¿Mereció la Virgen ser la Madre de Dios?
Una lectora con el luminoso nombre de Mariasol preguntaba en el artículo anterior sobre esa frase tan audaz del Regina Caeli, quem meruisti portare, es decir, “a quien mereciste llevar“:
“Bruno, yo siempre tengo una duda al cantar el Regina Caeli. Cuando decimos ‘que mereciste llevar en tu seno…’ mi mente le da vueltas al ‘mereciste’ pensando en que a pesar de la grandeza de Nuestra Madre ¿puede alguien ‘merecer’ algo tan grande como llevar a Dios en su seno? Y esto me atormenta”
Es una excelente pregunta y, para responderla, tenemos que recordar brevemente lo que creemos los católicos sobre el mérito y la gracia.
En principio, humanamente hablando, mérito y gracia son contradictorios. Si me regalan el título de ingeniero sin haber estudiado nada, el hecho de ser ingeniero no supone ningún mérito por mi parte. Si mi tío Presidente me da un puesto de Ministro de Economía, a pesar de que no sé ni sumar, está claro que no me lo he ganado ni me merezco el salario, las prebendas y los honores que reciba.
Con Dios, sin embargo, las cosas cambian. En primer lugar, ante Dios no hay propiamente méritos, porque todo lo hemos recibido de Él. ¿Qué tienes que no hayas recibido?, pregunta San Pablo. Dios es el creador de todo y el que todo lo gobierna. Nos ha dado nuestra misma existencia y, por lo tanto, nuestra capacidad de obrar y elegir. Todo viene de Él, todo es gracia.
Por otro lado, Dios ha querido libremente transformarnos por su gracia para que podamos hacer lo que por nuestras solas fuerzas sería imposible: obras de vida eterna. Todas las obras humanas, sin la gracia de Dios, no bastarían para salvarnos o para abrirnos las puertas del cielo. Todos los amores meramente humanos no valen un solo acto de auténtica caridad; todas las verdades que descubre el hombre con su razón no equivalen a un solo grano de mostaza de la fe que salva; todas las esperanzas y los anhelos de la Humanidad no le llegan a la esperanza cristiana a la altura del betún. En cambio, con la gracia de Dios en nosotros, somos capaces de merecer las recompensas de Dios y nuevas gracias que superan todos los méritos meramente naturales. La gracia de nuestro Señor Jesucristo infunde en nosotros la fe, la esperanza y la caridad sobrenaturales, que nos abren el camino hacia el cielo.
Así pues, según el sobrecogedor designio de Dios, la propia gracia es la que hace posible que tengamos méritos sobrenaturales. San Agustín lo resume muy bien: “los méritos son dones de Dios” (Sermón 298). Ya no hay oposición entre mérito y gracia, porque nuestros mismos méritos, en última instancia, son regalos de Dios, que los ha hecho posibles con su gracia. Como enseña el Catecismo, “el mérito del hombre recae también en Dios, pues sus buenas acciones proceden, en Cristo, de las gracias prevenientes y de los auxilios del Espíritu Santo” (CIC 2008). En ese sentido, la gloria que (si Dios quiere) recibiremos en el cielo será, a la vez, recompensa de nuestros méritos y buenas obras (traigo conmigo mi recompensa para pagar a cada uno según sus obras, dice Cristo en el Apocalipsis) y pura gracia de la misericordia de Dios. ¡Las dos cosas, sin oposición!
Para entender esto, tenemos que salir de nuestras categorías humanas, para las cuales el mérito y la gracia son incompatibles. No siempre es fácil aprender a pensar según Dios. Los protestantes, por ejemplo, no consiguieron entender nada de esto y se quedaron con una idea meramente humana del mérito. Por lo tanto, para preservar la primacía de la gracia de Dios, negaron que las acciones humanas pudieran nunca ser buenas, porque si hacemos algo nosotros, entonces Dios no lo está haciendo y, forzosamente, ese algo tiene que ser malo. Así, Lutero decía que toda obra buena es, como mínimo, un pecado venial. Él reformador y sus secuaces, por lo tanto, concluyeron que la gracia de Dios no nos transforma y nos santifica, sino que solamente nos “declara” buenos y santos, aunque en la realidad sigamos siendo malvados. Lo cierto es que esa visión protestante, que pretendía ser una defensa de la gracia de Dios, en realidad es un desprecio de la misma gracia divina, ya que la considera incapaz de transformar al ser humano. Como si cambiar el corazón de sus criaturas fuera imposible para la gracia todo poderosa del Altísimo.
