Da gusto verlas con su hábito

Un año más, campamento de las Siervas del Hogar de la Madre en Braojos. Ayer, primer día, presencia de niñas y hermanas en el templo parroquial de san Vicente mártir. Rezamos el rosario y estuvieron todas muy devotamente en misa: silencio, participación, oración, todas de rodillas en la consagración, comunón en la boca y de rodillas y tras la misa un tiempo de acción de gracias dirigido por una de las hermanas. 

Una de las habituales de misa me decía: da gusto ver a las hermanas con su hábito. 

Yo, malo como bien saben ustedes, le pregunté:

- ¿No estarían mejor de paisano, sin hábito?

- Pero qué dice, dónde va a parar. 

- Es que dicen que a la gente le gusta más vernos sin hábitos, sin sotanas, que prefieren vernos de paisano, que es mejor.

- Pues no sé a quienes habrán preguntado, porque nosotras encantadas de ver a las hermanas con su hábito y a usted vestido de cura. 

De aquí me permito sacar algunas reflexiones.

Tal vez la primera sea pensar qué queremos decir cuando hablamos de “la gente". Me malicio que en la Iglesia, me da igual lo del sínodo que lo del hábito de las religiosas, consideramos “gente” a esos poquitos cercanos que nos dan la razón en todo lo que queremos escuchar. Gente son los cuatro progres desnortados, los listos que llevan veinte años asistiendo a las mismas charlas del mismo cura pero que ni van a misa -ya saben que la misa es cosa de los cuatro carcas- ni mucho menos se confiesan. Gente son esas religiosas vergonzantes que ocultan su realidad bajo la capa de ser normales y que han conseguido la anormalidad de ser y no ser a la vez, anormalidad por cierto que ha vaciado sus conventos, pero antes muertas que ser tachadas de carcas. Gente es el cura Manolo que pasa de todo, celebra como quiere, predica lo que le parece y eso sí, cobra a fin de mes como un carca cualquiera.

Yo preguntaría a otra gente, posiblemente carca, troglodita, conservadora pero fiel, ya ven, en ir a misa el domingo, confesarse, ayudar y echar sus dineros en el cesto. No olviden que los progres son tan amantes de la austeridad que no sueltan un euro. 

Habría que preguntar a la salida de una misa cualquiera de un domingo cualquiera en no importa qué lugar. A lo mejor resulta, ya ven, que los preguntados, mayoritariamente, dirían que quieren monjas con hábito y curas con clergyman e incluso sotana. ¿Y ahora qué? Pues que no hay que hacer caso porque no están suficientemente imbuídos del espíritu del Vaticano II. 

Yo, lo que veo, es que la gente de mis parroquias, de mis pueblos, no solo no sienten rechazo por ver a alguien con hábito, clergyman o sotana, sino que están encantados. 

Y otra cosa, que apuntaba un servidor a varias reflexiones.

Todos los agnósticos, ateos y anticatólicos son partidarios de que vistamos curas y monjas de seglares. Todos. No falla. Todos partidarios de eliminar cualquier signo religioso de la calle. Cualquier día nos prohibirán el traje talar por la calle. Pues es como para pensarlo. La gente que va a misa, reza, colabora, feliz con vernos vestidos de lo que somos. Los otros no. Tomemos nota.

Durante años he vestido de seglar. Eran otros tiempos y es lo que nos enseñaron. Llevo años con mi camisa de clergyman y no tengo problemas en ponerme la sotana en ocasiones. Este mundo descreído necesita signos de sacralidad: iglesias abiertas, campanas que suenan, presencia en el mundo de consagrados que lo muestran publicamente como signo de que Dios no se ha apeado de esta tierra.

Una última cosa. Me decía una Rafaela cualquiera que ella no dice quién es mejor o peor, que eso Dios lo sabrá, pero que a ella, ya ves, cura, cosas mías, una monja vestida de monja o un cura vestido de cura como que le dan más confianza. Cosas mías, cura.