InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Anti-magisterio

24.03.08

Los dramaturgos del siglo I

Juan Masiá Clavel, sj
El insigne y nunca bien ponderado miembro de la Compañía de Jesús, padre Juan Masiá Clavel, con motivo de un post sobre la ¿resurrección? de Cristo nos regaló ayer una de esas perlas con las que acostumbra a apoyar sus catoliquísimas tesis doctrinales:

Ya sabemos, por la hermenéutica, que Lázaro no fue devuelto a la vida milagrosamente por Jesús, sino que el capítulo 11 del evangelio según Juan es una dramatización narrativa del evangelista para escenificar y repensar la verdad profunda de que Jesús es la Resurrección y la Vida, liberando así al discipulado del miedo a la muerte.

Ay, ignorante de mí, que no sabía tal cosa. Ay, cuán estúpido y crédulo soy que me he tragado toda mi vida que Lázaro existió, que realmente murió y que Cristo le resucitó cuando su cuerpo ya presentaba obvios síntomas de descomposición. Pues no, no es así. La hermenéutica dice que naranjas de la China. Que lo que ocurre es que los evangelistas tenían la vocación oculta de guionistas de teatro -entonces no había cine-, y aprovecharon los evangelios para dar rienda suelta a su imaginación y destapar el dramaturgo que llevaban dentro. Por supuesto, con motivos muy beatíficos como es el de evitar que la gente tenga miedo a morir. ¿Y qué mejor manera de acabar con ese miedo que presentar a Cristo resucitando a la gente? Está claro. Veinte siglos creyendo que era historia lo que en realidad era un drama mitológico.

Como quiera que Masiá es más listo de lo que parece, no llega a decirnos abiertamente que los relatos sobre la resurrección de Jesucristo son más o menos lo mismo con un poco de más adorno dramático, pero yo tiendo a pensar que eso es lo que en su corazón cree. Es decir, sospecho que Masiá no cree que el cuerpo de Cristo se levantó de entre los muertos. Sospecho que para él la resurrección ocurrió más bien en la imaginación de los discípulos del Señor, en el corazón de una fe que supo ver más allá de la muerte física el triunfo de unos ideales que bla, bla, blaaaaa, bla…. Al fin y al cabo, la hermenéutica también está para eso. Si sirve para presentar lo de Lázaro como una dramatización, no digamos nada el “peazo” drama que sale de un Cristo que carga una cruz, sube al Calvario, muere y…. su cuerpo se lo comen los gusanos como a todo hijo de vecino. Viva la hermenéutica que limpia nuestra fe de aspectos infantiloides y mitológicos. Vivan los sacerdotes como Torres Queiruga y los jesuitas como Masiá. Abajo las caenas de la credulidad fundamentalista preconciliar y arcaica.

¿Sabéis lo peor de todo esto? Que la Iglesia no hace apenas nada para librarse de esta gangrena que nos corroe por dentro. La Iglesia permite que desde su seno se hagan afirmaciones que minan la fe de la gente sencilla, que sirven para alimentar la carcoma de los que disfrutan viviendo en la heterodoxia sesentayochista, que consiguen el aplauso complacido de un mundo que no quiere verse enfrentado ante la locura de la cruz y del verdadero evangelio. Masiá es un síntoma de la Iglesia del postconcilio. Masiá es un titular de prensa cotidiano que nos anuncia en manos de quién está hoy Aquella que Cristo dijo que construiría sobre la fe y la persona de Pedro. Menos mal que algunos seguimos creyendo que las puertas del Hades no prevalecerán. Para pocas cosas se necesita tener tanta fe como para confiar en aquella promesa de Cristo.

Luis Fernando Pérez Bustamante