24.02.24

La Palabra para el Domingo - 25 de febrero de 2024

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Como es obvio, hoy no es domingo 25 de febrero de 2024 sino sábado, 24. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  



Mc 9, 2-10



2 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. 3 Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. 5 Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". 6 Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. 7 Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". 8 De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. 9 Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del  hombre resucitara de entre los muertos. 10 Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría “resucitar de entre los muertos".


MEDITACIÓN

1.- Jesús era conocedor de la especial dificultad que existía en el hecho de que sus discípulos comprendiesen su ministerio y que fuesen capaces de entender aquello que les decía pues, como es sabido, no eran letrados ni personas formadas intelectualmente, o, al menos, con una gran formación.

Por eso, además de las parábolas como forma de explicarse, forma que hacía más fácil la comprensión a base de ejemplos tomados de la vida ordinaria, tan dada a la analogía, se veía obligado a recurrir a ciertos momentos en los que lo que sucedía impelía a una rápida fijación en el corazón de aquello que acontecía. Por esto les hablo en parábolas, porque miran y no ven, escuchan y no oyen ni entienden (Mt 13,13) respondió a la pregunta de sus discípulos de porqué les hablas en parábolas (Mt 13,10).

Como pasará más tarde con los mismos, en Gethsemaní, el Mesías encamina a tres discípulos suyos, a saber, Santiago y Juan, los Zebedeos o “hijos del trueno” (nombre con los que los bautizó, con un innegable sentido del humor) y Pedro (la piedra sobre la que edificaría su Iglesia) y los lleva a un monte. Porque la montaña, o aquel, a lo largo de las Sagradas Escrituras, tuvo y tiene una importancia propia y característica. En Ex 3,1, por hablar del Antiguo Testamento, se habla del monte de Dios, el Horeb, o cuando Dios indica a Moisés donde ha de adorar a Dios, es decir adoraréis a Dios sobre este monte (Ex 3, 12), así como todas las veces que se nombra ese monte de Dios en esta parte del Pentateuco; o, como indica el Salmo 125,2 Jerusalén está rodeada de montes; así rodea el Señor a su pueblo desde ahora y por siempre, de donde podemos deducir una capacidad de defensa frente a las afrentas de los enemigos, y equiparar nuestra vida a la Jerusalén terrestre que, al verse atacada por las acechanzas del maligno, se siente protegida de esa forma.

De aquí que entiendo que este accidente del terreno es algo más que una mera elevación del mismo. Que ese espacio, donde Abraham se encontró con Dios, donde Moisés recibió de Dios la Ley que nos transmitiría por generaciones sin término para que fuera cumplida su voluntad…que contenía esas tablas tan conocidas y nombradas; que ese espacio, digo, ha de ser muy especial para Dios.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 17, 1-9

Y en el monte, también, se transfiguró.

Este episodio, característico de la divinidad de Jesús, y que refleja su conexión con el Antiguo Testamento, determina una imagen ejemplo de pureza y amor de Dios, porque, ¿qué es esa blancura que salió de sus vestidos y, por lo tanto, de su cuerpo, pues desde dentro emergía? El texto dice que sus vestidos se volvieron resplandecientes. Y aquí, Marcos, también hace uso de un lenguaje que es similar al de Cristo: utiliza un hecho de lo cotidiano para que, el oyente, entienda qué nivel de luz despedía Jesús; es decir, al igual que este, con sus parábolas, facilita la comprensión (como he dicho antes), el evangelista, al decir lo del batanero, da a entender que nadie podía igualarse, en luz que sólo podía venir de Dios, en ese instante, ni nunca, a lo que los ojos de los tres discípulos, estaban viendo.

Pero como esto podía no ser suficiente, pues bien podían haber pensado aquellos tres que miraban, que podía tratarse de algún reflejo de la luz del sol, entran en escena estos dos personajes del Antiguo Testamento que, al igual que Jesús, pero menos, como hombres que sólo eran, también eran profetas. Pero no dos profetas cualesquiera. Eran Moisés y Elías.

De estos personajes tan importantes para la historia del hombre en la tierra no cabe que diga yo nada, pues ya se ha escrito, y se escribirá mucho y mucho mejor de lo que yo pueda decir. Sin embargo sí recordar, sólo, que el primero de ellos condujo a su pueblo por el desierto, como Jesús se había conducido tras su bautismo y que, el segundo era, creo yo, el que según Jesús mismo, ya había vuelto pero sus contemporáneos no habían querido ver. ¿Era, para el Mesías, el espíritu de Elías el que representaba Juan, el Bautista? Así ha de ser, pues de lo contrario no habría dicho Jesús que si queréis admitirlo, él es Elías, el que había de venir (Mt 11,14).

Pero no sólo se aparecieron junto a Jesús. Además conversaban con Jesús. Y esta conversación bien podría referirse al inmediato futuro de Cristo: su pasión y muerte. Seguramente, porque sabedores de lo que iba a suceder, querían, ¡y necesitaban!, darle ánimo, reconfortarlo, en cierta forma. El caso es que el Enviado, el Jristós griego, se hace ayudar por aquellos que le esperaban para que aquellos que estaban presentes con Él, fuesen capaces de entender que iba a ser perseguido, maltratado, lacerado y humillado más tarde.

2.-Entre aquellos tres discípulos Pedro es la piedra, y la piedra está muy pegada al suelo, al camino que vamos pisando en nuestro deambular por la vida.

Y por esto, la sugerencia que le hace al Maestro, que disfrutaba de aquella conversación y que, con ella, daba fundamento a su existir, no deja de ser otra cosa que expresión de una mundanidad, de un apego a la tierra, de un estar entre hombres. Porque Pedro quería quedarse allí, no quería volver al duro esfuerzo de transmitir que el Reino de Dios ya había llegado, se negaba a ser, otra vez, ser que comunica la Verdad.

Esto, como en tantas otras ocasiones, tendría que suponer, para nosotros, un aviso ante la opción que tomamos en nuestra vida: ¿ante la posibilidad de difundir la Palabra de Dios, permanecemos, solitarios en nuestra mismidad, disfrutando de su delicia o, por el contrario, hacemos uso de nuestros talentos para que los demás conozcan nuestro conocimiento, que hemos encontrado a Dios en una sílaba o en un texto?

Bien podemos hacer como Pedro que, ante aquella visión de la maravilla de Dios, opta por el gozo que esto suponía, atendiendo las necesidades de los que conversaban (Elías, Moisés y Jesús) pero sin pretender bajar contar lo sucedido siendo, así, difusores de un hecho que confirmaría lo dicho por el Mesías. Porque, además, así lo recomendaría Jesús instantes después. Sin embargo, Pedro, independientemente de lo que dijese el Mesías no quería irse de allí. Era esa su voluntad expresa.

Y ¿qué podemos pensar ante esta actitud de Cefas? - me refiero a la actitud de quedarse a admirar lo sucedido y no a lo de no decir nada a nadie de lo que vio - Cabe, de principio, la disculpa, hombre como era y que, como nosotros, soñaba con ese mundo en el que la cruz, aún no conocida, sólo fuera una posibilidad a tener en cuenta pero no palpable. El evangelio de Lucas, y traigo aquí a colación lo que Giovanni Papini dice en su libro sobre la vida de Cristo, trata de poner coto a la opinión de quienes, inmisericordes, pudieran atacar a Pedro. Dice Lucas que, como para disculpar a Pedro, no sabía lo que se decía, sin saber lo que decía, dice, exactamente, este evangelista en 9, 33 que viene a ser algo parecido a lo que dice Marcos (pues no sabía qué responder) que centra su atención en el temor que tenían los discípulos que contemplan tal hecho.

Por otra parte, y abundando en esto, también cabe elegir entre el mundo y Dios. Jesús, como siempre, también nos da respuesta a esta grave inquisición. El evangelista más joven, Juan, a quien Jesús amaba, en el capítulo 17 versículo 15 de su evangelio, al decir que no te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno nos indica que estamos en este mundo, como es obvio y evidente, pero que la preservación del pecado, su evitación, es más importante que el hecho de sentirse aislado del lugar donde vivimos ya que no debemos evitar aquello que Dios nos ha dado. Esto sería como rechazar su liberalidad y su misericordia.

3.- Al igual que Gabriel dijera a María sobre que el Espíritu Santo la cubriría con su sombra, este texto evangélico de Marcos también recoge esta expresión: una nube que los cubrió con su sombra. Y lo mismo que, en el caso de Miriam (María) Dios iluminó su vida con su semilla de amor y la más alta gracia, en este momento donde conversan los profetas deja dicha su Palabra. Y es una palabra muy similar, si no igual, a la que pronunciara en el bautismo de Jesús: que Él era su Hijo amado, que teníamos que escucharle. Es decir, primero dice quien es, para certificar la importancia de su persona y, después, sólo después, hace una recomendación destacable: hay que escuchar la voz de Jesús.

