InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Cristianos en la vida pública

11.11.12

El cardenal Rouco Varela hizo "la pregunta del millón" en el Sínodo

Es cosa buena y recomendable analizar todas las intervenciones que se dieron en el último Sínodo de obispos celebrado en Roma, que buscaba reafirmar a la Iglesia en la tarea de la Nueva Evangelización. A mí lo de “nueva” no me acaba de convencer porque se supone que Iglesia y evangelización deben ir siempre de la mano y no deberíamos llamar novedad a lo que es el cumplimiento de la tarea más importante del Cuerpo de Cristo.

En todo caso, para llevar a cabo la obra de llevar el evangelio a todo el mundo, tanto a los que nunca lo han conocido como a los que alguna vez han sido iluminados por Cristo pero se han alejado de Él, es fundamental que la Iglesia esté fuerte y con sus pies asentados sobre tierra firme. Dado que está formada por seres humanos, es imposible que el pecado no esté presente. Los escándalos son inevitables. Lo que sí se puede evitar es abordarlos de manera inadecuada e incluso irresponsable.

Sin embargo, hay algo mucho más peligroso que el hecho de que haya miembros de la Iglesia, incluso curas y obispos, que hayan llevado o lleven una vida moralmente incompatible con la acción de la gracia de Dios en sus vidas. El cardenal Rouco Varela hizo la pregunta clave en el Sínodo:

“El examen de conciencia tiene que ver con el peligro de la secularización interna de la Iglesia, tal y como lo dijo alguna vez Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¿Nos hemos dejado penetrar por el espíritu del mundo? Ese examen de conciencia tenemos que hacerlo porque, si no, no vamos a estar libres y generosamente dispuestos, o vamos a ser mucho menos capaces de evangelizar al mundo de hoy”

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7.11.12

Ya solo queda la eutanasia, la poligamia y la persecución de los cristianos

El 28 de noviembre de 1978, uno de los pocos obispos católicos que ejercía de buen pastor en España, tuvo a bien escribir una pastoral dirigida a sus fieles sobre el referendum para aprobar la Constitución. Esa que hoy sigue, al menos eso dicen, todavía vigente. Se trataba del Cardenal y Arzobispo de Toledo, S.E.R Marcelo González Martín, a la sazón Primado de España y más conocido como “Don Marcelo".

Decía don Marcelo:

Queremos cumplir con nuestro deber irrenunciable de responder a las consultas de los fieles y, vamos a hacerlo desde una perspectiva puramente moral y religiosa. Nos lo impone la misión que Cristo y la Iglesia nos han encomendado.

Como ven ustedes, la intención era cumplir con su deber como pastor. Ahora bien, eso se puede hacer de muchas maneras. Hemos leído tantas pastorales y documentos de diversas conferencias episcopales orientando el voto que, salvo notorias excepciones, ya nos hemos acostumbrado a un tipo de mensaje que sirve para salir del paso, cumplir el expediente y poco más.

El cardenal primado señalaba dónde estaba el quid de la cuestión en relación a la actual Constitución:

El hecho de que haya valores políticos que se estiman positivos no dispensa de ponderar seriamente los elementos negativos. ¿Estos elementos son acaso deficiencias tolerables, bien porque no pudiendo evitarlos se compensan con los valores positivos, bien porque tolerándolos se evitan males mayores? ¿O, por el contrario, son gusanos que inficionan toda la manzana, haciéndola dañina o inaceptable?

Efectivamente, por muy rica que sea una tarta, por muy bien presentada que esté, con una guinda en el centro de la misma, nadie en su sano juicio probaría un trozo si tuviera la duda de que está envenenada. Pues bien, ¿qué tipo de tarta es la que los españoles se tragaron en 1978? Don Marcelo lo explicó muy bien:

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15.10.12

Evangelización y misión. Hoy como ayer

Ya estamos en pleno Año de la Fe y en medio de un impulso eclesial a la nueva evangelización. Sin embargo, leyendo todo lo que se publica y se comenta sobre la manera de evangelizar, me da la sensación de que se buscan demasiadas explicaciones a sobre cómo se debe construir la rueda cuando solo hay una de hacerla bien: que sea redonda.

La evangelización es algo a la vez tan complicado y tan simple como anunciar al hombre que es pecador, que necesita aceptar a Cristo como Señor y Salvador para ser salvo y que se le ofrece gratuitamente la gracia para su justificación y santificación. Y que si por gracia responde positivamente a la gracia -que se recibe mayormente mediante los sacramentos y por la acción constante del Espíritu Santo en el alma del fiel- y produce las obras que Dios ha preparado de antemano para que las haga, podrá ser salvo. Si no, se condenará.

