Inquietud montserratina ante la deriva Forcades
La emisión en horario prime time del espacio El Convidat de TV3 exclusivamente dedicado a la monja Teresa Forcades, de la que hablaba en su artículo de ayer Prudentius de Bárcino, ha encendido las alarmas donde menos se pensaba: en el propio monasterio de Montserrat. Como es marca del cenobio benedictino, las disensiones se producen de forma taimada, pero los contactos que tiene Germinans en la abadía nos revelan que el primero que ha mostrado su disgusto y desaprobación a los devaneos mediáticos de Sor Teresa ha sido el padre Pius Tragan (en la foto), el cual contaría con el apoyo de los monjes Cebrià Pifarré y Josep de Calasanç Laplana. No se trata de un benedictino cualquiera: el Padre Pius-Ramón Tragan (Esparraguera, 1928) fue secretario del abad Escarré y entre los años 1990 y 1997 rector del Pontificio Ateneo de San Anselmo. Nos hallamos ante un eminente biblista, actual responsable en Montserrat del Scriptorium Biblicum et Orientale y del museo bíblico. Que tampoco se crea nadie que nos encontramos ante un fraile conservador. No es el caso, ni de él ni de los citados Pifarré y Laplana. Aunque si es cierto que el Padre Pius Tragan ya ha tenido algún encontronazo (a la montserratina manera) con la hermana Forcades. En el programa Millennium, dirigido por Ramón Colom, dedicado a "El evangelio de Judas", emitido el 23 de diciembre de 2006, desautorizó a la benedictina, con una cariñosa regañina, que acabó con la frase: "Teresa, Teresa…, aixó no es així". (Teresa, Teresa…, esto no es así)

He dudado hasta el último minuto si escribir o no este artículo. No querría hablar más de Sor Teresa Forcades. Ni siquiera después del último programa del espacio “El convidat” que conduce Albert Om en TV3. Y no hubiera deseado hacerlo porque hablar de ella, por una parte provoca escándalo y por otra alimenta el marketing de su icono: la nueva Casaldáliga del progresismo catalán.
Baptisterio longobardo en Sta Maria Maggiore de Lomello (Pavía)
¡Oh mujeres catalanas! ¡Oh mujeres de nuestra tierra! ¡Nuestras amas de casa rurales! ¡Las valerosas y audaces mujeres cristianas! Merecen nuestra mayor admiración y nuestros más altos elogios por las ayudas que procuraron a sacerdotes, padres de familia y jóvenes perseguidos a causa de su Fe. ¡Se jugaban la vida! Los recogían, los escondían, los alimentaban, les lavaban la ropa, los protegían con audacia y les hacían llegar el pan ázimo para ser consagrado. Era la fortaleza de los mártires. 