Consecuentes, como hemos de ser, a nuestro amor a Dios, no podemos dejar de hacer otra cosa. Quien me ha visto a mi ha visto al Padre (Jn 14,9) dice el Mesías en un momento de su vida, ante la insistencia de Felipe de que les mostrara al Padre. Y “visto” incluye el “oído”, oír, escuchar, estar atento a su Palabra porque, al fin y al cabo, no deja de ser la Palabra de Dios, como lo es.

Y con esto finaliza esta percepción que Santiago, Juan y Pedro tienen en compañía de Jesús, o llevados por Jesús.

Este propiciar el encuentro es otra instantánea de la vida del Mesías a destacar. En su misión provocó que, mediando Él mismo, la relación con lo sobrenatural estuviera al alcance de sus contemporáneos y, desde entonces, de todos nosotros. Lo que podemos entender o comprender de ese encuentro quizá, o sin quizá, es cosa nuestra, dejado a nuestra libre elección: mejor comprensión de lo divino y aplicación a lo humano, a nuestra existencia diaria, o, por otra parte, olvido por miedo a la responsabilidad que de su puesta en práctica derivaría para nosotros.

Pero como esto pudiera no parecer suficiente para los discípulos, y como ellos irían hablando, monte abajo, sin duda, de lo que había sucedido, Jesús se vio obligado a hacerles una advertencia: no hablar, a nadie, de este hecho, hasta que él, Hijo del hombre, resucitara de entre los muertos.

Bien podemos suponer que si la transfiguración había producido el lógico estupor en los que la vieron, el que Jesús hablara de la resurrección de entre los muertos ya sería el colmo de lo enigmático. Aún no podían entender esta expresión ni ser capaces, tampoco, de transmitir a nadie lo visto. De aquí aquello de prohibición de comunicar eso tan sobrenatural como era que dos profetas se aparecieran para hablar con Jesús y que, por si esto ya fuera poco, el mismo Dios les dirigiera la palabra, su Palabra.

Si no estaban preparados para comprender esto, mucho menos para dar testimonio fiel y adecuado del significado que tenía. Por eso yo creo que Jesús no les permitió, cosa que hicieron, hablar de ello hasta cuando, tras comprobar que, efectivamente, había vuelto del mundo de los difuntos, ese misterioso acto que habían contemplado, tuviera total sentido para ellos y para todos.


ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a comprender que Tu Hijo amado es, también, hermano nuestro.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto


Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

El caso es que ellos, aquellos tres escogidos, no comprendieron nada… todavía 

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

19.02.24

Un amigo de Lolo – Quizá así lo escribiría Lolo – Un Niño algo especial

Presentación

Es posible que pueda pensarse que lo que va a hacer este que escribe pueda ser una osadía. Y es que, de todas formas, es seguro que lo es pues uno quizá no debería ponerse en la mente y el corazón de otra persona para ver qué podría decir o hacer

 

Es cierto esto pero también lo que es que cuando un creyente católico ha alcanzado la altura espiritual que alcanzó Lolo y que tiene, seguro, en el Cielo, no podemos negar que se ha hecho mucho de todos sus hermanos en la fe.


La osadía de escribir algo según, a lo mejor, pudiera hacerlo el Beato de Linares (Jaén, España) es, seguramente, un grave atrevimiento por parte de quien eso haga y, aún más, por quien esto escribe que es, sencilla y llanamente, nadie en materia espiritual pero que siente el alma de Lolo inscrita en las palabras que dejó al mundo. Y por eso, es seguro que nuestro amigo Manuel Lozano Garrido, va a perdonar (desde ya, desde que se escribe esto mismo, estas palabras a modo de presentación) un tal atrevimiento por mi parte.


Esto es, a lo mejor, lo que Lolo podría decir.

 

Quizá así lo escribiría Lolo – Un Niño algo especial

 

Es posible que alguien pueda tener por bueno el orden que aquí vamos a seguir a la hora de hacer lo propio sobre la Sagrada Familia. Es decir, que primero escribamos sobre esta al completo (en sus tres miembros) y, luego, sobre cada uno de ellos. Sin embargo, también es posible que haya quien crea que lo mejor sería escribir en primer lugar sobre cada uno de quienes componen la Sagrada Familia y, luego, como colofón a eso, sobre la Sagrada Familia al completo.

 

Nosotros hemos escogido la primera opción que es, creemos, tan buena como la segunda…


Y esto que sigue es lo que Lolo podría haber dicho…

 

¡Qué decir de ti, hermano pequeño! Sí, porque cuando te contemplamos en aquel momento de tu primera venida al mundo acababas de nacer. Sí, pequeño como cualquier otro niño que nació entonces, nació después y nace ahora y también nacerá mañana porque así lo quiso Tu Padre del Cielo.

 

Eras pequeño y no sigues lo sigues siendo porque a tus hermanos no se nos ha olvidado. Y por eso te hacemos en esculturas, en pinturas o en cualquier otra forma de expresión de nuestra fe. Pequeño pero, a la vez, grande.

 

Es verdad, Jesusillo, que eras pequeño pero tu misma naturaleza divina te hace grande: grande por venir de Dios, grande por ser Dios mismo hecho hombre, grande por la misión que te encomendó el Creador y que tan bien ibas a cumplir a lo largo de tu vida.

 

Es verdad, Ángel nuestro en aquel pesebre pobre pero divinizado por tu presencia, que sabemos por el tiempo pasado y por lo que otros han escrito, que tu presencia allí era tan necesaria que nada ni nadie pudo evitarlo y ni aquel hombrecillo creído llamado Herodes pudo quitarte de en medio como quería, aquel adorador falso y pretencioso…

 

Bueno, hermanillo nuestro. Tú, que bien sabrías qué hacer en cada momento, entonces eras pequeño pero en tu pequeñez llevabas una marca, en tu corazón un Amor, en tu piel un ser Quien eras. Y nosotros, que a tantos años vista de aquello sabemos que los que te adoraron lo hicieron bien hecho y ante Quien debían postrarse (incluso aquellos grandes hombres venidos de muy lejos y que te dejaron oro, incienso y mirra) no podemos sino creer que todo aquello estaba bien, muy bien.

 

Pequeño nuestro, zagalín recién nacido, que sabrías sobrenadar todo lo malo que te iba a pasar, que llevabas la Cruz inscrita en tu santísimo y pequeño corazón, en ti pusieron su esperanza muchos de tu pueblo, aquel que eligió tu Padre para que fuera el suyo. Y eso daría mucho miedo a los más poderosos pero eso a Ti te iba a dar lo mismo.

 

Niño venido al mundo para que el mundo se salvase, casi podemos imaginarte en aquellos primeros momentos de tu vida en el mundo (en el vientre de tu Madre ya habías hecho saltar a Juan, tu primo, en el seno de Isabel, la que llamaban estéril porque no sabían lo que era capaz de hacer tu Padre…) mirando con sorpresa, ojos abiertos a la luz, cómo había allí pastores, vecinos y otros que acudieron porque una estrella se había posado sobre un humilde lugar. Y supieron, seguro que en sus corazones lo sabían, que aquel Niño era un Niño muy especial, así con mayúscula como mayúscula era la obra de Dios.

 

Niño especial, niñito nuestro de cada día, sólo podemos darte las gracias por aquellos primeros vistazos de tu recién estrenada vida. Y esperar que, cuando vuelvas otra vez, encuentras a alguien con fe en el mundo; al menos, a alguien para que así, salves todas las almas que deban ser salvadas.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 

NOTA: Me gustaría hacer referencia a las imágenes que han enriquecido estos cuatro artículos. Y es fueron tomadas las mismas en la Iglesia que los Dominicos tienen en Torrent, Valencia (España) pues son las que dieron forman al Nacimiento de la pasada Navidad, la de 2023. Y es justo dar las gracias a quien eso hizo. 

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

 

Panecillo de hoy:

 

La Sagrada Familia en todo el esplendor de Dios.

 


Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bien venido, amor” (338)

 

La familia es el núcleo piloto donde, por la Generosidad, Dios ensaya aquí ya la dicha que nos espera en el Cielo.

 

……………………………

Para leer Fe y Obras.

Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

 

17.02.24

La Palabra del Domingo - 18 de febrero de 2024

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Como es obvio, hoy no es domingo 18 de febrero de 2024 sino sábado, 17. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  


 Mc 1, 12-15


 “12 A continuación, el Espíritu le empuja al desierto, 13  y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los  ángeles le servían. 14 Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: 15 ‘El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.’

  

COMENTARIO
 
El final de los tiempos

 
Sabemos que, cuando Jesús fue bautizado por su primo Juan algo le impulsó a ir al desierto. Bueno, en realidad, tenemos por cierto y verdad que fue el Espíritu Santo Dios quien dirigió sus pasos hacia donde la soledad es más acusada y donde, precisamente, empezó a gestarse la llamada “vida pública” de Cristo. Es más, de allí iba a salir vencedor de mucho y contra mucho. 

Este texto del evangelio de san Marcos abunda en realidades espirituales que, no por conocidas, debemos olvidar. Muchas de ellas, además, fundamentan nuestra propia vida de fe y nos recomiendan llevar a cabo un comportamiento filial hacia la voluntad de Dios. 

