InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Evangelio

7.08.11

No vamos a decir que eso es historia

Hoy asistí a Misa en una parroquia de la diócesis de Huesca. No voy a decir ni la localidad, ni el nombre de la parroquia, ni la hora de la Misa, ni quién era el sacerdote que la celebraba. Mi intención no es denunciar a nadie en concreto, sino una situación que se repite aquí y allá.

El evangelio relataba el pasaje de Jesús andando sobre el agua e invitando a Pedro a hacer lo mismo. Como es conocido, no hace falta que lo reproduzca. Al final de la homilía, el sacerdote va y dice: “No vamos a decir que eso es historia…“. Gracias a Dios, yo estaba en la parte de atrás de la iglesia. Pero dos veces he dicho bien alto: “Por supuesto que es historia“. Obviamente los que estaban cerca de mí se han vuelto a ver quién tenía el “valor” de contradecir al cura, que no se ha enterado de lo que yo dije. Si llego a estar más adelante, seguro que se entera.

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24.02.11

La Iglesia quiere una Cáritas más católica

A la hora de preparar la noticia sobre la no reeleción de Lesley-Anne Knight al frente de la Secretaría General de Caritas Internationalis, no he podido por menos que esbozar una sonrisa. Da la sensación de que la famosa diplomacia vaticana no ha funcionado especialmente bien en este caso. Porque por más que los cardenales Bertone y Sarah digan que aprecian la labor de la señorita, o señora, Knight, no han tenido el menor reparo en señalar todo aquello que debe de cambiar en Cáritas, que es una forma bastante clara de señalar lo que no se ha hecho bien hasta ahora.

¿Y qué le falta a Caritas Internationalis? Pues ser más católica. Con eso no se dice que no lo sea, pero es claro que no lo parece del todo. O al menos no como a Roma le gustaría. La Santa Sede quiere ejercer un control más efectivo sobre la que es, sin lugar a dudas, uno de sus brazos caritativos más activos.

Sin duda más de uno se preguntará si se puede trasladar a Cáritas España el juicio de valor que se ha emitido desde el Vaticano sobre Caritas Internationalis. Mi opinión es que no, pero al mismo tiempo afirmo que conviene tener muy en cuenta lo que desde Roma se afirma. Los obispos españoles siempre han dejado claro que Cáritas es Iglesia y la Iglesia es Cáritas. Es decir, no se puede disociar de la Iglesia la labor que realiza esa institución y es obvio que la Iglesia está llamada a dar de comer al hambriento y de beber al sediento.

Como bien dijo hace unos meses el P. Vicente Altaba, delegado episcopal de Cáritas Española: “Cuidado con esta disociación que está en la calle y que a veces nos puede traicionar a los que estamos en Cáritas, porque es una trampa con forma de halago o alabanza. Acabamos tirando piedras a nuestro propio tejado, renegando de nuestra Madre“.

Dijo también don Vicente que, en el fondo, lo que hace Cáritas es evangelizar: “evangelizar es comunicar a los otros el amor de Dios, y eso es la tarea de Cáritas; cuando ejerce bien su función, está siendo un pregonero del amor de nuestro Dios, llevando a los otros la buena noticia de la salvación: podrán ser olvidados y marginados, pero hay un Dios que no es neutral, y que toma partido por ellos, una opción por los pobres. Por eso es una buena noticia para ellos“.

Y tiene razón, pero creo que también la tenemos aquellos que echamos de menos una actividad evangelizadora más “explícita” en Cáritas. Es decir, está muy bien ejercer la caridad cristiana y eso sirve como herramienta evangelizadora, pero dicha actividad no puede suplir el anuncio directo del evangelio y la llamada a la conversión. De hecho, el llamado de Cristo a sus discípulos es el de predicar el evangelio y hacer discípulos en todas las naciones. Él hizo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces después de haber predicado el evangelio, no antes.

La Iglesia no es una ONG caritativa aunque ejerza la caridad. La misión principal de la Iglesia es anunciar a Cristo de palabra y de obra. La mera actividad caritativa no es suficiente. Y quizás ese es un punto que hay que reforzar en Caritas. Por ejemplo, dado que entre sus beneficiarios cuenta con un gran número de personas de otras religiones o católicos alejados de la Iglesia, no está de más que se aproveche la oportunidad para predicarles el evangelio. Y o mucho me equivoco, o eso no se hace. Yo mismo he sido testigo de ello. Hace años asistí a una reunión diocesana donde se abordó la labor de Caritas. Se me ocurrió decir que se podría aprovechar que muchos musulmanes llegaban a aprovisionarse de ropa y comida para intentar hablarles de Cristo. Y la reacción fue inmediata: ¡De ninguna de las maneras!

Esperemos que el nuevo secretario, o secretaria, general de CI, cumpla aquello que la Santa Sede quiere para esta rama tan fructuosa del árbol de la Iglesia.

Luis Fernando Pérez Bustamante

5.12.10

Esperanza y conversión

Estamos en pleno Adviento, tiempo de esperanza, de anhelo de la llegada de Cristo, Rey y Señor de nuestras vidas. Los “maranatas” se suceden en nuestras iglesias, donde la liturgia misma se muestra como el prefacio glorioso al culto eterno que daremos a Dios en el cielo.