Es necesario transmitir ese mensaje teniendo en cuenta las particularidades históricas y culturales del mundo moderno y de las naciones que deben ser evangelizadas o reevangelizadas, pero o se predica ese kerigma sin restarle una tilde, o perdemos el tiempo. Y creo que estamos demasiado obsesionados en divagaciones sobre como es o deja de ser el mundo hoy en día, que ni es ni deja de ser lo que siempre ha sido. Es decir, los hombres son tan pecadores ahora como en el año 50 dC, y el mundo, en el significado bíblico del término, es y será siempre igual.

Hay naciones que han sido históricamente cristianas y que hoy están en un proceso de apostasía evidente. La transmisión de la fe de generación en generación se ha quebrado dramáticamente en multitud de familias. Y eso se ve agravado por el hecho de que los incrédulos no son como los que viven en naciones a las que nunca ha llegado el evangelio, de forma que la predicación del mismo supone una novedad real en sus vidas. No, en nuestros pueblos los incrédulos tienen una imagen distorsionada de la fe, de manera que cuando les hablas de Cristo y de la Iglesia, ellos ya tienen una idea preconcebida y errónea de ambas realidades.

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24.09.12

"Vengo de oír al propio San Pablo comentándose a sí mismo"

En breve empieza el Año de la Fe. Y antes tendremos la declaración solemne de San Juan de Ávila como doctor de la Iglesia. Será en Roma el próximo 7 de octubre. Patrono del clero español, la vida de San Juan es digna de ser estudiada para sacar de ella el agua viva que emana de la gracia que el Señor derramó sobre su vida.

Considerado como apóstol de Andalucía, San Juan es ejemplo de como un alma entregada a Dios puede trasformar un pueblo entero por medio de la predicación del evangelio y la formación de predicadores. Leemos esto de su biografía:

En 1535 marcha Juan de Ávila a Córdoba, llamado por el obispo Fr. Álvarez de Toledo. Allí conoce a Fr. Luis de Granada, con quien entabla relaciones espirituales profundas. Organiza predicaciones por los pueblos (sobre todo por la Sierra de Córdoba), consigue grandes conversiones de personas muy elevadas, entabla buenas relaciones con el nuevo obispo de Córdoba, D. Cristobal de Rojas, que quien dirigirá las Advertencias al Concilio de Toledo.

La labor realizada en Córdoba fue muy intensa. Prestó mucha atención al clero, creando centros de estudios, como el Colegio de San Pelagio (en la actualidad el Seminario Diocesano), el Colegio de la Asunción (donde no se podía dar título de maestro sin haberse ejercitado antes en la predicación y el catecismo por los pueblos). Explica las cartas de san Pablo a clero y fieles. Un padre dominico, que primero se había opuesto a la predicación de san Juan, después de escuchar sus lecciones, dijo: “vengo de oír al propio san Pablo comentándose a sí mismo".

Espiritualmente hablando, no creo que la situación de Andalucía y el resto de España en tiempos de San Juan fuera peor que la actual. Lo que no ha cambiado es la receta para solucionar la relajación y apostasía en la que ha caído buena parte de los bautizados. Esa receta es hoy la misma que en el siglo I: la predicación clara y directa del evangelio.

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13.09.12

Lucio Cornelio Sila: "Soy lo que el pueblo se merece"

Leyendo el interesante artículo de Jesús Cacho sobre la situación creada tras el éxito de la manifestación independentista celebrada en Barcelona el martes, me he encontrado una cita de Lucio Cornelio Sila (138-78 A.C.), dictador de Roma entre los años 81 a. C. y 80 a. C.:

“Piensan que soy malo, la imagen de la dictadura. Soy lo que el pueblo se merece. Mañana moriré como todos morimos. ¡Pero te digo que me sucederán otros peores! Hay una ley más inexorable que todas las leyes hechas por el hombre. Es la ley de la muerte para las naciones corrompidas, y los esbirros de esa ley ya se agitan en las entrañas de la Historia. ¡Me sucederán otros peores!”

Si eso lo dijo un dictador, que llegó al poder “manu militari", de manera que difícilmente se puede argumentar que el pueblo tuviera alguna responsabilidad directa en su ascenso político, ¿qué no habríamos de decir hoy de las naciones que eligen en unas urnas a sus gobernantes?

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