Antes que nada, antes de salir hacia Galilea a cumplir con la misión que tenía encomendada, Jesús tuvo que enfrentarse al Mal. En el desierto, come es más que conocido, tuvo que vencer a las tres tentaciones que le proponía Satanás. Y de todas ellas, echando mano de la Palabra de Dios, salió victorioso. Satanás pretendía hacerlo suyo como había conseguido hacerlo con nuestros primeros padres con aquello de la tentación a incumplir lo dicho por Dios. Pero no pudo con Jesús que, siendo Dios mismo, no iba a caer en tan arteras trampas. 

Decimos, por tanto, que Jesús, marchó a Galilea donde debía empezar aquello para lo que había sido enviado (o, como diría Él en alguna ocasión, “salido”, suponemos que del Padre) 

EL ESPÍRITU LLEVA AL DESIERTO A JESÚS

¿Y qué era lo que debía hacer Jesús en aquella su tierra y, luego, en otras que no lo eran? 

En resumen: predicar. 

La predicación de Jesús estaba totalmente relacionada con la Palabra de Dios, con la Ley del Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!) y con la santa voluntad del Creador. 

Así dicho, pudiera parecer poco porque es de suponer que todo eso ya lo sabía el pueblo elegido por Dios. Sin embargo, es más que cierto que, aún conociéndolo, habían llegado a tergiversarlo de tal forma que no tuvo más remedio el Creador de enviar a su Hijo para que se enderezar el camino torcido. Y enviarlo y terminar como terminaría en la Cruz. 

Había llegado, en efecto, el final de los tiempos. Y era, por tanto, el momento en el que Dios enviaba al Mesías para que se cumpliera todo lo que había sido escrito por inspiración del Espíritu Santo Dios a través de santos profetas y escritores de tal jaez espiritual. 

El caso es que Jesús podía haber predicado de la forma que mejor le hubiera venido. De hecho así lo hace a través de las parábolas y otros ejemplos adaptados a la capacidad espiritual de sus contemporáneos. Sin embargo, utiliza, como expresión, un orden muy especial. 

Queremos decir que Jesús dice esto: “Convertíos y cree en el Evangelio”. Por Evangelio tenemos, es, Buena Noticia, aquella que venía a decir, como expresa Él mismo, que el Reino de Dios estaba cerca.

Pues bien, lo primero que pide Jesús es conversión. Y por tal entiende el Hijo de Dios, venir a tener un corazón de carne, misericordioso, fiel a la voluntad de Dios y, en fin, propio de quien se sabe, y es, hijo del Creador. 

Primero, pues, conversión, venir a ser otros; luego, tener fe en el Evangelio. 

¿Es que no es más importante creer en el Evangelio que convertirse? 

A primera vista, ciega vista por cierto, podría parecer que en primer lugar se tiene en cuenta la ley y, luego, se da la conversión. Sin embargo, si la tierra no es buena, si no hay conversión primero, es difícil que la semilla, precisamente, del Evangelio, pueda fructificar. Por eso era, es, tan importante convertirse. 

Y esto, por cierto, san Agustín lo expresó de forma maravillosa: “Ama y haz lo que quieras”. Y eso es, exactamente, la conversión demandada por Jesucristo en aquel primer mensaje.

  
PRECES 
 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren enfrentar las tentaciones del Mal. 

Roguemos al Señor.
 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren convertirse.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a convertir nuestro corazón según tu voluntad.

 
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.



Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

Jesucristo resistió las tentaciones en el desierto para mostrarnos que es posible hacerlo. 

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

12.02.24

Un amigo de Lolo – Quizá así lo escribiría Lolo – José, fiel esposo

Presentación

 

Es posible que pueda pensarse que lo que va a hacer este que escribe pueda ser una osadía. Y es que, de todas formas, es seguro que lo es pues uno quizá no debería ponerse en la mente y el corazón de otra persona para ver qué podría decir o hacer.

 

Es cierto esto pero también lo que es que cuando un creyente católico ha alcanzado la altura espiritual que alcanzó Lolo y que tiene, seguro, en el Cielo, no podemos negar que se ha hecho mucho de todos sus hermanos en la fe.

 

La osadía de escribir algo según, a lo mejor, pudiera hacerlo el Beato de Linares (Jaén, España) es, seguramente, un grave atrevimiento por parte de quien eso haga y, aún más, por quien esto escribe que es, sencilla y llanamente, nadie en materia espiritual pero que siente el alma de Lolo inscrita en las palabras que dejó al mundo. Y por eso, es seguro que nuestro amigo Manuel Lozano Garrido, va a perdonar (desde ya, desde que se escribe esto mismo, estas palabras a modo de presentación) un tal atrevimiento por mi parte.

 

Esto es, a lo mejor, lo que Lolo podría decir.

 

Quizá así lo escribiría Lolo – José, Fiel esposo

 

Es posible que alguien pueda tener por bueno el orden que aquí vamos a seguir a la hora de hacer lo propio sobre la Sagrada Familia. Es decir, que primero escribamos sobre esta al completo (en sus tres miembros) y, luego, sobre cada uno de ellos. Sin embargo, también es posible que haya quien crea que lo mejor sería escribir en primer lugar sobre cada uno de quienes componen la Sagrada Familia y, luego, como colofón a eso, sobre la Sagrada Familia al completo.

 

Nosotros hemos escogido la primera opción que es, creemos, tan buena como la segunda…

 

Y esto que sigue es lo que Lolo podría haber dicho…

  

Seguramente José, tú que eras un judío justo, y tu antigua familia emparentaba con el rey David, no tenías dudas sobre tu fe sobre lo que creías. Humilde como eras siendo un trabajador manual de tu tiempo, José, esperabas una vida seguramente tranquila aunque dura. 

Cuando conociste a la joven María se abrió ante ti un mundo nuevo. Ya te imaginabas en vuestra casa, José, y sacando a tu familia adelante. ¿Familia? Aún no sabía si eso sería posible aunque era seguro que tenías interés en tener descendencia. 

¿Qué pasó por tu corazón cuando supiste que María, aún sin haberse casado contigo (desposada sí, eso sí) estaba embarazada? Seguro que tuviste dudas por el corazón de un hombre es el corazón de un hombre, José. 

Tú, sin embargo, eras un fiel creyente y escuchaste aquel mensaje del Ángel que te dijo que aquello, aquello que era tan extraño conociendo como conocías a María, venía de Dios. 

No se hable más, debiste pensar. Como viene de Dios nada puedo o poner pero es que nada quiero oponer o algo así debía ser tu pensamiento. Ahora estabas seguro de la fidelidad de María porque ella, a la que tanto querías, según te dijo, había sido bendecida muy especialmente por Adonai y al Ángel le había dicho que era esclava del Señor y eso eran palabras mayores. 

Fiel José, fiel desde siempre y por siempre, cumpliste con la misión que te fue encomendada. Y nada de lo que hiciste desde entonces se apartó ni un palmo de tierra de lo que quería Dios que hiciste. Y fuiste a Egipto porque escuchaste las palabras que te dijeron que el Niño (que era muy especial como bien sabías tú y María) corría peligro de muerte y eso no lo podías permitir. 

Y luego volviste. José, al escuchar el mensaje que te dijo que podías volver a tu tierra de aquella egipcia que os acogió, tampoco dudaste lo más mínimo. Os esperaba vuestra casa, seguramente atendida por vuestra familia, y allí volvisteis y allí vivisteis hasta que te llamó el Creador a su Reino donde, estoy seguro, tu alma goza de la visión del Todopoderoso. 

José, Padre de entre los padres, ejemplo a seguir por los que quieren ser buenos y quieren ser fieles, te damos gracias. Seguramente nunca lo haremos lo bastante porque si de tus manos salieron obras humanas, de tu corazón salió lo mejor y que no fue otra cosa que enseñar y educar al Niño. Y, claro, Él te respondió de la misma forma: siendo bueno y fiel. 

José, carpintero de Nazaret, allí donde estás pide por nosotros que, tantas veces, necesitamos de ayudas como la tuya. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

  

Panecillos de meditación

  

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

  

La Sagrada Familia en todo el esplendor de Dios.

 

Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bien venido, amor” (338)

 

La familia es el núcleo piloto donde, por la Generosidad, Dios ensaya aquí ya la dicha que nos espera en el Cielo.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

11.02.24

La Palabra del Domingo - 11 de febrero de 2024

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Mc 1, 40-45
 
“Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: ‘Si quieres, puedes limpiarme.’ Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: ‘Quiero; queda limpio.’ Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.  Le despidió al instante prohibiéndole severamente: ‘Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.’   Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús  presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían  a él de todas partes.”

  

Lo que puede la fe
 
1.-Es conocida la existencia, para aquellos que tienen un conocimiento del contenido del cristianismo, de las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Mientras que, mediante la primera de ellas sabemos que la existencia, por ejemplo, de Dios, es real aunque no podamos probarla con medios humanos (recordemos lo que le dijo Cristo a Tomás cuando se apareció a los discípulos y sabía lo que el incrédulo había dicho; y le dijo: Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído, Jn 20, 29); en virtud de la esperanza esperamos nuestro bien y, extendiendo ese pensamiento, el bien de todos aquellos que nos rodean; incluso, llevando al primer extremo (y no al último ya que esto ha de ser lo primero) lo que ha de ser la creencia cristiana; también deseamos el bien de todos, en general; y, por último, sabido es que la caridad es la Ley del Reino de Dios, y que, sin ella, nada de lo otro se entiende. 

