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8.12.14

Que no te engañen

En la Misa de ayer se nos leyó el comienzo del evangelio de San Marcos

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.  Está escrito en el Profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos. Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para  que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén,  confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. 

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se  alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba : “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.  Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo". 

Mc 1,1-8

Previamente se nos había leído el pasaje de Isaías al que hace referencia el evangelista, y también esta cita de la segunda epístola de San Pedro

Queridos hermanos: No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos procedan a arrepentirse

2 Ped, 3,8-9

Que no te engañen. Nadie puede anunciar a Cristo sin mencionar la necesidad de arrepentimiento, confesión y perdón de pecados.

Que no te engañen. La paciencia de Dios para contigo no es para que sigas viviendo en tus pecados, sino para que te arrepientas.

Que no te engañen. Si el bautismo de Juan era para perdón de pecados sin más, el de Cristo conlleva recibir el Espíritu Santo, que te lleva a vivir en santidad.

¿Te parece que es imposible vencer al pecado? ¿te han contado que debes conformarte con tu situación y no buscar la santidad plena? Que no te engañen:

no os ha sobrevenido tentación que no fuera humana, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito, dándoos el poder de resistirla.

1ª Cor 10,13

¿Te han dicho que no es necesario que confieses tus pecados, que Dios sabe que en el fondo eres bueno y te perdona sin más? O, por el contrario, ¿te han dicho que Dios está esperando que hagas la más mínima para condenarte sin remedio? Que no te engañen:

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10.11.14

Insistiremos sin cesar en hablar del poder de la gracia

En el contexto de la nueva evangelización, de la alegría del evangelio, del llamado del papa Francisco a salir a las periferias, es necesario saber con qué contamos para que la labor que realicemos dé el fruto que solo puede producir Dios

Si el Señor nos llama a ser pescadores de hombres, tenemos que saber cuál es nuestra caña de pescar, cuáles nuestras redes, cuál nuestra barca. 

Pues bien, por más que les pese a algunos, nunca hablaremos suficiente de la gracia de Dios. Y por más que les pese a otros muchos, nunca nos cansaremos de escribir sobre la misma. Eso implicará que nos repetiremos, que citaremos los mismos versículos bíblicos, las mismas citas de santos, padres y doctores de la Iglesia, así como del magisterio pontificio. Así debe ser, pues sería muy pretencioso por nuestra parte creer que podemos predicar mejor sobre la gracia, siquiera sea por escrito, usando nuestro propio lenguaje en vez del de la Escritura y aquellos que nos han precedido en la fe como maestros.

Podemos seguir, sin ir más lejos, el ejemplo de Jesucristo:

Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: Convertios, porque se acerca el reino de Dios.

Marco 4,17

y no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia.

Luc 5,32

Y el de San Pedro:

Pedro les contestó: Arrepentios y bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Hech 2,38

Y el de San Pablo:

… anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.

Hech 25,20

Parece claro que debemos predicar el arrepentimiento. Pero ¿de qué se arrepentirá aquel que no tiene conciencia de pecado o de la gravedad del pecado? 

¿Cuántos saben esto?

Pero ahora, libres del pecado y hechos esclavos de Dios, tenéis por fruto la santificación y por fin la vida eterna. Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna en nuestro Señor Jesucristo.

Rom 6,22-23

Y aunque la conciencia es el primer vicario de Cristo y pocos podrán alegar ignorancia invencible respecto a su condición pecadora, ¿cómo podrán arrepentirse si no somos instrumentos dóciles en manos de Dios para convencerles de su absoluta necesidad de implorar el perdón?

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3.09.14

Proselitismo por predicación y por santidad

Benedicto XVI fue el primero en afirmar que la Iglesia no hace proselitismo. En la homilia que predicó en la misa de inauguracion de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en el santuario de Aparecida, Brasil, 13 de mayo de 2007, dijo:

La Iglesia no hace proselitismo. Crece mucho más por “atracción": como Cristo “atrae a todos a sí” con la fuerza de su amor, que culminó en el sacrificio de la cruz, así la Iglesia cumple su misión en la medida en que, asociada a Cristo, realiza su obra conformándose en espíritu y concretamente con la caridad de su Señor.

