InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Agosto 2015

13.08.15

Serie “Lo que Cristo quiere de nosotros" – Cristo no quiere que hagas caso al demonio mudo

 


Somos hijos de Dios y, por tanto, nuestra filiación divina, supone mucho. Por ejemplo, que en la misma tenemos a un hermano muy especial. Tan especial es que sin Él nosotros no podríamos salvarnos. Sencillamente moriríamos para siempre. Por eso entregó su vida y, por eso mismo, debemos, al menos, agradecer tan gran manifestación de amor. Y es que nos amó hasta el extremo de dar su vida por todos nosotros, sus amigos.

El Hijo del hombre, llamado así ya desde el profeta Daniel, nos ama. Y nos ama no sólo por ser hermano nuestro sino porque es Dios mismo. Por eso quiere que demos lo mejor que de nosotros mismos puede salir, de nuestro corazón, porque así daremos cuenta de aquel fruto que Cristo espera de sus hermanos los hombres.

Jesús, sin embargo o, mejor aún, porque nos conoce, tiene mucho que decirnos. Lo dijo en lo que está escrito y lo dice cada día. Y mucho de los que nos quiere decir es más que posible que nos duela. Y, también, que no nos guste. Pero Él, que nunca miente y en Quien no hay pecado alguno, sabe que somos capaces de dar lo mejor que llevamos dentro. Y lo sabe porque al ser hijos de Dios conoce que no se nos pide lo que es imposible para nosotros sino lo que, con los dones y gracias que el Padre nos da, podemos alcanzar a llevar a cabo.

Sin embargo, no podemos negar que muchas veces somos torpes en la acción y lentos en la respuesta a Dios Padre.

A tal respecto, en el evangelio de san Juan hace Jesús a las, digamos, generales de la Ley. Lo dice en 15, 16:

 “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda”.

En primer lugar, no nos debemos creer que nosotros escogemos a Cristo. Quizá pudiera parecer eso porque, al fin y al cabo, somos nosotros los que decimos sí al Maestro. Sin embargo, eso sucede con el concurso de la gracia antecedente a todo lo que hacemos. Por eso es el Hijo de Dios el que nos escoge porque antes ha estado en nuestro corazón donde tenemos el templo del Espíritu Santo.

Pero importa saber para qué: para dar fruto. Y tal dar fruto sólo puede acaecer si damos cumplimiento a lo que Jesucristo espera de nosotros. Y que es mucho porque mucho se nos ha dado.

 

Cristo no quiere que hagas caso al demonio mudo

 

 

-Usted quiere que nos metamos en un lío los católicos.

-Bueno, en un lío nos vamos a meter si nos callamos.

 

“Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos.”.

Este texto lo recoge el evangelio de san Mateo (10, 32-33) y muestra con toda claridad lo penoso que puede resultar, para los discípulos de Cristo, hacer caso y seguir las indicaciones del demonio mudo.

Ya sabemos que el tal demonio, discípulo aventajado de Satanás, pretende de nosotros, los hijos de Dios, un silencio grande sobre ciertas cosas. No son, precisamente, las cosas del mundo sobre las que requiere nuestro silencio sino, al contrario, sobre las cosas de Dios. Sobre ésas.

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12.08.15

"Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"- ¿Qué nos parece el movimiento de los discípulos de Satanás?


Proceloso viaje de la Esposa de Cristo

La expresión “Estos son otros tiempos” se utiliza mucho referida a la Iglesia católica. No sin error por parte de quien así lo hace. Sin embargo se argumenta, a partir de ella, acerca de la poca adaptación de la Esposa de Cristo a eso, a los tiempos que corren o, como dirían antiguamente, al “siglo”.

En realidad siempre son otros tiempos porque el hombre, creación de Dios, no se quedó parado ni siquiera cuando fue expulsado del Paraíso. Es más, entonces empezó a caminar, como desterrado, y aun no lo ha dejado de hacer ni lo dejará hasta que descanse en Dios y habite las praderas de su definitivo Reino.

 Sin embargo, nos referimos a tal expresión en materia de nuestra fe católica.

¿Son, pues, otros tiempos?

Antes de seguir decimos que Jesús, ante la dificultad que presentaba la pesca para sus más allegados discípulos, les mostró su confianza en una labor gratificada diciéndoles (Lc 5,4)

 ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.’

Quería decirles Jesús que, a pesar de la situación por la que estaban pasando siempre había posibilidad de mejorar y que confiar en Dios era un remedio ciertamente bueno ante la misma.

El caso es que, como es lógico, las cosas han cambiado mucho, para el ser humano, desde que Jesús dijera aquellas palabras u otras de las que pronunció y quedaron para la historia del creyente católico como Palabra de Dios.  Por eso no es del todo extraño que se pueda lanzar la pregunta acerca de si estos son otros tiempos pero, sobre todo, que qué suponen los mismo para el sentido primordial de nuestra fe católica.

Por ejemplo, si de la jerarquía eclesiástica católica se dice esto:

Por ejemplo, de la jerarquía eclesiástica se dice:

Que le asusta la teología feminista.

Que es involucionista.

