

 La intención de los buenos                      

       Los que saben la Verdad  y la sirven          

VII. Cuando Cristo venció a la muerte        

El primer día de una nueva creación                 

El ansia de Pedro y Juan                          

A quien mucho se le perdonó, mucho amó        

 

VIII. Sobre la glorificación

 La glorificación de Dios                            

 

Cuando el Hijo glorifica al Padre                       

Sobre los frutos y la gloria de Dios                  

La eternidad de la gloria de Dios                      

 

La glorificación de Cristo                                

 

Primera Palabra                                             

Segunda Palabra                                           

Tercera Palabra                                             

Cuarta Palabra                                               

Quinta Palabra                                        

Sexta Palabra                                         

Séptima Palabra                                     

 

Conclusión                                          

 

 El libro ha sido publicado por la Editorial Bendita María. A tener en cuenta es que los gastos de envío son gratuitos.

  

“De Ramos a Resurrección” -   La glorificación de Cristo – Séptima Palabra

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

 

Como a lo largo de estos últimos momentos, Jesús hace mención de la escritura que, hasta entonces, estaba escrita. A punto de morir trae a colación lo que se escribió, muchos años antes, en el Salmo 30 (5-6):

 

“Sácame de la red que me han tendido, que tú eres mi refugio; en tus manos mi espíritu encomiendo”.

 

En el momento más importante de su vida, que es el de su muerte, Jesús no puede hacer otra cosa que no sea dirigirse a Dios, suPadre. El Señor lo había engendrado y, desde la misma eternidad, había presenciado la creación de todo lo existente. Y es que Jesús había llamado muchas veces Padre a Dios:

 

“Él les dijo: ‘Y ¿por qué me buscabais? ¿no sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?’” (Lc 2, 49).

 

“Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Lc 10, 22).

 

“Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí’” (Lc 22, 28-29).

 

“Jesús decía: ‘Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen’” (Lc 23, 34).

 

“Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto” (Lc 24, 49).

 

“Quitad esto de aquí. No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado” (Jn 2. 16).

 

“Pero Jesús les replicó: ‘mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo’” (Jn 5, 17).

 

“Respondió Jesús: ‘No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre’” (Jn 8,19). “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a  mi Padre’” (Jn 10, 14-15).

“Quitaron, pues, la piedra. entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: ‘Padre, te doy gracias por haberme escuchado’” (Jn 11, 41). “ahora  mi  alma  está  turbada.  Y  ¿qué  voy a decir?

 

¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!” (Jn 12, 27).

 

“En la casa de mi Padre hay muchas mansiones” (Jn 14,1). “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador” (Jn 15,1). “Así  habló  Jesús,  y  alzando  los  ojos  al  cielo,    dijo:

 

‘Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti’” (Jn 17,1).

 

“Dícele Jesús: ‘no me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’” (Jn 20, 17).

 

“Y decía: ‘¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú’” (Mc 14, 36).

“No todo el que me diga: ‘Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial’” (Mt 7, 21). “Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32).

“Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre“ (Mt 11, 26-27).

 

“Él les respondió: ‘Toda planta que no haya plantado mi

Padre celestial será arrancada de raíz’” (Mt 15, 13).

 

“Replicando Jesús le dijo: ‘Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos’” (Mt 16, 17).

 

“Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; por- que yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18, 10).

“Díceles: ‘mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre’” (Mt 20, 23).

“Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre” (Mt 26,29).

Por eso Jesús, que tantas veces se había dirigido a Dios en su oración llamándolo Padre, se ve urgido a pedir el último amparo a Quien tanto ama. Y no le pide nada para su cuerpo porque sabe que, a poco tiempo que pase, dejará de existir. Tan sólo que sea bien tratado en su Resurrección, que se junte con su alma y que pueda seguir cumpliendo la misión que le había sido encomendada. Y que todo eso se realice en su propia resurrección.

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20.09.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - Aún la Cruz

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar” –  Aún la Cruz

 

“Abrazado a tu Cruz entré en el Capítulo…, a los pies de tu Cruz tomé el alimento que necesita mi débil naturaleza…, a los pies de tu ensangrentada Cruz hallo el consuelo de escribir estas líneas.”

 

La Cruz.

Para un discípulo de cristo la Cruz, aquel instrumento de tortura donde quisieron terminar con la vida y el recuerdo del Hijo de Dios (Lo primero lo consiguieron; no lo segundo) no es sólo un símbolo sino que es mucho más. Por eso a lo largo de los siglos muchos han sido los que han meditado y escrito sobre ella. Y, bien lo podemos decir, nunca nos cansamos de hacer eso y de tenerla siempre en cuenta.

El Hermano Rafael, nuestro santo, sabe muy bien que la Cruz es muy importante en su vida. Y por eso podemos decir, sin temor a equivocarnos que aquellos dos maderos que, cruzados, sostuvieron el Cuerpo de Jesucristo, son, aún (y lo serán siempre) un medio para alcanzar la santidad o, en fin, un camino bien trazado hacia el Cielo.

Sobre la Cruz, sobre la importancia que tiene en su vida, mucho nos dice San Rafael Arnáiz Barón. Y lo podemos ver en estas pocas líneas recogidas en “Saber esperar”.

No es algo, por decirlo así, a lo que se agarre en determinadas circunstancias o un, así, como un asidero del que no soltarse cuando le pueda convenir. No. Es mucho más, como vemos fácilmente según nos dice él mismo.

Ya sabemos de la precaria salud de la que gozó el Hermano Rafael. Por eso nos dice, le dice a Cristo, que entra en el Capítulo ya abrazado a la Cruz. Y nos ha de querer decir, sin duda alguna, que entraba padeciendo de su enfermedad y que la misma no iba a impedir su cercanía con lo que tanto bien le hacía. Y por eso entra, porque sabe que le viene más que bien presentarse ante la Cruz en la que, en cierta forma, está también colgado o, al menos, lleva la suya.

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