Algo parecido ha dicho en alguna ocasión el papa Francisco y más recientemente Mons. Osoro, arzobispo electo de Madrid. No sé qué significado puede tener el término proselitismo en alemán o italiano, pero esto significa en español, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua:

Proselitismo
Celo de ganar prosélitos.

Prosélito.
(Del lat. tardío prosely̆tus, y este del gr. προσήλυτος).
1. m. Persona incorporada a una religión.
2. m. Partidario que se gana para una facción, parcialidad o doctrina.

Puede que la palabra haya adquirido mala fama porque es típico de las sectas el ejercer un proselitismo agresivo, que apenas respeta a la persona que es objeto del mismo. Tan cierto es eso como que la misión de la Iglesia es incorporar a los hombres a Cristo para que puedan ser salvos. Y si se les incorpora a Cristo, se les incorpora a la Iglesia y a la religión cristiana que emana del evangelio y el resto de la Revelación. Es más, hacer tal cosa no es una opción. Es un mandato del Señor:

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15.06.14

Creer en Cristo o no creer, esa es la cuestión

La lectura del evangelio de hoy es fundamental para entender en qué consiste la salvación:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
(Jn 3,16-18)

Lo primero en que hemos de fijarnos es en el hecho de que Dios ama al mundo. Dios ama a los hombres. No quiere que se condenen. Su paciencia es enorme. Como dicen varios salmos, el Señor es “lento para la ira y grande en misericordia“. Es precisamente esa paciencia misericordiosa la que explica que Cristo no haya vuelto todavía a juzgar a vivos y muertos: “No retrasa el Señor la promesa, como algunos creen; es que pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia” (2ª Ped 3,9).

¿Qué necesitamos para ser salvos? Creer en Cristo. Pero ojo, no vayamos a engañarnos en la idea de que basta un solafideísmo para ir al cielo. El propio Jesucristo advierte que si creemos EN Él pero no A Él, tenemos un grave problema. Creer en el Señor es obedecer al Señor. Y quien piensa que basta con una mera manifestación externa de fe que no vaya acompañada de una transformación interna, en la gracia de Dios, se equivoca gravemente:

Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será como el varón prudente, que edifica su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, pero no cayó.
Pero el que me oye estas palabras y no las pone por obra, será semejante al necio, que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, y cayó con gran ruina.
Mat 7,24-27)

No en vano, los versículos que siguen inmediatamente a la lectura de hoy, advierten:

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22.05.14

La importancia de lo afirmado por el cardenal Baldisseri

Aunque todavía queda tiempo para que se celebre el Sínodo extraordinario de los obispos sobre la familia, se puede decir que las declaraciones que acaba de realizar el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general de dicho sínodo, ayudan mucho a calmar las aguas bravas del río que desembocará en el lago sinodal. Tanto más cuando ese mismo purpurado había realizado tiempo atrás otras declaraciones que no pocos, y no sin razón, agitaron dichas aguas en un sentido ciertamente inquietante para los que creen que la Iglesia debe mantenerse firme, dentro de la caridad, en su fidelidad a la Escritura, la Tradición y su propio Magisterio sobre los sacramentos del matrimonio, la eucaristía y la confesión.

Para todos ellos es muy alentador ver al cardenal italiano citar la Filius Dei, del Concilio Vaticano I, enseñando que “hay que mantener siempre el sentido de los dogmas sagrados que una vez declaró la Santa Madre Iglesia, y no se debe nunca abandonar bajo el pretexto o en nombre de un entendimiento más profundo“. Y es que, aunque también recuerda las palabras de San Juan XXIII en la inauguración del Concilio Vaticano II, señalando que la doctrina de la Iglesia debe ser enseñada hoy “a través de las formas de investigación y de las fórmulas literarias del pensamiento moderno. Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del depositum fidei, y otra la manera de formular su expresión“, lo que queda claro es que no puede enseñarse algo contrario a lo que se ha enseñado siempre.

No voy a comentar acá las tesis del cardenal Kasper, el mismo que ha llegado a decir que si el sínodo no piensa aceptar la comunión de los divorciados vueltos a casar es mejor que no haya sínodo (sic). De eso se está encargando magistralmente Bruno Moreno (*), miembro del consejo editorial de InfoCatólica. Pero no puedo por menos manifestar mi extrañeza y preocupación por el hecho de que en muy poco espacio de tiempo, la Iglesia se haya metido en un debate que, por la propia naturaleza de lo debatido, ya debería estar cerrado.

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