(376) Hablando del Sufragio universal, una autorizada reflexión (p. Cristian Ferraro)

En una de las más representativas y luminosas obras de Antonio Caponnetto, “La Perversión Democrática” -Ed. Santiago Apóstol, datos al pie-, el autor publica una carta que en su momento le hiciera llegar el p. Cristian Ferraro (*) acerca de la licitud del sufragio universal.
La reproducimos a continuación, por parecernos clara, concisa, y muy a propósito de ciertas discusiones que se reavivan cada vez que hay que acudir al circo democrático, presentando con un papelito, la ofrenda sagrada al credo en la omnipotente e inmaculada voluntad popular, cada día más evidentemente opuesta al Reinado de Cristo.
Hemos colocado algunos puntos a parte separando oraciones del mismo párrafo, a fin de poder leerlo más demoradamente.
Agradecemos a Antonio la inclusión de la carta en el libro, y al p. Cristian su claridad y orden lógico, esperando sinceramente que sea de utilidad a los lectores.
Sobre la licitud moral del sufragio universal (un análisis lógico) - Cristian Ferraro
La Castille, Francia - 27.10.19//25.11.19
Querido Antonio:
Le mando unas breves líneas (…) Argentina se debate entre la posibilidad de optar por el resentimiento envidioso de la izquierda revolucionaria y la de hacerlo por el egoísmo hipócrita de la derecha liberal (…) La decisión quedará confiada al ejercicio del sacrosanto deber democrático del sufragio universal. Y es sobre esto que le quería comentar algo.
Resulta que hace unos años seguí su disputa con Hernández y recientemente tuve ocasión de repasarla a raíz de varias consultas que me hicieron sobre el tema del sufragio. Al respecto, pienso que el problema, en concreto, es un problema perteneciente al ámbito de la moral y se refiere, para decirlo con sencillez, a si, en el contexto del sistema político argentino actual, es o no lícito ir a votar. (…) el solo hecho de saber que es pretensión inútil, utópica e ineficaz la de desmontar el perverso sistema democrático mediante los mecanismos que lo convalidan y construyen, hablará, sí, de la inoportunidad, pero no ya de la ilicitud moral de hacerlo; (…) lo primero que hay que resolver es el problema moral: en efecto, aun cuando se verificare la posibilidad de algún resultado positivo en un muy largo plazo, si no es lícito votar, no se podrá, y punto.
Porque la procura de un buen fin no autoriza, jamás, a usar medios que son moralmente desordenados.
1. Ahora bien, considero que, reducido a lo esencial, el planteo se puede formular en los siguientes términos:
[Premisa Mayor] No es cosa moralmente lícita transgredir el orden natural.
[Premisa menor] El ejercicio del sufragio universal y obligatorio constituye una transgresión del orden natural.
[Conclusión] Por lo tanto, el ejercicio del sufragio universal y obligatorio no es cosa moralmente lícita.
La premisa mayor es per se nota, porque es de la razón de lo moralmente malo la transgresión (voluntaria y libre) del orden natural. Cuestionar esto y no entender nada es lo mismo, por lo que sólo quien no entienda nada podrá cuestionarlo.
La conclusión, presupuesta la menor, se sigue de manera igualmente incuestionable.
El problema es la premisa menor: ¿por qué el predicado que lo determina como transgresión del orden natural se debe atribuir al sujeto «ejercicio del sufragio universal y obligatorio»?
Todo se concentra, pues, en la adecuada fundación de la pertenencia del predicado al sujeto, es decir, en justificar la premisa menor.
La premisa menor se justifica, en primer lugar, por las distintas notas que ya Sacheri y Meinvielle, entre otros, atribuyeran al sufragio universal obligatorio, al señalarlo como injusto, contradictorio, imprudente y corruptor.
Es injusto porque expresa el primado de la cantidad bajo dos respectos: por un lado, en cuanto simple expresión de la mayoría y, por otro, en cuanto negación del organismo social.
En lo tocante a esto último, cabe recordar que ya Aristóteles había explicado, con su habitual agudeza, que el mínimo constitutivo de la πόλις es la familia (según los tres vínculos originarios: de la conyugalidad, de la filiación y de la servidumbre) y no el individuo. Sostener lo contrario, como, de hecho, tantas personas, ilustradas o no, sostienen hoy, equivale a afirmar que la proposición «la barca zarpa mañana a la mañana» está formada por «l», «a», «b», «r», «c», «z», «p», «m», «ñ» y «n». Un absurdo descomunal, por cierto.
Pero… en fin, así se razona hoy –y, ¡ay de nosotros!, así se vive y se decide–.
Pero no sólo injusto, el sufragio universal se muestra también contradictorio cuando se impone como obligatorio: en nombre de la libertad el individuo es obligado a expresar su libertad; el punto no merece mayores desarrollos.
La nota de imprudencia le corresponde porque, sobre todo en el particular contexto argentino, no se terminan de conocer los detalles, «la letra chica» como gusta decir hoy en día, de las propuestas, y se desconocen los turbulentos negociados, las oscuras componendas y pactos de quienes aspiran al poder: el pronunciarse sobre materia tan delicada sin conocer suficientemente los términos del asunto, no puede más que ser calificado como un serio, y eventualmente grave, acto de imprudencia.
Mas si no fueran suficientes estas notas, la última resulta ciertamente decisiva: se termina promoviendo la corrupción, porque se legitima y promueve la partidocracia con todo lo que ella implica en cuanto al abanico de promesas irrealizables, falacias de campaña, clientelismo dadivista y un generoso etcétera.
Pero la premisa menor no se refiere directamente al sufragio universal obligatorio sino que lo menciona en cuanto término de un ejercicio: es este ejercicio lo directamente focalizado en la menor. Y es aquí donde pueden surgir problemas.
En efecto, el ejercicio del voto, desde el punto de vista moral, constituye la cooperación a un acto, precisamente porque el cooperante, es decir, quien vota, contribuye en la constitución del efecto, no sólo materialmente, esto es, en el sentido de que gane el candidato por él apoyado, sino formalmente, o sea, en cuanto que a través de su participación efectiva se convierte en instrumento activo del funcionamiento en acto segundo y consolidación a la postre del sistema democrático liberal republicano representativo.
Ahora bien, el sistema es intrínsecamente perverso por sus principios liberales; perverso no sólo por el mito de la presunta soberanía popular, sino, más particularmente, por su otra cara, a saber, la exclusión positiva de la soberanía de Dios.
De aquí se sigue, con claridad meridiana, que ningún católico, bajo ningún respecto, puede apoyar tamaña monstruosidad: una cooperación, entonces, que asuma como propio, por parte del instrumento, el fin propuesto por el agente principal –aquí consolidado en la forma del sistema político–, no es moralmente lícita.
Sin embargo, no faltan quienes piensan que se podría ejercer el voto sin compartir la finalidad del agente principal: al resultar el finis operantis del agente instrumental distinto del finis operantis del agente principal, en tal caso dicho ejercicio sería lícito.
