InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Espiritualidad cristiana

23.04.18

Corriendo hacia la meta

La vida cristiana es un camino. Da igual desde dónde haya empezado cada cual. Da igual las veces que caigamos, pues siempre tendremos la opción de ser levantados por Cristo en el sacramento del perdón. Todos los hijos de Dios estamos llamados a la santidad. Según la gracia recibida, unos llegarán más lejos en esta vida y otros menos, pero nadie está exento de transitar la senda que acaba, si el Señor nos concede el don de la perseverancia final, en el cielo, siquiera sea pasando antes por el purgatorio.

San Pablo nos da una magnfíca exhortación:

No es que ya lo haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús.
Fil 3,12-14

Si un apóstol santo como él se reconocía todavía imperfecto, ¿qué no diremos nosotros? Y sin embargo, él corre y nosotros hemos de correr hacia esa meta.

Debemos tener anhelo de santidad. Anhelo de moldear nuestras vidas completamente por la voluntad de Dios. Anhelo que nos es concedido por Él (Fil 2,13). 

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12.04.18

Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor

Palabra de Dios:

Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer que se llamaba Marta le recibió en su casa.
Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Pero Marta andaba afanada con numerosos quehaceres y poniéndose delante dijo:
-Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en las tareas de servir? Dile entonces que me ayude.
Pero el Señor le respondió:
-Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria: María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada.
Luc 10,38-42

El Señor es bueno para quien espera en Él, para el alma que lo busca. Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
Lam 3,26

Santa Teresa de Jesús;

«Dice en la primera regla nuestra que oremos sin cesar. (Para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer Lc 18,1) Con que se haga esto con todo el cuidado que pudiéremos, que es lo más importante, no se dejarán de cumplir los ayunos y disciplinas y silencio que manda la Orden; porque ya sabéis que para ser la oración verdadera se ha de ayudar con esto, que regalo y oración no se compadece.» (Camino de Perfección 4,2)

«el silencio, que no nos ha de hacer mal» (Camino de Perfección 10, 6) 

«En este templo de Dios, en esta morada suya, sólo él y el alma se gozan con grandísimo silencio.» (VII Moradas 3,11)

«También se pueden imitar los santos en procurar soledad y silencio y otras muchas virtudes, que no nos matarán» (Libro Vida 13,7) 

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30.03.18

Deja a tu Barrabás encerrado en la cárcel

Post publicado en la Semana Santa del 2015

Ayer, domingo de Ramos, dio comienzo la Semana Santa. Durante estos días celebraremos la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor. Y, mucho me temo, seguiremos repitiendo una escena que caraceriza no solo al pueblo judío de aquel tiempo sino al pueblo católico de hoy.

Efectivamente, ayer fuimos todos con nuestras palmas a vitorear al Rey que entra en nuestras vidas subido a un pollino, humilde, sin riqueza externa, sin ejércitos que lo acompañen. En esta semana llenaremos las calles y nos emocionaremos con una saeta que humedece los ojos, con un tronar de tambores que despiertan hasta los muertos si tal cosa fuera posible, con silencios más atronadores que mil cañones. Muchos derramarán lágrimas ante imágenes que despiertan el fervor, que conmueven el alma. No pocos cargarán sobre sus hombros el peso del testimonio visible de la fe de un pueblo… que luego aparca su fe.

Es bueno y necesario que participemos de este derroche de religiosidad popular, siquiera sea paar recordar que alguna vez este país fue verdaderamente católico. Pero no nos engañemos. Los mismos que cantamos o nos emocionanos ante saetas, luego votamos a Pilatos. Esos mismos que golpeamos tambores, elegimos como nuestros representantes a Herodes. Y gran parte de los que llenamos las calles al paso de las procesiones, luego dejamos semivacíos los bancos de las iglesias durante el resto del año.

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13.03.18

Si te han dicho que depende sobre todo de ti, te han engañado

Así que piensas que todo depende esencialmente de ti, o de nosotros, ¿eh?

Pues lee, lee:

Si el Señor no edifica la casa, en vano se afanan los constructores. Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
En vano madrugáis, y os vais tarde a descansar los que coméis el pan de fatigas; porque Él se lo da a sus amigos mientras duermen.
Salm 127,1-2

Ahora bien, si te lo da, no lo desprecies. No seas necio. No seamos necios.

Luis Fernando Pérez

19.11.17

Cristo traicionado, Iglesia traicionada. Salvador e instrumento de salvación

Siendo consciente de la advertencia de San Pedro sobre la enseñanzas de San Pablo en 2ª P 3,15-16, y rogando al Señor que me ayude, me atrevo a escribir estas líneas:

Vosotros, en otro tiempo, estabais también alejados y erais enemigos por vuestros pensamientos y malas acciones; ahora en cambio, por la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, habéis sido reconciliados para ser admitidos a su presencia santos, sin mancha y sin reproche, a condición de que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que habéis escuchado: el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo, del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor.
Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios.
Col 1,22-25

Gran misterio el que apunta San Pablo. No el de que éramos enemigos de Dios por nuestros pecados y el Señor sufrió para que fuéramos reconciliados, siempre que nos mantengamos firmes en la fe. No, el misterio está en lo que añade a continuación. Sus sufrimientos completan lo que falta a los padecimientos de Cristo, para llevar a la plenitud la palabra de Dios.

Mas, ¿qué es la Iglesia sino la plenitud de Cristo?

Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.
Efesios 1,23

Siendo que Cristo padeció, la Iglesia ha de padecer. Y no solo de parte del mundo, sino incluso por la traición desde dentro. Si hubo un Judas que vendió a Cristo por treinta monedas de plata, hoy hay muchos Judas que venden a la Iglesia para obtener el beneplácito y el aplauso del mundo. Ignoran ellos, necios, que el mundo no les amará sino que les tratará con el mismo desprecio que trataron a Judas cuando se dio cuenta del alcance de su traición. 

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