InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Espiritualidad cristiana

9.06.17

Nos hacen ver como bueno lo que Dios no juzga como tal

Del Oficio de Lecturas del viernes de la novena semana del Tiempo Ordinario:

El Señor conoce, sin duda alguna, todos los pensamientos y sentimientos de nuestro corazón; en cuanto a nosotros, sólo podemos discernirlos en la medida en que el Señor nos lo concede. En efecto, el espíritu que está dentro del hombre no conoce todo lo que hay en el hombre, y en cuanto a sus pensamientos, voluntarios o no, no siempre juzga rectamente. Y, aunque los tiene ante los ojos de su mente, tiene la vista interior demasiado nublada para poder discernirlos con precisión.

Sucede, en efecto, muchas veces, que nuestro propio criterio u otra persona o el tentador nos hacen ver como bueno lo que Dios no juzga como tal. Hay algunas cosas que tienen una falsa apariencia de virtud, o también de vicio, que engañan a los ojos del corazón y vienen a ser como una impostura que embota la agudeza de la mente, hasta hacerle ver lo malo como bueno y viceversa; ello forma parte de nuestra miseria e ignorancia, muy lamentable y muy temible.

Está escrito: Cree uno que su camino es recto, y va a parar a la muerte. Para evitar este peligro nos advierte san Juan: Examinad los espíritus si provienen de Dios. Pero ¿quién será capaz de examinar si los espíritus provienen de Dios, si Dios no le da el discernimiento de espíritus, con el que pueda examinar con agudeza y rectitud sus pensamientos, afectos e intenciones? Este discernimiento es la madre de todas las virtudes, y a todos es necesario, ya sea para la dirección espiritual de los demás, ya sea para corregir y ordenar la propia vida.

La decisión en el obrar es recta cuando se rige por el beneplácito divino, la intención es buena cuando tiende a Dios sin doblez. De este modo, todo el cuerpo de nuestra vida y de cada una de nuestras acciones será luminoso, si nuestro ojo está sano. Y el ojo sano es ojo y está sano cuando ve con claridad lo que hay que hacer y cuando, con recta intención, hace con sencillez lo que no hay que hacer con doblez. La recta decisión es incompatible con el error; la buena intención excluye la ficción. En esto consiste el verdadero discernimiento: en la unión de la recta decisión y de la buena intención.

Todo, por consiguiente, debemos hacerlo guiados por la luz del discernimiento, pensando que obramos en Dios y ante su presencia.

De los Tratados de Balduino de Cantorbery, obispo. (Tratado 6: PL 204, 466-467)

Dice la Escritura que “engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y perverso, ¿quién lo conocerá?” (Jer 17,9). Y también dice que Cristo es “el que escudriña los corazones y las entrañas y os daré a cada uno según vuestras obras” (Ap 2,23).

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8.06.17

Reconoce que la gracia es el principio de tus pobres méritos

Del oficio de lecturas del jueves de la novena semana del Tiempo Ordinario, fiesta litúrgica de Jesucristo, Sumo Sacerdote:

Dice el Apóstol: Sed como yo, que, siendo judío de nacimiento, mi criterio espiritual me hace tener en nada las prescripciones materiales de la ley. Ya que yo soy como vosotros, es decir, un hombre. A continuación, de un modo discreto y delicado, les recuerda su afecto, para que no lo tengan por enemigo. Les dice, en efecto: En nada me habéis ofendido, como si dijera: «No penséis que mi intención sea ofenderos.»

En este sentido les dice también: ¡Hijos míos!, para que lo imiten como a padre. Por quienes sufro de nuevo dolores de parto -continúa-, hasta ver a Cristo formado en vosotros. Esto lo dice más bien en persona de la madre Iglesia, ya que en otro lugar afirma: Nos mostramos amables con vosotros, como una madre que cuida con cariño de sus hijos.