Mas esta razón se muestra a todas luces vana porque deja de lado la consideración, determinante, del finis operis.
Por razón del objeto, el sufragio universal obligatorio constituye la expresión y la convalidación en acto segundo del perverso sistema democrático.
Por consiguiente, aún cuando no hubiere cooperación formal subjetiva, el problema es la cooperación formal objetiva, que no falta en este caso y que jamás es lícito prestar.
Esto quiere decir que no estamos ante una mera prestación material: la colaboración en la marcha del sistema tiene, en el caso que nos ocupa, un carácter, aunque instrumental, eficiente; por lo tanto, tiene razón de acto y cobra su valor y significado a partir del fin y de la forma. Quien pone el acto contribuye con la estructuración objetiva desordenada que ese acto de suyo implica, independientemente de la intención del agente instrumental.
2. Naturalmente, quien quisiere rechazar la conclusión debería negar la justificación de la menor que se acaba de proponer; mas no resulta tan fácil discutir directamente la argumentación como proponer soluciones alternativas y objeciones varias que, muchas veces, son más el reflejo del perfil temperamental de quien las formula que la consecuencia rigurosa de premisas y principios.
Menciono solamente tres entre otras posibles.
OBJECIÓN N° 1
La primera objeción sostiene que negar que se deba votar es un error, porque iría en contra del deber moral de la participación política.
–En este caso, claro está, el error se encuentra por el lado del anónimo objetor, que confunde la parte con el todo, por así decirlo, identificando la participación política con el ejercicio del sufragio.
Estamos, aquí, ante un sofisma de magnitud inexagerable, rayano en el ridículo, y pesa y duele que tantos conocidos y amigos se dejen llevar por semejantes falacias.
La participación política se puede estructurar en términos de enseñanza, conducción-militancia, decisión e información; ammesso e non concesso el sufragio universal, éste forma parte tan sólo del tercer miembro de la división, sin agotarlo, o sea, sin identificarse plenamente con él.
OBJECIÓN N° 2
Otra objeción sostendría que hay que ir viendo las cosas buenas y las oportunidades que el sistema ofrece, para aprovecharlas y terminar por desmontarlo.
–Se trata de un sofisma tan vano como el anterior, que surge muchas veces del defecto, ya denunciado por Aristóteles, de la complacencia; el complaciente es el tibio del orden prudencial, el incapaz de un sí decidido o de un no tajante, el que tiene miedo de chocar y prefiere siempre «arreglar», un irenista radical, apóstol infatigable del monstruoso gandho-«catolicismo».
Peca, pues, la objeción de complacencia. Pero peca, además, de pragmatismo: busca la solución práctica poniendo entre paréntesis lo que está bien y lo que está mal, porque, en realidad, sobreentiende que lo que está bien es, de todos modos, «arreglar».
Es la actitud de Pilato, como consta en el célebre texto –por cierto, habitualmente tan mal traducido y peor interpretado– de san Juan: Τί ἐστιν ἀλήθεια; («¿Qué es [una] verdad?», Jn 18,38).
Pilato no estaba abriendo una disputa filosófica acerca de la adecuación de la cosa y del intelecto, ni interrogaba al buen Jesús acerca de su filiación divina. Simplemente, Pilato le dijo: «¿Qué cuenta una verdad?». Es decir: «¿Qué diantres importa la verdad? ¿Qué importa cómo son las cosas? ¡Acá hay que solucionar el problema! Además, ¿cuál es la verdad? ¿tu postura… la de ellos? Cada cual tiene su verdad, arreglemos; ponerse a determinar cuál es la verdad no cuenta: acá hay que arreglar. ¿No te das cuenta de que yo te puedo sacar de ésta?».
Es tristemente gracioso: pero intelectuales católicos que refutan el pragmatismo en el aula se convierten en pragmatistas en la vida, con lo cual demuestran que su catolicismo es una abstracción.
Por supuesto, sin mala intención y, en muchos casos, con ignorancia invencible quasi patológica, a causa del influjo del contexto cultural, de la ciega guía de los pastores igualmente ignorantes, de un insuperable bloqueo temperamental.
Peca, por último, la objeción de ingenuidad: mientras que el Señor nos manda ser prudentes como serpientes, hay cristianos que imitan la prudencia de las palomas. Y así hemos podido constatar recientemente que el trágico domingo democrático había consagrados y consagradas que parecían –es lo que mostraban exteriormente– estar más contentos de ir a votar que de ir a comulgar.
OBJECIÓN N° 3
Una tercera objeción propone la disociación entre el ámbito de los principios y el ámbito de la vida concreta: si me preguntan acerca de los artículos del credo, tengo que dar la vida por ellos; pero en el ámbito de la participación política no se trata de confesar la fe sino de implementar estrategias prudenciales para alcanzar el bien común. Así, en un ámbito regiría la fe, la prudencia en el otro.
Olvidan los fautores de tamaña disociación que una cosa es la prudencia de la carne, acomodaticia en el complaciente, astuta en el malévolo, y otra cosa muy distinta es la prudencia sobrenatural, que obra dentro de la dinámica originada por la gracia.
En consecuencia, el ejercicio de la prudencia política de un católico tiene que estar guiado por la fe; de lo contrario, se incurriría en el desvarío de la esquizofrenia práctica maritainiana.
Por lo tanto, el justo y santo ejercicio de la prudencia no legitima la participación democrática en términos de adhesión efectiva al sufragio universal.
OBJECIÓN N° 4
Otra salida, más que objeción, es la de preguntarse y decirse a sí mismos: «pero, bueno, algo hay que hacer».
Mas de aquí no se sigue, por supuesto, que ese algo sea, justamente, el ejercicio del sufragio. En realidad ese planteo abre otro abanico de problemas, y requiere, justamente por eso, otro tipo de soluciones.
* * *
De todas maneras, pienso que en la evaluación del problema principal del que hablamos, y análogos, además de la formación en cuanto a los principios y contenidos asimilados mediante sacrificado y sincero estudio, confluyen otros factores igualmente determinantes: la agudeza misma intelectual y, por cierto, el temperamento, como así también, el tenor de vida espiritual.
Antiguamente los cristianos eran dados en pasto a los leones porque no quemaban incienso a los dioses; cambiemos «incienso a los dioses» por cualquier arbitrario y antinatural imperativo político y cultural de nuestro tiempo, y veremos cuán pocos cristianos quedan. Por supuesto: en muchos, muchos casos, sin culpa.
Es que hoy, entre otras cosas, muchos cristianos han olvidado que no hay que hacer el mal para que sobrevenga el bien; que arreglarían con Antíoco Epifanes… –total, Dios no va a estar haciendo lío por un pedacito de jamón: eddài! un pezzettino di prosciutto non fa male a nessuno–; que, deslumbrados por los poderes del mundo, confían «en sus carros, otros en su caballería» –nosotros, Deo gratias, confiamos en el Señor del Cielo y de la Tierra.
