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23.07.18

Bajo la sombra del Altísimo

Se suponía que lo mío era un corazón puro pero algo pasó.

Pasó que vine a darme cuenta que no era tan así.

He venido funcionando mal. 

Me explico.

Uno podría haber sido regalado con un corazón puro para lo que comúnmente llamamos “las cosas de Dios”; tal como para mí siempre fue “cosa de Dios” que un grupo de fieles solicitáramos la misa tridentina. Uno podría tener un corazón puro para estas cosas pero no tener un corazón puro de verdad. El caso es que yo se que, por haberme abandonado, el Señor pudo actuar a sus anchas. Nunca me sobresalté con sucesos desfavorables y los favorables me parecieron cosa de lo más normal. Respecto a lo que sucediera con la misa tridentina me era todo completamente indiferente. Dios estaba a cargo.
Sin embargo, en el aspecto material, han sobrevenido reveses al punto que he llegado a decirme que no es posible que en tanto infortunio esté la mano de Dios.
Mal pensado, Maricruz! Es al contrario. Lo supe después.
Los reveses han sido tantos y los obstáculos se presentan tan insalvables que no me ha quedado de otra que abandonarme como un niño en las manos de Dios. 
Ya ven? Por eso digo que mi corazón puro tanto no era.
Me faltaba abandonarme en el aspecto material.
Por supuesto, los reveses no dejan de llegar, los obstáculos siguen creciendo pero en todo: ¡Sea Dios bendito!


Ahora sí, miren la fotografía.



Apenas la vi supe que debía utilizarla para resaltar el hecho de que es imperativo que pidamos la gracia de un corazón puro para que nos sea más fácil mirar lo que, bajo la sombra del Altísimo, se nos revela como voluntad de Dios en los acontecimientos.

Paralelo a este aprendizaje, he venido leyendo una obra de publicada por Fundación Gratis Date de Jean Pierre de Caussade, SJ; titulada El abandono en la Divina Providencia de la que les comparto fragmentos con la intención de cerrar esta entrada pero también con el fin de animarlos a leer obra tan bella.
 
“Dios nos sigue hablando hoy como hablaba en otros tiempos a nuestros padres, cuando no había ni directores espirituales ni métodos. El cumplimiento de las órdenes de Dios constituía toda su espiritualidad.
Entonces se sabía únicamente que cada instante trae consigo un deber, que es preciso cumplir con fidelidad, y esto era suficiente para los hombres espirituales de entonces.
Sus espíritus, movidos sin cesar por el impulso divino, se volvían fácilmente hacia el nuevo objeto que Dios les presentaba en cada hora del día.
Éstos eran los ocultos medios de la conducta de María, la más simple de todas las criaturas y la más abandonada a Dios. La respuesta que dio al ángel, contentándose con decirle: Hágase en mí según tu palabra [Lc 1,38]
[Esta disposición] Es la misma exactamente que aquellas otras que nuestro Señor quiere que tengamos siempre en nuestro corazón y en nuestros labios: Hágase tu voluntad [Mt 6,10].
Esta voluntad de Dios es la regla única que María sigue y que en todo ve.
La virtud del Altísimo la cubrirá con su sombra [Lc 1,35], y esta sombra no es sino lo que cada momento presenta en forma de deberes, atracciones y cruces.
Y esas sombras, deslizándose sobre sus facultades, muy lejos de producirle [temor o] ilusiones vanas, llenan su fe de Aquél que es siempre el mismo.
Retírate ya, arcángel, que eres también una sombra”


De esta manera la Divina Providencia se está encargando de que mi corazón puro lo sea pero de verdad. María Santísima, tiene gran participación en ello. 

Pidamos la gracia de un corazón puro. 
Deo omnis gloria!

NOTA: La bella fotografía cuyo contenido solo se descubre con la mirada pura de los ojos de la fe fue tomada en la parroquia San Joaquín de Flores, la que el padre Sixto Varela facilita para que sea celebrada la misa tridentina. 

16.06.18

Algo estamos haciendo que no está a la altura de san Juan Pablo II

“Si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez?” (Mt 5, 13)

Uno no puede menos que comparar hechos y hacerse preguntas sumamente incómodas como, por ejemplo, cuál fue el aporte de san Juan Pablo II para que Polonia conservara su fe y cuál el del Papa Francisco para que en Argentina estén a punto de legalizar el aborto. 