Particularmente creo que en este texto de Marcos las tres virtudes citadas se dan la mano ayudándose unas a otras.


2.-La fe y la esperanza

Seguramente el leproso tenía conocimiento, o sabía quién era, la persona que se acercaba, o se alejaba, de él. Jesús, cuya fama ya había comenzado a extenderse, como ya vimos en Mc 1, 21-28, era a quien tenía que dirigirse si quería que ese terrible mal que le aquejaba desapareciera. Vemos, aquí, una esperanza que podríamos denominar antecedente de la fe, mediante la cual poner el sentido de una vida en manos de otro se asiente en la voluntad de cambio. 

El leproso, al decir si quieres…expresa, por una parte, el hecho de que el Mesías tenía el poder de curarlo. Era, así, expresión, de conocimiento natural del Hijo de Dios. Confiado, con la esperanza netamente intacta, pues de tal gravedad era su enfermedad que no otra cosa podía hacer, se acerca, es decir, va hacia Jesús en busca de algo más que consuelo. Puedo decir que tiene puesta su esperanza en una fama que precede al Enviado y, por eso, una fe primera que acentúa su existir. Busca porque cree que ha encontrado solución a su situación. Ve en aquella persona, rodeada de otras, una luz que, posiblemente, podía iluminar su ser. 

Como reconocimiento a esa divinidad que ve en Jesús, se pone de rodillas, signo de sometimiento al Señor; pero de un someterse suplicante, demandante de ayuda, esperanzado, implorante. Y de rodillas espera la acción del que cura, salva, sana…perdona. 

SI QUIERES SEÑOR, PUEDES LIMPIARME

Y la curación que espera no es sólo física. Conocida es la relación que, para el pueblo judío, existía entre enfermedad y pecado, la una era según pensaban, resultado del segundo –bien fuera de derivación familiar o propiamente personal del enfermo-. Pues bien, la esperanza de este leproso, aquejado por ese mal que lo apartaba de forma radical de la sociedad, era, aunque de forma indirecta, seguramente pensaba, que el pecado que la había ocasionado tal mal (aunque realmente no fuera así) podía ser borrado por aquel que era capaz de echar demonios del cuerpo de otros. Por eso, la confianza en Jesús debía de correr pareja a todo aquello que lo aquejaba: muy grande, pues grande era esa necesidad. 

Y como el magisterio de Jesús limpia el corazón de las acechanzas del maligno, lo libera de las inmundicias del mundo en que vivimos, se compadeció de él, hizo uso de esa virtud fundamental: la caridad. 

 
3.- La caridad y el poder de Dios

Quizá lo más importante para Dios y necesario para el hombre sea el ejercicio de la misericordia. Creemos que es lo más importante para Dios porque en ella se apoya todo su comportamiento para con sus hijos, desde que creó el universo y la vida en la tierra y la puso a su disposición (sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra, dijo, como sabemos, Gn 1,28) hasta que acompañó a su pueblo elegido Israel a lo largo de los siglos perdonando sus continuas ofensas y sabiendo que, como hombres que eran, el pecado no era fácil de apartar de sus vidas. Y lo más necesario para el hombre creo que es porque necesaria es la correspondencia ante lo que recibe de parte del Padre y lo que se da a los hermanos. Y la compasión y el amor son la caridad. 

Y Jesús, haciendo uso de esa misericordia de la que tanto habló, no debió de dudar ni un instante y, de inmediato, curó al leproso. Su sentido de la correspondencia con el amor de Dios fue instantáneo. Vio una necesidad tan grave ante sus ojos que no dudó: extendió sus manos, le tocó. Y manifestando el poder de Dios, pues sólo Él es capaz de hacer eso, limpió de la lepra al demandante de ayuda. Y este hombre, separado socialmente como un apestado, siente como su persona se incorpora a ese pueblo, a esos vecinos, a esas personas que le rechazan. 

Pero Jesús, como sabía que hechos como este sólo podrían acarrearle problemas por la falta de comprensión de muchos de sus contemporáneos, intenta que el curado acuda al Templo y, allí, ofrezca por su curación lo que estableció por ella Moisés. Y esto, ¿porqué?; si había salido de las manos del Mesías ese prodigio tenía que existir una razón muy poderosa para que el  sanador no quisiese que eso se supiese. 

Ya dije antes la relación que había, para el judío, entre enfermedad y pecado. Pues bien, para este pueblo sólo Dios podría perdonar pecados y, por lo tanto, solo de él podía venir la curación de esas dolencias que atribuía a este tipo de relación (pecado-enfermedad) que se alimentaba mutuamente. 

Lo mejor era, para Cristo, que los sacerdotes, conocedores de la Ley, fuera testigos de aquel hecho y que, por así decirlo, certificaran esa curación con la entrega de la citada ofrenda. Otra vez más cumple, o hace cumplir, la Ley. Así no quedaría a la vista lo que, para ellos, era una ofensa a Dios y una blasfemia: dar a entender, Jesús, con ese acto, que era el Padre mismo. Si aceptaban que el hijo del carpintero, sin la gloria esperada y ansiada por ellos, podía perdonar pecados, pues curaba, no habrían tenido más remedio que aceptar la consiguiente divinidad, Dios mismo, de su persona. 

Sin embargo, como es humano entender, no consigue su propósito. El leproso, ante su nueva situación, no puede ser comedido en sus actos, ni puede dejar de proclamar, contento, no sólo su curación, la cual era evidente, sino las manos que han llevado a cabo ese milagro, ese acto extraordinario. Pregonó, la noticia, es decir, repitió por donde pudo lo sucedido, extendiendo no sólo eso mismo sino lo que eso suponía en relación con Dios. 

Es así como se confirma la esperanza antecedente del leproso y esa fe que lo lleva a buscar su sanación. En este sentido bien puedo decir que es este un buen ejemplo, didáctico, para aquellos que, conociendo algo a Jesús, ahora mismo, en el siglo, desean profundizar en el saber de su persona. Sólo así podrán confirmar lo que se dice de él y podrán dar noticia de sus hechos y de sus palabras. Supone, esto, creo, una llamada de parte del Mesías hacia los alejados, hacia los que lo desconocen. 

Y esto apunta a otro aspecto importante, vital: la sanación espiritual buscada por el leproso (pues él estaría de acuerdo, aunque no lo entendiese, que existía una relación antedicha entre enfermedad y pecado) ha de ser un anhelo para cada uno de nosotros (1). Por eso acudían a él de todas partes y, por eso, también nosotros, cual si fuéramos leprosos, o con una enfermedad del alma pegada a nuestro cuerpo, hemos de ver en la persona de Jesús a un hermano que, con su ejemplo y con su Palabra, puede producir en nosotros efectos tan beneficiosos como los que produjo en este enfermo incurable. Muchos de nuestros pecados también pueden parecer incurables pero, con la demanda de perdón a quien puede perdonar, no debemos de tener duda alguna (no debemos de perder esa esperanza antecedente del leproso, ni esa fe cierta y franca) de que la sanación procede de Cristo pues Él es verdadero Dios.  

 PRECES

 Pidamos a Dios por todos aquellos que no confían en la misericordia de Dios.
 
Roguemos al Señor.

 Pidamos a Dios por todos aquellos que no buscan al Señor para ser curados de sus dolencias del alma.

 Roguemos al Señor.

 
ORACIÓN 

Padre Dios; ayúdanos a confiar siempre en tu total poder.


Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

(1) El Santo Padre Benedicto XVI (Que Dios tenga en su Gloria), en su  Carta Encíclica Deus Caritas Est, en el apartado 28, dice que el amor suscitado por el Espíritu de Cristo, no brinda a los hombres sólo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma.
  

Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

Sabemos muy bien que Dios todo lo puede.

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

10.02.24

Ad pedem litterae – Llucià Pou Sabaté

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - Llucià Pou Sabaté

Habla un exorcista

    Se está hablando mucho de la película Nefarious, de reciente estreno, sobre las manifestaciones de un endemoniado. A lo largo del año, leemos en el Evangelio exorcismos que Jesús hace, milagros en los que echa demonios fuera de personas poseídas, y otras curaciones de Jesús. El caso más clamoroso, es cuando responde el endemoniado: “me llamo Legión, porque somos muchos”, y Jesús los manda a una piara de cerdos, que se caen por un barranco. 

   Esta tradición ha seguido entre los cristianos, y últimamente han contado sus experiencias algunos como Gabriele Amorth, en su libro Habla un exorcista (ed. Planeta Testimonio, en castellano), y se ha estrenado una película recientemente, El exorcista del papa (2023) con Russell Crowe como protagonista, que recoge el legado de ese exorcista, añadiendo material de invención, y que me gustó.   