Bueno, hasta aquí, escrito de dos tirones, lo que pienso sobre el particular; salva, desde ya, mejor y más fundada sentencia. Se lo quería comentar simplemente por si le sirve saber que comparto su posición al respecto.
Un cordial saludo en Cristo Rey, con mis oraciones y afecto y estima de siempre,
Padre Christian
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(*) Christian Ferraro, nacido en Buenos Aires, obtuvo el Doctorado en Filosofía con una tesis sobre La libertad en el tomismo de Cornelio Fabro en la Universidad Pontificia de Letrán (2009). Desde 2011 hasta 2018 se ha desempeñado como profesor de Metafísica en la misma Universidad. Desde el año 2005 hasta el 2013 fue el encargado de la edición de las obras completas de Cornelio Fabro. Actualmente se desempeña como Prefecto de Estudios del ciclo filosófico en el Seminario Diocesano de Toulon (Francia).
Además de numerosos artículos en revistas especializadas, ha publicado los siguientes libros:
– El naufragio del progresismo. Reflexiones sobre el pensamiento de Karl Rahner
– Para un retorno a la metafísica. Sobre la actualidad del tomismo esencial
– [Introducción a] Cornelio Fabro
– Appunti di Metafisica. Un percorso speculativo, pedagogico e tomistico
– La svolta metafisica di san Tommaso. Riflessioni sull’emergenza dell’«esse» e la fondazione della libertà radicale
– El acto de ser en el «tomismo intensivo» de Cornelio Fabro
– Le cinque vie tommasiane. Presentazione pedagogica, analisi teoretica e discussione.
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XXV EFC de BsAires: “La paz de Cristo en el reino de Cristo”
Temario y expositores aquí.
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32 comentarios
Dejo el enlace a un escrito sobre el asunto que, apoyado en el Magisterio eclesiástico, dice lo contrario: www.academia.edu/110316382/Consideraciones_sobre_el_sufragio_universal.
No conviene cargar las conciencias con pecado en donde la Iglesia expresa que no lo hay.
Un cordial saludo.
In Domino.
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V.G: Hola Federico; no hablamos de pecado, sino de falta de coherencia lógica, y creo que el razonamiento que hace el p. Ferraro es clarísimo.
"De aquí se sigue, con claridad meridiana, que ningún católico, bajo ningún respecto, puede apoyar tamaña monstruosidad: una cooperación, entonces, que asuma como propio, por parte del instrumento, el fin propuesto por el agente principal –aquí consolidado en la forma del sistema político–, no es moralmente lícita (...) aún cuando no hubiere cooperación formal subjetiva, el problema es la cooperación formal objetiva, que no falta en este caso y que jamás es lícito prestar."
Queda por ver cómo es eso conciliable con lo que dice el Magisterio de la Iglesia sobre este tema.
Saludos cordiales.
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V.G.: A ver; el razonamiento es recto, y a mi modesto juicio, irrebatible, lo cual no significa que yo piense (ni creo que lo piense el autor), que cada sujeto particular que emite un voto sea por ello reo de condenación eterna; aquí no hay juicio de conciencias, sino de ACTOS.
El Magisterio permite un juicio prudencial sobre los sistemas de gobierno, ergo, se puede pensar sobre ellos, y es de lo que se trata esta carta privada, a vuelapluma, que hemos publicado, por considerar que puede ayudar a otros a pensar rectamente.
Ahora, si vamos a hacer decir al Magisterio que el sufragio universal es lícito y recomendable, empecemos por conciliar ese Magisterio con otros documentos más inequívocos, que señalan que NO lo es. Viendo las gruesas contradicciones en que se ha incurrido en los últimos tiempos, urge comenzar por recuperar al menos el sentido común, y un poco de imaginación. Al paso que vamos, ya se acogerán al Magisterio los defensores de una cantidad de barbaridades a tono con el mundo, desde el momento que ha habido hasta celebraciones intra-eclesiales de los principios de la Revolución Francesa....Dejémoslo ahí.
Sin embargo en las últimas legislativas sólo votó el 67% del censo electoral, lo que quiere decir que en la práctica no votar carece de consecuencia negativa alguna.
Además si no estas de acuerdo con el sufragio universal, puedes votar en blanco o nulo.
Por lo demás, la experiencia electoral demuestra que el sufragio obligatorio favorece a las opciones conservadoras, pues las bases izquierdistas se movilizan más fácilmente.
Chile es un ejemplo, en las constituyentes el voto fue no obligatorio, sin embargo en el refrendo constitucional el voto fue obligatorio y el proyecto de constitución abortista fue rechazado abrumadoramente.
Sin embargo, a mi modesto juicio, falta un elemento importante en este análisis para una mejor comprensión del asunto. Me refiero a la imputabilidad moral. No basta, en efecto, con establecer la especificación moral de un acto; es necesario, además, establecer su grado de imputabilidad respecto del sujeto que lo realiza.
Ahora bien, la imputabilidad de un acto depende de su voluntariedad. En este punto es pertinente recordar los impedimentos del acto voluntario que disminuyen la voluntariedad o, incluso, la anulan. Los impedimentos del acto voluntario pueden proceder de la inteligencia: error, ignorancia invencible; y de la voluntad: las pasiones y la violencia.
Tomando en cuenta estos datos, ¿cuán imputable es el ejercicio del sufragio universal y obligatorio respecto del sujeto que lo realiza? Resulta evidente que el voluntario de los votantes, en general, se ve casi siempre impedido por el error y la ignorancia invencible. Además, están las pasiones (el sistema partidocrático y sufragista es, en sí mismo, una constante apelación a los elementos más irracionales, pasionales y emocionales del electorado). Por último, la violencia.
Cuando el sufragio es obligatorio se vuelve violento porque coacciona con el peso de la ley a los ciudadanos; un acto obligatorio deja de ser moralmente imputable; sin contar la coacción psicológica, cultural, etc.
Por todo esto, el ejercicio del sufragio universal obligatorio es moralmente ilícito; pero no imputable sin más a todos y cada uno de los desgraciados votantes en particular.
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V.G.: Muchísimas gracias por tu aporte, Mario -como siempre clarísimo-, y que da respuesta suficiente a Federico y a Néstor.
Sin embargo creo seriamente que las ideas defendidas en este artículo, mas hablando de un pais como Argentina, que si esta fundida no es por la democracia sino por las deudas contraídas por unos señores a los que nadie eligió... ////////////.
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V.G.: Ya sabemos que los calurosos defensores de la libre expresión, la defienden sólo para las expresiones que no les hacen mella.
Gracias. Pero lo que dice Mario Caponnetto no responde. Por empezar, sostener que "un acto obligatorio [se está refiriendo a la obligación que impone la ley civil] deja de ser moralmente imputable", implicaría que la obligación civil de, por ejemplo, incensar a los ídolos o de abortar haría que esos actos no fueran moralmente imputables. Un absurdo. Por lo demás, la cuestión se centraba en el plano objetivo: lo criticable es la tesis peregrina que sostiene que el votar es intrínsecamente malo.
