InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Anti-magisterio

1.02.15

La Iglesia, hospital del alma, no cementerio

Hay dos frases que pueden parecer lo mismo pero no lo son:

1- Ser católico no es una simple adhesión intelectual a una serie de artículos de fe expresados en el credo o en el catecismo. 

2- Ser cristiano no es una adhesión intelectual a una serie de artículos de fe expresados en el credo o en el catecismo. 

La única diferencia entre ambas afirmaciones es la palabra “simple". Que podría ser también “solo". Pero esa diferencia es fundamental para comprender lo que lleva viviendo la Iglesia desde hace décadas. Son multitud los bautizados que creen que la frase correcta es la segunda y no la primera. Craso error. Momumental error. Peligrosísimo error. Ellos piensan que se puede ser católico y no aceptar puntos esenciales de la fe y la moral católica. Es más, creen que la Iglesia debe renunciar a esos puntos, o modificarlos radicalmente, para ponerse más a tono con la sociedad, con el mundo, para atraer a los jóvenes, para ser un verdadero hospital de campaña.

Esa mentalidad es más propia de quien no ha entendido no solo en qué consiste ser católico, sino qué es ser cristiano. Desconocen algo tan elemental como el hecho de que Cristo vino a salvarnos precisamente del pecado, del error, de todo aquello que nos separa de Dios. Y que tal cosa solo puede hacerse desde la raíz del corazón de los hombres.

De poco vale que uno no adultere si tiene el corazón lleno de deseos adúlteros. De poco vale que uno no mate al prójimo si tiene el corazón podrido de odio hacia el vecino. De poco vale ser como el joven rico, que no adulteraba, no mataba, no robaba, no decía falso testimonio y además honraba a su padre y a su madre, si el Señor no ocupa el primer lugar en nuestro corazón, de forma que estemos dispuestos a dejarlo todo en caso de que Dios nos lo pida. La letra no da vida. El Espíritu santo sí.

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3.01.15

Jóvenes católicos en defensa de la fe atacada por su obispo

Hace unos días el obispo de Amberes, Mons. Johan Bonny, hizo unas declaraciones totalmente incompatibles con la doctrina moral de la Iglesia referentes al matrimonio y a la vida sexual. Entre otras lindezas, dijo:

«Debemos buscar en el seno de la Iglesia un reconocimiento formal de la relación que también está presente en numerosas parejas bisexuales y homosexuales. Al igual que en la sociedad existe una diversidad de marcos jurídicos para las parejas, debería también haber una diversidad de formas de reconocimiento en el seno de la Iglesia»

No hubo una reacción inmediata de la Santa Sede. Nada. Pero además de la Santa Sede, existen en el mundo más de 5.100 obispos. Y que nosotros sepamos, ninguno ha manifestado públicamente que las declaraciones del obispo de Amberes eran un conjunto de graves errores contrarios a la Escritura, la Tradición y el Magisterio.

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28.12.14

El obispo de Amberes, contra la Escritura, la Tradición y el Magisterio

Si hace 40 años alguien dice que buena parte de Occidente acabaría celebrando «bodas» entre parejas del mismo sexo, nadie lo habría creído.

Si hace 35 años, tras la celebración de un sínodo de obispos católicos sobre la familia y la exhortación post-sinodal papal que le siguió, la Familiaris consortio, alguien hubiera dicho que otro sínodo hubiera emanado un «documento intermedio» que incluyera la siguiente afirmación, «sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas«, nadie lo habría creído.

Y si además esa persona hubiera dicho que un obispo católico afirmaría que «debemos buscar en el seno de la Iglesia un reconocimiento formal de la relación que también está presente en numerosas parejas bisexuales y homosexuales. Al igual que en la sociedad existe una diversidad de marcos jurídicos para las parejas, debería también haber una diversidad de formas de reconocimiento en el seno de la Iglesia«, posiblemente habría sido remitida a un psiquiatra.

Y sin embargo, hoy se celebran «bodas» entre homosexuales, el pasado sínodo tuvo una relatio post disceptacionem con el texto ya citado y el obispo de Amberes, Mons. Johan Bonny, acaba de pedir que la Iglesia acepte esa barbaridad, sin que hasta el momento se sepa de su cese inmediato como pastor de la grey católica que tiene encomendada.

El prelado belga opina que la Iglesia necesita urgentemente encontrar una conexión con la sociedad moderna. ¿Y en qué consiste dicha conexión? En aceptar cualquier cosa que a la sociedad le parezca bien. Ahora puede ser el «matrimonio» entre homosexuales, mañana puede ser el aborto o la eutanasia, pasado mañana la ejecución de los niños ya nacidos (ver 12 y 3) y dentro de cierto tiempo las relaciones sexuales entre adultos y niños -existe un partido en Holanda que lo promueve-. Basta que algo sea aceptado por una mayoría de ciudadanos para que la Iglesia lo asuma.

