InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Espiritualidad cristiana

7.07.10

Yo me apunto a la "Declaración espiritual de Dependencia de Dios"

Confieso que tengo “debilidad” por Monseñor Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York y, más pronto que tarde, futuro cardenal de la Iglesia. No sólo me gusta lo que predica, que suelo leer en la web de su archidiócesis, sino que además, cuando le veo en algunos vídeos me transmite la imagen viva de aquello que San Pablo afirmaba ser el Reino de Dios: “…justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14,7).

Lo que acaba de proponer el arzobispo de Nueva York es una prueba más de que estamos ante un hombre de Dios llamado a causar un profundo impacto en la comunidad católica, y no sólo católica, de su país. Una nación fundada bajo el lema “In God we trust” no puede perder a Dios como referencia máxima, a menos que quiera cortar sus raíces y echarse a perder.

Ahora bien, tan peligroso es desentenderse de Dios como usar su nombre en vano. Y usan su nombre en vano los que, como Obama, afirman creer en Él pero luego llevan a cabo políticas que profundizan en la cultura de la muerte. También se usa en vano el nombre de Dios cuando se toma como tapadera para meterse en guerras que no encajan en los parámetros de la “guerra justa".

Dice Mons. Dolan que en la sociedad norteamericana “los 10 mandamientos se han convertido en una lista de sugerencias, las 8 Bienaventuranzas un conjunto de ideas bonitas, la Biblia mera literatura, la Iglesia innecesaria, la religión unas muletas para no iluminados, la verdad objetiva una opresión anticuada". Y yo añado que eso mismo ocurre en la sociedad española.

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31.05.10

¿Qué te diré que no sepas, Marcelo?

Mi buen amigo Pablo Ginés nos ha ofrecido desde La Razón una entrevista muy interesante a Marcelo Olima, predicador laico de la Renovación Carismática Católica. Y lo cierto es que Marcelo no se ha cortado ni un pelo. Su análisis sobre la situación de la fe católica en España se resume en una de las respuestas:

En España no sólo me asombra la falta de fe de los jóvenes, sino la falta de valores humanos. Por ejemplo, falta respeto a los mayores, a la familia o a los profesores, que en América aún se mantiene. Allí nunca vi, como en España, que un chaval pegue a una profesora o a su padre. Además, me escandaliza tener profesores, curas, que no creen en los milagros, que dicen que eran cosas de los tiempos de Jesús. ¡Yo he visto muchos milagros y curaciones en mis viajes! O curas que no creen en la Resurrección. Y hay mucho católico “light", que acepta el aborto y el divorcio “exprés". Creo que a muchos clérigos en España les falta ansia por evangelizar, por llegar a la gente. ¡Están contentos con las diez abuelitas que ya tienen en la parroquia, con misas frías, de 20 minutos, sermones que repiten el evangelio sin aterrizarlo en la vida de la gente! En Los Ángeles una misa de domingo parroquial dura hora y media, y si es carismática, dos horas.

Estoy plenamente de acuerdo. Si acaso yo no pondría tanto énfasis en los sacerdotes. Los hay que querrían tener las misas llenas para que sus sermones, bien preparados, encontraran eco. Pero la gente pasa. El evangelio es infinitamente más exigente que el buenismo que muchos querrían oír. La indiferencia de la mayor parte de la juventud española viene dada no sólo por el hecho de que a cierta edad, las hormonas y el conflicto que supone pasar de la infancia a la edad adulta producen una previsible inestabilidad emocional y espiritual, sino sobre todo por la educación que ha recibido en la escuela, en casa y desde los medios de comunicación. La mayor parte de los colegios católicos no marcan ya una diferencia esencial respecto a la escuela pública. Eso es debido en gran medida a la secularización interna, que ha afectado sobre todo a las órdenes religiosas.

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1.05.10

Dios siempre está a nuestro lado

Para los que no han recibido el don de la fe o los que, habiéndolo recibido, lo han arrojado de sus vidas como un trasto inservible antes de que pudiera dar fruto, es imposible entender en qué consiste la vida cristiana. De hecho, los que, sin mérito alguno por nuestra parte, podemos disfrutar de la presencia del Señor en nuestro peregrinaje por este valle de lágrimas, no siempre encontramos el modo de describir en qué consiste la vida de fe. Las palabras siempre se quedan cortas a la hora de expresar algo que tiene lugar en el alma y en el espíritu. Es allá donde, como ocurre en el paraíso, a veces se oyen “palabras inefables que el hombre no puede decir” (2 Cor 12,4). Salvando las distancias, es como intentar describir el estado del enamorado. Se podrá tener más o menos capacidad de usar el lenguaje escrito o hablado para explicarlo, pero sólo quien ha experimentado dicho estado sabe de verdad en qué consiste.