Conforme a este "nuevo pecado" de votar, el 99% de los ciudadanos estaría pecando al menos materialmente. Y el Magisterio eclesiástico, desde León XIII hasta la actualidad, estaría equivocado al respecto. Cito tan sólo un pasaje de Pío XII, que se encuentra en el escrito al que referí (en donde puede verse completo):
"...en las presentes circunstancias, es una obligación estricta para quienes tienen derecho a ello, hombres y mujeres, participar en las elecciones. Quien se abstiene de ello, especialmente por indolencia o cobardía, comete un pecado grave, una falta mortal".
Pío XII, entonces, llegaría hasta el absurdo de enseñar que quien se abstiene de pecar cometería un grave pecado.
Por lo demás, me gustaría ver la referencia de algún teólogo de nota, siquiera uno, que fuera partidario de esa, como digo, del todo peregrina tesis de que el votar es algo intrínsecamente malo...
Un cordial saludo.
In Domino.
Me parece que si en el pensamiento católico pretendemos ser serios sería bueno que cada uno hable de lo que es especialista.
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V.G.: Mario Caponnetto sí lo es, con acreditada experiencia de docente e investigador. ¿Qué objeciones concretas le merecen ambos, ud. que viene a ilustrarnos?
El predominio de la cantidad solo es injusto si se utiliza para tomar decisiones que no corresponde tomar a la mayoría.
Las objeciones contra la legitimidad de la obligatoriedad del voto no implican nada acerca de la licitud del voto en sí mismo.
La objeción sobre la supuesta imprudencia del voto depende de las circunstancias. Naturalmente, cuanto más informado esté un pueblo, tanto mejores serán sus decisiones. Pero eso no implica que un pueblo menos informado no tenga derecho a hacer pesar sus opiniones.
En cuanto al último argumento, incurre en la falacia de acusar de contribuir a la corrupción a quienes votan a partidos, sectores, candidatos y programas en contra de la corrupción.
Además, no se ha levantado la objeción teologica planteada por Federico y Néstor: el autor sostiene que votar en un régimen democratico actual es pecado, contra lo enseñado por el Magisterio de la Iglesia católica.
Es más, el asunto que sí se podría discutir en el ámbito de la moral católica es si es moralmente licito abstenerse sistemáticamente en todas las elecciones de un régimen democrático.
Fraternalmente
Daniel
Hay quienes no comprenden lo que es convalidar, consentir, arreglar, tampoco comprenden la cooperación formal, ni el contemporizar o pastelear.
Una comparación: si son invitados a un gaymonio, moralmente no deben ir. Aunque no hayan podido predicar, Dios mediante, para que no tenga lugar esa ofensa, tampoco se puede concurrir que es validar la situación.
Con las elecciones liberales pasa lo mismo. No es moralmente lícito enterarse, ni concurrir, ni mucho menos participar.
De verdad les digo que no los conozco.
A mi modesto juicio, las cuatro razones por las que se demuestra la menor, son válidas.
1. El predominio del número como único criterio de bien o de mal es propio de las democracias hoy vigentes. Son, precisamente, las mayorías las que deciden sobre cuestiones en las no tienen competencia.
2. La obligatoriedad del voto supone una contradicción en sí misma como se muestra en la carta. Además, como dije en mi comentario, la obligatoriedad torna al sufragio universal violento. Lo que es contradictorio y violento, no puede ser bueno.
3. La imprudencia o no imprudencia del sufragio universal depende, desde luego, de las circunstancias; por eso la carta alude al contexto argentino. Pero, de un modo general, puede decirse imprudente toda vez que en las democracias hodiernas se da por supuesto que un electorado amorfo, anónimo e inorgánico, posea per se la competencia para tomar decisiones que atañen al bien común. Le aconsejo repasar el “Alcibíades” de Platón (o atribuido a Platón)
4. Por último, aunque se vote a un partido que promete luchar contra la corrupción, queda en pie lo que dice la carta: “porque se legitima y promueve la partidocracia con todo lo que ella implica en cuanto al abanico de promesas irrealizables, falacias de campaña, clientelismo dadivista y un generoso etcétera”.
Cordial saludo
Tal vez no entendió mi argumentación. Mi intención fue aclarar una cuestión que a menudo se plantea, a saber: que si se sostiene la ilegitimidad moral del sufragio universal se deduce, eo ipso, que todo votante es un pecador.
Usted mismo cae en esa falsa conclusión cuando dice “Conforme a este "nuevo pecado" de votar, el 99% de los ciudadanos estaría pecando al menos materialmente”. Esta conclusión me parece ilógica: por eso introduje el tema de la imputabilidad.
En cuanto a los ejemplos que usted trae (quemar incienso a los ídolos, abortar) no son pertinentes. Los primeros cristianos iban a la muerte por negarse a quemar incienso a los falsos dioses; pero a nosotros se nos obliga a quemar incienso al ídolo democrático y al falso dogma de la soberanía popular. Son cosas distintas. En cuanto al aborto, no existe siempre obligación de abortar: está la objeción de conciencia o, en todo caso, disponerse a ir a la cárcel. No es el caso del sufragio universal.
Respecto de las citas de Pío XII, estimo conveniente no apelar al magisterio. Los documentos magisteriales plantean el problema de hasta dónde les alcanza el carisma de la infabilidad. No todo lo que dice un Papa es infalible ni obliga a un religioso obsequio. Es mejor atenerse a los datos de la Ciencia Moral.
Saludo en Xto, y María.
1. No está en cuestión la imputabilidad moral, sino la consideración objetiva del mismo hecho de votar como intrínsecamente malo, según su hermano y Ferraro (y parece que también según Ud. mismo, lamentablemente).
2. Precisamente, si no hay imputabilidad moral, no dejaría de ser un pecado material, que fue lo que dije que al menos habría, supuesto que no hubiera imputabilidad moral. Porque objetivamente no dejaría de ser desordenado.
3. Los ejemplos dados son pertinentes, porque se refieren a actos objetivamente desordenados o pecaminosos, a los que la obligación por parte de una supuesta "ley" no los torna por eso mismo sin más moralmente inimputables, contra lo que Ud. parece que dio a entender: que la obligación civil de emitir el sufragio haría este acto moralmente inimputable. No hace al caso que de hecho exista o no la objeción de conciencia respecto del aborto: pues se platea un supuesto en el que no la habría. Precisamente, si los cristianos (no todos) iban a la muerte antes que idolatrar, es porque lo intrínsecamente malo no debe hacerse aun cuando una injusta "ley" obligue a ello (es el caso, para ustedes, del sufragio...). Y esto muestra que la obligación no quita la imputabilidad.
4. Referir el Magisterio de la Iglesia sí que es pertinente en esta cuestión, como, en general, en las cuestiones morales. Porque ha sido instituido, en efecto, para guiar a los fieles en las difíciles cuestiones que conciernen a su obrar. Cuando ningún Sumo Pontífice ha sostenido que el votar sea pecaminoso y, en cambio, hasta han exhortado a hacerlo responsablemente, y hasta alguno ha enseñado la obligación moral sub gravi de hacerlo...: pues ahí los que sostienen la peregrina tesis a la que Ud. mismo dice adherir: o bien han de abandonarla, que sería lo más sensato, o bien han de decir, si quieren ser honestos, que, según ellos, desde León XIII hasta nuestros días, todos los Papas sin excepción han errado al respecto. El Magisterio ordinario universal, por lo demás, puede ser infalible.