Una vez entendido más o menos todo esto, veamos cómo se aplica al caso de nuestra Señora. Lo primero que hay que señalar es que lo que dice el Regina Caeli sobre los merecimientos de la Virgen no es una afirmación aislada, sino que se encuentra también en diversos Padres y doctores de la Iglesia. San Agustín, por ejemplo, hablaba de la santísima Virgen “que mereció concebir y dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado alguno” (La naturaleza y la gracia, cap. XXXVI). Algo similar afirman San Jerónimo, San Basilio, San Ambrosio, San Juan Crisóstomo, etc. En la liturgia romana se dice Dominum omnium meruit portare, “mereció llevar [en su seno] al Señor de todas las cosas". Se trata, pues, de una afirmación plenamente tradicional.
Hay que comprenderla bien, sin embargo. No debe entenderse el quem meruisti portare como si significara que Dios se encarnó porque María fue buenísima y santísima y, de algún modo, mereció que el Verbo se encarnara. La encarnación del Hijo de Dios es una gracia completamente gratuita, inmerecida e inmerecible. Ningún mérito humano, ni siquiera los de la Virgen o los de la Humanidad entera, podía merecer esa gracia, que, por lo tanto, no es fruto de ningún mérito, sino el mismo origen de esos méritos. Dios hizo que su Hijo tomara nuestra carne humana por pura misericordia.
¿Qué significa entonces que María mereció llevar en su seno a Cristo? Significa que, como Inmaculada, Toda Santa, Purísima, Sierva del Señor y Llena de Gracia, fue digna Madre del Hijo de Dios. Ella, transformada por la gracia, mereció ser elegida para esa misión, porque convenía tal Madre para tal Hijo. Como Inmaculada y Purísima, preservada del pecado original, solo ella podía ser la Madre del Cordero Inmaculado que quita el pecado del mundo. ¿Quién, sino la Toda Santa, podía ser la Madre del único Santo? Nadie más que la Llena de Gracia podía dar a luz a Aquel que es la fuente de todas las gracias. Dios la llenó de su gracia para que fuera la Madre idónea para su Hijo. Así mereció lo que ningún ser humano podía merecer. Nadie en toda la historia ha tenido méritos como los suyos, pero precisamente por eso ella no deja de proclamar la grandeza de Dios que la llenó de su gracia. También sus méritos son dones de Dios.
Así lo explica Santo Tomás, con su precisión característica:
“Se afirma que la Santísima Virgen mereció llevar a nuestro Señor Jesucristo, no porque mereció que Dios se encarnase, sino porque, en virtud de la gracia que le fue concedida, mereció tal grado de pureza y santidad que pudiera ser Madre de Dios de modo oportuno” (ST IIIa, q.2, a. 11, ad3)
Repitámoslo, para que no se nos olvide: María mereció ser Madre de Dios por pura gracia. Dios la eligió y la colmó de gracia para que mereciera ser la Madre del Verbo encarnado. Su dignidad y sus merecimientos, incomparablemente superiores a los de cualquier otro ser humano excepto su Hijo, son en última instancia un regalo de Dios para la que iba a ser su Madre, un regalo que ella acogió con la humildad de una Sierva.
Como hemos dicho antes, los protestantes han intentado entender la gracia al modo humano y lo que han conseguido es no comprender nada en absoluto. No es extraño, pues, que en el protestantismo prácticamente haya desaparecido la figura de Santa María. Sin la guía de la Tradición y del auténtico conocimiento de la Escritura, que solo se encuentran en el seno de la Iglesia Católica, no es posible concebir siquiera la magnitud de los asombrosos milagros que hizo la gracia de Dios en nuestra Señora. Ella, la Pequeña, la Sierva y la Doncella, recibió libremente las mayores gracias que Dios podía dar y que la hicieron digna de ser la Theotokos, la Madre de Dios, un título que excede y pulveriza nuestros razonamientos humanos, nuestras expectativas e incluso nuestros anhelos más disparatados.
