InfoCatólica / Caritas in Veritate / Categoría: consagrados

28.08.16

(128) El Carmelo de Nogoyá: analfabetismo religioso y estrategia mediática

carmeloEn época de Santa Teresa, una señorita llamada María del Corro ingresó al Carmelo con ínfulas de santidad, pero a poco de entrar tuvo que ser despedida por la santa, porque tenía tanta madera de carmelita como una gallina la tiene de lazarillo. Pero como lo que no le faltaba era un orgullo siniestro, no pudo digerir lo que juzgó como injusticia, y con la ayuda de un clérigo acusó a Santa Teresa de todo lo acusable ante la Santa Inquisición. Consta de ello en un escrito de aquel año, en que el Tribunal de Sevilla solicita orientación sobre el proceso. Tras algunas investigaciones y comprobaciones, el 29 de Abril de 1576 se dictó sentencia absolutoria contra las infundadas acusaciones de la mal intencionada y frustrada novicia…

En las últimas 48 horas miles de católicos argentinos –y suponemos que también del extranjero- se han rasgado las vestiduras por la noticia de un Carmelo allanado por presuntas “torturas”, y a más de uno seguramente se les ha escapado la expresión “¡Qué vergüenza…!”  Y claro que sí: es una vergüenza que haya que explicar lo obvio, que haya que defender ante los “propios” algo que tras décadas de silenciamiento, tibieza, buenismo y apostasía declarada, se haya borrado de la concepción natural de los católicos de a pie.

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21.05.16

(121) Sobre la modestia en los templos, y una presunción diabólica

“No pedimos a los obispos que sean todos varones santos;

les pedimos solamente que parezcan varones.” P. Castellani

vestIglesiaA medida que pasa el tiempo, se hace cada vez más patente el martirio que representa para cualquier católico el querer permanecer fiel a las enseñanzas de la Iglesia, y sobre todo, el anunciarlas.

Pero lo más lacerante es, sobre todo en Occidente, que este martirio lo vamos viviendo no sólo de cara al mundo, siempre hostil a la Cruz, sino también frente a quienes más deberían alentarnos y fortalecernos en el testimonio.

Días atrás, ha puesto el dedo en la llaga una noticia ante la cual gracias a Dios, ha habido reacciones con sentido común, pero no fueron las más numerosas ni publicitadas. El “marco” de la situación nos lo brinda con notable fidelidad en este mismo portal un feligrés de la comunidad parroquial San Isidro Labrador, en Lima, Pcia de Bs. As.. Su párroco, el p. Carlos Scarlata, visiblemente, harto -como tantos cristianos- de presenciar un desfile de impudor en su parroquia, optó por explicitar gráficamente el modo en que se debería tratar de acceder a la casa de Dios. La crucifixión mediática no se hizo esperar, porque…¡la Moda, señores!, ¿cómo va a osar un insignificante sujeto -sobre todo si es católico- poner en tela de juicio nada menos que a la Moda, la intocable, la infalible, la “divina”?? 

Me ha parecido útil volver sobre esta noticia porque las “semillas” sembradas van germinando aquí y allá, más allá de lo anecdótico.

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3.02.16

(116) Sobre la obediencia desordenada (y una carta de L. Castellani)

prudenciaHay multitud de fieles que creen que la fidelidad exige una obediencia ciega, de renuncia al sentido común y a la prudencia, y obsecuencia ante toda autoridad, sobre todo si se trata de autoridad religiosa.


-¿Los santos han sido capaces de pecar y errar? -Ciertamente.

-¿Seremos por ello devotos de sus pecados y errores? -Sería una necedad; sólo alabamos en ellos las virtudes, que nos sirven de estímulo y ejemplo. Solamente en Nuestro Señor resplandece la Verdad y Belleza sin la menor sombra, y en su Madre Santísima, vestida de sol y coronada de estrellas.

-¿Y nuestros superiores, no siendo santos, son capaces de pecar y errar?

-Con mucha más razón, así parece; podrán pecar y errar en lo poco y en lo mucho, sin duda alguna, y su vida será combate intenso, como la nuestra. No admitir esta posibilidad, rozaría la idolatría, como podrá darse cuenta…

-¿Pero debemos igualmente obedecerles? -Por supuesto, en todo aquello que no suponga pecado ni ocasión próxima para nuestra alma o la ajena. 

En resumidas cuentas: ¿puede uno obrar contra la virtud de la obediencia, obedeciendo?

Claro que sí, obedeciendo MAL, o mejor dicho, desordenadamente.

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27.01.16

(115) Consejos y clamores a los Obispos (de San Bernardo de Claraval)

 sbdoAclara San Bernardo que es por obediencia a un obispo por lo que se determina a escribir el tratado que lleva por nombre “Sobre las costumbres y oficios de los obispos”, que como la gran mayoría de las obras de los santos, sigue conservando vigencia frente a mucho palabrerío contemporáneo que finalmente se lleva el viento.

Como el abad de Claraval, también muchísimos fieles hoy nos preguntamos “¿quiénes somos nosotros, para escribir a los obispos?” Sin tener ningún mandato preciso, respondemos sencillamente: “Somos hijos”. Hijos que piden, que claman, que esperan…

Hijos que esperamos el Pan de la Verdad en nuestra mesa y Misa diaria, hijos que esperamos la misericordia de la claridad, y especialmente, que los pastores ahuyenten con su cayado a los lobos, que no los inviten a “cenar junto al Rebaño”, y que si es preciso, les den su merecido enviándolos lejos, acciones todas ellas que disiparían una densa neblina que hace que muchas ovejas caigan despeñadas todos los días a nuestro alrededor. Misericordia para las ovejas antes que para las fieras, pues, es lo que la grey suplica.

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24.01.16

(114) Santo cura Brochero: Sacerdote como Dios quiere y la Iglesia necesita

brocherojovenLos sacerdotes santos son faros de esperanza frente a algunos ejemplos que desmoralizan a la grey, acosada ya bastante por el descrédito del sacerdocio católico en que se ceba la prensa mundana para ocultar las maravillas que Dios obra en sus “otros cristos” cuando son dóciles a su gracia.

La figura imponente del santo “cura gaucho” es uno de esos faros, que con la próxima canonización esperamos sirva de modelo para los neosacerdotes, que a veces ven amenazado su celo apostólico por la contaminación ideológica del Evangelio, así como por la pusilanimidad semipelagiana del “Dios no pide tanto”, que se aplica ya a la justificación del pecado propio o ajeno, ya a la aceptación complaciente del relativismo sincretista reinante. ¡Cuántos sacerdotes jóvenes se “paralizan” ante la sibilina y eufemística sugerencia del “respeto por las diferencias” o  del “no violentar las conciencias”, sellando sus labios para la prédica del “sí-sí; no-no"!

Hoy el Cura Brochero es para ellos antorcha fulgurante que anima a seguir subiendo sendas estrechas y escarpadas, para alcanzar las estrellas de las almas.

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