5. El apelar al criterio del número para designar o elegir a un determinado gobernante o autoridad no tiene de suyo nada de desordenado: es el procedimiento empleado desde hace siglos en algunas Órdenes religiosas, por ejemplo, para elegir superiores. Y el que tal emisión de voto se imponga como obligatoria no la torna por ello intrínsecamente desordenada ni pecaminosa. Por lo demás, el considerar que puede ser o no prudente según las circunstancias implica que no es de suyo intrínsecamente malo, contra la peregrina tesis. Los teólogos de nota, por lo demás, no condenan como pecaminoso el votar, al contrario. Ahí cité a los PP. Garrigou-Lagrange y Royo Marín, por ejemplo. Todavía estoy esperando la mención de algún buen teólogo que haya suscripto la extravagante tesis que ustedes sostienen...
En fin, esperaba algo más serio de parte de uds...
Un cordial saludo y que Dios lo bendiga.
[Divisio peccati] "Ratione imputabilitalis, in materiale et formale. Peccatum materiale est ipse actus malus, secundum se consideratus, seu transgressio legis involuntaria, ideoque non imputabilis ad culpam. Peccatum formale est ipsa malitia integra actus, seu deliberata legis transgressio, quae idcirco est imputabilis".
2. Primero, recordemos la moral y virtud católica. La virtud es la
excelencia moral y una cualidad que se considera buena, mientras que la moral son las normas y principios cristianos que guían la conducta en base a los Mandamientos y el Evangelio por la Gracia. La moral establece lo que se considera correcto, y la virtud es la disposición de la persona para actuar de acuerdo con esos principios.
3. Sí es pecado, si se vota en contra de Cristo Rey, al menos en contra de los principios innegociables cristianos: familia natural, defensa de la vida, libertad de educación para los hijos y bien común nacional e internacional.
4. Esto es, sí es pecado: si no se vota habiendo opción política de ppios. innegociables cristianos o vota lo contrario -anticristiano-; si todas las opciones de partidos defienden el aborto y/o la eutanasia, la familia artificial, adoctrinamiento hijos, marxismo, socialismo o comunismo.
5. Pues, votar en contra de los ppios innegociables cristianos es echar incienso a los dioses del César.
6. Y votar marxismo, socialismo, comunismo o cualquiera de sus disfraces, es pecado = votar miseria moral, ruina material y cultura de la muerte.
7. No es pecado el hecho de votar en sí mismo en un sistema democrático que tiene la igualdad de condiciones, no de oportunidades = Socialismo, como rasgo central -esto pocas democracias actuales lo cumplen-. Por ello, muchas democracias actuales no garantizan automáticamente la libertad, por el paternalismo y despotismo del Estado -corrupción moral y vicio-. Por ej. subvenciones y otros que "cuida" de los ciudadanos, pero los hace dependientes y pasivos. Si el papel de la religión católica, en países con mayoría católica, se anula en la vida pública, no hay un freno moral al egoísmo individual y el poder político se corrompe in crescendo. La libertad política no debe enfrentar a la religión católica, sino apoyarse en ella. La participación ciudadana, asociaciones locales (comunidades, municipios, jurados, prensa libre) como base de la democracia no Estado de bienestar (+Estado grueso que congela la caridad cristiana). Pues, la vida cívica activa enseña a los ciudadanos a participar, cooperar y defender sus derechos individuales y comunitarios. Se debe distinguir entre el individualismo democrático (centrarse en los propios asuntos) y el egoísmo. Pues, el individualismo puede aislar a las personas, por lo que las asociaciones y la participación pública son esenciales para contrarrestarlo. Se debe establecer límites constitucionales a la tiranía de la mayoría, que puede oprimir a las minorías. Por ej. no poder rezar delante de un matadero de inocentes nonatos. De ahí, la importancia de la libertad de prensa, los tribunales independientes y la división de poderes.
Veamos sus argumentos:
1. Usted dice: "El predominio del número como único criterio de bien o de mal es propio de las democracias hoy vigentes. Son, precisamente, las mayorías las que deciden sobre cuestiones en las no tienen competencia."
Para que el argumento sea válido debería justificar la introducción de las expresiones "el número como único criterio de bien o de mal" y "cuestiones en las que no tienen competencia". El número no es un criterio de bien ni de mal, sino que cada votante vota con base a otros criterios de bien o de mal, y normalmente el voto mayoritario prevalece.
Es un insulto a los ciudadanos decir que no tienen competencia sobre los asuntos políticos. Y es una injusticia pretender que no incidan en los asuntos políticos que los afectan. Quizás usted quiere referirse al caso particular en que el voto se refiere a una propuesta de desconocimiento de un derecho natural. En ese caso quien vota a favor de la propuesta pretende decidir sobre algo en lo que ningún mortal (no solo los votantes) tiene competencia para cambiar, pero quien vota en contra cumple su deber de intentar evitar una violación de la ley natural. En otras palabras, no hay ninguna ley que nos obligue a todos a ser liberales.
2. Usted dice: "La obligatoriedad del voto supone una contradicción en sí misma como se muestra en la carta. Además, como dije en mi comentario, la obligatoriedad torna al sufragio universal violento. Lo que es contradictorio y violento, no puede ser bueno." Para empezar, en muchísimos regímenes democráticos (como por ejemplo EEUU) el voto no es obligatorio. Pero creo que usted está tratando de impugnar la licitud moral del voto también en esos otros regímenes. Se trata pues de dos asuntos distintos y separables: una es la licitud o conveniencia de la obligatoriedad del voto, que es una norma que para el votante está dada, y otra es la licitud o ilicitud moral del voto en cualquiera de las dos circunstancias (voto obligatorio o no obligatorio). Si votar o no votar es algo que el ciudadano debe decidir; y si no comprendo mal, usted dice que en ambos casos votar es pecado, contra lo enseñado por el Magisterio de la Iglesia.
3. Usted dice: "En las democracias hodiernas se da por supuesto que un electorado amorfo, anónimo e inorgánico, posea per se la competencia para tomar decisiones que atañen al bien común. Le aconsejo repasar el “Alcibíades” de Platón (o atribuido a Platón).
Respondo con una cita: Congregación para la Doctrina de la Fe, NOTA DOCTRINAL sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, n. 1:
"Las actuales sociedades democráticas, en las que loablemente todos son hechos partícipes de la gestión de la cosa pública en un clima de verdadera libertad, exigen nuevas y más amplias formas de participación en la vida pública por parte de los ciudadanos, cristianos y no cristianos. En efecto, todos pueden contribuir por medio del voto a la elección de los legisladores y gobernantes y, a través de varios modos, a la formación de las orientaciones políticas y las opciones legislativas que, según ellos, favorecen mayormente el bien común. La vida en un sistema político democrático no podría desarrollarse provechosamente sin la activa, responsable y generosa participación de todos, «si bien con diversidad y complementariedad de formas, niveles, tareas y responsabilidades»".
