InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Nuevo Testamento

27.04.17

Estaban maltratadas y abatidas "como ovejas que no tienen pastor"

Evangelio del jueves de la segunda semana de Pascua:

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas “como ovejas que no tienen pastor”
Entonces les dijo a sus discípulos: -La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al señor de la mies que envíe obreros a su mies.
Mt 9,35-38

Cristo se compadece del pueblo que está siendo maltratado por la ausencia de buenos pastores.. y probablemente también por la presencia de pastores necios e indignos. El pueblo de Israel, en teoría, lo tenía todo. Tenía la ley y los profetas. Tenía las promesas. Tenía el antiguo pacto. Y sin embargo, estaban como ovejas sin pastor. Nada diferente de lo que puede ocurrir, si es que no ocurre ya en mayor o menor medida, con la Iglesia.

En la primera lectura de hoy vemos cuál han de ser algunas de las características del buen pastor cristiano:

Ten por norma las palabras sanas que me escuchaste con la fe y la caridad que tenemos en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Tú, pues, hijo mío, hazte fuerte con la gracia de Cristo Jesús, y lo que me has escuchado, garantizado por muchos testigos, confíalo a hombres fieles que, a su vez, sean capaces de enseñar a otros. Comparte conmigo el sufrimiento como un noble soldado de Cristo Jesús.
2 Tim 1,13-14; 2, 1-3

Es esencial que el pastor cristiano dé al pueblo de Dios sana doctrina, que guarde el depósito de la fe. No necesitamos destructores de la tradición que hemos heredado. No necesitamos inventores de nuevas doctrinas. No necesitamos alimento adulterado por el veneno de la herejía.

Debemos pedir al Señor que envíe obreros a la mies. Obreros fieles. Obreros santos. Obreros que por gracia trabajen para el Reino de Dios y no como quinta columna de Satanás en la Iglesia.

No permitas, Señor, que nos arrebaten la fe que por pura gracia nos has regalado. Arranca de cuajo de tu Iglesia a quienes quieren llevarnos por caminos de perdición.

Luis Fernando

26.04.17

El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado

Evangelio del miércoles de la segunda semana de Pascua:

Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».
Jn 3,16-21

Qué triste es ver como tanta gente se condena a pesar de que Dios ha enviado a su Hijo para que se salven. Qué triste es ver cómo tanta gente prefiere vivir en el mal en vez de disfrutar de la libertad de obrar el bien. Y qué triste es que incluso muchos de aquellos que han recibido el don de la fe, lo desechen con una vida de pecado.

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25.04.17

El diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quien devorar

Segunda lectura de la Fiesta de San Marcos, evangelista:

Y todos, revestíos de humildad en el trato mutuo, porque «Dios resiste a los soberbios y a los humildes da la gracia». Humillaos, por eso, bajo la mano poderosa de Dios, para que a su tiempo os exalte. Descargad sobre Él todas vuestras preocupaciones, porque Él cuida de vosotros.
Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quien devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos dispersos por el mundo soportan los mismos padecimientos.
Y, después de haber sufrido un poco, el Dios de toda gracia, que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria, os hará idóneos y os consolidará, os dará fortaleza y estabilidad. A él el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Por medio de Silvano, a quien juzgo hermano fiel, os he escrito brevemente, para exhortaros y atestiguaros que ésta es la verdadera gracia de Dios. Perseverad en ella. Os saluda la Iglesia de Babilonia -elegida como vosotros- y, en particular, Marcos, mi hijo. Saludaos mutuamente con el beso de la caridad. La paz esté con todos vosotros que estáis en Cristo.
1 Ped 5,5b-14

La vida cristiana es una guerra constante. Una guerra en la que las armas de la victoria son la humildad, la sobriedad, la fidelidad y la confianza plena en el Señor. 

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24.04.17

Tenéis que nacer de nuevo

Evangelio del lunes de la segunda Semana de Pascua:

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».
Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.
No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Jn 3,1-8

¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo?, preguntó Nicodemo. Y cabe añadir, ¿cómo puede nadie nacer de motu proprio? La vida se nos regala siempre. Es un don. No es algo que obremos por nuestra propia voluntad. 

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23.04.17

Bienaventurados los que sin haber visto hayan creído

Evangelio del segundo domingo de Pascua, domingo de la Divina Misericordia:

Al atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, con las puertas del lugar donde se habían reunido los discípulos cerradas por miedo a los judíos, vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo: -La paz esté con vosotros.
Y dicho esto les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron.
Les repitió: -La paz esté con vosotros. Como el Padre me envió, así os envío yo.
Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos.
Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: -¡Hemos visto al Señor!
Pero él les respondió: -Si no le veo en las manos la marca de los clavos, y no meto mi dedo en esa marca de los clavos y meto mi mano en el costado, no creeré
A los ocho días, estaban otra vez dentro sus discípulos y Tomás con ellos. Aunque estaban las puertas cerradas, vino Jesús, se presentó en medio y dijo: -La paz esté con vosotros. 
Después le dijo a Tomás: -Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. 
Respondió Tomás y le dijo: -¡Señor mío y Dios mío! 
Jesús contestó: -Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin haber visto hayan creído. 
Muchos otros signos hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no han sido escritos en este libro. Sin embargo, éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
Jn 20,19-31

Comentando este pasaje del evangelio, dice Santo Tomás de Villanueva:

Vemos en este discípulo una resistencia sorprendente; ni el testimonio de muchos de sus hermanos ni al verlos en su dicha les son suficientes para darle la fe. Y es ahí donde interviene el Señor, para cuidar esta fe. El buen Pastor no soporta la pérdida de su oveja (Mt 18,12), Él quien le había dicho a su Padre, “a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió” (Jn 17,12). Que los pastores aprendan  entonces el cuidado que deben manifestar para con sus ovejas, pues el Señor se apareció por una sola. Toda su atención y toda su labor son poca cosa en comparación a la importancia de una sola alma. 

Efectivamente, Dios mismo viene en nuestro auxilio cuando incurrimos en el pecado de la incredulidad. Él es quien nos otorga la fe y cuida de ella cuando la ponemos en peligro. Sólo Cristo es capaz de impedir que se pierda una sola de las almas que le han sido entregadas por el Padre. 

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