InfoCatólica / Temas de Historia de la Iglesia / Categoría: Persecución religiosa

19.11.09

Memoria histórica: El anticlericalismo de la 2ª República (II)

SEGUNDO PERIODO: NOVIEMBRE 1933 A 16 FEBRERO DEL 1936. LA REVOLUCIÓN DE ASTURIAS

La derrota del partido socialista en las elecciones del 19 de noviembre de 1933 hizo prevalecer la corriente violenta que consideraba imposible hacer triunfar su ideología por las vías legales; la república burguesa no era instrumento apto para lograr los objetivos del proletariado. Y se comenzó a preparar la revolución armada. El malestar social -escribe Cárcel Ortí-, creció durante los meses de enero y febrero de 1934 con frecuentes huelgas, atracos e incendios de alguna iglesia y se agravó durante la primavera y el verano. El 4 de octubre de dicho año hubo una huelga general unida a un movimiento revolucionario en toda España, que triunfó en Asturias y Cataluña pero fracasó en el resto del país. El día 6 fue proclamado en Barcelona el Estat Catalá, pero solo duró diez horas, porque la sublevación quedó controlada por el Ejército; pero en Asturias los revolucionarios dominaron las cuencas mineras y el 6 de octubre se hicieron dueños de Oviedo (V. CÁRCEL ORTÍ, o.c., p. 61).

Se había creado un comité encargado de preparar la revolución formado por Largo Caballero (en la foto), Enrique de Francisco y Anastasio de Gracia. Besteiro y Prieto redactaron el programa político que debería actuarse después de la revolución (A. RAMOS OLIVEIRA, Historia de España, III, Méjico 1952, pp. 207, 208). Las milicias socialistas comenzaron su preparación. Vestían camisas rojas, se ejercitaban en el tiro. Fueron procurándose cantidades ingentes de armamento. En la Casa del Pueblo de Madrid se hallaron docenas de fusiles, revólveres, ametralladoras, 107 cajas de cartuchos, 37 cajas de bombas de mano. En otros muchos lugares se encontraron armas y talleres para la fabricación de bombas con dinamita.

La Revolución de Asturias (5-18 octubre 1934), fue el episodio más lamentable y sangriento de este período. Si la huelga general del 5 de octubre declarada por el partido socialista y la UGT. fracasó en la mayor parte de España -aunque en ciudades como Barcelona, Bilbao, San Sebastián, Eibar, Mondragón, Santander, León hubo lucha violenta que fue controlada y vencida en un par de días- sin embargo donde tomó carácter de verdadera tragedia, fue en Asturias. En la cuenca minera de Asturias los socialistas invitaron a los comunistas y anarquistas a tomar parte en la revolución; todos juntos ocuparon la cuenca minera el día 5 y se dirigieron a la capital Oviedo, a la que pusieron sitio y ocuparon parcialmente. El Gobierno envió fuerzas del ejercito de África que consiguieron controlar la situación el 12 de octubre, y el 18 se rendían los sublevados. Continuaron la lucha no pocos mineros huidos a los montes.

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8.11.09

Memoria histórica: El anticlericalismo de la 2ª República española (I)

DESDE EL PRIMER MOMENTO LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA MOSTRÓ A LAS CLARAS SU ANTICLERICALISMO.
PRIMER PERIODO: DE ABRIL DE 1931 A OCTUBRE DE 1933

Todas las actividades anticlericales y de persecución más o menos declarada contra la Iglesia se desataron con toda virulencia al llegar la República el 14 de abril de 1931. A pesar de lo que algunos historiadores hoy quieren hacernos creer, presentando la barbarie contra la Iglesia como consecuencia inevitable de la guerra civil, la verdad es que ya desde 1931 el Gobierno se mostró claramente contrario a la Iglesia, dictando leyes abiertamente persecutorias. Y todo comenzó desde el mismo principio del nuevo régimen: la República se instauró sin resistencia alguna por parte de la Iglesia y sin embargo, como veremos más abajo, nada más proclamada la República, fueron quemadas 200 iglesias en Madrid y fuera de Madrid, sin que el Gobierno hiciera nada para impedirlo.