Es evidente que quien afirma algo así no solo no tiene la fe católica, sino que de haberla tenido alguna vez, ha caído en la peor de las apostasías. Pero no estamos ante un seglar despistado, ante un sacerdote ingeniosamente hereje o ante un catedrático de teología a punto de ser retirado de la docencia. No, estamos ante un sucesor de los apóstoles, ante un obispo de la Santa Madre Iglesia.

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26.12.14

Al P. Masiá cabe "agradecerle" que sea claro en su herejía

Llevamos camino de un año viendo como se intenta de nuevo -ya se hizo durante el papado de San Juan Pablo II- introducir en la Iglesia una herejía, consistente en proponer que se dé la comunión a quienes Cristo llama adúlteros. Herejía que afecta gravemente a tres sacramentos: matrimonio, eucaristía y confesión.

Aunque varios blogueros hemos escrito artículos sobre la cuestión, es Bruno Moreno quien le está dedicando más atención. Lo último ha sido un post sobre unas desafortunadísimas declaraciones del cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona.

Sin embargo, algunos cardenales, obispos y teólogos que nos quieren vender como caballo alazán la burra coja de la comunión de adúlteros, intentan guardar las apariencias diciendo que no pretenden atentar contra la indisolubilidad del matrimonio. Es más, apelan, para vergüenza de ellos, a la misericordia de Dios, a la necesidad de acoger a todos en la Iglesia, como si la gracia divina, tal y como nos recuerda Mons. Demetrio Fernández en su última carta semanal, no fuera capaz de liberarnos del pecado. Dice el obispo de Córdoba:

Lo que el hombre no es capaz de conseguir por sus solas fuerzas, y ni siquiera con la ayuda de los demás, puede alcanzarlo con la gracia de Dios, que quiere hacer feliz al hombre, salvándole de su debilidad y de su pecado.

Hay otros que no se andan por las ramas cuando de lo que se trata es de pisotear las palabras de Cristo y la fe de la Iglesia. Es el caso del P. Juan Masiá, sacerdote jesuita, que acaba de escribir un artículo en El País pidiendo abiertamente que la Iglesia acepte el divorcio. No solo el civil, sino también el religioso. Es más, tiene el valor de pedir tal cosa en nombre de la “dignidad de los cónyuges”

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23.10.14

No saben bien quién es la Iglesia ni quién es su Señor

Ante la cada vez más enconada guerra en defensa de la verdad, en defensa del poder de la gracia para transformar las vidas, en defensa de la misericordia auténtica de Dios, que nada tiene que ver con esa farsa que aboga por acoger a los pecadores dejándoles esclavos en sus pecados, algunos creen que ya han obtenido una victoria consistente en ningunear, despreciar y abrogar el magisterio bimilenario de la Iglesia de Cristo en materia matrimonial, penitencial y eucarístico.

Todos ellos tienden a ignorar lo siguiente:

1- Que la Iglesia de Cristo es columna y baluarte de la verdad (1 Tim 3,15), no una veleta que gira según marca el Príncipe de la potestad del aire (Efe 2,2), acomodándose a lo que quiere el mundo.

2- Que la Escritura ya nos advirtió sobre ellos y, por tanto, superado el estupor inicial, estamos prevenidos:

… pues vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana doctrina, antes, deseosos de novedades, se rodearán de maestros conforme a sus pasiones, y apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas.

(2ª Tim 4,3-4)

Como hubo en el pueblo profetas falsos, así habrá falsos doctores, que introducirán divisiones perniciosas, llegando hasta negar al Señor que los rescató, y atraerán sobre sí una repentina ruina.  Muchos les seguirán en sus liviandades, y, por causa de ellos, será blasfemado el camino de la verdad.

(2ª Ped 2,1-2)

3- Que los apóstoles nos han dado instrucciones a los fieles sobre lo que debemos hacer:

Vosotros, pues, amados, que de antemano sois avisados, estad alerta, no sea que, dejándoos llevar del error de los libertinos, vengáis a decaer en vuestra firmeza.  Creced más bien en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo. A El la gloria así ahora como en el día de la eternidad. 

(2ª Ped 3,17-18)

Os recomiendo, hermanos, que tengáis los ojos sobre los que producen divisiones y escándalos en contra de la doctrina que habéis aprendido, y que os apartéis de ellos,  porque ésos no sirven a nuestro Señor Cristo, sino a su vientre, y con discursos suaves y engañosos seducen los corazones de los incautos.

(Rom 16,17-18)

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