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10.05.11

Francisco y Jacinta: a los pies de la Señora aprendieron a dar la vida

El breve pero intenso camino de perfección de Francisco y Jacinta

Sor Lucía dos Santos, la vidente que con el tiempo llegó a ser carmelita descalza, murió en el Carmelo de Coimbra en 2005 y hoy va camino de los altares, en distintos años, y siempre guiada por la obediencia, cuenta lo que pasó en la vida de los tres videntes como consecuencia de las apariciones, y nos ofrece el retrato de Jacinta (1ª Memoria) y de Francisco (4ª Memoria). Hacen gala de gran realismo, pues parten de la explicación de cómo eran estos hermanos y, lo que quizás es más importante, lo que Lucía sentía hacia ellos.

En la primavera de 1916 Lucía, Francisco y Jacinta tuvieron su primer encuentro con un mensajero celestial. Durante el verano de 1916 los tres primos estaban jugando en el calor del día en el jardín cerca del pozo detrás de la casa de los Santos en Aljustrel. Lucía no está segura de cuando ocurrió la tercera aparición del ángel, ella cree recordar que fue a finales de septiembre u octubre de 1916. Casi 8 meses pasaron desde la última aparición del Ángel. Lucía, Francisco y Jacinta continuaron a obrar lo que el ángel les había enseñado, orando y ofreciendo sacrificios al Señor. Lucía tenía ahora 10 años, Francisco nueve en Junio y Jacinta acababa de cumplir siete cuando el 13 de mayo de 1917, decidieron de llevar sus ovejas en unas colinas que pertenecían al padre de Lucía conocidas como Cova da Iria, o Ensenada de Irene. Fue ahí, solo con una excepción, donde la Santísima Virgen bajo el nombre de Nuestra Señora del Rosario se les apareció en seis ocasiones en 1917, y una novena vez en 1920 (sólo a Lucía).

Lucía reconoce en primer lugar que antes de las apariciones no le tenía especial cariño a Jacinta: “Antes de los hechos de 1917, exceptuando los lazos de familia que nos unían, ningún otro afecto particular me hacía preferir la compañía de Jacinta y Francisco, a la de cualquier otra; por el contrario, su compañía se me hacía a veces bastante antipática, por su carácter (el de Jacinta) demasiado susceptible.” Y sigue explicando: “La menor contrariedad, que siempre hay entre niños cuando juegan, era suficiente para que (Jacinta) enmudeciese y se amohinara, como nosotros decíamos. Para hacerle volver a ocupar el puesto en el juego, no bastaban las más dulces caricias que en tales ocasiones los niños saben hacer. Era preciso dejarle escoger el juego y la pareja con la que quería jugar. Sin embargo, ya tenía muy buen corazón y el buen Dios le había dotado de un carácter dulce y tierno, que la hacía al mismo tiempo amable y atractiva.”

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2.05.11

La prueba de la santidad en la historia

VIRTUDES, MARTIRIO, MILAGROS

La prueba de la santidad de un fiel cristiano era relativamente fácil en los inicios de la Iglesia, cuando los Santos se identificaban prácticamente con los mártires y normalmente su muerte había sido un acto público, presenciado por muchos. Con el paso del tiempo, la prueba se fue complicando pues, acabadas las grandes persecuciones, se empezó a considerar santos a los fieles que con su abnegación de vida habían imitado fielmente al Maestro, luchando heroicamente contra las tentaciones y venciendo, y por eso merecían una corona de gloria similar a la de los mártires. En consecuencia, con vistas a la aprobación de su culto se trataba de probar algo más complicado que la muerte martirial, que al fin y al cabo es un hecho concreto: el ejercicio extraordinario de las virtudes en un periodo largo de la vida de un fiel cristiano, especialmente en sus últimos años. Todo esto llevó a perfeccionar la investigación con el paso de los siglos hasta convertirla en un auténtico proceso como el que tenemos hoy en día.

