(61) Cristo, ¿vuelve o no vuelve?
Si una palabra suena y resuena en estos días entre brindis y saludos navideños, es la Esperanza.
A mí siempre me ha seducido especialmente, y creo que tal vez es como la “Cenicienta” de las Teologales, pues siempre hay quienes velan celosos por los abusos contra la Fe y la Caridad, pero en lo que se refiere a la Esperanza, mientras unos gustan de falsificarla, otros la descuidan gravemente (olvidando que la desesperación es el aguijón inconfundible del desbarranco de Judas, inclusive más que la traición…).
Porque contra las virtudes podemos pecar por exceso o por defecto, y muchos que pregonan la esperanza por los caminos, saltando alegremente como arlequines (“Un nuevo sol, se levanta…”), quizá pecan por exceso, cayendo en ilusión o tontería, y eso no es esperanza sino su caricatura. Son los de esa pandilla que se atreve a reemplazar al Cristo Crucificado de los altares por uno “Resucitado” que parece que está por saltar de un trampolín, creyendo que la esperanza viene a abolir la cruz, y entonces comprobamos que “están mirando el canal equivocado” o se les ha caído la brújula por algún lado…
Y cuando se pierde la brújula, lógicamente, uno trata de orientarse como puede, pero a veces se pierde cada vez más, y lo mejor sería volver al sitio donde se ha comenzado la marcha.