InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Secularización interna de la Iglesia

6.04.16

Maciel, Figari y alguno más, como síntoma

A lo largo de la historia muchos hombres y mujeres de Dios han fundado órdenes y congregaciones religiosas. Si algo tenían en común todos ellos era su condición de santos. No todos han llegado a los altares, pero sí la inmensa mayoría.

Sin embargo, en el último medio siglo estamos asistiendo a un fenómeno extrañísimo, que no tiene parangón. Los fundadores de algunas nuevas “realidades” eclesiales eran auténticos crápulas, personajes indeseables que en condiciones normales no habrían fundado ni una asociación parroquial de tiempo libre.

El caso de Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, fue el primero en ser conocido. Ahora le toca el turno a Luis Figari, fundador del Sodalicio de Vida Cristiana. Y todo indica que en breves meses vamos a asistir a un tercer caso.

En esas situaciones se ha dado además una circunstancia parecida. El encubrimiento y la complicidad de las personas más cercanas a esos líderes y la falta de diligencia de la propia Iglesia en poner fin a su presencia en la vida pública. Y también hay otro factor en común: el abuso de autoridad de esos sujetos.

Ni que decir tiene que la mayor parte de los miembros de esas organizaciones eclesiales, sean sacerdotes, religiosos o seglares, son gente de bien, fiel a Cristo y a la Iglesia. De hecho, en buena medida son víctimas del descrédito que no han provocado ellos.

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1.04.16

Desmontando el sola fide luterano con la Biblia

Incomprensiblemente están surgiendo voces en la Iglesia Católica ensalzando la figura de Lutero, presentándole como una especie de rescatador de la doctrina de la justificación de san Pablo y san Agustín. Una de las cosas más curiosas de los neo-apologetas del ex-monje agustino es que intentan convencernos de que, a pesar de sus errores -que por lo general no niegan-,  tenía muy buenas intenciones y tuvo la virtud de poner sobre el tablero la discusión sobre la manera en que los hombres son justificados y salvados. Eso es como si decimos que los Testigos de Jehová han tenido la virtud de poner sobre la mesa el debate sobre la divinidad de Cristo. 

Conviene recordar que para Lutero, de la doctrina sobre la justificación depende todo. Con ella la Iglesia “está en pie o cae” ("steht und fällt"). Según el heresiarca alemán, somos justificados solo por la fe (sola fide). Y solo es solo. No la fe más la caridad. No la fe más las obras. Solo la fe. Su cita bíblica de referencia es Efesios 2,8-9

Así pues, por gracia habéis sido salvados mediante la fe; y esto no procede de vosotros, puesto que es un don de Dios: es decir, no procede de las obras, para que nadie se gloríe.

Ocurre que el versículo siguiente de Efesios, Ef 2,10, reza así:

ya que somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para hacer las obras buenas, que Dios había preparado para que las practicáramos.

En todo debate con protestantes, es habitual apelar a la epístola de Santiago para desmontar la idea de que las obras no tienen nada que ver con nuestra salvación. La única vez en toda la Escritura en que aparecen juntas las palabra “sola” y “fe” es para negar el solafideísmo:

Stg 2,24
Ya veis que el hombre queda justificado por las obras y no por la fe solamente

Pero dado que el propio Lutero consideraba el texto de Santiago como epístola de paja, y dado que los protestantes dirán que San Pablo es quien interpreta a Santiago y no al revés, considero más oportuno acudir al propio San Pablo para desmontar el solafideísmo luterano, calvinista, arminiano… protestante. El apóstol de los gentiles no puede ser más claro en 1ª Corintios 13,2:

Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada.

Y en 1ª Corintios 13,13:

Ahora permanecen la fe, la esperanza, la caridad: las tres virtudes. Pero de ellas la más grande es la caridad

¿Dónde queda el sola fide a la luz de esas palabras de San Pablo? En el cubo de la basura de las herejías. No le den ustedes más vueltas. No hay un sola fide salvable, lo diga quien lo diga. No lo hay. Y lo que algunos pretenden que es salvable, no es sola fide. No es el pensamiento de Lutero.

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21.03.16

Jesucristo. No hay otro nombre dado a los hombres. Punto final

Ni Buda, ni Mahoma, ni Sai Baba, ni Moisés, ni San Pedro o San Pablo (1ª Cor 1,13), ni cualquier otro

Hch 4,10-12
…quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros.  Él es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».

Y

Fil 2,5-11
Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y, mostrándose igual que los demás hombres, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Y por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre; para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: «¡Jesucristo es el Señor!», para gloria de Dios Padre.

No le den ustedes más vueltas. No hay otro Salvador aparte de Cristo. La razón es obvia. Solo Dios puede salvarnos. Y ningún otro ser humano, ningún otro fundador de religión, es Dios encarnado. Solo Jesucristo es el Verbo de Dios hecho carne. Puede que haya, de hecho hay, semillas de la verdad en algunas religiones no cristianas. Pero solo en la fe cristiana, y más concretamente en la fe católica, tenemos la semilla germinada, la vid que nos salva. Y es por ello que Cristo mismo ordena a su Iglesia:

Mc 16,15-16
 Y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.

