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1.05.18

Líder Moli pide ser aceptado en la Iglesia

I.

Escribo esta crónica mientras anochece y  la 4x4 baila en las incesantes curvas del estrecho camino de montaña por el cual volvemos desde Zeema III a nuestra base misional ubicada en nuestra amada aldea de Naga, en pleno Himalaya.
Mientras padecemos tribulaciones apostólicas a causa por la eclesiástica burocracia, hoy realizamos una expedición misional de primera evangelización a un caserío (o tolderío) llamado Zeema III. En esta incursión, improvisada como pocas, el Señor llenó de gozo nuestras almas misioneras.
Mas, ¿qué pasó? Digámoslo brevemente. 

II.

Ayer decidimos hacer una expedición a Zeema III. Tramitamos unos permisos fronterizos especiales, hoy llenamos el tanque, preparamos unos pocos víveres y fuimos a la escuela a buscar un par de cosas. Las dos maestras (Lidia y Santa) que viven en el colegio nos pidieron ir con nosotros (David, mi heroica Madre y yo). Las sumamos en el acto. Fue la primer misión de Lidia (católica de nacimiento) y la segunda de Santa (hindú de nacimiento, pero “católica de alma” y con santas tentaciones de bautismo).
Tuvimos unas tres horas de viaje hasta Zeema III. El viaje fue lento no sólo por las curvas, sino porque a menudo el camino es de una sola mano. Fue lento, pero fascinante ya que su paisaje es una de las más extraordinarias obras de arte del Verbo de Dios. Tanta belleza nos obligó a detenernos varias veces para sacar algunas de las inevitables fotos que ornan  estas líneas. El viaje fue magnífico: nuestros ojos se perdían en los montes y nuestras almas se ocupaban de Dios y los infieles al rezar el Rosario, la Salve y el Breviario.

III. 

Zeema III es uno de los tres caseríos (aunque quizás la palabra les queda grande) que se ubican tras una preternaturalmente oscura villa llamada Lachhen. Los otros dos llevan el mismo nombre, pero diverso número. Zeema significa un “demonio muy poderoso”. Huelga decir que éste es un nombre propicio para tierras (como aquestas) que profesan el budismo tibetano. 
Nosotros rebautizamos estos tres parajes con nombres que son como un “agere contra” cultural: San Miguel, San Rafael y San Gabriel. Cuando las tengamos, pondremos allí estatuas de los tres gloriosos Arcángeles. 
Esos caseríos son básicamente asentamientos provisorios para los obreros (cuasi-esclavos) que asfaltan los caminos, quebrando rocas a fuerza de martillazos. Ellos pertenecen a los estamentos más bajos de la sociedad y son reputados como gente que paga en esta vida los crímenes de pretendidas vidas pasadas. Acá los llaman “dunka party". Ningún budista les dará la más mínima ayuda o consuelo. No habrá ninguna compasión para con ellos. Hasta las mujeres dunkas deberán pasarse el día martillando piedras sentadas al borde del camino en estos (que Femen tome nota), uno de los lugares más inhóspitos de la tierra. 
Los dunkas acá viven a casi tres mil metros de altura, en toldos hechos de plástico, maderas, bolsas y basura. La ausencia de puertas enfermará a quién ose hospedarse allí ya que el frío es muy intenso. 
Son muchos los campamentos semi-esclavos. Zeema III (o San Gabriel) es sólo uno de ellos. Cada grupo naturalmente tiene su jefe. El jefe del grupo de San Gabriel se llama Puran Moli y se hizo amigo nuestro (y nosotros de él) hace casi dos años. Él, con muchos de los suyos, antes vivía en Richu, una aldea cercana de Naga, pero ahora se mudó a Zeema III, donde lidera 43 trabajadores, que, según nos dijo, en principio viviran un lustro en dicho tolderío. El hermano de Puran es jefe de otros grupos ubicados en una región tibetana a una semana de distancia. Entre Puran y su hermano, ellos lideran cientos de obreros dunkas, muchos de los cuales son de la tribu Moli.

IV.


Ya habíamos ido a Zeema III algunas veces. De hecho, ahí profesé mis votos como religioso eliata el año pasado en Pentecostés.
Hoy volvimos y organizamos un encuentro de oración y predicación, que fue interrumpido por dos corpulentos budistas nativos que, con cara de pocos amigos, vinieron a interrogarnos. David y Puran movieron una chapa (que oficiaba de puerta) para ocultarnos a los que estamos rezando. Pasada la amarga pausa, retomé el hilo de mi predicación centrada en la dramática e inapelable tensión de Mc 16, 16…
Casi sin luz (sólo teníamos la de mi celular y la de un tenue rayo solar) les enseñamos a besar el crucifijo -que pasó de mano en mano-, les dimos los rudimentos bíblicos probatorios de la fundación divina de la Iglesia Católica y nos homenajearon con generosa porción de arroz y carne.


Después, abiertamente, invitamos al jefe  a redactar y firmar un pedido de ingreso en la Iglesia Católica. 
Sin vacilar escribió la solicitud en una libretita que llevé en mi sotana.
Luego, lo filmamos leyendo solemnemente el pedido formal de ser aceptado en la Iglesia junto con todos los que, Deus volente, firmarán debajo. 
Durante esta semana, Puran invitará a sus cohermanos a suscribir este pedido formal, en el que requieren a la Iglesia que  se digne enviarles un catequista de su tribu (Moli) a adoctrinarlos.
Pedimos a todos que recen para que todos los moli de Zeema III firmen el pedido de ser recibidos en la Iglesia Católica Apostólica y Romana, la única verdadera.
¡Que la Virgen atraiga al Espíritu Santo a nuestros corazones y a nuestras misiones!

¡Viva la Misión!

Padre Federico, S.E.
Misionero en el Himalaya  
28/IV/18