Atraídos por el amor. Para vivir la Cuaresma, por Monseñor Rodríguez Magro

Monseñor Amadeo Rodríguez Magro nació en la localidad pacense de San Jorge de Alor el 12 de marzo de 1946. Sacerdote desde el 14 de junio de 1970, fue ordenado como obispo el 31 de agosto del 2003.
Partiendo del mensaje cuaresmal del Papa Benedicto XVI, don Amadeo nos pide que hagamos en esta cuaresma aquello que San Juan de la Cruz nos decía en una de sus máxima más conocidas: "Al atardecer de la vida te examinarán del amor". Pocas cosas tan útiles para nuestro caminar cristiano como que seamos capaces de purificar nuestro amor a Dios y al prójimo de aquello que lo enturbia.

Atraídos por el amor.
Para vivir la Cuaresma.

Hace unos días nos llegaba a los obispos el mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la cuaresma 2007 y en él insiste en el tema del amor de Dios. Ya lo hizo en su primera y hasta ahora única encíclica, que se titulaba: "Dios es amor". Esta vez lo hace con una cierta novedad de planteamiento: si entonces nos invitaba a tener un corazón que ve desde el amor de Dios; ahora nos invita a tener un corazón que mira al gesto supremo de amor de Dios: "Mirad al que traspasaron" (Jn 19,37). Al mirar a Jesucristo en la cruz y al permanecer junto a él como María y Juan -dos iconos de la contemplación-, sólo podemos contemplar amor: amor que se da plenamente, pero también un amor que nos llama, nos busca y desea ser el único dueño de nuestro corazón. Es la grandeza de la religión católica, lo que la distingue de todas las demás: que nosotros sabemos por la fe que Dios busca al hombre.

Sí, efectivamente, al tiempo que se da por nuestra salvación nos busca, sale a nuestro encuentro. Esa maravilla de los sentimientos de Cristo ha enloquecido de amor a los santos; por saberse tan divinamente amados al tiempo que tan humanamente queridos. Porque, para mostrarnos el amor que se da y ese amor que nos quiere poseer, no se le ocurre a Dios otra cosa que hacerse hombre para que en su Hijo Jesucristo podamos contemplar el rostro del amor verdadero y salvador. Y ese rostro está gravado y resplandece en un corazón traspasado del que mana sangre y agua.

"La respuesta que el Señor desea de nosotros es que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por él". Pues bien, esta es la llamada que se nos hace en la cuaresma: mirar al rostro de Jesucristo y dejarnos atraer por Él; aceptar el amor que nos ofrece para renovar profundamente nuestra vida cristiana. La cuaresma es, en efecto, tiempo de afianzar nuestra identidad cristiana, de recordar quiénes somos y así afianzar nuestra vida en el amor de Cristo. Al mirar el costado traspasado del Señor y ver que de él mana sangre y agua, nos recuerda el Papa que es una ocasión propicia para renovar el Bautismo y la Eucaristía, los dos sacramentos de los que son figura estos dos elementos que brotan del corazón abierto de Jesús.

Al renovar nuestra identidad cristiana en estas sus dos raíces, el Bautismo y la Eucaristía, quizás antes debamos preguntarnos si aguantamos la mirada del rostro de Cristo o si por el contrario nos toca llorar al contemplar la hondura y la belleza de su amor. La cuaresma es tiempo de limpiar la mirada para poder aguantar el amor con que Jesús nos mira, es tiempo de limpiar los ojos de nuestro corazón para que correspondan al amor del corazón de Cristo. La cuaresma nos llama a la penitencia, que no consiste en otra cosa que situar de nuevo nuestra vida en la misericordia de Dios. Es necesario que pongamos toda nuestra vida, la película de todo lo bueno y lo malo que hay en nosotros, frente a la ternura entrañable de Aquel que se dejó traspasar el corazón por amor. Sólo en el amor recuperaremos el sentido del pecado y también quizás el llanto por la alegría del perdón. La mirada sincera al que traspasaron nos llevará al arrepentimiento. En el corazón traspasado de Cristo veremos nuestros pecados personales, nuestras faltas de amor a Dios y al prójimo. Allí, envueltos de amor, están nuestras actitudes, nuestros sentimientos, nuestros actos, nuestras palabras y todas las obras que nos separaron de Dios y, como consecuencia, rompieron también nuestra armonía con el prójimo.

Por eso, no hay modo más saludable -para la salud espiritual- en la cuaresma que examinar la vida en el amor de Dios, y en él descubrir nuestras faltas de amor. Para ello es necesario que sometamos todo con sinceridad al juicio de Dios en el Sacramento de la Reconciliación, ese que sólo se puede encontrar en la Iglesia y a través del ministerio sacerdotal. Por eso es tan importante que las parroquias ofrezcan a los fieles a lo largo de todo el año, pero especialmente en cuaresma, la confesión y absolución individual, bien sea de forma personal o en una celebración penitencial comunitaria.

Una vez purificada la mirada del corazón, es necesario mirar a Cristo y amarle con la oración humilde y filial, con la disponibilidad total de nuestro corazón y con el compartir fraterno con el hermano. Recordad que San pablo nos dice que nuestra verdadera vocación es ver la luz de Dios en el rostro de Cristo. Pero sin olvidar que la contemplación tiene ciertas condiciones: vivir habitualmente en recogimiento aun en medio de las ocupaciones; el silencio que crea actitud de escucha; y tener siempre la mirada libre de otros intereses para poder contemplar la luz de su rostro.

Y, por último, hemos de recordar que la cuaresma, además de tiempo de aceptar el amor que contemplamos y dejarse atraer por él, lo es también de comunicarlo a los demás. Por eso en la cuaresma hay que renovar nuestro compromiso de amor concreto a los hermanos. Contemplar la vida sangrante del costado de Cristo es un buen camino para reconocer las heridas del corazón humano, limpiarlas y curarlas y, sobre todo, para procurar que nadie hiera nunca al hombre en su vida y en su dignidad. La cuaresma es, pues, tiempo para descubrir a todos aquellos que en el sufrimiento y la marginación le dan rostro al corazón herido del Señor.

Nuestro camino cuaresmal lo recorremos este año con Santa María de Guadalupe, a la que veneramos de un modo especial y a la que el pueblo extremeño, que la reconoce como Madre y Patrona, visitará de un modo masivo el día 24 de Marzo en su Santuario, como lo hicieron nuestros antepasados hace cien años.

Con mi deseo de que todos viváis un provechoso camino cuaresmal.

Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Plasencia

3 comentarios

  
sofía
Gracias. Me ha gustado el obispo de Plasencia.
Lo malo es que ya se me ha olvidado cómo era el sonido del silencio.
28/02/07 8:47 PM
  
Luis Fernando
El verdadero silencio en el cristiano que busca a Dios es el vaciamiento del alma, para que el Señor la llene con su presencia.
28/02/07 9:24 PM
  
IreneF
Blogguero, en el blogg de Guillermo Juan Morano tienes un comentario dedicado.
28/02/07 10:15 PM

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