Si hubiésemos tenido un papa irlandés me estaría haciendo la misma pregunta.
Me la hago con respecto al clero de cada país en el que se legaliza el aborto.

Algo estamos haciendo que no está a la altura de san Juan Pablo II

12.06.18

Monseñor José Rafael: ¿se puede comulgar siendo apóstata y blasfemo como el presidente?

Como si ya la cosa no estuviese color de hormiga para los católicos y evangélicos con este nuevo gobierno nos venimos a dar cuenta de que nuestro amado Arzobispo, Monseñor José Rafael Quirós, tiene como línea pastoral acoger al pecador antes de exigir su conversión.

Hemos visto que el presidente Alvarado no solo ha cumplido con promover el aborto colocando en el INAMU a la exdiputado abortista Patricia Mora sino que promete controlar la educación sexual y afectiva de nuestros hijos al colocar como Ministro de Educación al Sr. Edgar Mora quien, de paso, es un ególatra narcisista partidario del suicidio.

Sin mencionar que el día de la toma de posesión, el presidente excluyó a Dios del juramento constitucional e hizo lo mismo al juramentar a la Selección Nacional rumbo al Mundial de Futból.

El presidente Alvarado, además, dícese católico por lo que ha echado mano de la prensa para que lo capture asistiendo a misa y comulgando; recientemente lo hemos visto celebrando el día del Sagrado Corazón de Jesús al lado del Arzobispo.

No solo es de ahora y sin asco que el presidente instrumentaliza la fe que dice profesar sino que, antes de las elecciones, lo hizo al favorecer al grupo Coalición CR del que surgió la iniciativa de “defender a la Negrita” de la falsa amenaza de los evangélicos, con lo que consiguieron dividir a los católicos y hacer ganar las elecciones al PAC.

A todas luces, el actual presidente –si en verdad es católico- es un apóstata y un blasfemo al que, ni por asomo, se le está llamando a conversión.

Lo que es más indignante, porque parece tenerlo sin cuidado es que el Arzobispo, con toda claridad, está enviando el mensaje de que se puede ser un católico del tipo de Carlos Alvarado sin que existan mayores consecuencias para el alma.

Y no es que lo diga yo, lo dice la Iglesia: es imposible que la línea pastoral de un obispo sea colocada por sobre lo que demanda Jesús y la Iglesia de cada uno de nosotros.

Con esto quiero decir que, si ya no importa estar a favor de la vida, si ya no importa el nombre de Dios ni el reinado social de Jesucristo, si ya no importa estar en gracia para comulgar, que nuestro amado Arzobispo nos lo aclare públicamente y que si no, se lo aclare de manera contundente al presidente Alvarado. 

Mientras que el Arzobispo encuentre correcto que va primero la “acogida” del pecador antes de exigirle conversión, estaremos fregados.  Acaso no es la salvación de las almas lo que está en juego, el alma de presidente, incluida?

Qué es lo que ha cambiado en la doctrina? Ha cambiado algo o es solo que la línea pastoral del obispo tiene prerrogativa sobre lo que Cristo enseña en su Iglesia?

Monseñor Quirós podría pensar que está haciendo lo correcto y no habrá nada qué hacer al respecto, sin embargo, lo que no dejaremos de hacer, será juzgar sus acciones sobre las que -dicho sea de paso- valdría la pena se enterara de lo que va a pasar…

Lo que va a pasar es que, al final de cuatro años, se dará cuenta que todo lo que hizo y dijo bajo esa dichosa línea pastoral, se lo pasaron por la horqueta; y, lo que es más grave, habrá quedado asentado que se puede ser un católico apóstata y blasfemo como el presidente. 

Para entonces ya será tarde.

Cuántas almas habrán avanzado en el camino de su perdición y cuán inefectiva será toda actividad política que realicemos ya que no tendrá el apoyo doctrinal de quien tiene por deber de estado cuidar de su rebaño?

Recemos por el Arzobispo pero también por el resto de los obispos, para que no se dejen de la mano de Dios ni de María; pidámosles que consagren sus diócesis al Inmaculado Corazón tal como lo hizo Monseñor Garita.