Qué lejos quedan aquellos tiempos de la Canonización Episcopal en los que el procedimiento a seguir era extremamente simple: El obispo mismo de la diócesis, o en su caso el sínodo provincial o incluso algunos abades de mayor importancia, después de haber escuchado las relaciones de los testigos que aseguraban que un fiel muerto en concepto de santidad y de haber recibido su Vida, escrita por autores de fiar, concedían el permiso para que se procediese a la translatio o elevatio, esto es colocar su cuerpo junto a un altar o debajo de él para significar el comienzo del culto público, como explica G. Low:

Gli elementi principali dunque di questa procedura che si era andata formando in epoca merovingia e aveva preso una certa consistenza in era carolingia, sono: publica fama di santità e di miracoli (o di martirio), presentazione al Vescovo diocesano o al Sinodo (diocesano, provinciale) di una vita appositamente composta, con particolare rilievo dei miracoli, attribuiti al ‘santo’, approvazione ossia consenso ufficiale al culto, che si apre con l’elevazione o la traslazione

Los ejemplos al respecto serían muchísimos, baste citar alguno de ellos que nos recuerda el gran historiador Ludwig Hertling, entre otros muchos:

Después del año 927, el abad Engelberto de San Gallo, antes de introducir la fiesta de S. Wiborada, recibe en presencia de los padres del convento la relación del monje Hitto, hermano de la santa: ‘Rationem cum illo de virtutibus habuit’. Las ‘virtutes’ son principalmente los milagros que dan al abad la certeza ‘quanti meriti quantique honoris glorificatione ante Deum digna haberetur, quae tanti signis et virtutibus inter homines claresceret’

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28.03.11

Un proceso de canonización histórico y arriesgado

JACQUES FESCH, LADRÓN Y ASESINO CONVERTIDO EN LA CÁRCEL

Creo que se puede considerar un proceso de Canonización histórico y arriesgado el que ha concluido recientemente, en su fase diocesana, en París. El motivo de considerarlo así es por las circunstancias concretas de la persona a la que se refiere, que no fue ni clérigo ni religioso ni laico muy implicado en las cosas de Dios y de la Iglesia, sino todo lo contrario. Se trata del francés Jacques Fesch, de 27 años, guillotinado en París, en la madrugada del 1º de octubre de 1957, por haber matado a un policía durante un robo. Claro está que por tales méritos no se canoniza a nadie, pero detrás de estos hechos, reales sin duda, hay una persona que en la cárcel se convirtió, reconoció su culpa y buscó la amistad con Dios.

Lo de arriesgado va porque según la praxis de la Congregación para las Causas de los Santos, en el Vaticano, tomada a su vez de la doctrina de Benedicto XIV, el gran maestro de este tipo de Causas, para probar la heroicidad de virtudes de un adulto hace falta probar su ejercicio virtuoso extraordinario en los diez últimos años de su vida. Lo cual en el caso que nos ocupa sería totalmente imposible y más bien la cosa se reduce a un par de años. Ciertamente la norma que da Benedicto XIV no se lleva a rajatabla, se mira cada caso condreto, por lo que la pregunta es ¿Fue la conversión de Jacques Fesch tan fuerte y arrolladora que se pueda considerar un ejemplo de virtudes para el pueblo de Dios? Eso ahora está en manos de los teólogos del Vaticano. Conociendo bien a dicho teólogos -a la mayoría personalmente- me parece que la cosa no va a ser fácil. Aunque tampoco parece imposible.

Hijo del director de un banco que apenas se ocupaba de sus hijos, su padre era de origen belga, artista y ateo, distante de su hijo e infiel a su esposa, de quien en última instancia se divorció. Jacques, su hijo, era un ocioso; educado como católico, abandonó la religión a la edad de 17 años. A los 21 años, se casó con su novia embarazada, Pierrette, en una ceremonia civil. El padre de ella le consiguió un puesto en su banco, viviendo la vida de un playboy. Dejó a su esposa y su hija y fue padre de un hijo ilegítimo con otra mujer. Desilusionado con su vida, soñaba con escapar a navegar alrededor del Pacífico Sur, pero sus padres se negaron a pagarle un barco.

