InfoCatólica / Temas de Historia de la Iglesia / Categoría: Sacerdotes

19.01.10

Otra historia de clérigo revolucionario, pero ésta sin final feliz

LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN ARRUINÓ PRIMERO SU SACERDOCIO Y DESPUÉS SU VIDA

El sacerdote Camilo Torres Restrepo nació en el tradicional barrio de La Candelaria (Santa Fe de Bogotá), en el seno de una familia burguesa conformada por el prestigioso pediatra y científico Calixto Torres Umaña e Isabel Restrepo Gaviria, unión de la que nacieron Fernando y Camilo; con anterioridad, doña Isabel había enviudado y tenía dos hijos, Gerda y Edgar Westendorp. Los progenitores de nuestro personaje eran personas totalmente disímiles: el padre, concentrado en sus investigaciones y consultas, era poco amigo del boato social, mientras que la madre era todo lo contrario: extrovertida, amiga del gasto excesivo, de las reuniones, los tés y las frivolidades, aunque muy humana y comprensiva con sus hijos. Una pareja así poco futuro tenía y finalmente el matrimonio se disolvió en 1937.

La primera formación intelectual de Camilo Torres fue bastante exigente. En 1931, cuando apenas contaba dos años de edad, su padre fue nombrado representante de Colombia en la Liga de las Naciones con sede en Ginebra; así, aprendió simultáneamente las primeras letras en castellano y francés. Para ese entonces ya el matrimonio Torres-Restrepo funcionaba mal y al año largo de vivir en Suiza se produjo una primera separación. Doña Isabel y sus cuatro hijos se trasladaron a Barcelona, ciudad a la que fue a buscarlos el doctor Torres y desde la que regresaron a Colombia en 1934.

Los niños Torres fueron matriculados en el Colegio Andino, pero Camilo terminó su bachillerato en el Liceo Cervantes en 1946. Buena parte de la infancia y la adolescencia las pasó Camilo en el campo, pues después de la separación doña Isabel decidió vivir en una finca lechera ubicada en las afueras de Bogotá. Camilo se vinculó a los boy scouts y desde un principio mostró indudables dones de líder, aunque era indisciplinado, y muy dado al romance y a la dolce vita.

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29.12.09

Sacerdotes que han dejado huella (III): Don Luigi Giussani

“YO SOY CERO, DIOS ES TODO”

El 22 de febrero del 2005, a la madrugada, fallecía a los 82 años, Don Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación, uno de los movimientos más pujantes que está recuperando la catolicidad de la sociedad en el mundo. Don Luigi nació en Desio, localidad del Milanesado, en 1922. De su madre aprenderá a tener una intensa vida espiritual, mientras que de su padre recibirá su concepto de la estética y de la belleza. Amante de la música, su casa sería siempre hogar para muchos amigos dedicados al noble arte de Euterpe. Don “Gius”, como lo llamaban cariñosamente los miembros de la familia espiritual que fundó, recordaba a menudo algunos episodios de su vida en familia, como por ejemplo, el episodio cuando aún niño caminando a la misa matutina con su madre, bajo la primera luz del amanecer, quedó grabada en su memoria la repentina exclamación de su madre al ver la última estrella en el cielo: “¡Qué bello es el mundo y qué grande Dios!“.

En la juventud, Luigi Giussani entre en el seminario diocesano de Milán, donde coincidirá con profesores de relieve en la facultad de Teología de Venegono. Gaetano Corti, Carlo Colombo, Giovanni Colombo y Carlo Figini ayudaron a agudizar la intensa vida espiritual del joven seminarista.Su amor por la estética, y su cultivo de la música le llevará a acercarse a Dios a través de la belleza. Además de la formación cultural y de las relaciones de estima y humanidad viva que tuvo con algunos de sus maestros, Venegono fue para Giussani un ámbito importantísimo para vivir la amistad con algunos de sus compañeros como Enrico Manfredini, futuro Arzobispo de Bologna. También pudo descubrir el valor de la vocación, valor que se realiza en el mundo y para el mundo. Fueron años de estudio intenso y de grandes descubrimientos.

Su fuerte personalidad e inquietud le hace promover junto a otros seminaristas una pequeña revista “Studium Christi” que trasmite, a nivel interno, la búsqueda de Cristo de este grupo de jóvenes que lo han dejado todo por Cristo. Tras su ordenación, será invitado a quedarse en el seminario como profesor de los futuros sacerdotes. Sus estudios se orientarán hacía la adhesión racional a la fe y a la Iglesia, por lo que estudiará la teología de los hermanos separados, de la Europa oriental y del protestantismo norteamericano. Incluso irá a Estados Unidos, de cuyo fruto saldrá su obra: “Grandi linee della teologia protestante americana. Profilo storico dalle origine agli anni 50″.

En aquellos años se reforzó la convicción de que la cima de todo genio humano es profecía, a menudo inconsciente, del acontecimiento de Cristo. Desde entonces, la idea de que la verdad se reconoce por la belleza con que se manifiesta, formó siempre parte de su método educativo. A la disciplina y el orden en la vida del seminario se sumó la fuerza de un temperamento que se distinguió, en el coloquio con sus superiores y en las actividades con los compañeros, por su vivacidad y agudeza. Ya ordenado sacerdote, don Giussani se quedó como profesor en el mismo seminario de Venegono.