   Los exorcismos son rituales religiosos que buscan expulsar al demonio o entidad maligna que se cree está poseyendo a una persona. En el cristianismo, por ejemplo, los exorcismos son realizados por sacerdotes autorizados y siguen un procedimiento específico, que a menudo incluye el uso de oraciones, agua bendita y la recitación de pasajes sagrados, pero también los signos sagrados: Amorth por ejemplo dice que el demonio no soporta los signos de devoción a la Virgen. 

 

   El demonio actúa muchas veces, en lo que llamamos tentaciones, pero no siempre son ciertos los supuestos casos de posesiones. Recuerdo que en una ocasión participé en una supuesta persona poseída, una chica de unos 15 años, que estaba condicionada seguramente porque un psiquiatra le dijo que la curación no dependía de cosas naturales y que no estaba en sus manos la curación, y seguramente se sugestionó hasta puntos inimaginables como hablar lenguas y otras cosas por el estilo (proferir blasfemias, palabras obscenas) y tener una fuerza descomunal, pues entre cuatro personas no conseguían sujetarla. Después de unas oraciones, se calmó y aparentemente se curó de esa situación, que nunca volvió a suceder. Pero hay otros casos muy claros de posesiones, que han sido documentados recientemente por diversos periódicos como el diario El mundo en estas últimas décadas. 

   Las representaciones cinematográficas tienden a dramatizar y exagerar los elementos para crear un impacto emocional en la audiencia, incluso con el género fantástico como la saga de La monja de la que ya hay dos películas. Pero algunas películas, como la citada de Nefarious, o la clásica El exorcista de los años 70, expresan con claridad lo que es una acción de posesión diabólica. 

   La acción del demonio ha estado presente en muchas culturas desde tiempos inmemoriales: tanto en Oriente como en Occidente: y en la religión judeocristiana (y por tanto en la musulmana, que nace de esas raíces judías y cristianas). En el medievo, por ejemplo, son frecuentes los “Puentes del diablo”, con leyendas de personas que habían pactado con el demonio (le habían vendido su alma) para conseguir bienes materiales o el amor de una persona. 

   Por desgracia, las sectas satánicas hacen daño en muchos sitios, incluso con rituales macabros, de modo que es algo siempre actual. Aunque, como bien decía un libro de C. S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino, la táctica del demonio en nuestro tiempo es conseguir que no crea en él. La citada película Nefarious expresa también esto, pues el sacerdote que visita al endemoniado no cree en el diablo. 

   La Iglesia Católica mantiene exorcismos menores desde el rito del bautismo, y el Rito de Exorcismo está regulado en rituales, el último “Sobre los exorcismos y oraciones de súplica” es de 1999. 

   Recuerdo que al comienzo del citado libro Habla un exorcista, el sacerdote le pregunta al endemoniado: “¿por qué Dios hizo el infierno?” y el demonio responde: “¡Dios no lo ha hecho, lo hemos hecho nosotros!” Me gustó porque expresa muy bien esa realidad, de la triste posibilidad de autoexclusión del amor divino. 

   Me gusta pensar que Satán y los demonios son criaturas, con un poder limitado, y que Jesús nos habla de no tener miedo, pues la gracia divina es liberadora de todo mal, como rezamos en el Padrenuestro, que puede traducirse en su parte final como “líbranos del mal” o “líbranos del maligno”. Y en la devoción a la Virgen como el Acordaos, que nos revela que quien reza a la Virgen y con el uso del escapulario se une a ella el sábado siguiente de la muerte; y la costumbre de las Tres Avemarías también aseguran esa compañía de María, como bien expresa el cuadro del Greco El entierro del Cónde Orgaz, cuando vemos el alma que se libera del cuerpo, pasando por un útero espiritual, y naciendo al cielo de la mano de la Virgen María, que la está esperando.

 Llucià Pou Sabaté

 

Panecillos de meditación

  

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 Panecillo de hoy:

También se puede evangelizar a través del cine.

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 Para leer Fe y Obras.

 Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.  

 

5.02.24

Un amigo de Lolo – Quizá así lo escribiría Lolo – María, Virgen y Madre

Presentación

  

Es posible que pueda pensarse que lo que va a hacer este que escribe pueda ser una osadía. Y es que, de todas formas, es seguro que lo es pues uno quizá no debería ponerse en la mente y el corazón de otra persona para ver qué podría decir o hacer. 

Es cierto esto pero también lo que es que cuando un creyente católico ha alcanzado la altura espiritual que alcanzó Lolo y que tiene, seguro, en el Cielo, no podemos negar que se ha hecho mucho de todos sus hermanos en la fe. 

La osadía de escribir algo según, a lo mejor, pudiera hacerlo el Beato de Linares (Jaén, España) es, seguramente, un grave atrevimiento por parte de quien eso haga y, aún más, por quien esto escribe que es, sencilla y llanamente, nadie en materia espiritual pero que siente el alma de Lolo inscrita en las palabras que dejó al mundo. Y por eso, es seguro que nuestro amigo Manuel Lozano Garrido, va a perdonar (desde ya, desde que se escribe esto mismo, estas palabras a modo de presentación) un tal atrevimiento por mi parte. 

Esto es, a lo mejor, lo que Lolo podría decir.

 

Quizá así lo escribiera Lolo – María, Virgen y Madre

 

Es posible que alguien pueda tener por bueno el orden que aquí vamos a seguir a la hora de hacer lo propio sobre la Sagrada Familia. Es decir, que primero escribamos sobre esta al completo (en sus tres miembros) y, luego, sobre cada uno de ellos. Sin embargo, también es posible que haya quien crea que lo mejor sería escribir en primer lugar sobre cada uno de quienes componen la Sagrada Familia y, luego, como colofón a eso, sobre la Sagrada Familia al completo. 

Nosotros hemos escogido la primera opción que es, creemos, tan buena como la segunda… 

Y esto que sigue es lo que Lolo podría haber dicho…

 

María, hija de Nazaret, joven que dijo sí a su Señor porque siempre lo había querido y amado; María de José, su desposada y esperanzada mujer, aquella que supo comprender la llamada de Dios y se supo esclava de un tal Padre. 

Tú que quisiste ser seno para que reposara la semilla del Creador, Tú que fuiste Arca, anhelo del pueblo escogido por Adonai, Tú que viste a Gabriel y te perturbaste en tu juventud excelsa.

María, Madre que fuiste de la criatura llegada directamente del Amor de Dios, Madre de poderosa memoria que guardaba todo en su corazón donde el Espíritu se adueñaba de sus cosas y sus vivencias junto a Quien sería la salvación del mundo y también de sí misma. 

María amada por todas las generaciones como le dijiste a tu prima Isabel, Magnífica María que llevaste la alegría a la casa de Zacarías e hiciste que Juanillo saltara en el vientre de la que llamaban estéril hasta que Dios volvió a mostrar y demostrar que para Él nada hay imposible, ni siquiera eso. 

Madre de todos porque quiso tu hijo que fueras madre de todos: madre de los jornaleros, madre de los oficinistas, madre de las escuelas, madre de los que labran la tierra, madre de los que se manchan de grasa en los talleres y las fábricas, madre de las niñas sin novio, madre de quien espera tenerlo, madrecilla querida de quien espera aún ver qué le pasa en la vida, madre primeriza y única, madre de corazón tierno, de mirada suave, de luces en el alma; madre que juega con su hijo y lo levanta cuando cae, madre que limpia las lágrimas de los que padecen, madre que acompañas en las muchas soledades por las que pasamos, madre virtuosa, madre virgen; además Virgen, así con mayúscula porque es prodigio que hizo para ti y en ti tu Padre del Cielo; madre amorosa, madre fiel hasta lo último de lo último, madre que camina para siempre con sus hijos, a su lado madre de la Sierra, madre de los enfermos, madre de las letanías, madre río que nos lleva al Cielo, madre, en fin… Madre de Dios y nuestra. 

María, que tantas veces me has acompañado en mi pueblo, en la montaña donde descanso y lleno mis pulmones de aire limpio; madre que sanas los corazones que sufren porque reposa en ellos tu dulzura y tu amor; madre en las oraciones, madre en los rezos, madre de las súplicas de los necesitados, madre de la bondad primera, madre de la música que nos alegra el alma, madre tú, María; Madre y Virgen porque es lo que eres y serás para siempre, hasta que tu hijo vuelva al mundo y nos juzgue, a los buenos y a los malos, a los que hayan entonces acertado en su ser y a los que se hayan desviado en el camino hacia Dios; Madre que se postra ante Dios y pide por nosotros, sus no tan fieles hijos…. 

Madre, María; Madre y Virgen o, al revés. De todas formas, es lo cierto y verdad. Madre, así, a secas.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

  

Panecillos de meditación

  

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 Panecillo de hoy:

 La Sagrada Familia en todo el esplendor de Dios.

 

Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bien venido, amor” (338)

                                                                              

La familia es el núcleo piloto donde, por la Generosidad, Dios ensaya aquí ya la dicha que nos espera en el Cielo.

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 Para leer Fe y Obras.

 Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna. 

