Odian a Palin

Poco que añadir a lo que brillantemente se ha dicho sobre la elección de Sarah Palin como ticket vicepresidencial. No soy analista internacional así que remito a los maestros: Pedro Fernández Barbadillo, J.J. García-Noblejas y Juan Pedro Quiñonero.

Sí quería dos breves apuntes con las novedades de hoy —ya de ayer—.

El primero, el tracking de la CNN (nada sospechosa de ultraconservarurismo): Obama y McCain están en empate técnico después del nombramiento de Palin. La ventaja de Obama en la Convención Demócrata ha sido neutralizada. Que la situación tenga de los nervios a los Demócratas está dentro de lo normal. Que haya puesto de mal café a El País, TVE y toda la patulea progre es hilarante.

Las primeras reacciones en la blogosfera hispana eran muy unánimes: ¡qué envidia poder votar a alguien así!, y me gustaría sumarme, pero… no. Sin desmerecer a Palin, a mí la envidia me la provoca la sociedad estadounidense. La simple presentación de un candidato provida no es sólo motivo de alegría, por sí sola es capaz de movilizar varios puntos de intención de voto. ¿Podríamos decir lo mismo de la sociedad española? Sincera y tristemente: no; a las pruebas de las últimas elecciones me remito.

El problema no es que no exista una Palin ibérica. Gracias a Dios, abundan aquí también las madres heroicas, que sacan adelante a su familia y triunfan en su profesión como directivas, abogadas, amas de casa —sí, sí, también es una profesión maravillosa—, jueces e incluso hay alguna política. Mujeres que valen por lo que son, saben y hacen, no para cubrir una cuota. Mujeres que no necesitan disfrazar su cuerpo de Loewe y que pueden desnudar el alma porque sus obras acompañan a sus palabras. Mujeres completas y realizadas, que no se resignan a la dictadura de un cliché feminista, que, absurdamente, trata de que no sean mujeres. Seguro que conocemos a muchas (personalmente tengo la suerte de estar casado con una). El problema no es que sustituyendo a Palin tengamos a De la Vega o Soraya —«soy de esas católicas que practica más o menos, según las circunstancias y el momento»—, el problema es la sociedad que valora y vota. ¿Aprenderemos de los yankis?, Dios lo quiera.

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