Y agrego por mi cuenta, ?quién mejor para decidir si aumentar o no los impuestos que los propios ciudadanos que tienen que pagarlos? ?Pretende que paguemos sin chistar y sin darnos ni voz ni voto en el asunto?
4. Usted dice: "Aunque se vote a un partido que promete luchar contra la corrupción, queda en pie lo que dice la carta: “porque se legitima y promueve la partidocracia con todo lo que ella implica en cuanto al abanico de promesas irrealizables, falacias de campaña, clientelismo dadivista y un generoso etcétera”. Yo no dije "promete luchar" sino "lucha". Por lo demás, su afirmación de que con un voto así se promueven todas esas cosas malas es una afirmación sin pruebas, que también se puede rechazar sin necesidad de pruebas.
Por último, le planteo estas dos preguntas:
A) Si es moralmente ilícito votar hoy, ?cómo es que es moralmente lícito crear un partido político cristiano? (?Para qué serviría tal partido si nadie podría votarlo lícitamente? ?No sería su misma existencia un estímulo al acto supuestamente inmoral de votar?)
B) ?Cómo compagina usted, fiel católico, su tesis de la ilicitud moral del voto en la democracia moderna con la doctrina católica obviamente contraria a su tesis?
Cordial saludo
Un saludo fraternal en Cristo de
Daniel Iglesias
Lamento no ser tan serio como usted. Por regla general cuando escribo u opino trato de informarme y de estudiar el tema; y si me equivoco no tengo problema en reconocerlo.
Creo que desde el inicio de este debate ha habido un enfoque inadecuado del asunto que estamos tratando (ya ve que lo reconozco). En efecto, nos hemos centrado en el sufragio universal como acto, es decir, en su ejercicio; esto supone un sujeto que lo ejerce. Entonces si decimos que el sufragio universal es intrínsecamente desordenado y moralmente ilícito, se plantea inevitablemente la cuestión de si votar es pecado al menos material. En eta perspectiva introduje el tema de la imputabilidad (que podemos seguir analizando). Pero votar, en sí mismo, no es ni bueno ni malo: todo depende de qué se vota, en qué circunstancias, etc. Por eso no corresponde plantear si votar es o no es pecado.
Para evitar esta deriva hacia el sufragio universal entendido como el acto de un sujeto que vota, lo que debemos considerar es el sufragio universal como concepción política, como método de elección de autoridades y como vía exclusiva de participación política. Así considerado, el sufragio universal es una grave distorsión del orden natural y del recto orden político.
En este sentido, el sufragio universal, tal como ha sido propuesto por el liberalismo y el socialismo, se funda en la autonomía del individuo y por extensión del pueblo, que no requiere de nadie ajeno que le dirija, que debe ser autogobernado. Esta es la cuestión de fondo. No la perdamos de vista.
En cuanto a tratadistas y teólogos que se han ocupado del tema, puede mencionarse a Donoso Cortés (sobre todo en su “Carta al Cardenal Fornari”), Juan Vázquez de Mella, el Cardenal Billot, etc.
Sigamos pensando. El objeto de un debate no es imponer al otro el criterio propio sino buscar la verdad del mejor modo posible.
Cordial saludo y que Dios lo bendiga.
Ya no es que no hay que votar candidatos que son abortistas, pro-lgbt, perseguidores de la Fe, etc. No hay que votar a nadie porque hacerlo es PECADO.
Aunque haya una lista con candidatos que puedan revocar el aborto, impedir la eutanasia, dejar de pervertir a los menores con ideología de género, etc, etc, NO SE LA DEBE APOYAR.
Queda en claro entonces que las argumentaciones tipo: "No hay que votar a X porque el candidato Y apoya Z" no eran sinceras.
No hay que votar y punto.
El Magisterio no debe ser escuchado, si los Obispos de todo el mundo dicen algo distinto no deben ser escuchados, si Garrigou-Lagrange, Royo Marín o Fray Nelson dicen algo completamente distinto, están equivocados...
Si alguien trata de formar un partido que respete el Orden Natural, como NOS (con las inevitables miserias humanas) ¡Me alegro qué desaparezca!
Si la Corte de Trump derogó Roe y eso está salvando miles de vidas ¡Fue por el apoyo de millones de católicos que, al menos objetivamente, pecaron yendo a votarlo!
Agrego al ejemplo de las órdenes que cita Federico Ma, otro ejemplo asumo más relevante: Hasta el mismísimo Papa es elegido por sufragio de los cardenales (si bien un sufragio con una mayoría calificada)
Para no usar otros que, inevitablemente, me saldrían más duros, me sumo a los adjetivos de Federico Ma: una tesis peregrina y extravagante.
Y agrego yo: Contraria al más elemental sentido común.
El pasto es VERDE.
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V.G.: Mire Raúl, le cedo la palabra a Mario, si desea seguir este maravilloso y "amable" diálogo, porque francamente, yo carezco en este momento del tiempo necesario para poder responderle con la prolijidad que quisiera.
Con respecto al partido que respete el orden natural, creo que esta "peregrina pretensión" adolece de una falta de realismo y de información tremenda, porque NO SE PUEDE IGNORAR que el verdadero dueño del circo democrático no son los partidos ni mucho menos los "honorables ciudadanos" sino el Poder Internacional del Dinero, al cual desde el vamos, le importa tres pimientos y medio el bien común, el respeto y toda la perorata de derechos humanos con que engatusan a las masas. Saber que a uno lo están cocinando, y contribuir a elegir los aderezos, me parece de una ridiculez insostenible, perdón.
Y vayan a protestarle a Castellani (¿o era Meinvielle?), cuando decía que a veces la estupidez es pecado.
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V.G.: NO. Es mucho peor matar las almas que los cuerpos.
Los sistemas hipócritas de hoy, que cacarean libertades y asesinan física y espiritualmente a millones de inocentes, son mucho más inicuos que ciertos regímenes pasados que hacen el "cuco" de la masa dócil a la manipulación global. Pero no hay peor ciego que quien no quiere ver.
Agrego que me parece GRAVÍSIMO lo que se propone en este artículo. Podemos discutir de política y de cuestiones prudenciales, pero tachar de "acto pecaminoso" el voto, es pasar todos los límites que corresponden a la humildad del fiel cristiano. Son los pastores los que deben dictaminar una cosa tan universal y necesaria. Y ya lo han hecho, como mencionó Federico, enseñando que se trata de un acto de suyo moralmente indiferente. Pero parece que algunos pretenden pontificar sus opiniones y coaccionar a los fieles (bajo pecado!!!!) a que las sigan. Algo similar hizo Lutero... Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien!