El crimen ocurrió el 25 de febrero de 1954: Para financiar la compra de su barco, fue a robar a Alexandre Sylberstein, un cambista, unas monedas de oro. Sylberstein fue golpeado, pero aún consciente, logró dar la alarma. Fesch huyó, perdiendo sus gafas. Durante la huida disparó contra Jean Vergne, un oficial de policía que le perseguía, matandole. Minutos más tarde fue detenido. Asesinar a un oficial de policía era un crimen atroz y la opinión pública, inflamada por los informes de prensa, se manifestó decididamente a favor de su ejecución. La Cour d’Assises de París lo condenó a muerte el 6 de abril de 1957.

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14.03.11

La larga historia de la Cuaresma

DESDE EL SIGLO IV LA IGLESIA SE PREPARÓ PARA LA PASCUA CON AYUNO Y OBRAS DE MISERICORDIA

Modelada sobre el ejemplo de Moisés y Elias, los cuales después de un ayuno de cuarenta días fueron admitidos a la visión de Dios, y más todavía a imitación del retiro y del ayuno cuadragenario realizado por Cristo en el desierto, vemos aparecer en la Iglesia a principios del siglo IV la observancia de un período sagrado de cuarenta días, llamado por esto Cuaresma, como preparación a la Pascua, pero -recuerda el gran liturgista italiano Mario Righetti- entendida ésta en su concepto primitivo, es decir, no como aniversario de la resurrección de Cristo, sino como los dos días (Viernes y Sábado Santo) conmemorativos de su inmolación en la cruz para rescate del mundo, según la frase del Apóstol: Pascha nostrum immolatus est Christus (Cor. 5:17). Sólo en un momento posterior se comenzó a usar el término Pascha como sinónimo exclusivo de la dominica de Resurrección

Nos recuerda otro liturgista, el español Monseñor Julián López Martín, que el tiempo de Cuaresma más o menos como lo conocemos actualmente no es anterior al siglo IV y en muchas Iglesias es ciertamente posterior. Sin embargo, la celebración de la Pascua contó siempre con una cierta preparación, consistente en un ayuno de dos o de tres días de duración. En la antigüedad solamente se celebraba la eucaristía los domingos, pero se ayunaba todos los miércoles y viernes del año, excepto durante el tiempo pascual. Por eso, muy pronto, el ayuno que precedía a la solemnidad de la Pascua, iniciado en realidad el miércoles precedente, terminó por abarcar la semana entera.

En los documentos existentes de los primeros tres siglos encontramos una diversidad de prácticas en lo tocante a este ayuno anterior a la Pascua, e incluso una gradual evolución de su período de duración. Explica Herbert Thurston que el pasaje más importante es uno citado por Eusebio de Cesárea (Historia Ecclesiastica V, 24) de una carta de San Ireneo al Papa Víctor con relación a la Controversia de Pascua. En él, Ireneo dice que no sólo existe una controversia acerca de la fecha de observancia de la Pascua, sino también acerca del ayuno preliminar. “Pues- continúa- algunos piensan que hay que ayunar durante un día, otros que durante dos, y otros que durante varios, e incluso otros aceptan que afirman que deben hacerlo durante cuarenta horas continuas, de día y de noche". Podemos, así, concluir que en el año 190 Ireneo no sabía de ningún ayuno pascual prolongado, y mucho menos de cuarenta días como hoy lo conocemos.

Algo parecido se puede concluir de la lectura de Tertuliano que en sus escritos como montanista contrasta el tiempo breve del ayuno católico (i.e. “los días cuando el novio les será arrebatado", que probablemente se referían al Viernes y Sábado Santos) con el más largo, aunque aún restringido, de una quincena, que era observado por los montanistas. Obviamente se refería a un ayuno muy estricto (xerophagiæ: ayuno seco), pero no hay indicación alguna en sus escritos- aunque escribió todo un tratado “De jejunio” y con frecuencia toca el asunto en otras obras- que estuviese familiarizado con algún período de cuarenta días consagrados a ayunar más o menos continuamente.