Que apoya a los sectores más reaccionarios de la sociedad.

Que participa en manifestaciones de derechas.

Que siempre ataca a los teólogos llamados progres.

Que deslegitima el régimen democrático español.

Que no se “abre” al pueblo cristiano.

Que se encierra en su torre de oro.

Que no se moderniza.

Que no “dialoga” con los sectores progresistas de la sociedad.

Que juega a hacer política.

Que no sabe estar callada.

Que no ve con los ojos del siglo XXI.

Que constituye un partido fundamentalista.

Que está politizada.

Que ha iniciado una nueva cruzada.

Que cada vez está más radicalizada.

Que es reaccionaria.

Y, en general, que es de lo peor que existe.

 

Lo mismo, exactamente lo mismo, puede decirse que se sostiene sobre la fe católica y sobre el sentido que tiene la misma pues, como los tiempos han cambiado mucho desde que Jesús entregó las llaves de la Iglesia que fundó a Pedro no es menos cierto, eso se sostiene, que también debería cambiar la Esposa de Cristo.

Además, no podemos olvidar el daño terrible que ha hecho el modernismo en el corazón de muchos creyentes católicos.

Por tanto, volvemos a hacer la pregunta: ¿son, estos, otros tiempos para la Iglesia católica?

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe - ¿Qué nos parece el movimiento de los discípulos de Satanás?

 

Las cosas, en contra de la Iglesia católica, no son nuevas en cuanto a actuar contra ella. Ya desde su misma fundación fue perseguida por los poderosos porque no gustaba ni lo que hacían los cristianos ni lo que decían los discípulos de Cristo.

Sabemos, además, que en eso no hay novedad alguna porque su fundador, Jesucristo, ya dijo que si a él lo habían perseguido no fuera a creer nadie que a los que le seguían y siguieran no les iba a pasar lo mismo.

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11.08.15

Un amigo de Lolo – Santo

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Santo

“Santificado seas, Señor, en la ciencia con que el hombre penetra en tu misterio y en la perfección con que redondea la Naturaleza.  ‘Santo’ te diga el átomo que mueve una central de energías y la mesa de conferencias que busca una paz. Santificado seas en el bloque de viviendas que se levanta, el parque de recreo que se termina, las industrias que hacen innecesaria la emigración. Bendito seas mil veces cuando se apaga la palabra ‘enemigo’, nadie murmura de otro, hasta los pobres pueden entrar en una confitería, ya las puertas no tienen llave porque nadie roba, no hay cárceles ni talonarios de multas, se echan las gentes el brazo por los hombros o se nivelan en la mirada a la piel, el mantel de la mesa, el pensamiento y la libertad. Santificado, por fin, tu nombre, en el coro con que lo entonan la gratitud filial de todas las criaturas.” (Extraída de “Mesa redonda con  Dios”)

 

Todo ha sido hecho por Dios y todo lo creó Dios cuando quiso y en el tiempo que tuvo por oportuno. Tal verdad sostiene la fe de aquellos que creen y confían en su Creador y Todopoderoso y nada de lo que se les diga, de estar profundamente arraigada en el corazón tal fe, afecta para nada a la misma.

En esta oración de Manuel Lozano Garrido se pide la santificación de Dios. Y se pide porque hay muchas razones para pedirla y no por mero capricho de creyente. Ni siquiera por un exceso de devoción.

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8.08.15

La Palabra del Domingo - 9 de agosto de 2015

 

  Biblia

    

Jn 6, 41-51. 

“41 Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: ‘Yo soy el pan que ha bajado del cielo.’

42 Y decían: ‘¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?’ 43 Jesús les respondió: ‘No murmuréis entre vosotros.

44 ‘Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día.

45 Está escrito en los profetas: = Serán todos enseñados por Dios. = Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.

46 No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.

47 En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.

48 Yo soy el pan de la vida.

49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; 50 este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.

51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.’”

  

COMENTARIO

Cristo, pan; Cristo alimento para la eternidad

 

Cuando Jesús había dicho que el pan del Cielo era Él, muchas personas pensaron que, cuanto poco, había exagerado. Y algunas, a lo mejor muchas, no entendieron lo que quería decir. Pero la cosa no acabaría ahí sino que iba a ir a peor.

El caso es que, como nos dice el texto bíblico de hoy, criticaban eso que había dicho porque lo conocían como el hijo de José; también conocían a María, su madre. No les entraba en la cabeza que pudiera ser Él, a quien tan bien creían conocer, quien Dios había enviado al mundo para ser el Mesías.

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Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Perdonar… ¡Ay el perdón!

 Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia?" (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuánto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Perdonar… ¡Ay el perdón!

 

Y Jesús dijo… (18, 21-22)

“Pedro se acercó entonces y le dijo: ‘Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?’  Dícele Jesús: ‘No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.’”

Es bien cierto que muchas veces nos llenamos la boca de palabras que, en sí mismas, dicen mucho. Una de ellas, además, muestra, hasta dónde somos capaces los seres humanos creyentes en Dios Todopoderoso de demostrar que lo somos.

Se trata de la palabra “perdonar” y del concepto del perdón.

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