Al contemplar este Misterio, que nos supera y no llegamos a entender del todo, solo podemos llenarnos de amor a nuestra Señora y balbucir con el Regina Caeli: Reina del Cielo, alégrate, porque Aquel a quien mereciste llevar en tu seno resucitó como había dicho. ¡Aleluya!
45 comentarios
Aprovecho para pedir disculpas si no se entiende bien. Conviene que quede claro que lo tosco y confuso es mi explicación, no la fe de la Iglesia.
La transformación obrada por la gracia, mediante el bautismo, que nos in-corpo-ra a Cristo, nos eleva a la filiación divina. Nos transforma elevándonos a la condición de hijos en el Hijo. No es la imputación fiduciaria, notarial, de los méritos de Cristo del protestantismo. Se trata de una transformación, de una recreación de nuestra naturaleza: "Yo haré nuevas todas las cosas". Nuestra re-creación nació en el seno de la Virgen, se consumó en los acontecimientos del triduo pascual, de la Pasión y Muerte a la Resurrección del Señor, y se actualiza por y en la Iglesia, a la que todo le fue dado por el Padre (Ef 1, 22).
Gracias, Bruno.
Saludos.
Felicitaciones un tema de Verdad frente a las noticias cotidianas, providencial...
El "mérito" de la Señora es el Sí en la Anunciación y gracias a Dios que lo hizo, el "fiat", ahí está la clave de la Encarnación.
También parece impensable un no...pero el respeto de Dios Padre por su Hijo y por la Madre de su Hijo es tan claro.
En menor medida, porque se trata de otra cosa menos importante, hay una oración que se reza después del Santo Rosario, que también me causa zozobra:
"Infinitas gracias os damos, soberana Princesa, por los favores que todos los días recibimos de vuestra generosa mano. Dignaos, Señora, tenernos ahora y siempre bajo vuestra protección y amparo, y para más obligaros os saludamos con una salve".
Ese "y para más obligaros" me suena a chantaje, pero, evidentemente, no fue esa la intención del que escribió la oración, tal vez quiso decir "y para ser merecedores de ser escuchados por vos" o algo parecido. Si la palabra "mérito" da para reflexionar, la palabra "obligar" también, asi que debemos encontrar la interpretación correcta.
"Sería difícil resumirlo más, está la controversia católica más importante de los últimos cuatros siglos involucrada"
Buf, sí. Empecé a hablar de méritos de congruo y de condigno, de gracia previniente y de no sé cuántas cosas más y me di cuenta de que era imposible en un artículo de blog.
Luc 1:38 "Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia. "
Sin ánimo de ofender, cuando alguien se pone un seudónimo así ya sabemos todos que no va a decir más que disparates.
"Si no pudo haber pecado, pudo hacer acciones (libres) que la hicieran merecer algo?"
Teniendo en cuenta que, como sabe cualquier católico, Cristo no podía pecar y sus méritos fueron infinitos y, de hecho, nos salvaron a todos, parece claro que esta pregunta es más bien absurda.
"Y asi, uno podría abrir un can of worms"
O no necesita hacerlo porque ya lo tiene en la cabeza.
"El problema: querer meter en una caja..."
No, el problema es ponerse a pontificar sobre algo sin saber nada del tema. Algo que, como siempre ha enseñado la Iglesia, es una imprudencia que debe evitarse.
Un saludo.
Si Dios, (y cito textualmente del post): "María mereció ser Madre de Dios por pura gracia. Dios la eligió y la colmó de gracia para que mereciera ser la Madre del Verbo encarnado ",
¿ podría haber elegido Dios a otra mujer de su época, como por ejemplo a Isabel, su prima ?
Yo tenía entendido lo siguiente:
1. ¿Mereció María ser Madre de Dios?
La maternidad divina de María no es algo que ella haya merecido en justicia estricta (de condigno o de estricta igualdad), sino algo que se le otorgó por gracia singular y gratuita. Sin embargo, en el marco de la teología católica —especialmente en la tradición escolástica (Santo Tomás de Aquino, Suárez, etc.)— puede hablarse de "mérito de conveniencia" o "de congruo".