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23.09.09

Padre Pío, testigo excepcional de la pasión de Cristo. El visitador del Vaticano comprobó y dictaminó en 1921 la autenticidad de los estigmas

El visitador del Vaticano comprobó y dictaminó en 1921 la autenticidad de los estigmas del Padre Pío

Al igual que su santo Patrón, Francisco de Asís, San Pío de Pietrelcina (1887-1968) recibió en 1918 los estigmas de Jesús Crucificado, quien en una aparición lo invitó a unirse en su Pasión para participar en la salvación de los hermanos, en especial de los consagrados. Este particular se conoce gracias a la reciente apertura de los archivos del antiguo Santo Oficio de 1939 (actual Congregación para la Doctrina de la Fe), que custodian las revelaciones secretas del fraile sobre hechos y fenómenos nunca contados a nadie.

Recientemente han salido a la luz en el libro “padre Pio sotto inchiesta. L’autobiografia segreta” (padre Pío indagado. La autobiografía secreta), con prólogo de Vittorio Messori, y escrito por el sacerdote italiano Francesco Castelli, historiador para la causa de beatificación de Karol Wojtyla y profesor de Historia de la Iglesia moderna y contemporánea en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas “R. Guardini” de Taranto (Italia). Hasta hoy parecía, de hecho, que Pare Pío, por pudor o quizás por considerarse indigno de los extraordinarios carismas recibidos, no habría revelado nunca a nadie qué sucedió el día de su estigmatización. Sólo un dato al respecto se encuentra en una carta enviada a su director espiritual, el padre Benedetto da San Marco in Lamis, cuando habla de la aparición de un “misterioso personaje", pero sin dejar traslucir otros detalles.

El libro, que ofrece por primera vez el informe íntegro redactado por el Carmelita Descalzo monseñor Raffaello Carlo Rossi, entoces obispo de Volterra (después llegó a Cardenal) y Visitador Apostólico enviado por el Santo Oficio para “inquirir” en secreto al padre Pío, aclara finalmente que el santo de Gargano tuvo un coloquio con Jesús crucificado. Monseñor Rossi, que hoy en día está también en proceso de Canonización por la fama de santidad que produjeron sus virtudes entre la gente, fue el único representante de una congregación vaticana encargado de estudiar los estigmas del padre Pío. Se pronunció favorablemente, considerando que su origen era divino, desmintiendo punto por punto las hipótesis presentadas por el padre Agostino Gemelli, que sin haber examinado al Padre Pío, definió injustamente los estigmas como “fruto de la sugestión".

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8.09.09

Sacerdotes que han dejado huella (II): El P. Salvaire, gran promotor de la devoción a la Virgen de Luján

UNA PROMESA A LA VIRGEN DEL P. JORGE MARÍA SALVAIRE, ORIGEN DE LA BASÍLICA DE LUJÁN

Continuamos con la serie sobre los acerdotes que han dejado huella en la historia de la Iglesia, con casión del año santo sacerdotal. Hoy hablamos de un sacerdote argentino de adopción, muy conocido en aquella tierra, que fue el promotor de la construcción de la Basílica de Luján. En 1875 el P. Jorge María Salvaire, sacerdote lazarista de origen francés, predicaba el Evangelio a las tribus del desierto cuando fue reducido a prisión por los indios. Su invocación a la Virgen de Luján le salvó milagrosamente la vida y en prueba de su agradecimiento hoy se yergue la gran Basílica en plena llanura pampeana.

El P. Jorge María Salvaire nació el 6 de enero de 1847 en Castres, sur de Francia, en el seno de una acomodada y prestigiosa familia. Su padre había ocupado varios cargos públicos y entre ellos fue rector de renombrado Liceo Real de Francia. Su madre, María Vázquez, española de nacimiento, descendía también de familia ilustre.

Ingresó en la Congregación de la Misión y, concluidos los estudios teológicos, se ordenó sacerdote en París en 1871. Poco después, sus superiores lo enviaron a la lejana tierra argentina. Aquel había sido un año difícil para dicho país, especialmente para su capital, azotada por la epidemia de fiebre amarilla, razón por la cual, una vez superada, se organizó el 3 de diciembre, la primera peregrinación general al santuario de Luján, en señal de agradecimiento, peregrinación a la que el joven sacerdote se incorporó, entusiasmado por conocer uno de los lugares marianos más importantes de América. El 3 de diciembre de 1871, visitaba el Santuario de Luján, unido a dicha primera gran peregrinación de los católicos argentinos, motivada por la horrible epidemia de fiebre amarilla. Al año siguiente, el Arzobispo de Buenos Aires, monseñor Federico Aneiros, entregó a los Padres Lazaristas (congregación misionera a la que pertenecía nuestro personaje), la custodia del santuario y parroquia de Luján y hacia allí partió Salvaire, como vicario del P. Eusebio Fréret, su párroco.

Es conocida la tradición que da origen a la devoción a la Virgen de Luján: Por encargo de un hacendado portugués de nombre Antonio Farías Sáa, radicado en Sumampa, Santiago del Estero, un amigo suyo residente en Brasil le envió no sólo la que solicitaba, sino también otra imagen de la Virgen con el Niño en brazos que sería la que habría de permanecer, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación de Sumampa, en suelo santiagueño. Iban por la pampa ambas imágenes, encerradas en cajones de madera y a bordo de una de las carretas tiradas por bueyes, cuando después de haber descansado los carreteros y sus animales a orillas del río Luján, en un paraje conocido como La Estancia de Rosendo, la carreta que conducía las imágenes no pudo adelantar un palmo; “estaba como clavada a la tierra".

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