3.02.24

La Palabra del Domingo - 4 de febrero de 2024

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Como es obvio, hoy no es domingo 4 de febrero de 2024 sino sábado, 3. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  



Mc 1, 29-39



“29 Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.  30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. 31 Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.  32 Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; 33 la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. 34 Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar  a los demonios, pues le conocían. 35 De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. 36  Simón y sus compañeros fueron en su busca; 37 al encontrarle, le dicen: ‘Todos te buscan.’ 38 El les dice: ‘Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.’ 39   Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios”.


COMENTARIO
 
Cristo salió, vino al mundo, para predicar, sanar y salvar


Una vez, cuando uno que quería ser discípulo de Jesús le planteó seguirle, éste le dijo que tuviera en cuenta que el Hijo del hombre no tenía donde recostar su cabeza (Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza, Lc 9, 58 es la cita concreta) Esto lo dijo para que esa persona, pienso yo, supiese, de antemano, donde se iba a meter, que entendiera que el camino hacia Dios no era, sólo, un camino de rosas, sino que comprendiera que esas rosas también tenían espinas. ¡Y qué espinas!

Así, Cristo, acudía allí donde se le invitaba, donde era acogido. Una buena lección esta la que nos dio el Mesías: acudir donde os acojan, pero no sólo ahí, sino donde quieran conoceros mejor.

Y Jesús va a casa de Simón y Andrés, lugar donde le esperaba una buena obra que hacer. Va y se encuentra, aunque posiblemente sabiendo lo que se iba a encontrar, sabiendo su inmediato destino. No podemos pensar otra cosa. Sabe cuál es su misión y, predispuesto a llevarla a cabo, no deja de cumplirla a pesar de las acechanzas de sus enemigos, más preocupados por su bienestar que por el significado de lo que decía, aunque esto atentara, directamente, contra su forma de vida.

Es conocido que el evangelio de Marcos pone su acento, en su texto, en todos aquellos hechos que podemos llamar milagrosos o extraordinarios que el Mesías llevó a cabo. En este breve texto vemos varios casos: en concreto, el de la suegra de Simón; y otros genéricos, los que curó que le traían de todo el pueblo. ‘La ciudad entera estaba agolpada a las puertas’. Agolpada a las puertas del Reino de Dios quizá sin saberlo, podemos decir. Y lo hacía porque muchos querían ser curados de sus males físicos. Sin embargo, esta curación no lo era en ese único sentido.

Conocedores del significado simbólico de los textos sagrados, junto a esa primera visión del acto que cura sigue (o lleva implícito, mejor dicho) otro tipo de curación: que va más allá del mero, aunque importante, aspecto físico.

Ejemplos tenemos muchos que (aunque no corresponda a esta parte del evangelio de Marcos) pueden alumbrarnos en nuestra comprensión. El más paradigmático, quizá, sea el de la curación de Bartimeo (hijo de Timeo) el ciego, que, al paso de Jesús, en Jericó, clama: ¡ut videam!, (que vea) le ruega cuando le pregunta el que tanto urge con su súplica (Mc 10, 46-52). Pero esto, que vea, necesidad misma del ciego, implica una voluntad de sentir el mensaje de Cristo, lleva incorporada una petición: que te comprenda, que te entienda, que te conozca.

Y junto a estos hechos en los que Jesús manifiesta ese poder de Dios, esa comunicación entre el Padre y el Hijo, encontramos, como no puede ser de otra forma, la respuesta de aquellos que se han beneficiado de su benéfico hacer: seguirle, servirle, anunciar lo que les ha sucedido, llevar hasta los demás el anuncio de que quien estaban esperando ya había llegado (recordemos a la samaritana de Sicar).

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (1, 29-39) - El Diario

Vemos, por ejemplo, que la suegra de Simón, después de ser curada se puso a servirles, no se quedó falta de agradecimiento descansando, sino que, conocedora del bien que había recibido (esa curación de la fiebre que en aquella época podría haberle costado la vida), muestra, con ese servicio, una continuidad en su relación con Jesús: corresponde a ese amor con amor: soy, así, transmisora de tu bondad, podía haber dicho.

Hay, sin embargo, otras opciones a seguir cuando sentimos, o somos, tocados, por la bondad de Dios: aprovechar lo obtenido olvidando de quien viene lo recibido. Recordemos a los leprosos de los cuales, sólo uno volvió, miró hacia atrás para manifestar su agradecimiento al sanador.

Vemos, pues, que, dotados de la libertad, bien supremo donado por Dios, podemos vincular nuestra vida a esa ocasión en la que, de una u otra forma, recibimos el bien, a una continuidad en la relación con la Trinidad o, de otra forma olvidarlo todo como producido por un azar, una pura causalidad pero sin ver la verdadera causa de todo eso.

Ese aspecto espiritual que deviene de la curación física lo vemos, también, en concreto, cuando dice que curó de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Esto, que puede parecer, a primera vista, simples ejemplos de cosas distintas, entiendo que se refiere, por una parte, a dolencias de carácter físico (pensemos en el caso del ciego de antes o en la mujer que sufría flujos de sangre recogido, también, en Marcos 5, 25, 34) pero sobre todo, sobre todo, ya no al beneficio espiritual que puede derivar de esa curación sino a la dominación del hombre por demonios. Eso creo yo que viene a indicarnos que, independientemente de los males que puedan sucedernos y que son constatables materialmente, existen otros, de otra índole más profunda y que recaen, o pueden recaer, en el alma: esa querencia del corazón por lo que no nos corresponde, ese alejamiento de Dios por nuestra mundanidad, esa falta de amor, esa desvirtuación de la realidad traída por nuestros deseos ávidos de cualquier tipo de poder, esa… en fin, todo aquello que denota que el espíritu está enfermo, que no comulga con la bondad o con esa Ley de Dios que todos tenemos inscrita en nuestros corazones…eso también lo cura Cristo. No sólo materia, no sólo a lo perceptible y tocable llega Jesús. Más aún, cuando sólo atribuimos realidades sentibles al actuar de Dios sólo, y nada más y nada menos, estamos haciendo uso del Padre a nuestro antojo, sin comprender que, para él, llegamos a su Reino a través del espíritu y al hacer unas obras que correspondan con su voluntad y que son expresión, al fin y al cabo, de ese espíritu. De aquí que Cristo se viera obligado a expulsar demonios, a echar “fuera” de la persona, en concreto para más entenderlo en general, a todo aquello que nos anula la correcta percepción de nuestro hermano Jesús.

Jesús conocía que su relación con el Padre era esencial para que su labor fuera fructífera. Y sabía que era en la oración donde tenía un instrumento eficaz para que esa relación surtiera efecto.

Muchas veces, a lo largo de los evangelios, vemos como Cristo se retira, se aleja de los demás para, en silencio, en solitario, comunicarse con Dios en calidad de Hijo, pero también en calidad de hombre, pues era ambas cosas.

Y es aquí donde los cristianos, puestos a serlo con todas sus consecuencias, tenemos que, como se dice, echar un cuarto a espadas.  Hemos de ser conscientes que nuestra vida, sometida a las presiones de la tierra que pisamos y que nos atrae con fuerza hacia sí para alejarnos de lo espiritual, ha de verse regida, aunque cueste un notable esfuerzo, por ese sutil enlace que une nuestro corazón con el corazón de Dios a través de la oración.

Es cierto que los afanes de la vida diaria, las múltiples “ocupaciones” que nos traen y nos llevan por el mundo, pueden no hacer posible ese mínimo rato que podemos dedicar a rezar o a orar; rezo y oración que colmarán, como dice el Apocalipsis, las copas de los santos que rebosan de oraciones (cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos, es la cita concreta, y está en Ap 5, 8) Sin embargo, conscientes como hemos de ser de que todo se lo debemos a Dios, pero todo, todo, no puede caber duda de que el Santo Espíritu del Padre bien merece nuestra atención.

No vamos a hacer aquí, pues no creo que sea el lugar adecuado, relación extensa de las formas de orar o de rezar que hay porque creo que con ponernos delante de Dios y de Cristo (aunque no haya imagen de este último, recordemos que lo tenemos en nuestro corazón), implorando esa oración ya es suficiente para ser escuchados por aquel que siempre nos escucha. Es el ansia de orar o rezar lo que nos tiende un puente con Dios, y por ese puente, frágil o amplio espacio según nuestras posibilidades espirituales, hemos de pasar sostenidos por la fuerza que, como hijos, tenemos. Porque esa ansia, esas ganas de agradecer o de pedir, es lo que ha de conducir nuestra petición.

Orar o rezar, pues ambas cosas no son lo mismo. Didácticamente digo que el rezo está relacionado con decir aquellos textos aprendidos y fijados  por el magisterio de Cristo y de la Santa Madre Iglesia (o sea, el Padrenuestro, Avemaría, Credo, etc.), mientras que la oración ha de brotar de la espontaneidad de cada cual, llevada del momento espiritual que nos proporcione esa intimidad necesaria para establecer relación con Dios, que nos espera, siempre, y que, siempre, agradece esa voluntad de manifestar la situación en la que se encuentra nuestro espíritu y en la que en nuestra alma, lugar privilegiado donde sentimos su fuerza, está.

