Dejen de alimentar e hidratar a mi madre
Ya tenemos el primer caso de un paciente en el que el Estado -la Junta de Andalucía lo es- ordena a los médicos que dejen de alimentarle e hidratarle para que muera. Ocurre en un hospital onubense, con nombre de advocación mariana. Una mujer está en coma y su hijo ha decidido que no debe seguir viviendo más. Él dice que su madre había advertido antes que no quería que la mantuviesen viva en esas condiciones. No sabemos si dice la verdad o no, pero es lo mismo. El caso es que esa señora va a morir en breve por deshidratación. O sea, de sed, aunque posiblemente no llegue a sentir esa sed. Digo posiblemente porque no hay manera segura de saber que un enfermo de coma no siente nada. No sería la primera vez que alguno de ellos se ha despertado tras vivir varios años en esa condición y ha dicho que se enteraba de todo.
Lo primero que me pregunto es qué sentido tiene que la retiren la sonda nasográstica. Ya que han ordenado su muerte, que le pongan una inyección para acabar antes. Para el caso, es lo mismo. Fuera hipocresías. Pensar que alimentar e hidratar a un enfermo es un encarnizamiento terapéutico es tal salvajada, que no veo manera de que se pueda argumentar que no estamos ante un caso de eutanasia. Hay muchos enfermos irreversibles que no se valen por sí mismos y que morirían si no se les ayudara a comer y beber. Por ejemplo, los ancianos con Alzheimer o demencia senil. ¿Cuánto tardaremos en asistir al primer caso en que se les deje morir de hambre y de sed, sedándolos para que no sufran?