Predicar el evangelio no es una opción. Es una obligación:

1 Co 9,16-17
Porque si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, pues es un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no evangelizara! Si lo hiciera por propia iniciativa, tendría recompensa; pero si lo hago por mandato, cumplo una misión encomendada.

Sin embargo, llevamos décadas escuchando que los católicos no debemos hacer proselitismo. Según el diccionario de la RAE, proselitismo es el “celo de ganar prosélitos". Y prosélito se define en ese mismo diccionario como “Persona incorporada a una religión” y “Partidario que se gana para una facción, parcialidad o doctrina". Por alguna extraña razón -o no tan extraña- ese verbo y ese sustantivo se ven como algo negativo. Como si se tratara de imponer la fe que nos salva por la fuerza. Lo cual es absurdo. Nadie puede convertirse si Dios no lo concede. No hay ejército, no hay violencia humana alguna, del tipo que sea, capaz de suscitar en el corazón de los hombres el amor por Cristo crucificado y resucitado.

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19.03.16

Ecumenismo: Pelillos a la mar...

El P. Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, cree llegado el momento de dar un paso de calidad en el ecumenismo. Le parece que el V Aniversario de la Reforma supone una gran oportunidad para ahondar en ese camino hacia la unidad. Y en su quinta de predicación de Cuaresma, afirma dos cosas:

las cuestiones que provocaron la separación entre la Iglesia de Roma y la Reforma en el siglo XVI fueron sobre todo las indulgencias y la forma mediante la cual se produce la justificación del pecador.

Y:

Las formulaciones doctrinales y dogmáticas, que en sus inicios fueron el resultado de procesos vitales y reflejaban el camino coral de la comunidad y la verdad alcanzada con fatiga, con el paso del tiempo tienden a endurecerse para convertirse en ‘consignas’, etiquetas que indican una pertenencia.

No negaré que el asunto de las indulgencias -más bien su mal uso- y la justificación fueron fundamentales para que se produjera la separación. Y no negaré que a veces el dogma puede ser usado como una consigna y no como reflejo de la verdad revelada. Ahora bien, permítanme ustedes que reformule las palabras del religioso capuchino desde otra perspectica histórica:

… las cuestiones que provocaron la separación entre la Iglesia de Roma y de buena parte de las iglesias orientales fueron la divinidad y humanidad de Cristo.

Y:

Las formulaciones trinitarias y cristológicas, que en sus inicios fueron el resultado de procesos vitales y reflejaban el camino coral de la comunidad y la verdad alcanzada con fatiga, con el paso del tiempo tienden a endurecerse para convertirse en ‘consignas’, etiquetas que indican una pertenencia.

Para el P. Cantalamessa “en el diálogo ecuménico con las Iglesias protestantes pesa mucho el papel de frenado de las fórmulas". Conclusión. Dejemos las fórmulas a un lado y unámonos todos en Cristo. Pero si eso lo decimos de los protestantes, ¿por qué no decirlo de los Testigos de Jehová? ¿por qué no de los adventistas? ¿por que no…? Por ejemplo, los Testigos de Jehová creen que Cristo no es Dios pero sí nuestro Salvador. ¿No habrá que centrarse en lo que nos une con ellos en vez de lo que nos separa?

Por otra parte, hasta donde yo sé, los protestantes siguen aceptando como principios fundamentales de su fe los lemas Sola Fide y Sola Scriptura -acompañado del libre examen-. Eso significa, entre otras cosas, que su doctrina de la justificación sigue siendo solafideísta y que desechan el papel de la Tradición y la idea de que hay un Magisterio eclesial que marca la verdadera interpretación de la Revelación. Por supuesto, niegan que el Obispo de Roma sea Sucesor de Pedro e infalible. No es una cuestión de cómo se formulan esas doctrinas. Es cuestión de lo que esas doctinas implican en la vida cristiana.

En realidad, lo que subyace de las palabras del predicador de la Casa Pontificia es la idea de que el dogma, aunque pudo ser de utilidad en su momento, hoy es un lastre para la unidad. Y si es un lastre para la unidad y la unidad es algo querido por Dios, entonces es un lastre para el cristianismo en general, sea cual sea su configuración. Eso, señores míos, ni siquiera es una tesis protestante clásica. Es la tesis del protestantismo liberal y su hermano de sangre el modernismo católico.

En ese camino ecuménico al que quieren llevarnos con consignas emotivas -¿cómo no querer la unidad?, ¿cómo no querer la igualdad y la fraternidad entre hermanos separados?- los conversos son un problema. Tanto los que han dejado el catolicismo para hacerse protestantes como los que dejamos el protestantismo para hacernos católicos, somos un estorbo. Igual con los conversos desde o hacia el cristianismo ortodoxo.