Cristo es formado, por la fe, en el hombre interior del creyente, el cual es llamado a la libertad de la gracia, es manso y humilde de corazón, y no se jacta del mérito de sus obras, que es nulo, sino que reconoce que la gracia es el principio de sus pobres méritos; a éste puede Cristo llamar su humilde hermano, lo que equivale a identificarlo consigo mismo, ya que dice: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Cristo es formado en aquel que recibe la forma de Cristo, y recibe la forma de Cristo el que vive unido a él con un amor espiritual.

El resultado de este amor es la imitación perfecta de Cristo, en la medida en que esto es posible. Quien dice que está siempre en Cristo -dice san Juan- debe andar de continuo como él anduvo.

Mas como sea que los hombres son concebidos por la madre para ser formados, y luego, una vez ya formados, se les da a luz y nacen, puede sorprendernos la afirmación precedente: Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros. A no ser que entendamos este sufrir de nuevo dolores de parto en el sentido de las angustias que le causó al Apóstol su solicitud en darlos a luz para que nacieran en Cristo; y ahora de nuevo los da a luz dolorosamente por los peligros de engaño en que los ve envueltos. Esta preocupación que le producen tales cuidados, acerca de ellos, y que él compara a los dolores de parto, se prolongará hasta que lleguen a la medida de Cristo en su plenitud, para que ya no sean llevados por todo viento de doctrina.

Por consiguiente, cuando dice: Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros, no se refiere al inicio de su fe, por el cual ya habían nacido, sino al robustecimiento y perfeccionamiento de la misma. En este mismo sentido habla en otro lugar, con palabras distintas, de este parto doloroso, cuando dice: La responsabilidad que pesa sobre mí diariamente, mi preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién sufre angustias sin que yo las comparta? ¿Quién es impugnado por el enemigo sin que esté yo en ascuas?
Del Comentario de san Agustín, obispo, sobre la carta a los Gálatas.
(Núms. 37. 38: PL 35, 2131-2132)

Gran verdad dice el santo obispo de Hipona cuando afirma que el creyente debe reconocer que la gracia es el principio de sus méritos, ante lo cual no cabe jactarse de ellos.

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15.04.17

El que quiere... ¿puede?

De pequeño mi madre me solía decir “el que quiere, puede". Y es común ver a muchos cristianos empeñados en “entrenar” su fuerza de voluntad para obrar bien, como si tal cosa dependiera sobre todo de sus capacidades personales. Sus intenciones son buenas, ciertamente. Pero no, no funciona así la cosa. Esto es lo que puede nuestra fuerza de voluntad. Lo explica San Pablo en Romanos 7:

Pues sé que lo bueno no habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer está a mi alcance, pero hacer lo bueno, no.
Pues no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo. Así, pues, descubro la siguiente ley: yo quiero hacer lo bueno, pero lo que está a mi alcance es hacer el mal.
¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor!

Jesucristo es la clave. Sin Él no podemos hacer literalmente NADA (Jn 15,5). Y NADA es NADA. Nada bueno, se sobreentiende. O mejor dicho, nada bueno en relación a nuestra salvación. Sin embargo, “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4,13). Sin Él nada, con Él y en Él, todo.

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28.01.17

Eucaristía y pecado mortal. No oigamos a los que nos engañan (I)

Todos aquellos que sientan la tentación de comulgar estando claramente en pecado mortal -por ejemplo, adulterio-, deberían alejarse de los inicuos que con palabras de falsa misericordia les llevan a la segura condenación y, en cambio, leer las enseñanzas de los padres de la Iglesia.