Todos estos días atrás hemos oído en misa la voz del profeta Isaías, verdadero precursor de los evangelios en el Antiguo Testamento. En él encontramos el anuncio de la llegada del Salvador. Una llegada de la que hemos contemplado, permítaseme decirlo así, una primera fase, en la que Cristo ha hecho todo lo necesario para salvarnos. Pero aún queda su regreso en gloria y poder para poner a sus enemigos bajo sus pies y reinar por siempre junto a su Iglesia.

Jesucristo, como escuchamos hoy en el evangelio del día, fue precedido del más grande de los profetas nacido de mujer. San Juan Bautista preparó la senda por la que iba a transitar el Redentor. Y lo hizo con un mensaje claro, nítido y revolucionario: conversión, conversión y conversión. Ciertamente no hay mayor revolución que la de un corazón convertido al Señor para cumplir sus mandamientos. No hay fuerza en el mundo capaz de ahogar el bien que nace de las almas que, en el Espíritu Santo, se entregan a Cristo para vivir cumpliendo la voluntad del Padre.

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25.07.10

Que se lo diga mamá

- “Oye, hermano, ¿qué hacemos pues? ¿se lo dices tú o se lo digo yo?”

- “Es que a mí me da `cosa´. Díselo tú”.

- “Claro, qué listo eres. Y si luego me echa la bronca, tú te escabulles y te haces el desentendido”.

- “Mira, se me ha ocurrido una cosa. Hablamos con mamá y que sea ella la que se lo proponga”.

- “Vale, no es mala idea”.

Los dos hermanos se dirigen a su madre y le cuentan sus planes. Ella, que como toda buena madre quiere lo mejor para sus hijos, acepta pero con una condición:

- “Tenéis que venir conmigo”.

- “Pero mamá”, dijeron ambos, “precisamente lo que queremos es que no se nos note mucho”.

- “Nada, nada. O venís conmigo o no voy”.

- “Vayamos los tres”, respondió el mayor.

- “Pero hablas tú, mami”, dijo el pequeño.

Antes de llegar ante Su presencia, Él levantó los ojos y les lanzó una mirada penetrante, como si supiera realmente qué es lo que querían. La mujer sintió como las piernas le temblaban un poco y al menor de sus hijos se le hizo un nudo en la garganta. Sin embargo, no era ella una persona de las que se echaba para atrás una vez que se decidía a hacer algo. Se postró ante los pies del Maestro, quien abrió la boca:

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21.04.10

Y los hombres amaron más las tinieblas que la luz

Prácticamente no hay un solo cristiano evangélico que no se sepa de memoria el versículo 17 (versión Reina Valera del 60) del evangelio de San Juan:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

Son palabras del propio Cristo, que dejan bien a las claras la intención salvífica de Dios y cuál es el único medio para ser salvo. De tal manera que, quien no acepta ese medio, se condena:

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

Como católico, he prestado también atención a los versículos siguientes. Siendo que Cristo es ofrecido gratuitamente al mundo, ¿por qué la mayor parte de los hombres no creen en él? El Señor responde:

Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

Al leer esas palabras de nuestro Señor y Salvador tendemos pensar en todos aquellos que se dedican al mal por sistema. Pensamos en narcos, terroristas, violadores, pedófilos, proxenetas y todo tipo de escoria humana. No es habitual que reflexionemos sobre la gravedad de nuestros propios pecados. A veces parece que Satanás es un principiante comparado con esos seres creados a imagen y semejanza de Dios por los que Cristo dio la vida. ¿Qué mal hay que el hombre no haya practicado a lo largo de la historia? ¿qué salvajada no se ha cometido? ¿qué guerra sangrienta no se ha librado?

En Occidente vivimos en la idea de que el progreso y la libertad nos hace mejores personas. Pero el hombre del siglo XXI no es esencialmente distinto del de hace diez o treinta siglos. Somos más sofisticados a la hora de obrar el mal, pero la naturaleza caída sigue presente allá donde no reina la gracia de Dios. E incluso donde la gracia abunda, sigue la lucha contra el mal. Mucho nos ha de amar Dios para haberse entregado por nosotros a pesar de que somos como somos.

Dice Cristo que el que hace lo malo no viene a la luz para que su maldad no quede manifiesta. Lo vemos en el caso del aborto. Los pro-abortistas odian que se les muestre imágenes de embriones destruidos y de fetos descuartizados. La luz les molesta, les produce erisipela. Quieren que todo quede oculto, porque si todos viéramos, un día sí y otro también, en qué consiste un aborto, es bastante probable que incluso una sociedad tan enferma como la nuestra se levantara y dijera ¡Basta ya!.

Es por ello que una de las tareas ineludibles de la Iglesia consiste en arrojar luz allá donde la maldad reina. Empezando por la que anida entre sus atrios. Acabamos de aprender la lección de que hay más escándalo en la ocultación cómplice de los abusos sexuales que en los propios abusos. Quien tiene la misión de ser luz del mundo no puede poner un manto de tinieblas sobre la maldad de algunos de sus miembros. Dios mismo no lo permite y por eso ha pasado lo que ha pasado.

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