Es decir:
Dios, en su sabiduría, otorgó a María la maternidad divina no porque le fuera debida, sino porque era conveniente y justo a causa de su disposición perfecta a la gracia.
2. ¿Cuál es entonces el verdadero "motivo"?
María fue elegida para ser Madre de Dios no como pago a sus méritos, sino porque Dios, en su infinita sabiduría y providencia, quiso que aquella que colaboraría más perfectamente con su gracia fuera también aquella que trajera al mundo al Salvador.
Ella cooperó en grado perfecto con la gracia, nunca se cerró a la Gracia, sin oposición ni defecto alguno, y por ello su alma y cuerpo fueron modelados como templo digno del Hijo eterno. No mereció la maternidad divina en sentido estricto, pero fue digna de recibirla en el más alto sentido de conveniencia y santidad.
Es decir que María ha sido y será la única persona en el mundo que concurre perfectamente en su libertad a todas las Gracias, nosotros fallamos. Y por eso la hizo Inmaculada.
María era la doncella que Dios había prometido, y ante cuya humildad hasta el Arcángel Gabriel quedó estupefacto.
"¿podría haber elegido Dios a otra mujer de su época, como por ejemplo a Isabel, su prima?"
Dios puede hacer lo que quiera y podría perfectamente haber hecho que Cristo apareciera en un instante de la nada, luego, si podía prescindir de una mujer, a fortiori podría haber elegido a otra mujer. Lo que sabemos es lo que de hecho hizo, que obviamente era lo más conveniente al tratarse de Dios. Lo demás son suposiciones.
"La maternidad divina de María no es algo que ella haya merecido en justicia estricta (de condigno o de estricta igualdad), sino algo que se le otorgó por gracia singular y gratuita. Sin embargo, en el marco de la teología católica —especialmente en la tradición escolástica (Santo Tomás de Aquino, Suárez, etc.)— puede hablarse de "mérito de conveniencia" o "de congruo"."
Es una cuestión mucho más complicada. Bastantes autores defendieron también el mérito de condigno en este caso. Al principio eran los nominalistas, pero luego otros muchos o bien defendieron el mérito de condigno o, como Suárez, defendieron al menos que no era una tesis rechazable, por la fuerza que tenían las afirmaciones de los Padres de la Iglesia.
"María fue elegida ... Y por eso la hizo Inmaculada"
No, hasta donde puedo ver eso no es cierto y adolece de una concepción más bien semipelagiana de la gracia. Pero no creo que merezca la pena meterse en tantas honduras en un blog.
¿No será usted por un casual "la voz de la conciencia" y/o Providence?
No, porque Bruno ha dicho que el mérito es la respuesta positiva por parte del hombre a la Gracia recibida de Dios, y ninguna persona no divina ha respondido nunca a la Gracia de Dios como ha respondido María, María ha sido la perfecta configuración con su divino Hijo que jamás haya existido, por eso sólo Ella mereció ser Madre de Dios, y para ser Madre de Dios, se la enriqueció con toda clase de virtudes y dones sobrenaturales, de manera que Ella destaca en todas las virtudes y dones, mientras que los santos sólo destacan en una virtud.
Yo creo que el mérito de María existió antes de pronunciar el fiat, porque fue la única persona no divina que mereció ser concebida sin el pecado original. Sólo Ella mereció ser la Inmaculada Concepción.
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Esto es una auténtica barbaridad, porque para "merecer", es una condición sine qua non, el libre asentimiento, la conformidad de la voluntad libre. De ahí viene el mérito, de la obediencia en la prueba.
María no "mereció ser concebida sin el pecado original". Esto es una salvajada, y en penitencia me tiene que regalar una caja de bombones. María sólo preexistió en la mente de Dios como un puro designio de su amor gratuíto hacia la humanidad, como una exhalación del amor trinitario.
Iraburu explica muy bien en un artículo que no nos quiere porque seamos buenos. Somos buenos, podemos ser buenos, porque previamente nos amó. Su Amor Primero.
¿Eso de hermon es pelagianismo o molinismo?
Muy interesante artículo. A mí estas cuestiones se me escapan. Como la Trinidad del post anterior. Un profundo misterio con un velo que se nos desvelará tras este valle de lágrimas.