Y también ya desde el primer momento comenzaron las acciones y las leyes del gobierno contrarias a la Iglesia: El 5 de mayo de 1931 fue expulsado de España el obispo de Vitoria, Mateo Múgica; el 15 de junio de 1931 fue expulsado igualmente el cardenal Segura, arzobispo de Toledo, Primado de España. El 28 de junio de 1931 hubo elecciones a Diputados para las Cortes constituyentes, alcanzando la mayoría los de izquierdas, extremistas y masones; poco después, el 14 de octubre de 1931: Aprobación del artículo 26 de la Constitución que sometía al Estado todas las confesiones religiosas y disolvía las Ordenes Religiosas; el 9 de diciembre de 1931: las Cortes aprueban la nueva Constitución de abierto carácter laico y antirreligioso; el 16 de enero de 1932: Orden del Director General de Primera Enseñanza obligando a los Maestros Nacionales a retirar de las Escuelas todo signo religioso, suprimiendo los Crucifijos; el 24 de enero de 1932: Decreto de disolución de la Compañía de Jesús y apropiación de sus bienes; el 17 de mayo de 1933: el Parlamento, casi por unanimidad, aprueba la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas. El periodo concluye el 19 de noviembre de 1933, con las elecciones a Cortes ordinarias.

Fijémonos en algunos de los hechos más destacados de este período: Antes de un mes de la instauración de la República, en Madrid, el lunes 11 de mayo de 1931, por la mañana, ardieron el convento de Jesuitas y su iglesia, la iglesia de Santa Teresa, el colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el convento de las Mercedarias de San Fernando, la iglesia parroquial de Bellas Vistas, el colegio de María Auxiliadora. Y por la tarde ardió el Instituto Católico de Artes e Industrias. Todo esto, como se puede imaginar, con la total pasividad del Gobierno. Y no sólo en Madrid. En Sevilla, Cádiz, Málaga, Valencia, Murcia, Alicante, y en muchos pueblos se incendiaron iglesias y conventos. Particularmente grave fue el caso de Málaga donde ardieron 22 conventos e iglesias. El Gobernador militar tuvo la desfachatez de enviar al Ministerio de la Gobernación un telegrama en el que decía: “Ha comenzado el incendio de iglesias. Mañana continuará” (Cfr. J. ARRARÁS, Historia de la segunda república española, Madrid 1969, I, p. 116).

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22.09.09

Memoria histórica: Martirizado por hacer el bien

EL P. TEOFILO FERNÁNDEZ LEGARIA, UN CASO PARTICULAR DE MARTIRIO

El 5 de diciembre del año pasado, un grupo de Consultores Teólogos designados para este caso y reunidos en la Congregación de las Causas de los Santos, en el Vaticano, discutieron y aprobaron por uanimidad el carácter martirial de la muerte del P. Teófilo Fernández de Legaria Goñi y de sus 4 compañeros, todos ellos miembros de la Congregación de los Sagrados Corazones y -ahora lo podemos decir con propiedad teológica- verdaderos mártires de la persecución relgiosa desatada en España en los años 30. Todos ellos murieron en el mes de agosto del 1936 en la provincia de Madrid, aunque en lugares y días distintos, todos ellos únicamente por ser religiosos. Pero de este grupo me interesa especialmente el mismo P. Teófilo, por las especiales características de su martirio.

Natural de Torralba del Río (Navarra), nació el 5 de julio de 1898. Profesó el 1 de septiembre de 1916 y fue ordenado sacerdote el 22 de septiembre de 1923, en Santander. Por sus excelentes cualidades fue enviado a estudiar en Roma, donde alcanzó el grado de doctor en Sagrada Teología, en la Pontificia Universidad Gregoriana, en julio de 1925. A los 28 años era vice-rector del Colegio en Madrid y dos años después era ya el Superior del mismo, alternando sus múltiples ocupaciones con la dirección espiritual de las Asociaciones de Licenciados y Doctores y la de San Cosme y San Damián. Al mismo tiempo lograba la Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca.

Se distinguió de modo especial en la defensa de los derechos de la Iglesia Católica en los difíciles años de la República española (que comenzó desde el principio persiguiendo a la Iglesia en su legislación en su permisividad hacia los atentados contra todo lo que fuera católico), promoviendo la Hermandad de San Isidoro de Sevilla. En agosto de 1935 fue nombrado Superior y Director del Escolasticado de la Congregación en El Escorial, el Seminario de San José. Durante su breve Superiorato dejó un recuerdo imborrable entre sus alumnos, como se ha mostrado en su proceso de Canonización. Su paso por el escolasticado fue una gracia especial. Su actividad fue increíble; su celo, extraordinario, inculcando en los alumnos una veneración y amor grandes hacia el sacerdocio.

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