Benedicto XVI, como muchos otros santos y doctores de la Iglesia, ha dicho en repetidas ocasiones que el cristianismo es esencialmente una relación personal del hombre con Dios. Sin duda que hay leyes y normas morales que cumplir, pero el corazón de la vida cristiana es la habitación de Dios en sus hijos. Todo lo empapa, todo lo cubre, todo lo llena con su presencia. Y si nos alejamos, viene de nuevo a llenar el vacío provocado por nuestra necedad en cuando volvemos nuestros ojos a Él.

Ser cristiano no es vivir la vida sin problemas o tener una varita mágica que te libra del dolor, del sufrimiento y de la angustia. Al igual que los incrédulos, padecemos enfermedades, se nos mueren nuestros seres queridos, nos deprimimos ante situaciones difíciles, nos conmovemos ante la desgracia ajena. Incluso en ocasiones se da la circunstancia de que ser seguidor de Cristo hace las cosas más “difíciles” desde el punto de vista del mundo. Los mártires son ejemplo de lo que digo.

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21.04.10

Y los hombres amaron más las tinieblas que la luz

Prácticamente no hay un solo cristiano evangélico que no se sepa de memoria el versículo 17 (versión Reina Valera del 60) del evangelio de San Juan:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

Son palabras del propio Cristo, que dejan bien a las claras la intención salvífica de Dios y cuál es el único medio para ser salvo. De tal manera que, quien no acepta ese medio, se condena:

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

Como católico, he prestado también atención a los versículos siguientes. Siendo que Cristo es ofrecido gratuitamente al mundo, ¿por qué la mayor parte de los hombres no creen en él? El Señor responde:

Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

Al leer esas palabras de nuestro Señor y Salvador tendemos pensar en todos aquellos que se dedican al mal por sistema. Pensamos en narcos, terroristas, violadores, pedófilos, proxenetas y todo tipo de escoria humana. No es habitual que reflexionemos sobre la gravedad de nuestros propios pecados. A veces parece que Satanás es un principiante comparado con esos seres creados a imagen y semejanza de Dios por los que Cristo dio la vida. ¿Qué mal hay que el hombre no haya practicado a lo largo de la historia? ¿qué salvajada no se ha cometido? ¿qué guerra sangrienta no se ha librado?

En Occidente vivimos en la idea de que el progreso y la libertad nos hace mejores personas. Pero el hombre del siglo XXI no es esencialmente distinto del de hace diez o treinta siglos. Somos más sofisticados a la hora de obrar el mal, pero la naturaleza caída sigue presente allá donde no reina la gracia de Dios. E incluso donde la gracia abunda, sigue la lucha contra el mal. Mucho nos ha de amar Dios para haberse entregado por nosotros a pesar de que somos como somos.

Dice Cristo que el que hace lo malo no viene a la luz para que su maldad no quede manifiesta. Lo vemos en el caso del aborto. Los pro-abortistas odian que se les muestre imágenes de embriones destruidos y de fetos descuartizados. La luz les molesta, les produce erisipela. Quieren que todo quede oculto, porque si todos viéramos, un día sí y otro también, en qué consiste un aborto, es bastante probable que incluso una sociedad tan enferma como la nuestra se levantara y dijera ¡Basta ya!.

Es por ello que una de las tareas ineludibles de la Iglesia consiste en arrojar luz allá donde la maldad reina. Empezando por la que anida entre sus atrios. Acabamos de aprender la lección de que hay más escándalo en la ocultación cómplice de los abusos sexuales que en los propios abusos. Quien tiene la misión de ser luz del mundo no puede poner un manto de tinieblas sobre la maldad de algunos de sus miembros. Dios mismo no lo permite y por eso ha pasado lo que ha pasado.

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14.04.10

Mis posts preferidos

Habrá quien no se lo crea o quien me recomiende que vaya al psiquiatra, pero el “Luis Fernando” que suele aparecer en este blog no es exactamente el mismo al que sólo conoce Dios, su mujer y muy pocas personas más. En otras palabras, si alguien me pidiera que eligiera los que creo que son los mejores posts de mi etapa como blogger, o si alguien me preguntara “¿y tú quién eres y cómo vives o querrías vivir tu fe cristiana?", mi respuesta sería esta lista:

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