La sequía en España es doble.
El planeta se calienta y la fe se enfría. Así podría haber titulado este post. Al menos en lo referente a la fe en España. Los últimos datos sobre el número de seminaristas en este país confirman que todavía estamos pasando por un invierno de vocaciones al sacerdocio. Y es de suponer que ese invierno será aún más crudo en cuanto a las vocaciones a la vida religiosa. Se pueden dar muchas explicaciones a lo que ocurre pero creo que todas se resumen en una: la fe católica está en crisis en España. El número de vocaciones no es sino el termómetro de la fe en todo el país. Y no es que tengamos fiebre, no. Es que tenemos una crisis de hipotermia que amenaza con dejarnos paralizados y llevarnos al cadalso.
Por más que obispos y sacerdotes se empeñen, que no siempre lo hacen con la diligencia deseada, de donde no hay no se puede sacar. Hay un fracaso generacional evidente. Un fracaso absoluto de la familia como transmisora de la fe. Y si la fe no se transmite de padres a hijos, ¿cómo van a salir sacerdotes, religiosos y religosas de esos hijos?