El P. Cantalemessa alaba  "las muchas iniciativas mediante las cuales los creyentes de distintas Iglesias se encuentran para rezar y proclamar juntos el Evangelio, sin intenciones de proselitismo y en plena fidelidad cada uno a su propia Iglesia“. Conmovedor. 

A Dios gracias, yo no regresé a la Iglesia por la acción proselitista de ningún católico. De hecho, si hubiera tenido que esperar a que algún católico hicera tal cosa, hoy seguiría siendo protestante o quizás ortodoxo. La Iglesia Católica lleva décadas renunciando, de hecho, a considerarse como la Iglesia de Cristo. Sí, en la letra del Magisterio todavía figura esa doctrina, pero la realidad es que a la inmensa mayoría de los católicos se les ha inculcado la idea de que para salvarse da igual ser católico, que protestante, que ortodoxo. Es más, como acaba de recordar Benedicto XVI, escribiendo como teólogo privado, esa idea va más allá incluso de la propia fe cristiana:

Si es verdad que los grandes misioneros del siglo XVI estaban convencidos de que quien no estaba bautizado estaba perdido para siempre –y esto explica su compromiso misionero–, después del concilio Vaticano II dicha convicción ha sido abandonada definitivamente en la Iglesia católica.

De esto deriva una doble y profunda crisis. Por una parte, esto parece eliminar cualquier tipo de motivación por un futuro compromiso misionero. ¿Por qué se debería intentar convencer a las personas de que acepten la fe cristiana cuando pueden salvarse también sin ella?

Si ni siquiera creemos que es necesaria la fe cristiana para salvarse, ¿cómo va a tener importancia que dicha fe sea la católica, la protestante o la ortodoxa?

Comprenderán ustedes que empiece a preguntarme a qué me convertí hace quince años cuando regresé a la Iglesia. Porque la fe católica a la que creí convertirme, la fe de los padres de la Iglesia, de los santos y doctores de la Iglesia, hoy existe apenas en el papel. Ni se predica desde nuestros púlpitos, ni apenas se defiende activamente en la arena pública, ni parece que para muchos sea otra cosa que un estorbo para la unidad de los cristianos y, quién sabe, si de todos los hombres. Esa fe todavía existe -cuesta sepultar en medio siglo algo levantado por Dios en veinte-, pero estamos en pleno proceso de enterramiento

Tras leer lo que acabo de escribir, ¿creen ustedes que estoy en contra del ecumenismo? Ni por un casual. Por ejemplo, me siento mucho más en comunión con John Piper, protagonista del siguiente vídeo, que con la multitud de “predicadores” católicos que jamás predicarán lo que predica ese pastor bautista:

La musiquita del vídeo es innecesaria, pero el contenido merece la pena. Y difícilmente escucharán ustedes, hermanos católicos, lo que predica Matt Chandler, discípulo de Piper, en este vídeo. No lo escucharán ni con gritos ni sin gritos:

Como ven ustedes, no es cuestión de formulaciones. Es cuestión de cristianismo auténtico o cristianismo aguado, mundano

Santidad o muerte.

Luis Fernando Pérez Bustamante

De los pocos católicos que sí predica la necesidad de la conversión.

 

16.03.16

¿Qué sería de nosotros sin mártires y confesores como Josephine?

La Iglesia en España y México tienen en común muchas cosas. Fueron españoles los que llevaron allá el evangelio y fue la Virgen quien confirmó con su presencia el mismo. Guadalupe en México, el Pilar en España. Pero por encima de todo, tenemos en común el haber dado al resto de la Iglesia un ejemplo de fidelidad a la fe por medio de nuestros mártires. Cristeros mexicanos y mártires en tiempos de la Guerra Civil española. Junto con los mártires, que dan su vida por Cristo, se encuentran los confesores, que no llegan a morir pero sí sufren la persecución por el mero hecho de ser cristianos

Ese testigo lo han tomado ahora los cristianos en Oriente Medio y África. Acompañados, no lo olvidemos, por los mártires y confesores de Asia, caso de los asesinados en Orissa (India) y los encarcelados por su fe en China.

Josephine Martin Tamras es una cristiana asiria que fue secuestrada durante un año por los yihadistas. Su testimonio es una fuente de gracia para la Iglesia hoy. Es difícil no conmoverse al oirle decir esto:

«Para ellos fue un shock –agrega- cuando dije que jamás abandonaría mi fe e hice la señal de la Cruz delante de ellos, invocando el poder del Espíritu Santo para que me sostuviese y me diese la fuerza hasta el final».

Una de las enormes diferencias entre la fe cristiana y el Islam, es que en la primera se llega directamente al cielo muriendo por la fe y en el segundo prometen el paraíso matando al prójimo. Eso dice mucho del papel de unos y otros en el mundo. Es por ello especialmente triste comprobar que a lo largo de la historia, no pocas veces el cristianismo ha traicionado su esencia -apelar al contexto no cambia eso- siendo fuente de conflictos y de guerras, en vez de instrumento de paz, aunque parece que esos tiempos ya no volverán.

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