InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categorías: Biblia, Antiguo Testamento, Nuevo Testamento

4.08.14

¿Somos de los que no retroceden para perdición?

Todos los salvos han sido predestinados desde antes de la fundación del mundo para la salvación (Efe 1,4). Dios les concede su gracia para que se salven. Toda buena obra que realiza el que se salva es fruto de la gracia de Dios, por lo cual no tiene sentido oponer la idea “salvos por gracia” a “salvos por obras”, a menos que por obras entendamos las “obras de la ley” como objeto de nuestra justificación, que es algo condenado por la Escritura. Pero esa misma Escritura enseña que Dios premia con vida eterna a los que obran el bien (Romanos 2.6-7). Ahora bien, es Dios quien obra en nosotros, tal y como enseña Filipenses 2,13: “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad“; lo cual no quiere decir que nosotros no obremos. No somos unos robots a los que se aprieta un botón y empezamos a producir las obras que Dios ha dispuesto de antemano para que anduviéramos en ellas (Efe 2,10). De hecho, en el versículo anterior al citado de Filipenses se nos pide trabajar en nuestra salvación con temor y temblor (Fil 2,12).

Como le he leído a un hermano separado en un foro, “…la mayor motivación que tenemos para andar el camino asidos de la mano de Cristo es que Él no nos soltará si nuestros dedos afloiaran“. Tan cierto es eso como que “el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1ª Cor 10,12) y “así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1ª Cor 9,26-27). Más quiera Dios que podamos decir que “nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Heb 10,39).

Luis Fernando Pérez Bustamante

22.05.14

La importancia de lo afirmado por el cardenal Baldisseri

Aunque todavía queda tiempo para que se celebre el Sínodo extraordinario de los obispos sobre la familia, se puede decir que las declaraciones que acaba de realizar el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general de dicho sínodo, ayudan mucho a calmar las aguas bravas del río que desembocará en el lago sinodal. Tanto más cuando ese mismo purpurado había realizado tiempo atrás otras declaraciones que no pocos, y no sin razón, agitaron dichas aguas en un sentido ciertamente inquietante para los que creen que la Iglesia debe mantenerse firme, dentro de la caridad, en su fidelidad a la Escritura, la Tradición y su propio Magisterio sobre los sacramentos del matrimonio, la eucaristía y la confesión.

Para todos ellos es muy alentador ver al cardenal italiano citar la Filius Dei, del Concilio Vaticano I, enseñando que “hay que mantener siempre el sentido de los dogmas sagrados que una vez declaró la Santa Madre Iglesia, y no se debe nunca abandonar bajo el pretexto o en nombre de un entendimiento más profundo“. Y es que, aunque también recuerda las palabras de San Juan XXIII en la inauguración del Concilio Vaticano II, señalando que la doctrina de la Iglesia debe ser enseñada hoy “a través de las formas de investigación y de las fórmulas literarias del pensamiento moderno. Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del depositum fidei, y otra la manera de formular su expresión“, lo que queda claro es que no puede enseñarse algo contrario a lo que se ha enseñado siempre.

No voy a comentar acá las tesis del cardenal Kasper, el mismo que ha llegado a decir que si el sínodo no piensa aceptar la comunión de los divorciados vueltos a casar es mejor que no haya sínodo (sic). De eso se está encargando magistralmente Bruno Moreno (*), miembro del consejo editorial de InfoCatólica. Pero no puedo por menos manifestar mi extrañeza y preocupación por el hecho de que en muy poco espacio de tiempo, la Iglesia se haya metido en un debate que, por la propia naturaleza de lo debatido, ya debería estar cerrado.

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15.01.12

Les molesta la Palabra de Dios y los obispos que la predican

Todos los asistentes a la Misa de hoy han escuchado las palabras de San Pablo a los fieles cristianos. Palabras que, como bien confesará cualquiera que se precie de ser católico, son inspiradas por el Espíritu Santo. Por tanto, no son la mera opinión particular de un apóstol, aunque ello ya debería de ser lo suficientemente valorado como para tenerlas en cuenta. No, ese párrafo leído hoy lleva la autoridad del mismísimo Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad, que procede del Padre y del Hijo y que junto con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria.