Y, por favor, respecto a los obispos, evitemos generalizar ya que tenemos obispos y muchos presbíteros con quienes se puede contar; tal como el padre Sixto Varela, canciller de la Curia de la Diócesis de Alajuela, quien recientemente fue expuesto por la prensa al decir la verdad en su biografía de Facebook de donde, sin autorización, tomaron sus palabras para transformarlas en noticia.  

No dudo que algunos funcionarios de gobierno y medios de comunicación pidan su cabeza, incluido parte del clero ya que, por si no lo saben, existen quienes están en la línea pastoral del Arzobispo y otros que, en privado, cuestionan su proceder respecto al gobierno y otros asuntos.

La política no solo dividió a los laicos sino al clero o, quizá la división viene de antes y la política solo la hizo evidente pero, sea como sea, la división es una realidad.

Satanás estará frotándose las manos por lo que es una exigencia impostergable el vivir en gracia de Dios ya que este período de la historia no es jugando. Nunca fue un juego y mucho menos ahora.

La gracia de Dios es todo lo que necesitamos.

2.06.18

El párroco ideal

El párroco ideal es aquél que, si uno mira la Escritura, lo encuentra reflejado en ella.

Que, si uno mira el Antiguo Testamento, el párroco está en las acciones de los caudillos o miembros más sencillos de la tribu de Israel.

Que, si uno mira el Nuevo Testamento, lo encuentra en la conducta de los apóstoles y otros miembros de la comunidad.

El párroco ideal es, pues, un hombre que se ha dejado construir por el Espíritu de Dios y que, a la vez, recibe a María como Madre.

Madre del Hijo de Dios hecho hombre en cuyo corazón reposa y desde el que no solo encuentra al Hijo sino a sí mismo en plenitud.

Sea quizá por las diferentes ideologías que han influenciado a los clérigos a lo largo del tiempo, los párrocos se extravían poco, mucho o totalmente por lo que nos resulta difícil o imposible llegar a comprender el propósito de Dios para la figura del sacerdote.  

Así es como los vemos concentrados en ciertos aspectos del sacerdocio por lo que pierden de vista que su principal objetivo en la vida es ser hombres construidos por la mano de Dios en el corazón de María.

Poco o nada de su figura lo descubre uno en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento.

Dicen que es necesario un padre y una madre para que el niño construya su identidad y yo digo, además, que hace falta convivir con un párroco ideal para saber cómo vivir en Dios y desear ser santo.

De primera mano tengo la experiencia ya que buena parte de mi vida me la he pasado sin este tipo de párrocos y que, cuando los he tenido (he tenido solo dos en cuarenta años) constato que uno llega a florecer debido a su testimonio de vida.

De solo verlos y escucharlos uno descubre que en el propio corazón existen anhelos profundos que no ha conseguido satisfacer pero que el párroco los tiene colmados. Cosa que, dichosamente, sirve de acicate para recurrir al auxilio de Dios en procura de aquél bien para uno mismo.

Mi párroco, por ejemplo, es una delicia ver con qué naturalidad y firmeza expresa sus convicciones y de qué manera, a veces delicada y otras no, te corrige buscando tu bien; con tanto amor que parece que, a pesar de que podría no estar muy contento contigo, está punto de apretujarte como podría hacerlo un buen padre.  

Si, puede ser que el párroco tenga defectos pequeños o muy grandes pero en ello descubres que para Dios nada es imposible; es decir, que si al párroco, pese a sus defectos, el Señor lo conoce por su nombre, lo colma de gracia que con generosidad desparrama por doquier, por qué no habría de hacerlo contigo?

Yo, miro también al padre Jorge González Guadalix, bloguero de Infocatólica, narrando su vida, preocupaciones, enfados, alegrías o indignaciones ya sea desde Madrid o, como ahora, desde la sierra, y me digo qué don tan grande aspirar a tener un alma como la suya.

Miro a éste y aquél párroco y me digo ¡que don tan grande!

Así es, la realidad nos podría resultar abrumadora (la mía me lo resulta) pero quizá por eso el Señor me inspira, por mediación de María (sin duda Ella tiene todo que ver), a mirar detenidamente hacia aquellos rincones donde brilla su luz. Luz más que divina, su gracia que, por que da sentido, lo completa todo.