Por ejemplo, San Basilio, en su obra Sobre el bautismo, aborda la pregunta de “si carece de peligro el que uno que no está limpio de toda mancha de cuerpo y espíritu, coma el cuerpo y beba la sangre del Señor": Tras mostrar lo que indicaba la ley mosaica acerca de los que se acercaba a las cosas sagradas en estado de impureza, dice:

Porque si aquel que se encuentra en sola impureza (y por ley sabemos típicamente la propiedad de la impureza), está sujeto a un juicio tan terrible, ¿cuánto más grave juicio se atraerá sobre sí el que estando en pecado se atreve a comer el cuerpo de Cristo? Limpiémonos pues de toda mancha (la diferencia entre mancha e impureza es cosa manifiesta para los prudentes y sabios), y así acerquémonos a las cosas sagradas, para que escapemos del juicio de aquellos que mataron al Señor, pues cualquiera que comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor (1ª Cor 11,27); y poseamos la vida eterna.
(San Basilio, Sobre el bautismo L2. cuestión 3)

San Efrén el sirio.

… En las aguas del bautismo, hermanos, os vestisteis las vestiduras blancas; no manchéis vuestras vestiduras con obras deshonestas. He aquí que os sentáis a un banquete que es la Iglesia santa, en la cual coméis el cuerpo vivo y bebéis la sangre propiciatoria. El que se sienta a este banquete y se deleita con estas delicias y a la vez obra la iniquidad y el pecado, ¡ay de él en el día de la resurrección; en aquel día en que el Rey vendrá con su pompa y establecerá su trono para el juicio y se sentará en él para tomar venganza y juzgar a las gentes y las tribus!
(San Efrén, Sermón del fin y de la amonestación, 7,13)

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12.12.16

A los siervos de Dios que lloráis

¿Por qué ocultarlo? ¿por qué negar la evidencia? ¿para qué callar? Son muchos los siervos de Dios que hoy están en una situación anímica muy difícil. Son muchos los que ven claramente que «con el Pontífice reinante, la trompeta emite ahora un sonido muy incierto en esta batalla contra los «principados y potestades» del enemigo, de forma que la barca de Pedro avanza peligrosamente a la deriva como un navío sin timón e incluso muestra síntomas de una desintegración incipiente». Muchos más de los que se atreven a decirlo públlicamente. Soy testigo directo de inquietudes, angustias, quejas, llantos, depresiones, tristeza profunda, ganas de dejarlo todo para retirarse a una catacumba, a una trapa donde no haya lugar para las noticias de entrevistas, exhortaciones confusas, dubias, dudas, líos.

También hay muchos a los que todo les parece de color de rosa. Creen que la Iglesia se está por fin librando de una supuesta carga nefasta de veinte siglos de dogmas, mandamientos, leyes, estrecheces, rigideces, profetas de calamidades, pastores amargados que parecen disfrutar de tener a los fieles sometidos a yugos insoportables.

Ahora bien, son muchos más los que viven como en los tiempos de Noé: "Comían y bebían, tomaban mujer o marido” (Luc 17,27); y en los tiempos de Lot: “comían y bebían, compraban y vendían, plantaban y edificaban” (Luc 17,28). Es decir, no se enteran, con culpa y sin culpa por su parte.

A los primeros hablo. No penséis que sois los primeros en pasar por esto. Leed lo que aconteció al apóstol San Pablo en Mileto:

Desde Mileto envió un mensaje a Éfeso y convocó a los presbíteros de la iglesia. Cuando llegaron les dijo: -Vosotros sabéis cómo me he comportado en vuestra compañía desde el primer día que entré en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad y lágrimas en medio de las dificultades que me han venido por las insidias de los judíos; cómo no dejé de hacer nada de cuanto podía aprovecharos -al predicaros y al enseñaros, en público y en vuestras casas-, cuando anunciaba a judíos y griegos la conversión a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús.
Hech 20,17-21

Hoy no son judíos los que causan dificultades, sino “los falsos profetas, que se os acercan disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces” (Mt 7,15) de los que nos advirtió Cristo. Pero si San Pablo lloró, nosotros lloramos, vosotros lloráis. Y si él siguió sirviendo al Señor, vosotros y nosotros seguiremos sirviéndole, si Él nos lo concede, cada cual desde el estado en que esté, consagrado al ministerio o no.

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