Alégrate con nosotros
Después del pregón pascual, creo que no hay oración de Pascua más bonita o más audaz que el Regina Caeli. A pesar de mi escasa habilidad musical, me encanta cantarlo con mi esposa y mis hijos todos los días y, para mí, es lo que distingue a la cincuentena pascual: son los días en los que la Iglesia nos regala cantar el Regina Caeli.
La noche de Pascua, los católicos salimos de la vigilia rebosando de gozo y eso es lo que da origen a esta oración, que no es más que la alegría ante la resurrección de Cristo, que rebosa una y otra vez de nuestro pecho, “como los torrentes del Neguev”. ¿Qué podría ser más normal que compartir esa alegría con nuestra Madre? Especialmente si tenemos en cuenta que el Regina Caeli, a pesar de su brevedad, encierra de alguna forma en su interior todos los misterios de la Vida de nuestra Señora.
Con la audacia que da la alegría, empezamos dirigiéndonos a Santa María para anunciarle la resurrección de su Hijo y pedirle que se alegre con nosotros. ¿Qué sentido tiene eso, si ella lo sabe perfectamente porque ya está asunta al cielo en cuerpo y alma, donde ha sido coronada y reina junto a su Hijo glorioso? Da igual, porque la alegría, cuando es tan grande, no sabe de razones, sino que solo necesita ser compartida con aquellos a los que se ama, porque bonum diffusivum sui, el bien tiende por su propia naturaleza a difundirse, anunciarse, proclamarse y compartirse.
Esta tendencia es arrolladora y explica que el Regina Caeli normalmente se cante, como si las meras palabras no bastasen para expresar tanta alegría. También explica los aleluyas que se repiten una y otra vez y que en hebreo significan “bendecid al Señor”. Son quizá las jaculatorias más antiguas que conserva la Iglesia y, como tales, se lanzan como flechas hacia el cielo sin pensarlo, sin planificarlas ni contarlas, una detrás de otra.
Así la misma Virgen prorrumpió en gozo y en bendiciones a Dios en la Visitación, cuando no pudo evitar proclamar (o, no me extrañaría, cantar) el Magníficat. En Pascua, nosotros proclamamos como ella la grandeza del Señor y nuestro espíritu se alegra en Dios nuestro salvador. Ella es bendita entre las mujeres porque su vida entera consistió en bendecir al Señor y nosotros, como el pequeño Juan Bautista o como el Rey David frente al arca, saltamos de alegría ante la madre de nuestro Señor, que es el Arca de la Nueva Alianza, mientras cantamos el Regina Caeli.
Después, ¡como si no lo supiera!, recordamos a Santa María (o, mejor, disfrutamos recordando con ella) que el que resucitó es ese mismo que ella llevó en su seno desde el anuncio del ángel. Así se unen el saludo del arcángel Gabriel, “alégrate, María”, con nuestro propio saludo “Reina del cielo, alégrate”. ¿Cómo no alegrarnos, si Dios está con nosotros y ha salvado a su pueblo de los pecados, si aquel al que la Virgen concibió milagrosamente hoy ha resucitado de entre los muertos?
No solo eso, sino que, además, precisamente por la gracia que nos ganaron la muerte y resurrección de Cristo, Santa María mereció llevar en su seno a Cristo. ¡Es difícil imaginar una afirmación más audaz! En los planes de Dios, el antes y el después se dan la vuelta y es la victoria de Cristo muerto y resucitado lo que explica la Inmaculada Concepción de nuestra Señora, anunciada ya tras el pecado de Adán, y que ella alcanzara gracia delante de Dios y fuera predestinada desde antes de todos los siglos a ser la sierva del Señor.
Recordamos también que, con la resurrección de Cristo, se han cumplido en esencia todas las promesas de Dios. Sicut dixit, como lo había dicho. Todo lo que los profetas habían anunciado y la misma vieja Alianza se han cumplido en la muerte y la resurrección de Jesucristo. Es el anuncio que nuestra Señora escuchó ya durante la Presentación en el Templo, de boca de la profetisa Ana, que “hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén”. Y también de la boca de Simeón, cuyos ojos habían visto al Salvador, luz de las naciones que ni la misma muerte podría sofocar y gloria del nuevo Israel resucitado. Incluso el anuncio de que una espada atravesaría el corazón de la Virgen hoy toma tintes de gloria, porque la Dolorosa, la Lacrimosa, la Señora de la Soledad al pie de la Cruz, la que sufrió más que nadie junto con su Hijo, es ahora la Reina del Cielo, donde Dios “enjuga las lágrimas de todos los rostros” y “no hay más luto, ni llanto, ni pesares”.
Que ella rece por nosotros a Dios, para que también un día podamos ver a Cristo, y abrazarla a ella en el Reino de los Cielos. Nuestra Señora es la gran intercesora, la medianera, la que guardó a Cristo y todo lo que hizo en su corazón, la que nos habla siempre de su Hijo y nos invita a hacer lo que Él nos diga, para que se cambie en vino de alegría el agua de nuestra tibieza.
¡Aleluya, aleluya, aleluya!
19 comentarios
La presencia de Santa María Madre de Dios y Reina del Cielo es otro regalo más de Dios hacia nosotros, que por lo tanto somos los que debemos "alegrarnos".
Pero hay una condición que cumplir, una conducta a seguir siempre, con convicción, para reconocer el papel de la Señora, que como Nuestra Madre nos dice::
"Hagan lo que El les diga".
“3. …es legítimo pensar que verosímilmente Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar.
… el carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen postular su participación particularísima en el misterio de la Resurrección.
Un autor del siglo V, Sedulio, sostiene que Cristo se manifestó en el esplendor de la vida resucitada ante todo a su madre. En efecto, ella, que en la Anunciación fue el camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia de la resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el «resplandor» de la Iglesia (cf. Sedulio, Carmen pascale, 5, 357-364: CSEL 10, 140 s)”
Sabiduría, Capítulo 1, Versículo 2: "…(el Señor) se deja encontrar por los que no lo tientan, y se manifiesta a los que no desconfían de él".
Aparte, quiero aprovechar el espacio acá para agradecer tus varias traducciones de artículos de sitios italianos, que yo traslado a Facebook! Gran favor nos haces! Dios bendiga a Infocatólica, y a tí!
Si Vd. me ayudara a comprender esto se lo agradecería.
Muchas gracias
"yo siempre tengo una duda..."
Voy a ver si me da tiempo a escribir un artículo sobre ello.
Talvez, la palabra "mereció" hay que entenderla, en el sentido de que María, POR SU FE, ayudó a hacer posible el Misterio de la Encarnación.
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