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V.G.: Perdón, pero asemejar a quienes repudiamos el sistema demo(nio)crático con Lutero me parece ya de una cerrazón mental bastante importante. Siga con humildad, charlando mano a mano con el mismísimo demonio en paridad de condiciones en una "mesa de diálogo", porque el Diálogo Inmaculado todo lo merece y lo resuelve.
Y quédese tranquilo/a, que no pretendemos coaccionar a ningún fiel; lo mismo da la verdad que la mentira, y en última instancia, como el cielo es para "todos, todos, todos", aquí somos devotísimos de Minguito Tinguitela, y todo "sé gual". Sigamos contribuyendo al revoltijo organizado, que lo importante es saber respetar...absolutamente cualquier cosa.
Partimos de presupuestos muy diferentes, desde ya.
No creemos que la luz pueda dialogar con las tinieblas, ni creemos que el error y la mentira tengan derechos. Pero en el imperio del relativismo esto es imposible y violento, así que aquí termina nuestro diálogo.
Dios lo/la bendiga.
Ahora bien, la Iglesia enseña que el ejercicio del voto en las sociedades democráticas es moralmente lícito. Por tanto, no lo considera un pecado material no imputable, y sostenerlo va en contra de lo que enseña la Iglesia.
Saludos cordiales.
La burla no colabora en una discusión. Ni los aspavientos.
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V.G.: Ale, la Iglesia concede un juicio prudencial sobre la forma de gobierno, en la medida en que se salvaguarde el bien común. Esto significa que no hay un ÚNICO modo de concebir el gobierno más apto, y el problema es que de un tiempo a esta parte, de la no condena, se pasa a la obligación, y todo el que impugna la democracia es mirado con sospecha. ESO es lo no católico, lo que no puede consentirse, mientras escuchamos a cierta jerarquía que por otro lado eleva loas a la Revolución Francesa, que avanzó a fuerza de terror y crímenes.
Cuestionar un sistema de gobierno no quita fidelidad a Pedro ni a la Iglesia.
Que crie bien a sus hijos; con la ayuda de Dios.
Saludos.
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V.G.: Gracias por el saludo, que por supuesto retribuyo afectuosamente, Farías!
Por favor sigamos rezando unos por otros. Yo sé que compartiremos la eternidad. Un gran cariño en Ntra. Señora y Reina!
Lo que yo objeto ante todo es la premisa menor del Padre Ferraro, que es la piedra angular de su argumento: "El ejercicio del sufragio universal y obligatorio constituye una transgresión del orden natural."
Ejercitar el sufragio es votar; y transgredir el orden natural es cometer un acto moralmente malo, o sea pecar. Por lo tanto, lo sostenido por el P. Ferraro es que votar (en un régimen de sufragio universal y obligatorio) es pecado.
Se sobreentiende que el P. Ferraro se refiere a votar para elegir autoridades políticas en una democracia moderna, no a otro tipo de elecciones (por ejemplo en un club social o deportivo).
Hago una digresión. No entiendo por qué el P. Ferraro agrega a su tesis la condición de la obligatoriedad del voto. Si no comprendo mal, su idea básica es que la democracia moderna es algo tan malo y corrupto que el solo hecho de participar en ella mediante el voto es pecado. Bajo esa hipótesis, me parece muy claro que la obligatoriedad del voto sería un atenuante y no un agravante del supuesto pecado del votante. O sea, sería moralmente peor votar si el sufragio no fuera obligatorio, porque requeriría una mayor intencionalidad. Cierro aquí mi digresión.
Celebro ver que en realidad usted no comparte la premisa del P. Ferraro y que coincidimos en que, para juzgar moralmente el acto del votante, lo importante no es el voto en sí mismo, sino su contenido. O sea, votar no es malo en sí mismo (ni siquiera en las democracias modernas).
Si no comprendo mal, lo que usted sostiene es que es moralmente malo establecer un régimen democrático con sufragio universal y obligatorio. También discrepo radicalmente con esa tesis, pero no es lo que me interesa discutir aquí y ahora. En todo caso, eso sería un pecado de los constituyentes, no de los votantes.
Fraternalmente,
Daniel Iglesias
Leyendo los comentarios y otras entradas de Infocatólica pasma ver:
A) Que no se logre ver que no hay algo así como una declaración ex-cathedra del Magisterio al respecto: hay documentos puntuales con directivas prudenciales (los cuales no gozan de infalibilidad ni mucho menos), hay documentos doctrinales genéricos que sientan principios del orden político (principios de los cuales se siguen a las claras la aberración que supone el sufragio universal, la democracia liberal, etc) y hay documentos más modernos que lamentablemente mezclan sanos principios católicos con la aceptación (al menos en el orden semántico) de ciertas cosas ajenas a la concepción católica de la política. A su vez hay una terrible falta de hermenéutica de esos mismo documentos. Por ejemplo: traer a colación Benignitas et Humanitas para defender la licitud de la democracia es demostrar no entender la cuestión. Benignitas et Humanitas, justamente, habla del "elemento democrático" integrante de un régimen mixto no como una forma de gobierno (¡explícitamente dice que "la democracia" de la que está hablando puede convivir con varias formas de gobierno!). Es pues, sumamente pertinente el llamado a la cautela que hace Don Mario en este aspecto.
B) Que no se logre distinguir entre: la acción genérica de votar (que no impugnamos de suyo) y el ejercer el sufragio universal. Decir que votar no es malo per se, no implica negar la premisa menor del P. Ferraro. Nos hemos cansado de distinguir votaciones legítimas de votaciones ilegítimas, lo que me lleva al punto C:
C) Que no se logre ver, la diferencia absoluta y total que existe entre el criterio que rige la votación por sufragio universal y el criterio que rige otras votaciones (Cónclave, clubes, sindicatos, etc). ¡Es precisamente la diferencia que existe entre una votación inorgánica y el criterio primus inter pares! ¡Pero que estas distinciones han sido planteadas explícita y claramente por los que impugnamos el sufragio universal! ¡Ignorar eso es demostrar estar ejerciendo la más pura opinología!
D) Que no se logre ver que es evidente que es imposible pretender que todos los ciudadanos de un país tengan los elementos de juicio suficientes para decidir el mandatario. Mandar a elegir a millones de personas a otras personas que no conocen, para ejercer funciones que ignoran cómo se deben desenvolver de derecho y cómo se desenvuelven de hecho, es una demencia. Es pertinente, aquí, la referencia al Alcibíades.
E) Que, incluso más allá de la cuestión práctica y concreta sobre la licitud del sufragio universal, no se logre ver la clara incompatibilidad (en el campo doctrinal-teórico) entre sufragio universal, régimen partidocrático, democracia como forma impura de gobierno, etc, con la doctrina clásica y católica en materia de política. Comprendo que algunos acepten lo segundo pero nieguen lo primero (separando erróneamente, a mi ver, teoría de práxis), pero es incomprensible que haya católicos formados que se nieguen incluso a lo segundo: qué mal no ha hecho el democristianismo.
En fin. Aquí dejo mi aporte. No pienso enroscarme en discusiones estériles.
