InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categorías: Biblia, Antiguo Testamento, Nuevo Testamento

10.05.17

Yo soy la luz que ha venido al mundo

Evangelio del miércoles de la cuarta semana de Pascua

Jesús clamó y dijo: -El que cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. Y si alguien escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. Quien me desprecia y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ésa le juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, Él me ha ordenado lo que tengo que decir y hablar. Y sé que su mandato es vida eterna; por tanto, lo que yo hablo, según me lo ha dicho el Padre, así lo hablo.
Jn 12,44-50

Leemos en el Catecismo (art. 245) que la Iglesia reconoce al Padre como “la fuente y el origen de toda la divinidad” (Concilio de Toledo VI, año 638: DS 490). Del Padre proceden las otras dos personas de la Trinidad. Es por ello que el Hijo habla por Él y en Él. Cristo afirma lo mismo del Espíritu Santo: 

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9.05.17

Nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre

Evangelio del martes de la cuarta semana de Cuaresma:

Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, lo que me ha dado, es mayor que todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno»
Jn 10,22-30

Es de mucha tranquilidad para los fieles cristianos saber que Cristo mismo custodia nuestras almas. Él es absolutamente tajante: nada ni nadie puede arrebatarnos. Somos de su propiedad. De hecho, esa es la voluntad del Padre:

Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Juan 6,39

Y es lo que enseña el apóstol San Pablo:

Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Rom 8,38-39

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8.05.17

También a los gentiles les ha concedido Dios la conversión para la Vida

Primera lectura del lunes de la cuarta semana de Pascua

Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios.
Y cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le reprochaban: -¡Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos! -le decían.
Pedro comenzó a explicarles de forma ordenada lo sucedido: -Estaba yo orando en la ciudad de Jope cuando tuve en éxtasis una visión: cierto objeto como un gran mantel bajaba del cielo sujeto por sus cuatro puntas y llegó hasta mí. Lo miré con atención y vi en él cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y aves del cielo. Oí entonces una voz que me decía: «Levántate, Pedro, mata y come». Yo respondí: «De ningún modo, Señor, porque jamás ha entrado en mi boca nada profano o impuro». Pero la voz venida del cielo me dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano». Esto ocurrió tres veces; y al fin todo fue arrebatado al cielo.
Inmediatamente después se presentaron tres hombres en la casa donde estábamos, enviados a mí desde Cesarea. Y me dijo el Espíritu que fuese con ellos sin ningún reparo. Vinieron también conmigo estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre. Él nos contó cómo había visto en su casa un ángel que, de pie, le decía: «Manda aviso a Jope y haz venir a Simón, llamado Pedro, quien te dirá palabras por las que seréis salvados tú y toda tu casa».
Y cuando comencé a hablar, descendió sobre ellos el Espíritu Santo, igual que al principio lo hizo sobre nosotros. Entonces recordé la palabra del Señor cuando decía: «Juan bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo». Si Dios les concedió el mismo don que a nosotros, que creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?
Al oír esto se tranquilizaron y glorificaron a Dios diciendo: -Luego también a los gentiles les ha concedido Dios la conversión para la Vida.
Hch 1,11-16

Durante muchos siglos Israel había tenido la conciencia de ser un pueblo elegido, apartado por Dios del resto de pueblos del mundo. Los judíos esperaban a SU Mesías, que habría de salvarles a ELLOS. Pero Cristo, aun habiendo sido enviado a la Casa de Israel (Mat 15,24), vino a salvar a todo el género humano. 

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7.05.17

Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante

Evangelio del cuarto domingo de Pascua:

En verdad, en verdad os digo: “el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños".
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: “En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante“.
Jn 10,1-10

Estamos las manos del Buen Pastor. Solo a Él debemos escuchar. Debemos cerrar nuestros oídos a los que buscan robarnos la salvación. Debemos negarnos a seguir los pasos de quienes nos muestran una senda distinta a la marcada por Cristo. Y debemos ser fieles aunque nos causa “problemas". Esto nos dice San Pedro:

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6.05.17

Es dura esta enseñanza, ¿quién puede escucharla?

Evangelio del sábado de la tercera semana de Pascua:

Al oír esto, muchos de sus discípulos dijeron: -Es dura esta enseñanza, ¿quién puede escucharla?
Jesús, conociendo en su interior que sus discípulos estaban murmurando de esto, les dijo: -¿Esto os escandaliza? Pues, ¿si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada: las palabras que os he hablado son espíritu y son vida. Sin embargo, hay algunos de vosotros que no creen.
En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que le iba a entregar. Y añadía: -Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre.
Desde ese momento muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él.
Entonces Jesús les dijo a los doce: -¿También vosotros queréis marcharos?
Le respondió Simón Pedro: -Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios.
Jn 6, 60-69

Cuando Cristo dijo que debíamos comer su carne y beber su sangre, muchos de sus discípulos le abandonaron. Él no intentó convencerles retirando la enseñanza que les acababa de dar. Cuando dice “las palabras que os he hablado son espíritu y son vida” no está negando, como neciamente enseñan casi todos los protestantes, que no hay que comer su carne y beber su sangre. Está diciendo que SUS palabras, es decir, TODAS las que había pronunciado antes, eran absolutamente verdaderas.

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