InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Evangelio

9.06.09

La Iglesia hace lo que tiene que hacer, tanto si le ahorra dinero al Estado como si no

Siempre que se ha planteado el debate sobre la financiación de la Iglesia, el argumento de lo que la misma le ahorra al Estado ha estado encima de la mesa. Entiendo que ese argumento era muy contundente cuando el porcentaje de la X de la declaración de la Renta no era suficiente para cubrir las necesidades de la Iglesia y el Estado tenía que aportar un pequeño complemento. El mismo era el chocolate del loro comparado con la reducción del gasto público que se logra gracias a la labor de la institución que más hace por los necesitados. Como ahora no hay complemento alguno y la Iglesia sólo obtiene los ingresos que los españoles quieren que obtenga, ese debate debería de haber quedado cerrado.

Los panfletos progres, tanto los publicados en papel como en la red, han insistido vez tras vez en meter la partida del concierto que reciben los colegios católicos en la cuenta de ingresos de la propia Iglesia. Eso es absurdo ya que al Estado le saldría mucho más caro hacerse cargo de la educación gratuita de los niños que acuden a esos colegios. Es decir, los colegios católicos le ahorran un pastón a las cuentas públicas de la nación. Yo soy partidario del cheque escolar, verdadera herramienta para garantizar la libertad de elección de centro, pero no sé muy bien si eso supondría, a día de hoy, más o menos dinero para las arcas del país.

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2.06.09

Certero análisis de la delegación de juventud de la diócesis de Getafe

Se puede decir más alto pero no más claro: “el problema actual de España no radica tanto en las políticas educativas y juveniles laicistas cuanto en la secularización de tantos corazones bautizados que al perder su identidad dejan de ser luz en la oscuridad“. ¿Quién puede negar que hay mucha verdad en esa afirmación de la delegación de juventud de la diócesis de Getafe?

Ciertamente el mayor problema no está en el mal que hacen los malos sino en aquellos que abandonan el bien y la gracia del evangelio para dejarse arrastrar por el mundo. Ahora bien, eso no significa que debamos pensar que las leyes que emanan de los parlamentos no juegan un papel esencial en la descristianización de España. San Pablo decía en Gálatas que la ley mosaica era fue pedagogo que nos llevó a Cristo. También afirma el apóstol que por la ley pudimos saber qué era pecado. Aunque eso se dice de la ley de Dios para el pueblo de Israel, toda ley, religiosa o civil, tiene un componente pedagógico.

Cuando se legaliza para favorecer el aborto, se están lanzando la idea de que el aborto no es lo que es: un asesinato. Cuando se facilita el divorcio o cuando se aprueba una ley que pone a las uniones sexuales al mismo nivel que el matrimonio natural, se está lanzando la idea de que el matrimonio es cualquier cosa, y no sólo la unión entre un hombre y una mujer abierta a la vida y de naturaleza estable. Cuando se aprueban leyes y decretos que atacan directamente a la patria potestad de los padres y tutores sobre sus hijos, se está lanzando la idea de que los niños y jóvenes no deben someterse a la autoridad paterna. Cuando se aprueba una ley del menor que permite que un asesino de 17 años, once meses y 30 días pueda salir a la calle en un espacio corto de tiempo, se está promoviendo directamente la delincuencia juvenil. Y así con todo.

Es decir, aun sabiendo que el problema al que se enfrenta la Iglesia es más de carácter interno, la secularización de gran parte de sus fieles, no debemos de olvidar que el ambiente en el que hoy se desarrolla su misión es cada vez menos favorable. Y ahí es donde surge de nuevo una pregunta esencial: ¿está nuestra Iglesia preparada, más allá de declaraciones de intenciones rimbombantes y de documentos muy elaborados que sólo leen unos pocos, para la tarea de re-evangelizar, o evangelizar por primera vez, a una sociedad que en gran medida ha dado la espalda a Cristo?

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30.09.07

No harán caso ni aunque resucite un muerto

Me pregunto cuántas de las homilías que hoy serán pronunciadas a costa de la lectura del evangelio que corresponde a este domingo harán referencia, siquiera brevemente, a la parte final de las palabras de Cristo, quien pone en boca de Abrahán lo siguiente: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto."

Ciertamente todo lo que precede a esta parte final de la charla entre el rico Epulón y Abrahán ha de ser material para dar una enseñanza clara sobre la maldad intrínseca que existe en los que ignoran la condición de los pobres -recordemos que somos ricos en comparación con la inmensa mayoría de la población de este planeta-, así como sobre la realidad del castigo para los injustos, cuya condición tras la muerte es ya irreversible.

Pero no deberíamos dejar pasar la oportunidad de meditar en lo que el Señor nos quiere decir en la última frase de nuestro padre en la fe. La enseñanza es clara: el que se niega a escuchar, creer y obedecer a la palabra de Dios, no creerá aunque vea algo tan insólito como la resurrección de un muerto. Y su condición será, de no mediar arrepentimiento sincero, la misma que la del rico condenado para toda la eternidad.

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6.08.07

Cristo también se viste de carrilero

No sé cuántos habrá en España, pero sin duda deben ser miles. Me refiero a los carrileros. Son hombres (90-95%) y mujeres que pasan su vida de albergue en albergue, de ciudad en ciudad, durmiendo muchas veces en la calle y comiendo en otras tantas de bocadillos. Durante el mes de julio he podido conocer a unas cuantas decenas de ellos en el centro Fogaril de Cáritas diocesana de Huesca. Y créame el lector que una cosa es leer algún artículo periodístico sobre esa realidad y otra encontrársela cara a cara.

Las razones que pueden llevar a una persona a acabar en el carril son de lo más variadas. Desde la adicción al alcohol hasta la ruptura familiar que provoca la depresión y la desesperación. Desde la enfermedad mental hasta la vida según el modelo del hijo pródigo de los evangelios, derrochador de una herencia copiosa. El caso es que detrás de cada carrilero hay una historia personal plagada de errores o desgracias, o ambas cosas a la vez. Y sin embargo, si dejamos un resquicio abierto en nuestro corazón a la realidad del Reino de Dios, podemos ver a Cristo en medio de ellos. No se trata de idealizar a personas que en muchos casos están recogiendo el fruto de lo que en su día plantaron, pero qué cierto es aquello de que en donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia.

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4.08.07

La pobreza de los ricos

Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
- «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó:
- «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? »
Y dijo a la gente:
- «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: - «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha."
Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mi mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida."
Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para si y no es rico ante Dios.»

Todas las riquezas del mundo no impiden al hombre enfrentarse a un destino seguro: la muerte. Esa señora de tan mala fama, aunque ya fue derrotada por Cristo, todavía iguala a todos, ricos y pobres. Es la frontera que separa esta vida de la venidera, de duración eterna. Y aunque no es una ecuación perfecta, por lo general la riqueza en esta vida suele redundar en pobreza en la siguiente. No porque la riqueza material en sí sea mala, sino porque no suele ir acompañada de un buen uso. Cuanto más rico se es, más responsabilidad se tiene en el uso de los bienes materiales, pues siempre habrá pobres a los que ayudar, enfermos a los que atender y misioneros a los que sostener.

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