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27.02.11

La única aparición de San José reconocida por la Iglesia

La Virgen y San José en Cotignac

El 10 de agosto de 1519, un leñador llamado Jean de la Baume subió al monte Verdaille, que domina el pueblo de Cotignac. Como de costumbre, empezó su jornada de trabajo arrodillándose para rezar. Luego, al ponerse en pie se vio envuelto en una nube donde se le apareció la Virgen, con el Niño Jesús en sus brazos, y flanqueada por San Bernardo y San Miguel Arcángel. La Señora, con una medialuna bajo sus pies, se dirigió a Jean de la Baume con las palabras transcritas arriba. Luego la visión desapareció.

Solamente después de una segunda aparición, al día siguiente y en el mismo lugar, el leñador se atrevió a transmitir el mensaje celeste. Como era hombre serio y con fama de piadoso, cinco semanas después, el 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, los habitantes y ediles de Cotignac acudieron en procesión y comenzaron la construcción de una primera ermita, que pronto resultaría demasiado pequeña; como empezaron a suceder muchos milagros, las peregrinaciones tomaron un gran auge. Muy pronto - incluso desde 1522 - acudían peregrinaciones oficiales de ciudades como Aix-en-Provence para implorar la protección de la Virgen ante epidemias de la peste (Cotignac mismo nunca las sufrió) y otros peligros. Y Nuestra Señora de Gracias pronto adquirió fama de intercesora para las mujeres que tenían dificultades para concebir o para llevar a feliz término su embarazo. Siguiendo la descripción dada por Jean de la Baume, se pintó un precioso retrato de la Virgen con el Niño Jesús en brazos; se venera aquí todavía. Para atender a los peregrinos, en el siglo XVI se estableció aquí una comunidad de Padres Oratorianos.

El Rey Luis XIII de Francia se casó con Ana de Austria en 1615, siendo ambos adolescentes. Después de 22 años de matrimonio aún no tenían heredero para el trono. El 27 de octubre de 1637, un fraile parisino, Fray Fiacre, rezaba en el coro con sus comunidad, cuando tuvo una repentina revelación interior, confirmada luego por dos apariciones de la Virgen: la Reina debía pedir públicamente que se hicieran en su nombre tres novenas a la Santísima Virgen y le sería dado un hijo: la primera novena debía hacerse en Nuestra Señora de Gracias en Provenza; la segunda, en Nuestra Señora de París; y la tercera, en Nuestra Señora de las Victorias, la iglesia de su convento. Como Fray Fiacre no conocía Provenza, pidió algún medio que le permitiera identificar el santuario; la Virgen le mostró en una visión el retrato suyo con el Niño Jesús y le dio una descripción del santuario; otras personas que sí conocían la región pudieron confirmarle que se trataba de Cotignac y su venerada imagen.

Fray Fiacre fue enviado personalmente a Cotignac por el Rey para hacer la novena oficialmente. El 8 de noviembre de 1637, empezó las tres novenas de Misas en nombre de la Reina; terminó la última el día 5 de diciembre, exactamente nueve meses antes del nacimiento del que sería el futuro Rey Luis XIV de Francia.

Hacía tiempo que los reyes de España y Austria habían consagrado sus respectivas naciones a la Santísima Virgen. El Rey de Francia estaba indeciso al respecto. Cuando, a principios de febrero de 1638, la Reina Ana se dio cuenta de que esperaba un niño, al Rey le pareció que sería poco digno esperar a ver si esta vez prosperaba el embarazo, y se decidió ya a confiar todo a la Virgen. Así fue como, el 10 de febrero de 1638, Luis XIII realizó su solemne “Voeu” o Voto perpetuo de consagración de Francia a la Santísima Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, Voto que se sigue celebrando todos los años el 15 de agosto en Notre Dame de París y otras catedrales francesas. Nació el Delfín, que los padres hicieron bautizar con los nombres “Luis Diosdado” (dado por Dios). Cinco años después falleció Luis XIII y la Reina Ana fue Regente hasta la mayoría de edad de su hijo.

