La más famosa oveja perdida del Ottocento italiano
RACIONALISTA Y FRÍVOLA, ALESSANDRA DI RUDINI SE CONVIRTIÓ EN LOURDES
“El abismo se abre ante mí, lo humano se derrumba, ya se ha derrumbado. El horror de este vacío atroz no se puede explicar con palabras humanas: ¿Por qué vivimos? Afortunado quien puede responder con seguridad a esta eterna pregunta.” Estas palabras, escritas por Alessandra di Rudini expresan la lucha de esta gran mujer entre la atracción de los placeres mundanos y la llamada del Dios del que ella procuraba huir con todas sus fuerzas.
Alessandra di Rudini es una de las figuras más fascinantes de la alta sociedad italiana del siglo XIX, famosa “oveja perdida” de aquella época racionalista que dejaba a Dios de lado pero que en el fondo no quería abandonarlo definitivamente, sino solamente vivir como si no hiciese falta hasta que de verdad hiciese falta para volver a El en situaciones desesperadas. Alessandra nace el 5 de octubre de 1876 en Roma, en el seno de una familia de la alta aristocracia siciliana, hija de Antonio Starabba, marqués de Rudini (1876-1931), que fue alcalde de Palermo a los veinticinco años tras el golpe de mano de Garibaldi sobre la Sicilia de los Borbones, y después fue Prefecto de Palermo, Prefecto de Napoles y llegó también a ser primer ministro del vo nuestado Italiano del 191 al 1892 y del 1896 al 1898. Fundó el Partido de la Joven Derecha con la que triunfo para ocupar el cargo en su primer mandato. Entre sus logros políticos esta el haber firmado, en 1896, el Tratado de Adís Adeba, que puso fin a las pretensiones italianas sobre Etiopía.
El marqués era de ideas racionalistas y políticamente revolucionarias, y compartía la hostilidad del rey Víctor Manuel II hacia la Iglesia. Su mujer, María de Barral, la madre de Alessandra, no compartía las ideas revolucionarias de su marido, si bien poco pudo influir en la educación de su hija, a causa de su débil salud. Alessandra tenía un hermano mayor, Carlo, que con el tiempo llegaría a ser marido de la hija del político británico Henry Labouchere y que también llegaría a ser conocido en la alta sociedad de aquel tiempo. La familia del marqués de Rudini llevaba en sí las contradicciones propias de la época en que sus personajes vivieron: El anticlericalismo propio del Risorgimento italiano, fuertemente influido por la masonería, y la idiosincrasia de aquel país que hace que hasta los más grandes enemigos de la Iglesia tengan amistades entre los eclesiásticos, incluso entre la alta jerarquía, y antes de o después se acuerden de Dios, por si acaso.
Por influjo de la madre, que por lo menos quería asegurarse un buen colegio religioso para su hija, a los diez años, ingresa en el internado del Sagrado Corazón de la Trinità dei Monti, en lo alto de la escalinata de la Piazza di Spagna, en Roma, sin duda una de las escuelas de mejor reputación en aquellos tiempos. Su madre tenía la esperanza de que las religiosas la ayudasen a corregir su carácter independiente, pero no solamente no lo consiguieron, sino que a causa de su mal comportamiento tuvieron que expulsarla al acabar el curso escolar, lo cual usó su padre como excusa para inscribirla en una escuela de espíritu liberal, muy diferente a la de las monjas, en la que Alessandra se encontrará más a gusto. Y de hecho, la joven disfrutó de aquel colegio en que la directora le dejaba cultivar su afición favorita, la lectura. Y por influjo de las ideas liberales del colegio, sin la cercanía de su madre, a los trece años ya estaba llena de dudas de fe, que la acompañarán durante muchos años.