InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Espiritualidad cristiana

18.08.14

No mires atrás y sí hacia la meta

Son varias las ocasiones en las que la Escritura nos indica que en nuestra vida espiritual no conviene mirar hacia lo que dejamos atrás, sobre todo si ese pasado está lleno de pecado. Cuando la mujer de Lot desobedeció la orden de no mirar hacia atrás, quedó convertida en estatua de sal. Cuando un hombre quiso seguir a Cristo y le pidió permiso para despedirse de los suyos, el Señor le respondió con contundencia: “Nadie que, después de haber puesto la mano sobre el arado, mire atrás, es apto para el Reino de Dios” (Lc 9,62). Dios no exigiría radicalidad sino la concediera por su gracia, así que si nos pide que no miremos atrás, es porque nos concede mirar solo hacia adelante.

Puede que muchos se preocupen de las consecuencias de sus pecados pasados. Más de uno dirá “si yo hubiera actuado así…¡qué bien me habría ido!". Como si la gracia de Dios quedara sin efecto y no pudiera hacer que te vaya bien una vez te acojas a ella. Es cosa buena y necesaria sentir pesar por nuestras ofensas a Dios y a los hermanos. Es imprescindible pedir perdón por ellos y repararlos, en la medida que se nos conceda. Pero, si verdaderamente estás en Cristo, no te atan, no te impiden alcanzar aquello que Dios ha preparado para tu vida.

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17.08.14

Ora sin cesar

¿Estudias la Biblia? ¿meditas en ella a la luz del Espíritu Santo y bajo la autoridad del Magisterio? Haces bien.

¿Vas a Misa los domingos y días de precepto? ¿te confiesas cuando debes? ¿tomas la Eucaristía como verdadero alimento del alma? Haces bien.

¿Procuras llevar a cabo con alegría las buenas obras que Dios preparó de antemano para que hicieras un vez fueras justificado por la gracia y por la fe en el Salvador? ¿Anhelas vivir más en el espíritu en vez de en la carne? Haces bien.

Y si todo eso haces, debes saber que lo haces porque Dios obra en tu alma para que así obres. De manera que no te envanezcas pensado que eres lo suficientemente bueno por ti mismo como para agradar al Señor, pues nada tienes que no se te haya concedido primero y en nada puedes agradarle si Él no te transformara a imagen y semejanza de Cristo.

Mas hay algo que supera sobremanera todo esas cosas que acabo de escribir. Es algo en lo que no muchos nos fijamos cuando leemos el evangelio. Se trata de algo que Cristo hacía con frecuencia.

A la mañana, mucho antes de amanecer, se levantó, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
(Mc 1,35)

…pero El se retiraba a lugares solitarios y se daba a la oración.
(Luc 5,16)

Podría citar más versículos, pero con esos basta. Ahí lo tenéis. Él, Hijo de Dios, Dios encarnado, gustaba de retirarse para orar al Padre. Si era increíble ver a Cristo obrando milagros, cuánto más sería verle orar.

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16.08.14

Se puede, y se debe, hacer una opción preferencial por los pobres

Yo creo que…

… se puede, y se debe, hacer una opción preferencial por los pobres sin negar la historicidad de los evangelios.

… se puede, y se debe, hacer una opción preferencial por los pobres sin negar que María fue siempre Virgen, concebida sin pecado original y asunta a los cielos.

… se puede, y se debe, hacer una opción preferencial por los pobres sin negar que Cristo es el Dios de Israel, del Antiguo Testamento, de la Iglesia y del Nuevo Testamento.

… se puede, y se debe, hacer una opción preferencial por los pobres sin negar que Cristo hizo verdaderos milagros.

… se puede, y se debe, hacer una opción preferencial por los pobres sin negar que Cristo resucitó realmente, y que la resurrección no es un mero recuerdo vivo en la memoria de sus apóstoles.

… se puede, y se debe, hacer una opción preferencial por los pobres sin negar que Cristo prohibió el divorcio y reafirmó la indisolubilidad del matrimonio.

… se puede, y se debe, hacer una opción preferencial por los pobres sin pisotear la misericordia de Dios, convirtiéndola en un instrumento que justifica y deja al fiel en su condición de esclavitud al pecado.

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31.07.14

Nadie es bueno por sí mismo

Tengo la certeza de que una de las necesidades más acuciantes en esta etapa de la historia de la Iglesia que nos toca vivir es dar a conocer la sana doctrina sobre la gracia, e igualmente creo entre los males más “esterilizantes” para la vida de un católico está precisamente la mala praxis derivada de un deficiente y/o heterodoxa comprensión de dicha gracia.