"¿Eso de hermon es pelagianismo o molinismo?"
A mi entender, es sobre todo confusión, que es lo que suele suceder en estos temas, que son complejos.
Pero cuando Hermon dice que "María ha sido y será la única persona en el mundo que concurre perfectamente en su libertad a todas las Gracias, nosotros fallamos. Y por eso la hizo Inmaculada" eso es claramente semipelagiano en el sentido de que busca razones humanas para que Dios dé sus gracias, pero sobre todo no tiene sentido. Hacerla inmaculada fue una gracia completamente inmerecida, tanto que sucedió en el primer instante de su concepción, cuando ella no podía responder libremente a nada, ya que no tenía uso de razón.
"A mí estas cuestiones se me escapan. Como la Trinidad del post anterior. Un profundo misterio..."
Claro, los Misterios se nos dan sobre todo para contemplarlos, porque al hacerlo se ilumina toda nuestra vida.
Como dice el Catecismo, para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante" El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia" En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios.
María "llena de gracia" por Dios, había sido redimida desde su concepción y fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano.
Esta "resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella fue "enriquecida desde el primer instante de su concepción", le viene toda entera de Cristo: ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo."
No sucedió, como dice "hermon" María ha sido y será la única persona en el mundo que concurre perfectamente en su libertad a todas las Gracias, nosotros fallamos. Y por eso la hizo Inmaculada.
No aceptó plenamente las gracias de Dios en el discurrir de su vida. Dios la creó llena de gracia y sin pecado, es decir inmaculada.
Esas son palabras de "hermon" y no mías.
El Misterio de Encarnación de Cristo es "posterior" al pecado original. Dios promete la Redención por un enviado que es Cristo.
Podía en su infinito poder hacer otra cosa, si.
Pero hizo esto, por un hombre se pecó y por un hombre nos salvamos.
El hombre, a su Imagen y Semejanza.
Ese hombre iba a encarnarse en la naturaleza humana y para eso se precisaba una naturaleza humana "tomada" de la humanidad y que no tuviera pecado original, vino la Señora Inmaculada Concepción y Cristo se hizo hombre y habitó entre nosotros.
Como sostiene Efeso:
Cristo es Dios.
María es la Madre de Cristo.
María es la Madre de Dios.
Pero no se detuvo allí, también se nos dio una Madre a nosotros, "he ahí a tu Madre" le dije a Juan.
Es decir que la "maternidad" de María es como más amplia...
Cómo la ves...
"Es decir que la "maternidad" de María es como más amplia... Cómo la ves..."
Para mí, María como mi Madre es la gracia creada por antonomasia.
Nos ha dado no un artículo sino casi una lección magistral.
Gracias
Una curiosidad. El hecho de que el nacimiento de la Virgen fuera inmaculado, haría que su madre Santa Ana estuviera revestida también de alguna gracia especial? No deja de ser la madre de la que concibe al Hijo de Dios. Tal vez fue merecedora de gracias especiales en ese sentido. Poco se habla de Sta Ana y S Joaquín.
Es decir, no es semipelagiano decir que ella recibió todas las Gracias, pero a la vez tuvo que ser completamente libre para acoger con humildad. Ese "Fiat, hágase en mí" tenía que decirlo.
La pregunta que surge es: ¿era libre o estaba predestinada a ser la Madre de Dios?
Imagino que tenía que ser libre, así que ¿el don inmerecido de las Gracias de alguna forma que no entendemos no lo quitó libertad?
Lo veía como molinismo porque pareciera que hermon quisiera decir que Dios la había hecho Inmaculada a posteriori, por saber que haría uso de todas las gracias y las demás no. No que ella hizo uso de todas las gracias porque Dios la eligió previamente para ser Madre de Dios, y fue regada con gracias eficaces. Sin restarle libertad, como explica Luis. Aunque no entiendo por qué dice ese mismo comentarista que eso no es estar predestinada. Ser elegida no es lo mismo que estar predestinada? La predestinación forma parte de nuestra Fe, ¿no?
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores.
