Como cuando sale el sol
Fue hace tanto tiempo que diariamente pasaba bebiendo de la enseñanza de Benedicto XVI como de una fuente. No había día que no quisiera saber lo que le sucedía, qué decía o hacía.
Fueron años extraordinarios, de hecho, durante ese tiempo fue que cursé teología por lo que, de muchos ángulos, mi vida de fe recibió riqueza.
Luego, vino un largo período que fue para aprender a amar y confiar. Un período de poco más de una década. Hasta que llegó a su fin y, aquella zona sombría, fue iluminada por un papa que cantó el Regina Caeli en latín.
Y no por el latín, sino por María y tantas otras cosas que teníamos tiempo de no ver y que han sido vistas de nuevo con gran alegría.
Ayer decía el padre Juan en la homilía que le parece sobrenatural, que los católicos estallemos en alegría tan solo por la fumata blanca, cuando ni siquiera sabemos quién es el papa. Es como pasara a segundo plano el que los cardenales hayan orado, discutido y votado en la confianza haberle dado al Espíritu Santo espacio para actuar.
Esa alegría no es otra cosa que obra de la Gracia, ciertamente, sobre todo que son tan pocos los cardenales en comparación con la enorme cantidad de católicos, es decir, la cantidad ni siquiera es representativa de la cantidad y lugar de procedencia.
Esa alegría nos dura largo rato, días; algunos hasta expresan que se sienten como en las nubes y dicen, con toda sinceridad, que esperan que el santo padre les ayude a ser mejores cristianos, tal como mi ahijada Adelita. Ella esta contentísima y, yo, alegre por su alegría.
Los expertos sabrán mejor que yo las causas de tanto desatino dentro de la Iglesia, me refiero a la convivencia, tanto de sana como “doctrina enferma", si me permiten llamarla de ese modo. El desatino, además, de una vida pecadora de algunos sacerdotes y obispos y, de que muchos viven, si no en pecado, al filo y ni siquiera encuentran que hacen nada malo.
Cuando uno se encuentra con un sacerdote espera que le lleve adelantado camino al cielo pero resulta que no, resulta que no adelantan en virtudes y se quedan estancados en defectos. Como verdaderos seres humanos que vivieran sin Dios.
Veinte años de parroquia y nueve párrocos hablan claro acerca de que comprendo que son hombres; pero, si por un lado existen tantos que piden ayuda del cielo para ser santos, bastantes más, parece que no. Ya sabrán los expertos!
Como sea, verlos en ese estado, me cae una roca en el alma.
Porque es como el peso total de la oscuridad de muchos días de temporal, a lo que uno se enfrenta cuando Dios le da el dolor por los pecados del clero (y los propios).
Sacerdotes y obispos que se dan cuenta de la gran obra que hace Dios en algunas parroquias cuando muchos fieles ayudan al cura pese a su conducta, se admiran pero también sufren, estoy segura.
Ese gran peso se carga en el alma, y despierta la necesidad de mirar solo a Jesús, mirarlo a los ojos para dejarse amar y aprender a hacerlo para poder rezar por esas almas, y la nuestra, que nada puede.
El dolor se lleva a cuestas por causa de miembros del clero sin fe y hasta por un papa que pudiera hacernos sufrir de esa manera.
Es cosa de excesiva sensibilidad? No lo creo así. Existe testimonio de que los santos sufrían por el pecado ajeno.
De Teresa de Ávila, Francisco de Asís y Agustín de Hipona, sobre ese dolor que describo, lo sentían pero la Gracia les movía a orar, a actos misericordia, de perdón y búsqueda de su conversión.
Sabemos que ese dolor es una gracia cuando recibimos auxilio para que hagamos como hace Dios, que hasta de un mal saca un bien.
Por eso les digo, ante lo que pudieran sufrir a causa de la vida de un clérigo, den gracias, porque con ese dolor han sido puestos dentro de las llagas de Nuestro Señor.
Es cierto que, por momentos, llegan ganas de quejarse o hacer berrinche pero, mejor no.
El padre Juan habló ayer de cortar radicalmente con aquello que nos acerca al pecado, pues bien, eso significa que hemos de pedir ayuda al cielo para amputar el sentir enojo, desconfianza, venganza, resentimiento, etc. cuando constatamos que no se cumple nuestra voluntad respecto a lo que sea que nos depare Dios.
Lo mejor es estar dentro de sus llagas. Es lo mejor.
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Nota al margen: Nada más les hago saber que el alma la tengo como en misa desde el 8 de mayo de 2025, es decir, como cuando sale el sol.
8 comentarios
No te salió decir eso ahora? Mirá que es más o menos lo mismo, eh.
P.D.. Desde su fallecimiento, en mi rosario diario, al final, cuando hacemos nuestras peticiones por el Papa, por la Iglesia, por las benditas almas del Purgatorio, por el fin de la persecución de los cristianos, por el fin de las guerras, yo añado: por el eterno descanso de Benedicto XVI; y si está, como es nuestra esperanza, gozando ya de la gloria de Dios; desde allí interceda por todos nosotros en este valle de lágrimas, por Jesucristo Nuestro Señor.
JPII nombró cardenal a Francisco, creo recordar. Francisco a León XIV. Y Benedicto XVI estuvo presente, dada su larga vida, en todo o casi todo eso, como gran teólogo y persona de Dios. Lo suyo, ciertamente, era más el estudio, el análisis, la teología... Jesús.
Zona sombría pueda referirse más bien a una vivencia interior personal, ante decisiones que no se comparten o simplemente no se comprenden, por un modo de llevar las cosas ajeno a los propios moldes. Cuando creemos que se va a hundir la barca, vemos a Cristo calmar la tormenta. En esos casos se pone a prueba nuestra Fe, nuestra fidelidad. Nosotros fallamos. Dios nunca.
He leído varios escritos de BXVI. Tomo nota del que recomiendan. Me uno a la oración particular de JLuis, aunque al rezar por los difuntos ya está incluido nuestro querido Ratzinger y los demás pontífices que hemos conocido.
Ahora nuevo período. Dios guíe a nuestro Papa y nos guíe a todos, cada uno donde estemos plantados.
Hace tiempo no te leía por estos lados, una gran alegría para mí.
Saludos, Diego Fernando García.
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