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6.03.19

Cuando a cardenales y obispos les da igual lo que enseña la Iglesia

En abril del año pasado, el cardenal Schönborn, arzobispo de Viena, tuvo a bien decir que la ordenación de mujeres como diaconisas, presbíteras y obispas -¿obispesas?- es algo posible si lo decide un Concilio ecuménico.

Días atrás, el arzobispo de Gatineau (Quebec, Canadá), Mons. Paul-André Durocher, ha sugerido exactamente lo mismo. Tras desear que se apruebe la ordenación de diaconisas, dice lo siguiente sobre la ordenación de mujeres como sacerdotisas:

El problema en ese nivel es que el Papa dijo que no se podía cambiar el que las mujeres no pueden ser sacerdotes. La única forma de lograr ese cambio sería mediante un Concilio ecuménico de todos los obispos sobre ese tema, y eso no sucederá en mucho tiempo“.

Bien, ahora lean ustedes estos párrafos finales de la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis, de San Juan Pablo II, Papa:

Si bien la doctrina sobre la ordenación sacerdotal, reservada sólo a los hombres, sea conservada por la Tradición constante y universal de la Iglesia, y sea enseñada firmemente por el Magisterio en los documentos más recientes, no obstante, en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible, o incluso se atribuye un valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a tal ordenación.

Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.

Caben dos posibilidades:

1- Que el cardenal Schönborn y el arzobispo Durocher no sepan leer o no tengan capacidad de asimilar lo que leen. No parece posible que sea así, pero…

2- Que al cardenal Schönborno y el arzobispo Durocher les importe un pimiento lo que la Iglesia ha definido de forma infalible. Sí, he dicho infalible, pero no solo lo digo yo.

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28.02.19

Normas elementales para tratar delitos e inmoralidades

S.E.R. Ricardo Blázquez, cardenal de la Santa Madre Iglesia, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, dijo ayer en rueda de prensa que los obispos españoles están a la espera de que la Santa Sede envíe una serie de normas para el trato de los abusos sexuales cometidos y por cometer por parte de sacerdotes.

Sinceramente cuesta entender que los obispos del mundo entero necesiten que Roma les diga cómo tienen que actuar ante el caso de un cura que abusa de un menor. Todos los padres saben perfectamente cómo actuar si les dan evidencias creíbles de que un sacerdote ha abusado de alguno de sus hijos, pero no hace falta ser padre para tal cosa.

Ahora bien, ¿qué nos dice la Escritura sobre lo que conviene hacer? 

Primero de todo, no aceptar así como así cualquier acusación:

No admitas una acusación contra un presbítero, a menos que se apoye en dos o tres testigos.
1Ti 5,19 

Segundo, recordar que corresponde a las autoridades civiles ser ministros de Dios para el castigo de los delincuentes:

…. la autoridad es un ministro de Dios para bien tuyo; pero si haces el mal, teme, pues no en vano lleva la espada; ya que es ministro de Dios para aplicar el castigo al que obra el mal.
Rom 13,4

Tercero, obedecer al apóstol San Pablo sobre lo que hay que hacer con los inmorales que persisten en serlo:

En la carta que os escribí os decía que no os juntarais con los inmorales. No me refería a los inmorales de este mundo, ni tampoco a los codiciosos, a los estafadores o idólatras; para eso tendríais que salir de este mundo. Lo que de hecho os dije es que no os juntarais con uno que se llama hermano y es inmoral, codicioso, idólatra, difamador, borracho o estafador: con quien sea así, ni compartir la mesa.
¿Acaso me toca a mí juzgar a los de fuera? ¿No es a los de dentro a quienes juzgáis vosotros? A los de fuera los juzgará Dios. Expulsad al malvado de entre vosotros.
1ª Cor 5,9-13

Como ven ustedes, no hace falta ser doctor en teología moral para comprender cómo se ha de proceder ante este tipo de situaciones.

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25.02.19

La única solución posible a la crisis de la Iglesia

Es la primera vez que cuento esto de forma pública, pero lo creo necesario.

Ávila, España, principios de siglo XXI. II Congreso Camino a Roma -testimonios de protestantes convertidos al catolicismo- celebrado por Miles Iesu en este país. Con la presencia de dos cardenales curiales: los colombianos Castrillón Hoyos y López Trujillo, ambos ya fallecidos. En el programa figuraba una intervención del cardenal Castrillón. Dio una charla de “aliño", en la que como cabía esperar habló de la situación con la FSSPX, y al finalizar, mientras iba camino de la salida, levantó la voz para que todos los presentes le pudieran oír. Seguramente no soy capaz de repetir sus palabras exactas, pero me acuerdo perfectamente del sentido de las mismas:

“Queridos fieles, en cuanto a los escándalos que salen en los medios de comunicación de sacerdotes que han cometido inmoralidades, recordad: una vez sacerdote, sacerdote para siempre. Debemos proteger a nuestros sacerdotes, nunca denunciarles".

Algunos de los presentes, ciertamente no todos y no la mayoría, aplaudieron. Yo, que debía dar mi testimonio poco después y que había regresado a la Iglesia apenas año y medio antes, me quedé pensando si lo mejor no era salir corriendo de allí. Era todo un cardenal defendiendo públicamente a sacerdotes abusadores sin hacer la menor mención a sus víctimas. 

