¿Ha cambiado la Iglesia su doctrina? (Parte II)
En esta segunda entrada, comenzamos a responder el desafío de los ateos y agnósticos, que nos dicen que la Iglesia ha cambiado su doctrina a través del tiempo.
En la entrada anterior, hacíamos tres advertencias: que la Iglesia es única en este sentido, que algún grado de flexibilidad debe admitirse y que no por ser sutiles, las distinciones son inválidas. Ahora, para responder a la pregunta de fondo, todavía tenemos que hacer una precisión más: establecer qué es en el fondo la doctrina de la Iglesia, es decir, qué es aquello que los católicos deben predicar en todo tiempo y lugar.
Y desde un inicio, ya desde San Pablo, los católicos han dicho que en centro de la fe no se encuentra un libro como en el islam, ni las “nobles verdades” como aquellas de las que habla el budismo. La revelación cristiana es, ante todo, la revelación de una persona, NSJC, quien dijo “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". Más allá de las implicaciones pastorales y espirituales de tal propuesta, es claro que esto impone severas restricciones a lo que puede cambiar en la predicación de la Iglesia, porque NSJC no es una idea ,más o menos novedosa o una escuela de interpretación textual, dentro de varias posibles, sino un hombre de carne y hueso, que existió en la historia, en un tiempo y lugar determinados, y que fue perfecto en todo, no dejando nada por hacer ni revelar.
De esto se sigue, lógicamente, que lo que predica la Iglesia no podría cambiar: si agregara alguna enseñanza nueva, ello implicaría que NSJC “olvidó” decir algo que debía haber dicho; si ella rectificara lo que Él enseñó, estaría diciendo que NSJC se equivocó en hacerlo; si declarara que cierta regla de fe o moral era obligatoria antes, pero ya no, necesariamente debería invocar una nueva revelación más reciente para hacerlo (como los mormones).
Cualquiera de estas tres posibilidades es absurda, conforme a la enseñanza tradicional de que la revelación se cerró con la muerte del último apóstol.
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