La oración nos une a Cristo -

Digo, entonces, que Jesús oraba, oró, en solitario, que en solitario pedía por aquellos primeros nosotros; pero que, también, cabe la oración en comunidad (“porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, Mt 18, 20) como todos sabemos (ejemplo de ello es el santo rosario rezado en parroquias o en determinados actos públicos o el rezado en familia) de la que no podemos huir porque en ella también encuentra Dios acomodo y delicia. En esta oración comunitaria Dios ha de recibir, multiplicada, las ansias de amor que, aunque pueda parecer repetitivo, no cesa de llenar nuestros corazones de voluntades amplias de dicha.

Por eso sus discípulos buscan a Jesús. “Todos te buscan”, dicen, porque todos querían tener contacto con esa persona que, a la fuerza, debía de tener, con Dios, una relación privilegiada. Pero Cristo sabe que no basta con eso, que ha de transmitir, hasta donde pueda, su mensaje, su ejemplo de orante, su vivencia cumplidora de la voluntad de su Padre. Para eso he salido, dice, llevado de un convencimiento extremo. No estaba allí, en ese momento, para recrearse en la hierba de la aclamación del pueblo; debía de poder seguir hacia delante, entregando su mensaje a quienes lo quisieran recibir. Y así, con esas ansias de predicación, con ese sentido primero de hacedor del Bien, recorrió toda Galilea, su tierra próxima, para dar a conocer esa posibilidad tan sencilla, pero tan difícil a veces, de decirle a Dios, con nuestras palabras o con nuestro silencio agradecido, que también esperamos su respuesta, que, a nuestro modo, también somos apóstoles suyos.
 

PRECES  

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren encontrarse con Jesús.

Roguemos al Señor.

Pidamos a dios por todos aquellos que no desean la bendición del Hijo de Dios.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

 
Padre Dios; ayúdanos a buscarte siempre.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

 

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

El Hijo de Dios fue heraldo de la misericordia.

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

 

29.01.24

Un amigo de Lolo – Quizá así lo escribiría Lolo – Sobre la Sagrada Familia

Presentación

  

Es posible que pueda pensarse que lo que va a hacer este que escribe pueda ser una osadía. Y es que, de todas formas, es seguro que lo es pues uno quizá no debería ponerse en la mente y el corazón de otra persona para ver qué podría decir o hacer. 

Es cierto esto pero también lo que es que cuando un creyente católico ha alcanzado la altura espiritual que alcanzó Lolo y que tiene, seguro, en el Cielo, no podemos negar que se ha hecho mucho de todos sus hermanos en la fe. 

La osadía de escribir algo según, a lo mejor, pudiera hacerlo el Beato de Linares (Jaén, España) es, seguramente, un grave atrevimiento por parte de quien eso haga y, aún más, por quien esto escribe que es, sencilla y llanamente, nadie en materia espiritual pero que siente el alma de Lolo inscrita en las palabras que dejó al mundo. Y por eso, es seguro que nuestro amigo Manuel Lozano Garrido, va a perdonar (desde ya, desde que se escribe esto mismo, estas palabras a modo de presentación) un tal atrevimiento por mi parte. 

Esto es, a lo mejor, lo que Lolo podría decir.

 

Quizá así lo escribiera Lolo – Sobre la Sagrada Familia

 

Es posible que alguien pueda tener por bueno el orden que aquí vamos a seguir a la hora de hacer lo propio sobre la Sagrada Familia. Es decir, que primero escribamos sobre esta al completo (en sus tres miembros) y, luego, sobre cada uno de ellos. Sin embargo, también es posible que haya quien crea que lo mejor sería escribir en primer lugar sobre cada uno de quienes componen la Sagrada Familia y, luego, como colofón a eso, sobre la Sagrada Familia al completo. 

Nosotros hemos escogido la primera opción que es, creemos, tan buena como la segunda… 

Y esto que sigue es lo que Lolo podría haber dicho…

 

Sagrada Familia. Tú eres un ejemplo, el ejemplo antes que nada, de cómo debe ser, eso, una familia. Familia que es Sagrada desde que Dios pensó en ella. Familia que no es muy grande en número pero que, con las personas que la formaron, fue más que suficiente como para que os tengamos como un seno de gozo y de esperanza, iluminación que Dios que traza, con ella, el camino hacia el Cielo. 

Quién le hubiera dicho a José que pasaría lo que pasó… Bueno, en verdad se lo dijo un Ángel que, por aquel tiempo, tenía un gran trabajo que realizar. Y es que Gabriel, nada menos que el Ángel del Señor, se había presentado a Zacarías (sí, aquel sacerdote casado con la prima de la joven María) pero el buen hombre no tenía muy claro aquello de que su esposa iba a quedar encinta. Y es que todos las llamaban estéril a la buena mujer. Pero algo que sí debía saber aquel hombre que quedó mudo por su falta de confianza en Dios (¡Ay el hombre con sus cosas…!) era que para Adonai nada había imposible. 

Pues eso… que a José le dijo Gabriel que hasta allí habían llegado sus dudas y que aquella joven con la que estaba desposado iba a ser su esposa. Y que dejara sus pensamientos porque los planes de Dios eran los que eran y que, aunque pudiese decir que no, vamos… como que su carpintería no se iba a venir abajo sino que iba a construir, nada más y nada menos, que una Familia que, para más detalle, iba a ser Sagrada… 

María, por su parte, con la ilusión que tenía de contraer matrimonio con José, no dudó. Sabemos que sí, que todo aquello le parecía un poco raro porque quién era ella si se sabía nada ante Dios a quien amaba. 

María no quiso dudar, no. Ni quiso ni pudo porque su alma bien sabía ella que tenía como destino el Todopoderoso, que por eso había hecho promesa de entrega al Creador hasta considerarse su esclava. ¡Esclava! Aquella joven respondió la mar de bien a Gabriel, el multiocupado Ángel. 

Y, claro, aquí no podía faltar el protagonista de todo aquello que sucedió hace tanto tiempo pero que, en verdad, sucede cada día en nuestros corazones. Aquel Niño, categoría humana que escribimos con mayúscula porque en su pequeñez era grande, el más grande. Aquel Niño, decimos, miraba aquí y allá. Es seguro que no entendía nada pues era hombre, vamos… persona como lo eran sus padres y a aquella tierna edad (apenas unas horas, por ejemplo) poco podía saber de lo que estaba pasando. Pero mirar, seguro que miraba todo aquello que se había formado por su pequeña personilla. 

Y ahí los vemos, como congelados en el tiempo, en una imagen tomada por un cameraman, como si luego no hubieran hecho nada en sus vidas. Y, aunque nosotros bien sabemos que sí, que hicieron algo más de lo que pudieron, nos gusta mirar a la Sagrada Familia ahí, quieta, quietecita, como queriéndonos decir, por ejemplo, algo así como “somos un ejemplo, miradnos, aquí estamos puestos por Dios. Y no nos movemos para que no se os olvide nunca”. 

Sagrada Familia, podemos decir con seguridad de ser escuchados, rogad por nosotros. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

  

Panecillos de meditación

  

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 Panecillo de hoy:

 La Sagrada Familia en todo el esplendor de Dios.

 

Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bien venido, amor” (338)

                                                                              

La familia es el núcleo piloto donde, por la Generosidad, Dios ensaya aquí ya la dicha que nos espera en el Cielo.

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 Para leer Fe y Obras.

 Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna. 

27.01.24

La Palabra del Domingo - 28 de enero de 2024

Resultado de imagen de SAnta BibliaComo es obvio, hoy no es domingo 28 de enero de 2024 sino sábado, 27. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  



Mc 1, 21-28


 “21 Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. 22 Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. 23 Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: 24 ‘¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.’ 25 Jesús, entonces, le conminó diciendo: ‘Cállate y sal de él.’ 26 Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. 27 Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: ‘¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.’ 28 Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea”.


      
COMENTARIO

La doctrina sabia del Hijo de Dios


Jesús continúa su labor. Es de suponer que iba con sus recientes discípulos, y así “llegan a Cafarnaúm” . 

Como diría el Mesías que no había venido a abolir la Ley y los Profetas sino a dar cumplimiento (Mt 5, 17), nada mejor que acudir al lugar donde tenía expresión natural ese hacer lo que la Ley indicaba: la sinagoga, lugar de culto, reunión y difusión de la norma de Moisés y del resto de Sagradas Escrituras hasta entonces tenidas como tales. 

Pero el hecho de ir a la sinagoga era, para Jesús, un medio directo y práctico de hacer explícita su enseñanza; era, como dijo, el dar verdadero cumplimiento a la Ley de Dios. Porque allí no se limitaba, sobre todo, a leer los textos disposición de los asistentes. Allí enseñaba, es decir era rabbí (maestro). 