"La alegría de Dios consiste en vestir a los lirios con mayor maginificencia que a Salomón, pero si pudiéramos hablar de comprensión, el lirio se encontraría en una penosa ilusión si, al contemplar sus nobles ropajes, pensara que las vestiduras son el motivo de ser amado".
Dios se complace en María y la "llena de gracia".
Saludos cordiales
La voluntad de María se movía completamente movida por la gracia divina, y en ese sentido cooperó. Ella misma es la "Llena de gracia", por un regalo inmerecido de Dios. Así que su voluntad solo podía moverse y cooperar con la gracia. Era libre, pero solo podía seguir el don de la Gracia. Y lo acogió además con la humildad de una Sierva, como no podía hacer de otra manera. A modo de analogía: como yo, en otro orden de cosas, ante el próximo nacimiento de una hijo, soy libre para aceptarlo o rechazarlo, pero gracias a Dios no se me ocurriría nada más que acogerlo.
Su “imposibilidad” para pecar es una “imposibilidad libre”: no puede pecar porque NO QUIERE y no quiere porque, siendo el Sumo Bien, nada hace contra sí mismo. Así pues, estamos hablando de una imposibilidad lógica y no de una carencia de poder. Como no peca por voluntad libre, sus acciones tienen un mérito infinito, o sea, se trata de UNA IMPOSIBILIDAD QUE, SIENDO LIBRE, ES MERITORIA. Vemos entonces que, se puede estar “imposibilitado” para el mal y, a la vez, ser absolutamente libre.
En el caso de la Virgen, en su estado de “viadora”, ¿cómo se explica que no pueda pecar y a la vez realice actos libres y meritorios? Para sostener que realizaba actos meritorios, hay que afirmar que era libre y, por lo mismo, hay que aceptar, en Ella, la posibilidad de pecar.
Hay que tener presente que, en María Santísima, la Concepción Inmaculada, por sí misma, NO excluye la posibilidad de pecar; lo que sucede es que la Plenitud de Gracia que conlleva la Concepción Inmaculada, otorga a la Virgen un grado de “visión” del Bien, de tal nivel que, su voluntad libre, se inclina, INVARIABLEMENTE, hacia ese Bien, conocido por Gracia. Se da, pues, en Ella, una “imposibilidad” de pecar, pero se trata de una "imposibilidad libre" (no intrínseca), ya que el Bien, es elegido siempre, pero mediante un acto libre de la voluntad.
A la vez, María es llamada desde su concepción (me atrevo a decir, desde toda la eternidad, por estar en el plan eterno de Dios), y es favorecida con las gracias para responder a la vocación tan única, sublime y difícil a la que el Señor la convocó.
De modo que el mérito humano consiste en concurrir y corresponder de manera libre al llamado de Dios: es 'a posteriori' del llamado de Dios, no 'a priori' (lo cual está fuera de la acción o decisión humana), como suponen de manera miope algunos protestantes, al negarle mérito a la Madre del Señor.
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¿En qué estado de gracia estaban Adán y Eva antes de desobedecer a Dios? ¿Con quién nace el pecado original? El pecado no ha sido creado por Dios, luego ¿cómo entró en el mundo?
Cabe decir que María no era impecable, como viadora, en el sentido de Dios mismo, su hijo Jesucristo, el cual era imposible que pecara. Para María, sencillamente la menor consideración del pecado, pues no se detenía en ella, tal era el rechazo que le producía en su alma purísima. Para ella el bien le era algo tan propio, tan en consonancia con su misión, lo amaba de tal forma, que repelía, por así decir, cualquier otra consideración.
¿Cuál es tu método para hacer minería de temas tan concretos dentro de la vastedad del Magisterio? ¿Sustituirán los LLMs a diligentes bibliotecarios?
Yo creo que efectivamente esta muy resumido, y que nuestros contertulios y yo estaríamos muy dispuestos a "soportarte" dos o tres artículos medianamente largos sobre el tema.
Las derivaciones son muy importantes.
Algo asi pienso que pasa también en las almas más santas.
Pero a la postre, sólo nos queda la Adoración ante una realidad que tanto nos sobrepasa, donde nuestros balbuceos intelectuales "son paja" como dijo el Aquinate.
Como por causas que se me escapan soy muy respetado, los alejados de la fe me miran fijamente en un silencio formidable.
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