Valle de lágrimas? Sí, pero muy bello. 

Dios sea bendito en sus santos sacerdotes. 

NOTA: El sacerdote de la fotografía es mi párroco. 

24.05.18

¿Necesitamos tener padre y madre?

Como muchos han de saber no soy experta en nada pero, igual,  propongo ideas de vez en cuando ya que, si no estuvieran a vista de todos, no debería conservarlas solo para mí. 

Primero, lanzo la pregunta: ¿Jesús necesitaba la experiencia de tener padre y madre?

La respuesta se halla en la Santísima Trinidad: de la unidad de tres personas en un solo Dios llegamos a obtenerla. Les ofrezco mi perspectiva con lo que dice este simple cartel el que traduzco de la siguiente manera: “La ausencia del padre y/o la madre la llena Dios pero la ausencia de Dios no la llena nadie".  


Ahora bien, sabemos que la biología nos dice que nacemos de la unión entre hombre y mujer y que, el dato de fe dice que nacemos del amor entre hombre y mujer.

Cuando el amor y la biología, unidas, colaboran a favor de la nueva vida, la misma crece y se desarrolla según el plan de Dios. Lo demuestran las familias cuyos hijos nacen, crecen y de desarrollan dentro de un vínculo de amor, así como tantas personas que, careciendo de la figura materna y/o paterna o poseyéndola de manera fragmentada, la obtienen o la ven restaurada.

Todo lo que hace pensar que Dios tuvo previsto que amor y biología colaboraran para dar lugar a que un hombre y una mujer, mediante el amor, produjeran una nueva vida.  O es que, acaso no nació la familia según Dios, cuando el Amor engendró a Hijo en el vientre virginal de María Santísima? 

En efecto, el Amor, propio de la naturaleza divina y, la biología, propia de naturaleza humana de María, unidas colaboraron para dar lugar a la nueva vida que es el Hijo quien es Dios y hombre verdadero, Nuestro Señor Jesucristo. 

Ahora bien, sucede que en el caso de los seres humanos -por lo regular- amor y biología no se funden por lo que el destino del hijo es carecer de uno o ambos progenitores. La unidad del amor y la biología que Dios tuvo previsto que el hijo conociera a través del vínculo de su padre y madre, le es negada.

Aquí es donde nuestro Creador tuvo previsto la necesidad de revelarse: la persona del Padre quien, mediante el Amor personificado, engendra a la persona del Hijo. Esta unidad de la Trinidad la tuvo prevista el Creador para nuestra salvación; salvación a la que tenemos acceso cuando damos nuestra adhesión total al Hijo. Accedemos al camino de la salvación mediante el Bautismo con el auxilio de la gracia que nos configura al Hijo desde quien conocemos la unidad de amor de la Trinidad.

Una vez introducidos en el camino de configuración al Hijo, entramos a conocer el único y verdadero vínculo de amor filial que jamás necesitaremos conocer, así sea que “nuestro padre y madre nos abandonen”.

Desde el Hijo llegamos a comprender que necesitamos de la experiencia de un padre y una madre.

También comprendemos que, cuando no se tiene dicha experiencia, el ser humano vaga dando tropiezos en la búsqueda desesperada de ambas figuras que jamás hallará de no tomar el único y verdadero camino posible que es la total adhesión a Jesucristo. Por Jesucristo y en El, obtenemos la experiencia de un padre, en Dios Padre (y en san José) y, de una madre, en María Santísima.

Jesucristo nos hace hijos que poseen padre y madre de cuyo amor entrañable tuvo lugar mi existencia. 

De dicha adhesión también se comprende el sagrado valor de la familia y del vínculo fraternal.

De tal manera, querido lector, si descubres que tu vida carece del conocimiento de la figura del padre, de la madre (o de ambos) o, si detectas que tu vínculo con una o ambas figuras está incompleto o gravemente fragmentado, te invito a adherirte a Jesucristo quien, mediante los sacramentos, la Eucaristía y la oración, te ofrece la oportunidad de conocer a través suyo la experiencia de ser un hijo que crece y se desarrolla bajo la figura de un padre y una madre.

De lo que obtendrás la salud afectiva, física y espiritual que anhelas.
De la que, finalmente, recibirás la paz que solo Dios puede dar.