Y como enseñar es explicar lo que se sabe, aprendido y aprehendido lo mejor posible, su enseñanza, derivada directamente de su naturaleza divina, no podía ser otra que la verdadera Palabra de Dios. De ahí que lo hiciera con “autoridad”, pero no sólo con autoridad, sino “como quien” la tenía. Es expresión, como quien, determina, claramente que otros no la tenían. Estos, los escribas, eran percibidos, incluso por muchos de sus oyentes, como presuntos entendidos en la Ley de Dios. Y digo “entendidos” porque parece que sólo enseñaban con potestas, es decir, con potestad, derivada de su situación social y jurídica. Vamos, con ese poder, al fin y al cabo. Sin embargo, esa superioridad legal no lo era moral para muchos ya que, casi con toda seguridad, en su vida no había total concordancia entre lo que decía y lo que hacían. 

Sin embargo, estas primeras apreciaciones de aquellos que oían a Jesús, este enseñar con autoridad, ya determinaba, a las claras, una conducta correcta, una actitud de vida que concordaba, aquí sí, con lo que salía de su boca, que era lo que salía de su corazón. No obstante era la boca de Dios. 

Vivir en Nazaret: JESÚS PODEROSO EN PALABRAS Y OBRAS

Vemos, pues, que Jesús, por una parte, para no ser tachado de contrario a la Ley, como no podía ser de otra forma, y como él mismo dijo, cumple con el precepto del sábado de acudir a la sinagoga. Pero, para no desmentirse a sí mismo, para dejar claro Quién era, da a la Palabra de Dios (entonces contenida en las Sagradas Escrituras y que hoy llamamos, más en concreto, Antiguo Testamento) un significado no distinto, sino exacto y verdadero. De aquí ese como quien tiene autoridad, pues bien sabían sus oyentes, con toda seguridad personas sencillas del pueblo y dotadas de ese “instinto” de autenticidad en el comportar de quien enseña (aunque, claro, también habría escribas y fariseos) que suple al conocimiento de lo enseñado, que esa forma de transmitir les llegaba, que era así como ellos querían que fuese su enseñanza. 

De ahí su pasmo del que luego diremos algo. 

Jesús no tenía, únicamente, un frente en el que luchar: el de la Palabra, el de la difusión de la Verdad, el del convencimiento oratorio, sustentado en parábolas y en el dominio de las Sagradas Escrituras. Jesús era, también, obra, Jesús también había de convencer con los hechos, y no sólo de comportamiento, de, llamemos, unidad de vida (entre lo que se dice y lo que se hace: si dice que es manso, lo ha de ser, si dice que es humilde, lo ha de demostrar, etc.). 

Un tema muy cercano a todos nosotros, que lleva inscrito la humanidad en su propia naturaleza, es la lucha del bien contra el mal. Esto es algo tan obvio que no es necesario que alargue más el tema: ahí tenemos a Caín y a Abel, desde entonces; es más, desde sus propios padres, tentados por el incumplimiento de la voluntad de Dios, no nos ha abandonado esta dualidad tan real para el hombre pero de la que a veces hemos sacado buenas lecciones para el futuro. Y digo esto porque es la sinagoga, también aquí, donde se da uno de estos casos con los que el Mesías tuvo que enfrentarse: el maligno poseyendo almas de personas, abocándolas al desastre espiritual y, muchas veces, físico, queriendo destruir lo que toca. 

Sin embargo, el mal, constituido por ese espíritu inmundo que posee ese hombre reconoce el poder que ostenta Jesús. No pregunta quién es porque lo sabe: el santo de Dios; pregunta qué ha ido a hacer allí. Lo que hemos de entender es que esa pregunta viene determinada a que Jesús haga efectiva la misión para la que se ha encarnado. Al fin y al cabo lo que podemos ver es que Cristo, dotado de un poder, el poder de Dios, es consciente de su naturaleza, también divina, y ha de manifestarla, cumplir la voluntad del Padre, hacer patente su dominio, también, en ese lado del hombre. Sobre todo en ese que es el que separa al hijo –hombre- del Padre –Dios-. 

Jesús, así, cuando ordena, severamente, al espíritu, salir de su posesión no hace más que reivindicar la propiedad de la persona: es de Dios, y por lo tanto, ese estado transitorio de enajenación espiritual (es enajenación en el sentido de que es a otro a quien se le entrega el alma) ha de cesar con su presencia. O, lo que es lo mismo, la Palabra puede delimitar una existencia alejada de esa malicia y de esa oscuridad en la que podemos encontrarnos bien por abandono de Dios o, sencillamente, por no querer acercarnos, conscientemente, al Padre. 

La respuesta de Jesús es: sí, he venido a destruiros, pues vuestro poder no ha de prevalecer sobre el mundo; yo, que soy el Santo de Dios, como dices, y por eso yo, que hago el bien y, tú, que eres el mal, no has de prevalecer, porque está escrito. No, no tenéis nada conmigo y sí contra mí.

Permítanme utilizar un símil que bien puede acercarnos, de modo didáctico, a la comprensión de este texto de Marcos. A modo de estructura transmisora de una realidad (como puede ser una narración novelada o una obra de teatro) estos 28 versículos del capítulo 1 de este evangelista presentan lo siguiente: una presentación en la que se llega a Cafarnaúm y se produce un primer asombro por lo que dice Jesús; un nudo en el que tiene lugar la desposesión del espíritu maligno del cuerpo del hombre y un desenlace, en el que se afirma lo dicho en la presentación y, una vez descubierta la doctrina del Mesías se deja caer que su fama abarcó toda Galilea. 

Ahora vayamos a lo del pasmo. 

¿Qué sería lo que causaba tanto asombro, pasmo, a los oyentes de Jesús en la sinagoga? Muchos eran los que, seguramente, mencionaban textos sagrados en aquel mismo lugar, muchos eran los que, llevados de la inspiración del Espíritu Santo, clamaban por el bien del hombre dando explicación de la Ley de Dios. 

Sin embargo, algo había en la persona de Jesús, algo que llenó los corazones de los presentes. Y no se manifestaron a sí mismos, interiorizando un ánimo alterado. No. Se preguntaban unos a otros. No fueron meros receptores de la Palabra. No. Surgió, entre ellos, el diálogo. Fue más allá de sus personas su pensamiento. 

Y así, como primera conclusión, podemos apreciar el benéfico impulso de Cristo: su Verbo transmite, cuando se recibe adecuadamente y con corazón abierto, la necesidad de comunicación (recordemos a la samaritana en el pozo de Sicar, recogido en Jn 4, 1-43, que, rauda, y dejando el cántaro, corrió, presa del entusiasmo de haber encontrado al Mesías, a contárselo a sus vecinos). Su Verbo, es Palabra que irradia, extendiéndose a todos los que quieren encontrar luz en el camino de su vida. 

Pero queda, aún, la confirmación (en ese desenlace del que hablaba antes) de lo que para los escuchantes suponía aquello que Jesús decía. Esto, la doctrina del Maestro, era considerada como nueva. Pero esa novedad no podía serlo en el sentido de ruptura con la Ley de Dios (pues si así lo hubiera sido los mismos oyentes lo habrían intuido y, seguro, denunciado). Esa novedad sólo lo era en cuanto a que, en sus palabras, encontraban otra “forma” de decir lo que habían oído tantas veces, o lo que lo mismo, idéntico contenido de las sagradas palabras les parecía verdad, real, no simulado. 

Y esa simulación, o hacer ver que otros han de aceptar lo que se dice por la autoridad social que se ostente, no era lo que apreciaban en el Mesías. Porque, como he dicho antes, lo que dice lo refrenda con los hechos. No sólo enseña, teóricamente hablado, una doctrina que, para ellos, es nueva, sino que manda a los espíritus inmundos. Esta facultad de poder manifestar determinada voluntad a quien todos consideran especies que no son de este mundo, perjudiciales para ellos en su sentido más práctico y que estos le obedezcan (no porque Jesús sea el Príncipe de las tinieblas, como dijeran para acusarlo sus enemigos, sino por todo lo contrario) es lo que, al fin y al cabo, más asombra a las personas que oyen sus palabras. De una doctrina nueva, de una autoridad expuesta con franqueza sólo puede derivar el control sobre lo que es contrario a esa autoridad y a esa doctrina. 

El pasmo es, pues, justificado, pues no sólo ordena a la inmundicia sino que, ésta, le obedece. Esa obediencia causaría tal estupor, o asombro, que no es de extrañar que el resultado fuera la difusión de sus actos a toda la zona circundante. Galilea recibía su fama y lo que decía esta era, por una parte, terrible para los detentadores del poder espiritual (porque se trataba de una verdadera interpretación de la Ley de Dios; era, por otra parte, la única real y posible) y, era, por otra, esperanzadora para todos aquellos que deseaban, anhelaban más bien, el advenimiento del esperado, de quien tantos profetas, cuyos textos muchos sabrían de memoria, habían dado noticia. 

Y eso, para los sencillos que lo descubrieron, era algo nuevo, pero tan antiguo, como su misma fe. 

 
PRECES 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no reconocen el poder de Dios.


Roguemos al Señor.
 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no reconocen la autoridad suprema de Cristo.
 

Roguemos al Señor.
 

ORACIÓN
 

Padre Dios; ayúdanos a reconocerte como Creador y Todopoderoso.

 
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  
Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

Misericordia quiero y no sacrificios es lo que hace entender Cristo.

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.