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27.02.21

Sucedió mientras cargaba (por mí) la Cruz

A lo largo de mi vida me he hecho algunas preguntas a las que, poco a poco (o de  sopetón) me dan respuesta:

Cómo habrá sido para Jesús vivir sin el respeto y afecto de los más cercanos? 
Cómo será vivir de la Providencia Divina?
Cómo habrán hecho José y María para vivir en absoluta incertidumbre sobre el futuro?
Cómo será la vida de oración para quienes padecen dolores y enfermedades?

No existe pregunta que haya formulado sobre lo verdaderamente importante para la que no haya recibido encarnada respuesta.
Y seguimos contando…!

De hecho, hasta hace  poco venía sintiendo lástima de mi misma, sin embargo, mirando el gris y muy triste paisaje de hoy, cai en la cuenta de lo hermoso que es todo lo que se me ha dado vivir. Majestuoso! Admirablemente bello!

Leyendo pocas páginas de Santa Teresa de Avila se aprende cómo reflexionar sobre la vida pasada de manera que aquello, por gracia, arroje frutos de vida eterna. De leerla es que he entendido que, pese a que tengo el ojo afinado, más fino debe estar para las cosas de Dios debido a que, sencillamente, me conviene si es que, en verdad, deseo seguir por este camino.

De esa lectura es que ahora entiendo que mis preguntas siempre han hallado respuesta y, también, satisfacción mis necesidades espirituales y corporales (sin que lo buscara o haya pedido y, probablemente, porque no sabía buscar ni pedir).

Ayer, rezando el rosario un poco aliviada de una dolorosa lesión en el brazo derecho, iba por el cuarto misterio de dolor (Jesús carga la Cruz);de improviso, recordé algo que dijo mi amigo Oscar.

Oscar es apenas unos años mayor que yo, lo conocí por las redes sociales y después de encontrarnos en persona, continuamos la amistad.

Es noctámbulo y por eso es que las primeras llamadas del día las hace a la hora en que rezo el rosario por lo que rara vez respondo; sin embargo, devuelvo casi todas sus llamadas. Hace unos días, en una de esas, después de haber preguntado por mi salud y haberme con el desahogado, me dijo simplemente que, “cuando tuviera dolor que, por medio de Jesús, se lo regalara". Ese día le respondí que no; que, de ninguna forma.

Esa conversación la olvidé hasta que, rezando, el recuerdo se vino sobre mi como una espada. Rompí a llorar.

Nunca lloro porque, cuando lo hago, caigo en la cuenta de que lo hago por auto-conmiseración y  me detengo ya que me parece que ofendo al Señor. El caso es que esta vez lloré pero el motivo fue el significativo gesto de Oscar.

Porque Oscar enfermó de polio siendo muy pequeño y ha vivido desde entonces en silla de ruedas por lo que, mejor que muchos, sabe de tantas cosas sobre las que no sabemos la mayoría. 

- “Por eso, Oscar, (Señor Jésus) responde por favor: ¿Habiendo padecido lo que has padecido y sigues padeciendo, encima, eres capaz de desear llevar sobre ti mis dolores?”

- “Asi es: Dame tus dolores”

Esto sucedió mientras Jesús cargaba (por mí) la Cruz.

De ahí la importancia de afinar el ojo para no perder el  rastro que nos van dejando.

He ahí.