Sin embargo, a algunos que pretenden hacerse pasar por cristianos, les ha molestado que un obispo, concretamente el de Córdoba, haya usado en su carta de esta semana el texto de 1ª de Corintios (1Co 6,13-15.17-20), en el que San Pablo es tajante al pedir a los cristianos que huyan de la fornicación. Ni que decir tiene que se refiere a las relaciones sexuales fuera del matrimonio, incluso las que no implican adulterio.

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10.02.11

Perlas de un buen Congreso

Sagrada Biblia, versión oficial CEEDesde el lunes hasta ayer miércoles Madrid ha sido testigo de un interesantísimo congreso sobre la Palabra de Dios con motivo de la publicación de la versión oficial de la Biblia en nuestro idioma para la Iglesia en España. Vaya por delante mi felicitación a la Conferencia Episcopal Española por haber llevado a feliz término ese proyecto, que sin duda puede convertirse en una herramienta importante para todo el pueblo de Dios que peregrina en este país. A pesar de que algunos personajes mal intencionados ven motivaciones extrañas y/o perversas en la publicación de una versión oficial, lo cierto es que la misma no desmerece en nada al resto de versiones que se puede comprar en las librerías de este país. Por ejemplo, los kikos van a seguir usando la Biblia de Jerusalén y dudo que la Universidad de Navarra deje de vender su Biblia.

Menudencias mediáticas aparte, al que conoce un poco la historia de la Iglesia, sabe que ha sido habitual la búsqueda de un texto bíblico común para los fieles. La Vulgata es un ejemplo de ello pero no el único. De hecho, en otras confesiones cristianas ocurre lo mismo. La mayoría de los protestantes de lengua inglesa siguen usando la King James Version. Y los que hablan español usan sobre todo la Reina Valera, versión del 1960.

Volviendo al congreso, le he seguido a través de la web dedicada al mismo. Las retransmisiones han gozado de una buena calidad técnica y sin cortes. Además, la oficina de prensa de la CEE nos ha enviado a los medios el texto de la totalidad de las ponencias, aunque se da la circunstancia de que algunos de los conferenciantes no pudieron leer la totalidad de lo que habían preparado por falta de tiempo.

De entre todas las intervenciones que escuché -el resto las pienso leer-, y sin desmerecer al resto, las que más me gustaron fueron las del cardenal Ouellet, la del P. Ignacio Carbajosa, la del P. Juan Miguel Ferrer y la de Mons. Luis Francisco Ladaria.

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22.12.10

El "Jesús" de Pagola: La larga agonía de un libro heterodoxo

Yo no sé si la Congregación para la Doctrina de la Fe ha retirado alguna vez el nihil obstat concedido por un obispo a un libro. Es posible que sí, pero no me viene ninguno a la memoria. Y desde luego, menos recuerdo que una medida tan contundente se haya aplicado a un obispo y un libro de este país. Pero así ha ocurrido con Monseñor Uriarte y la versión corregida del “Jesús. Aproximación histórica” de José Antonio Pagola.

Desde que la primera versión de dicho libro salió a la venta, varios obispos españoles vieron en el mismo un peligro para la fe de los fieles. Uno de ellos, Mons. Demetrio Fernández, decidió publicar una carta pastoral advirtiendo de que “el Jesús de Pagola no es el Jesús de la fe de la Iglesia“. Posteriormente, la Comisión Para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española hizo pública una nota en la que la obra del teólogo vasco no quedaba precisamente bien parada. Creo que merece la pena volver a leer dicha nota para comprender la gravedad del caso.

Si en ese momento Pagola hubiera aceptado la retirada del libro, la polémica no habría ido más allá. Pero no. Decidió seguir adelante y, cuando ya habían salido ocho ediciones en español, recurrió a modificar un poco las expresiones más comprometedoras para “librarse” del juicio doctrinal recibido hasta entonces. Y además contó con el decisivo apoyo de Mons. Uriarte, quien en su última etapa como obispo de San Sebastián, no parecía dispuesto a que uno de los teólogos de más renombre de su diócesis quedara mal parado y concedió el nihil obstat a la obra.

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