Las palabras del purpurado colombiano reflejaban bien a las claras lo que buena parte de la jerarquía católica de finales del siglo XX pensaba acerca de los abusos sexuales cometidos contra niños y adolescentes. Es más, seguramente también reflejaba lo que muchos cardenales y obispos pensaban que había que hacer con sacerdotes cuya inmoralidad sexual era patente, aunque no estuvieran menores de edad involucrados. Lo importante era proteger a esos curas indignos. 

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18.02.19

Caso McCarrick, ¿quién se cree qué?

El 11 de febrero de 2019, la Congregación para la Doctrina de la Fe impuso la pena de dimisión del estado clerical al ex-cardenal Theodore McCarrick. Cinco días después la sentencia se hizo pública. No cabe recurso del condenado. Sus delitos son «insinuaciones en la confesión y violación del Sexto Mandamiento del Decálogo con menores y adultos, con el agravante de abuso de poder».

El señor McCarrick tiene 88 años, lo cual hace pensar que no le queda mucho tiempo antes de presentarse ante el Señor para rendir cuentas. Según la fe católica, si se arrepiente verdaderamente y se confiesa de sus pecados, podrá salvarse. Es más, si cumple los requisitos requeridos, puede alcanzar la indulgencia plenaria, que supone la remisión de la pena temporal por sus pecados.

Eso me lleva a hacer las primeras preguntas: Si D. Theodore McCarrick, además de confesarse con cualquier sacerdote, hace una confesión pública de sus pecados y pide perdón por ellos, ¿qué razón habría para mantenerle la pena? ¿acaso no se perdona y se hace regresar a la comunión eclesial a los herejes y cismáticos que se arrepienten de sus errores? 

Dicho eso, vamos a ser claros. ¿Alguien puede creerse de verdad que las andanzas de McCarrick no eran conocidas desde hace mucho tiempo tanto en la Iglesia en Estados Unidos como en Roma? O sea, como planteó Shawn McKnight, obispo de Jefferson City (Missouri, EE.UU), en agosto del año pasado:

¿Cómo pudo un hermano obispo faltar el respeto con tal insensibilidad a la dignidad de jóvenes, seminaristas y sacerdotes durante décadas sin que nadie le pusiera en su sitio? Es inexplicable para mí.

Esa pregunta nos la hacemos muchos sin necesidad de leer las famosas cartas de Mons. Viganò, ex-Nuncio en los EE.UU. De hecho, sabemos que a Roma llegaron denuncias sobre MCarrick antes (año 2000) de que el papa Juan Pablo II le creara cardenal (año 2001). Aun más, el cardenal Cacciavillan reconoció que ya en el año 1994 había oído sobre las inmoralidades del sujeto. El P. Boniface Ramsey aseguró que todo el mundo sabía lo que pasaba. Por tanto, nadie puede alegar que no se sabía lo que hacía el ex-cardenal. Es más, así lo aseguró Mons. Steven Lopes, obispo del ordinariato anglocatólico en EE.UU, a finales del pasado mes de agosto:

“Le diré cuál creo que no es una respuesta suficientemente buena. Se trata del desfile de cardenales y obispos que han corrido hacia las cámaras de televisión y mientras sujetan sus cruces pectorales dicen “No sabía nada". No lo creo, y soy uno de ellos. No lo creo".

Y no parece que convenza a muchos el argumento del cardenal Maradiaga, quien aseguró que las inmoralidades de McCarrick eran un asunto privado.

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12.01.19

Reconozcamos los derechos de la regia potestad de Cristo

Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra (Ps 71)

Cuando la Cristiandad es vista como una era tenebrosa. Cuando muchos desdeñan el reinado social de Cristo en las naciones cristianas. Cuando, por ingorancia inducida de multitud de fieles, la Solemnidad de Cristo Rey del Universo ha perdido el sentido originario con el que fue instituida. Cuando se celebran sacrificios constantes a los Baales y los Molocs de sistemas políticos contrarios a la realeza de nuestro Señor, toca escuchar la voz profética de uno de sus Vicarios:

Ahora bien, el nefasto esfuerzo con que no pocos pretenden arrojar a Cristo de su reino, niegan la ley de la verdad por Él revelada y rechazan el precepto de aquella caridad que abriga y corrobora su imperio como con un vivificante y divino soplo, es la raíz de los males que precipitan a nuestra época por un camino resbaladizo hacia la indigencia espiritual y la carencia de virtudes en las almas. Por lo cual, la reverencia a la realeza de Cristo, el reconocimiento de los derechos de su regia potestad y el procurar la vuelta de los particulares y de toda la sociedad humana a la ley de su verdad y de su amor, son los únicos medios que pueden hacer volver a los hombres al camino de la salvación.
Encíclica Summi Pontificatus, 13, Pío XII

No nos engañemos. O Cristo reina en todo, o estaremos bajo la autoridad del príncipe de este mundo, quien ya fue derrotado en la Cruz, pero sigue luchando contra la Iglesia para derribarla del lugar que le corresponde.

O de Cristo y con Cristo, o del mundo y con Satanás.

¡Viva Cristo Rey!

Laus Deo Virginique Matri

Luis Fernando Pérez Bustamante