Un gran saludo cordial en Cristo y en la patria para Virginia y Mario.
En cualquier caso tampoco nadie garantiza que un solo hombre o unos pocos de una camarilla tengan juicio suficiente como para gobernar.
Un buen ejemplo son los inútiles Carlos IV y Fernando VII de España, gracias a cuya ineptitud se disolvió el imperio español y los argentinos son independientes.
También pone el inconveniente de que millones de personas no conocen a quienes votan, a lo que igualmente se puede responder que un solo hombre o unos pocos no pueden conocer a los millones que gobiernan.
Con todo esto digo que la democracia representativa me parece la menos mala de las opciones de gobierno, desde luego mucho mejor que cualquier monarquía absoluta o dictadura, tanto en aspectos prácticos como éticos.
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V.G.: Otra vez sopa, decía Mafalda...dale con el mal menor, y dale con la falsa dialéctica oponiendo democracia y monarquía absoluta...con todo respeto, Tamayo, el tema me aburre, porque ya lo hemos respondido. Un poco de imaginación, por favor. Lo invito a leer el reciente comentario en que citan al prof. JCarlos Monedero.
Saludos cordiales.
2) Nadie dijo que un sólo hombre, por el hecho de ser uno, tenga el suficiente juicio para gobernar. No sé de dónde saca eso. Por otra parte son diversos los conocimientos y competencias necesarias a la elección del gobernante que al ejercicio del gobierno mismo. No mezclemos asuntos.
3) Para elegir a alguien para un puesto de importancia sí es necesario conocerlo medianamente. Toda elección debe tener por base el conocimiento de la materia sobre la que se elije. Sin eso la elección es lo mismo que el azar, cesa de ser un modo legitimo de decidir algo para dejar librado ese algo a las pasiones, a la demagogia, a las medias verdades, a los pareceres circunstanciales y caprichosos, etc. Ahora bien, para gobernar una Nación no es necesario conocer a todos y cada uno de los gobernados. La acción de gobernar es diversa a la de elegir gobernante. No entra necesariamente (y en los hechos es imposible) dentro del conocimiento y competencias necesarias al gobierno el conocer a todos y cada uno de los gobernados. Reitero, no mezclemos cosas.
4) La democracia es una aberración política. La monarquía absoluta no es la monarquía tradicional católica hispánica, aunque la mayor o menor concentración del poder es una cuestión prudencial. La dictadura puede ser legitima, dependiendo las circunstancias. Con todo, no sé de dónde infiere (o parece inferir) que mi propuesta es alguna de esas cosas. Por lo que me parece conveniente remitir al comentario al que hace referencia Virginia, que se encuentra en la entrada anterior a esta "Elecciones legislativas...".
Ahora sí, no entró en más discusiones. Me tenté nomás.
Saludos cordiales
En función del punto A de su mensaje de fecha 06/11/2025 y hora 1:58 PM, interpreto que usted piensa que una doctrina católica que no es dogma de fe puede ser desestimada por un fiel católico. No es así, como lo prueba la parte final de la Profesión de Fe vigente en la Iglesia Católica: "Me adhiero, además, con religioso obsequio de voluntad y entendimiento, a las doctrinas enunciadas por el Romano Pontífice o por el Colegio de los obispos cuando ejercen el Magisterio auténtico, aunque no tengan la intención de proclamarlas con un acto definitivo."
Pues bien, es un hecho evidentísimo que, según la doctrina católica, no es pecado votar en una democracia moderna, bajo un régimen de sufragio universal y obligatorio. Tanto es así que regularmente los Obispos de cada país democrático exhortan a los fieles a votar tomando en cuenta los lineamientos de la moral católica. Más aún, aunque hoy la Iglesia al parecer no prefiere el instrumento de los partidos políticos católicos, su derecho canónico permite crearlos, lo cual sería totalmente absurdo si a la vez la misma Iglesia prohibiera la participación política en la democracia moderna o actual mediante el voto. Espero que usted admita lo que llamo "hecho evidentísimo". No nos obligue a probar que el pasto es verde. Se puede hacer pero es un trabajo que debería ser innecesario.
Fraternalmente,
Daniel Iglesias
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V.G: Daniel, "regularmente los Obispos de cada país democrático exhortan a los fieles a votar tomando en cuenta los lineamientos de la moral católica".
Regularmente los obispos de muchos países democráticos deben repasar muchos puntos de moral católica, por ejemplo los mandamientos, y el panorama es realmente desolador, sin entrar en detalles. Por lo tanto, creo que una obligación incuestionable es buscar la verdad.
No ser conscientes de cómo funciona realmente el sistema democrático hoy en día (mentiras, componendas a cuál más sucia, y sobre todo el visto bueno definitivo del Imperialismo mundial del Dinero, además de presupuestos relativistas y masónicos), es servir a la Mentira
Por lo tanto, cuando se sabe probadamente que la mayor parte de la Jerarquía está al servicio de un sistema mentiroso y perverso, en conciencia creo que lo primero que debe hacerse, es denunciarlo, siendo luz y sal, y no seguir jugando a las escondidas mirando para otro lado, porque estaríamos siendo cómplices, como Pilatos. La Iglesia necesita obispos santos; el Card. Pie existió y denunció, por poner un ejemplo.
El poner paños fríos y pactar con las máximas del mundo donde impera el relativismo, no es en absoluto la misión de la Iglesia.
El abstencionismo de la farsa votocrática no propone en absoluto la no participación en la vida cívica.
Lo que debe salvaguardarse es el Bien común, e idolatrar un único sistema de gobierno como posible, no parece muy razonable; ¿por qué negar la crítica a todo lo criticable, si es lo primero, honestamente, para generar algo mejor?.
Perdón, Daniel, pero rasgarnos las vestiduras para defender un sistema corrupto que pisotea sistemáticamente los derechos de los más débiles y las identidades nacionales, gestado por principios liberales y aprovechado por todos los marxismos, me parece de una ingenuidad atroz. No se puede consentir que se proponga el democratismo como mandamiento 11°.
No olvidemos que el Anticristo será aclamado por las mayorías, y "globalmente".
Y desde luego los argumentos que veo en la zona de comentarios no son tampoco muy originales porque si los viera escritos en un periódico de papel de hace un siglo, no me sorprendería.
Que yo sepa Argentina y España desde más de 200 años siglos han conocido tres tipos de gobierno: la monarquía absoluta, la democracia en varias formas (repúblicas y monarquías parlamentarias) y dictaduras militares.
Cada cual que elija la que le parece mejor.
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V.G.: No se trata de que me aburra, en absoluto, y si tenemos comentarios vetustos, veré de traer un poco de naftalina para no molestarlo.
Con respecto a las formas históricas de gobierno mencionadas, ¿son a su juicio las únicas posibles, absolutamente? Personalmente, creo que la Iglesia no prohíbe la imaginación, mientras se salve el bien común, cosa que está siendo pisoteada sistemáticamente con nuestras beneméritas democracias a todo el que quiera verlo.
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