En 1660, el joven Rey Luis XIV acudiría él mismo a Cotignac, acompañado, de su madre, todavía Regente, para agradecer su nacimiento a Nuestra Señora de Gracias. Esta visita se hizo aprovechando un viaje importante: España y Francia se habían reconciliado por el Tratado de los Pirineos y, ahora, Luis XIV iba a buscar a su joven prometida, la Infanta María-Teresa. La comitiva francesa llegó a la frontera el 6 de junio, y regresó a Francia con la Infanta el día 7 (se casaron el día 9, en San Juan de Luz.).

Lejos de allí, el mismo día 7, Cotignac recibió otra visita celeste: El 7 de junio de 1660, un día de mucho calor, un joven pastor de Cotignac, Gaspard Ricard, conducía sus ovejas por la ladera este del monte Bessillon. Sediento, se tumbó para descansar en el suelo pedregoso. Se sorprendió de repente al ver cerca de él a un hombre de imponente estatura que señalaba hacia una roca y le decía: “léu siéu Joúsé; enlevo-lou e béuras"; o sea, “Yo soy José; levántala y beberás". Era una piedra grande, ocho hombres apenas podrían moverla; ¿cómo iba él a levantarla? Gaspard no se movió, pero San José repitió la orden. El pastor obedeció, desplazó la roca, y encontró debajo agua fresca que empezó a manar. Bebió y, cuando se levantó, la aparición ya había desaparecido. Fue corriendo al pueblo a dar la noticia, y al llegar los curiosos al lugar, pudieron comprobar que fluía agua en abundancia en un sitio donde nunca había habido un manantial.

El pueblo y sus ediles actuaron de nuevo con prontitud. Una capillita en honor de San José se terminó de construir ya en octubre de 1660, pero debido a la afluencia de peregrinos y las curaciones milagrosas, se tuvo que ampliar. El actual Santuario de San José fue consagrado en 1663. Tras una visita en 1662, un oratoriano informaba que su comunidad estaba desbordada: entre Pascua y Pentecostés hubo 52 procesiones; y 6.000 personas acudieron en la Octava de Pentecostés. En la fiesta de San José, desde 1661 en adelante acudían verdaderas muchedumbres al Santuario del Santo. Ese mismo año, Luis XIV decretó fiesta no laborable el día 19 de marzo; se celebraba en todas las diócesis de Francia (cosa que los papas llevaban cuarenta años pidiendo). El Papa Alejandro VII concedió su bendición a la Cofradía de la Sagrada Familia o de Jesús-María-José, que se estableció allí.

Es la única aparición de San José reconocida en la historia de la Iglesia. Cotignac fue el principal centro mariano de peregrinaciones en Francia, hasta las Apariciones de Lourdes en 1858. Desde 1981, el Santuario de Notre Dame de Gráces está a cargo de los Hermanos de la Comunidad de San Juan. También hay un convento de Hermanas de San Juan (contemplativas), y un “foyer” o centro de retiros con un enfoque familiar, dotado de casitas independientes y algunas instalaciones deportivas. El santuario se ha convertido en un importante centro espiritual para la Diócesis de Fréjus-Toulón.

En el Santuario de St. Joseph se instaló en 1977 un monasterio de MM Benedictinas procedentes de Argelia. Todos los miércoles tras una Misa cantada (11h), tiene lugar una peregrinación, rezando el Rosario, por el camino (3 kms) hasta el Santuario de la Virgen. La familia es fundamental en las peregrinaciones temáticas de Cotignac. Siguen acudiendo a Nuestra Señora de Gracias los matrimonios que desean tener hijos.

En los últimos veinte años, ha surgido un apostolado nuevo relacionado con el drama del aborto: el 29 de septiembre y el 28 de diciembre tienen lugar Peregrinaciones por la Vida, donde se busca la reconciliación de las madres que han abortado. Así, Nuestra Señora de Gracias no sólo bendice y protege a las madres futuras, sino que acoge amorosamente a aquellas otras madres fallidas, que buscan la reconciliación con Dios tras haber despreciado alguna vez el don de la vida. Este apostolado se va extendiendo gracias a esas madres, que ayudan a establecer las Peregrinaciones por la Vida en otros santuarios marianos (Montligeon, en Normandía; Walsingham, en Inglaterra; en Brasil, etc.)

 

ALFONSO BERTODANO