InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Cristianos en la vida pública

22.05.10

CajaSur, una cuestión de dignidad

Como siempre ocurre cuando se produce la intervención de un banco o una caja de ahorros por parte del Banco de España, detrás suele haber una intrahistoria de presiones, malas gestiones, intentos de conchabeos, etc. En el caso de CajaSur ha pasado un poco de todo eso y más. De momento, con la entrevista que nos ha concedido el obispo de Córdoba, Monseñor Demetrio Fernández, creo que se despejan no pocas dudas sobre lo que ocurrido en la última etapa de la crisis. Al menos según la versión de la Iglesia, que para mí es la más confiable.

Poco se imaginaban los jerifaltes socialistas de la Comunidad Autónoma de Andalucía que finalmente la Iglesia no cedería ante su intento de apropiarse de CajaSur imponiendo sus condiciones. Porque esa, y no otra, era la idea que subyacía tras la imposición de fusión con Unicaja. Una fusión que, en cualquier caso, podría haberse llevado a cabo si se hubieran respetado los puestos de trabajo de CajaSur. Puede que en el mundo de las finanzas el factor humano sea algo a tener en cuenta sólo en un tercer o cuarto nivel. Pero la Iglesia no puede moverse por esos valores -deberían de haberlo pensado antes de tocar la Cope- y los sacerdotes responsables, hasta hoy, de CajaSur, no cedieron en ese punto. Con la intervención del Banco de España al menos quedan garantizados por un año esos puestos de trabajo. Dentro de doce meses veremos qué pasa.

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12.05.10

Bono, de apóstol a mártir de los progres

Los que conocemos bien la política española, sabemos quién es don José Bono. Encarna a la perfección la figura del político demagogo, de verso fácil, de frases que suenan bien en los oídos de ese sector de la población, existente en todo país, que se deja arrullar por la simpleza del discurso populista. En eso se parece a Zapatero, quien también es muy dado a esconder su incapacidad como gobernante y su ínfima preparación intelectual detrás de una dialéctica propia de barra de bar a la hora del aperitivo. Pero mientras el presidente del gobierno hace gala de un tono de voz crispado y agresivo, el del Congreso habla siempre como si fuera una monja ursulina dando catequesis a niños de primera comunión.

Bono lleva muchos años haciendo gala de ser católico. En un país donde los políticos católicos no se caracterizan por decir que lo son, el solo hecho de que unos pocos lo hagan destaca mucho. Ocurre algo parecido con Paco Vázquez, actual embajador de España ante la Santa Sede y anteriormente alcalde socialista de La Coruña. El problema con Bono es que resulta un católico muy poco católico. No pierde ocasión de mostrarse contrario a la doctrina de la Iglesia en materia de moral sexual y de doctrina sobre la familia y la vida. Y cuando habla de religión hace uso del mismo lenguaje buenista y facilón que utiliza al hablar de política. Suelta frases cortas tipo “a Dios le interesa poco lo que pase de la cintura para abajo” o “me importa más la solidaridad, que la bragueta“.

Además, Bono descubrió un filón el día en que se pasó por Entrevías a solidarizarse con los curas de la parroquia San Carlos Borromeo, cuyos abusos litúrgicos llevaron al cardenal Rouco Varela a amagar con retirarles de circulación. La foto de Bono comulgando con rosquillas es todo un símbolo del tipo de catolicismo que representa ese político castellano-manchego. Y, como era de esperar, el “progrerío” eclesial le adoptó como su profeta. No falla. Siempre que un personaje público se manifiesta contra la sana doctrina católica, los progres de turno le convierten en mesías de su causa perdida. No es de extrañar que el insigne padre Juan Masiá, sj, le eligiera a él para presentar su último libro en el salón del colegio de los Escolapios en la madrileña calle de Conde de Peñalver.

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4.05.10

El lobby gay y el ateísmo radical nos devuelven a la Europa del siglo XVI

Sabemos que hay muchos lugares en el mundo en los que, en pleno siglo XXI, predicar aquello que enseña la Biblia puede acabar con un cristiano en la cárcel. Que eso pase allá donde reina el ateísmo, el Islam u otras religiones que temen la expansión de la fe cristiana, es hasta cierto punto normal aunque condenable. Que esto pase en Europa, continente cuyas raíces cristianas forman parte de su identidad, es una señal clara e inequívoca de que estamos en una era que empieza a parecerse demasiado a la descrita en la Escritura como la de la gran apostasía.