Son muchos los que viven engañados en la idea de que “el que quiere, puede”. Pues bien, en relación a la santidad, el hombre natural ni quiere ni puede, ni podría aunque quisiera. Y el hombre redimido, solo puede querer y poder por la obra de Dios en él.

Pocos fieles conocen el Indículo, texto magisterial relacionado con el concilio de Éfeso en el Denzinger. Cito alguna de sus enseñanzas:

Nadie es bueno por sí mismo, si por participación de sí, no se lo concede Aquel que es el solo bueno.

No se enseña que no haya hombre bueno. Se indica que solo se puede ser bueno si Dios, el único realmente bueno, nos lo concede. En el pasaje evangélico del joven rico que ama más sus riquezas que a Dios, nuestro Señor Jesucristo responde lo siguiente ante la alarma de los apóstoles, que veían la dificultad para salvarse: “Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible” (MT 19,26). La obra de salvación tiene en Dios su origen, desarrollo y final, lo cual no quiere decir que no tengamos algún tipo de participación en la misma, pero eso es así porque Dios mismo lo ha dispuesto y obrado.

Nadie, ni aun después de haber sido renovado por la gracia del bautismo, es capaz de superar las asechanzas del diablo y vencer las concupiscencias de la carne, si no recibiere la perseverancia en la buena conducta por la diaria ayuda de Dios.

Cuando rezamos el padrenuestro, pedimos al Padre que nos dé el pan nuestro de cada día. Ciertamente es un pan material, pero a continuación le rogamos por el pan espiritual del perdón y la gracia para no caer en la tentación. Sin la ayuda de Dios somos cual crías sin pecho del que amamantarnos, sin brazos que nos acunen. Morimos sin remedio.

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29.07.14

Consejos bíblicos para tu vida cristiana

¿Quién no quiere ser feliz? ¿quién quiere vivir en desgracia? He aquí una serie de consejos la mar de útiles para que se nos conceda esa dicha:

Guarda sus leyes y sus mandamientos que hoy yo te prescribo, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y permanezcas largos años en la tierra que te da Yavé, tu Dios.
(Deut 4,40)

No tengan ustedes la menor duda de que el camino seguro hacia la felicidad es vivir conforme a la voluntad de Dios. Y eso implica cumplir sus mandamientos. Algo posible de hacer si por gracia amamos a Dios. Como dice San Juan:

Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues ésta es la caridad de Dios, que guardemos sus preceptos. Sus preceptos no son pesados.
(1 Jn 5,2)

Hemos de saber todos que cuanto más amamos a Dios, más fácil nos resulta cumplir sus mandamientos, porque ese mismo amor es gracia que nos ayuda a no pecar. El que ama al Señor acaba odiando el pecado que le aleja de Él. Mas no debemos desesperar si vemos que todavía pecamos, pues Él es fiel para perdonarnos cada vez que caemos si en verdad nos acercamos con un corazón contrito y humillado. Imploremos de su misericordia el perdón y de su gracia la capacidad para vencer toda tentación.

Honra a tu padre y a tu madre, como Yahvé, tu Dios, te lo ha mandado, para que vivas largos años y seas feliz en la tierra que Yahvé, tu Dios, te dará.
(Deut 5,16)

Honrar a los padres es propio de personas decentes. Les debemos obediencia mientras estamos sujetos a ellos. Y respeto siempre, mientras vivan. Independientemente de cómo se comporten con nosotros. Por supuesto, dentro de ese respeto no entra el permitirles que interfieran en asuntos que son de nuestra absoluta incumbencia. Si Dios mismo dice que el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, es claro que no debemos permitir que los padres pongan en peligro un matrimonio. Pero hágase tal cosa sin faltarles al respeto y la honra debida.

Ni que decir tiene que en su vejez los padres han de ser objeto del mayor de nuestros cariños. Tanto más si están enfermos. Y permitidme añadir también a nuestros padres espirituales, los sacerdotes. Que no tienen hijos en la carne pero muchos de ellos nos han engendrado y criado en Cristo. Seamos especialmente atentos con ellos.

Porque, siguiendo la verdad, serás feliz en todas tus obras, como todos los que practican la justicia. Según tus facultades, haz limosna y no se te vayan los ojos tras lo que des. No apartes el rostro de ningún pobre, y Dios no los apartará de ti.
(Tobías 4,6-7)

Verdad y caridad, caridad y verdad, binomio inseparable para alcanzar la fidelidad. Goza más el que da que el que recibe. Y pocas cosas hay tan satisfactorias para el alma como ayudar al necesitado.

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