En nombre de la tolerancia no se tolera a los cristianos. En nombre de los supuestos derechos de unas minorías, se atenta contra el derecho de los seguidores de Cristo a predicar en público los principios éticos y morales en los que creen. Repetir lo que la Biblia enseña sobre la homosexualidad empieza a ser tratado como delito en algunos países. Pasó en Suecia hace unos años, y está pasando en Gran Bretaña ahora. Es cierto que todavía no se ha producido una sentencia firme que acabe con un cristiano en la cárcel por predicar el evangelio, pero ¿cuánto queda para que así ocurra?

Occidente en general, y algunos países europeos en particular, lleva cada vez peor que haya ciudadanos cristianos que llamen a las cosas por su nombre. Pongamos varios ejemplos: El adulterio es pecado. La práctica de la homosexualidad es pecado. El robo es pecado. Las riquezas injustas son pecado. El aborto es un asesinato, y por tanto, un grave pecado. El maltrato al inmigrante es pecado. La xenofobia es pecado. Sin embargo, esta Europa democrática sólo acepta que se llame pecado a lo que considera pecado según la ley de lo políticamente correcto. Se puede llamar pecado al robo, a las riquezas injustas, al maltrato al inmigrante y a la xenofobia. Pero ojito con llamárselo al adulterio, la práctica de la homosexualidad y el aborto.

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22.04.10

Por supuesto que debió de negarle la comunión a Berlusconi

El presidente del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, lleva años echándole un pulso a la Iglesia por el simple hecho de que la misma es fiel a Cristo -cosa que olvidan los que piden que cambie su postura- y considera que los que viven en adulterio no pueden comulgar. Y Berlusconi es, usando la terminología de nuestro Señor en los evangelios, un adúltero. De hecho, ha presumido públicamente de serlo, lo cual añade gravedad a su pecado.

Sin embargo, y a pesar de que él sabe perfectamente que no puede comulgar, el otro día lo hizo en el funeral de un cómico italiano. Si ya es grave que cualquier fiel haga eso, más lo es cuando el mismo es el presidente del gobierno de una nación.

Ahora bien, parece evidente que lo de Berlusconi no tiene remedio. Sí lo debería de tener el que haya un solo sacerdote que acceda a darle la comunión. El párroco que se la dio se excusa diciendo “¿Qué podía hacer, negársela? No es durante una ceremonia cuando se puede plantear la cuestión. Y además quien celebra la misa no tiene por qué saber el estado civil de quien viene al altar a tomar la eucaristía“.

Pues sí, no sólo podía sino que debía haberle negado la comunión. Es cierto que un cura no tiene por qué saber el estado civil del que se acerca a comulgar. Pero cuando el mismo resulta ser el presidente del gobierno de tu país y es pública y notoria su condición de pecador, entonces no hay excusa. Es mayor el escándalo por darle la comunión que por negársela, con la diferencia de que lo primero va en contra de las normas de la Iglesia y lo segundo no.

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19.04.10

Jóvenes a contracorriente

No por repetido deja de tener valor el mensaje que el Papa ha lanzado a los jóvenes de Malta: “No tengáis miedo. Encontraréis ciertamente oposición al mensaje del Evangelio. La cultura de hoy, como cualquier cultura, promueve ideas y valores que contrastan en ocasiones con las que vivía y predicaba nuestro Señor Jesucristo. A veces, estas ideas son presentadas con un gran poder de persuasión, reforzadas por los medios y por las presiones sociales de grupos hostiles a la fe cristiana. Cuando se es joven e impresionable, es fácil sufrir el influjo de otros para que aceptemos ideas y valores que sabemos que no son los que el Señor quiere de verdad para nosotros”.

El Santo Padre tiene razón. Pero también ocurre que cuando uno es joven y se deja impresionar por Cristo, esa marca la llevará, con casi total seguridad, por el resto de su vida. Es decir, tan cierto resulta que la adolescencia y la juventud es una etapa en la que se es más débil para dejarse llevar por los valores del mundo, como que es la ideal para construir las bases de una vida adulta al servicio de Dios y de su Iglesia.

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