11.02.19

Carlos III. El primer gobierno antirreligioso de la historia de España

El reinado de Carlos III (1759-1788) ha sido uno de los más decisivos períodos de la historia de España. Su reinado se caracterizó por estar imbuido del espíritu de la “Ilustración”. Se llevaron a cabo reformas de todo tipo, económicas, administrativas, políticas, militares… Pero por desgracia también se llevó a cabo una política que chocaba de frente con la mentalidad católica tan tradicional y consubstancial a la historia y la naturaleza del pueblo español. Y esto es un factor sobre el que no se suele insistir lo suficiente. Y cuando se hace, es para alabar, incluso desde ámbitos católicos, acríticamente una época que marcó el inicio histórico del descenso a los abismos morales en los que estamos en la España de hoy. El historiador Rafael María Molina nos acerca a su figura.

¿El reinado de Carlos III supuso una ruptura con la historia de España en el ámbito religioso?

Así es. La época de Carlos III marca un auténtico punto de inflexión o de ruptura si se prefiere con la historia de España en el plano religioso. Hasta entonces, todos los reyes españoles, desde el tiempo de la conversión de los visigodos al catolicismo, en mayor o menor medida, habían promovido la Religión Católica o luchado por ella, como en la Reconquista. Este fenómeno llegó a su apogeo en los tiempos del Siglo de Oro en los que la Monarquía Hispánica llegó a simbolizar la propia defensa y expansión de la Fe en todos los continentes. En una sociedad que aún era teocéntrica, los españoles de a pie se identificaban totalmente con esa visión y se puede decir que lo dieron todo, empezando por literalmente su sangre y sus bienes para sostener una política cuya base era la defensa de la Fe Católica en primer lugar, en todas partes y contra todos sus enemigos.

Pero todo esto empieza a cambiar drásticamente durante el reinado de Carlos III (1759-1788). Es el primer reinado de la historia de España que mira a la Iglesia con desconfianza, casi como a un enemigo potencial. El primer reinado que trata de inculcar a los españoles una nueva “ideología”, el culto al racionalismo y al conocimiento entendidos como algo distinto y casi ya en oposición a la Religión. El primer reinado donde la influencia masónica sobre el Gobierno será fuerte.

¿Cómo se materializa todo esto?

Por varias vías. En primer lugar Carlos III y sus ministros acentuaron al máximo la política regalista, esto es, intentar situar a la Iglesia bajo el control del Estado. Los gobiernos de Carlos III desarrollarán hasta las últimas consecuencias las posibilidades que les ofrecía el Concordato firmado con el Vaticano por su antecesor Fernando VI en 1753 para controlar el nombramiento de cargos eclesiásticos en España y en su todavía inmenso imperio americano (lo que se conocía como el “Patronato Universal”). La idea era que, si el monarca lo era por derecho divino, supuestamente tenía derecho a situar la Iglesia bajo control a través de sus “regalías” o sea, los derechos absolutos del rey sobre todas las cuestiones referidas a la Iglesia.

¿Cómo se originó la persecucución total durante este reinado a la Compañia de Jesús?

Fue una consecuencia del regalismo y también de la influencia del singular odio ilustrado y masónico (muy visible en los ideólogos franceses de la “Ilustración” como Voltaire o Diderot entre otros) por los jesuitas. En primer lugar, dado que los jesuitas eran la Orden más influyente y la que poseía una mayor riqueza material, la idea de apropiarse de sus bienes, rentas y tierras, era muy atractiva para Carlos III y sus ministros. En segundo lugar, los jesuitas estaban considerados entonces como el principal bastión de la ortodoxia intelectual católica y ponían su fidelidad al Papa por encima de la lealtad a cualquier rey. (Por eso eran tan odiados por los “ilustrados”). Los jesuitas fueron expulsados en la década de 1760 tanto de España, como de Francia y Portugal (países todos donde la influencia “ilustrada” sobre los gobiernos era fuerte). Carlos III, además les culpaba de estar supuestamente implicados en el “motín de Esquilache”, la revuelta popular en Madrid y otras ciudades que en 1766 llegó a poner en peligro la Corona. 1 año más tarde , en 1767 fueron expulsados de España y de su imperio. Pero da la medida del odio real hacia los jesuitas el hecho de que Carlos III no paró hasta conseguir que en 1773 el Papa Clemente XIV, sometido a todo tipo de presiones y amenazas (incluída la de un desembarco español en Italia) disolviera la Orden en todo el mundo. El embajador español en Roma que había logrado este “éxito”, don José Moñino, fue nombrado por Carlos III, conde de Floridablanca, como premio y pronto sería nombrado Primer Ministro por Carlos III.

En el proceso de la expulsión de los jesuitas tuvo también un papel destacado el Conde de Aranda, político aragonés que ejercía en ese momento el puesto de presidente del Consejo de Castilla, lo que le convertía casi en el virtual primer ministro de España. Aranda fue un político muy influenciado por la masonería. Se discute aún si llegó a ser masón pero en cualquier caso llevó a cabo una política promasónica. Era amigo de Voltaire (que le dedicó unos horribles versos calificándolo de heroico vencedor de la “hidra” jesuita). La Corona incautó todos los bienes de los jesuitas. En definitiva, fue una gran victoria masónica.

¿Carlos III era católico?

Hay que dejar claro que Carlos III fue católico. De hecho era católico practicante y desde luego, no fue personalmente masón (de hecho murió en 1788 con los Sacramentos) Pero no fue un católico tradicional sino más bien fue lo que en nuestra época se ha llamado un católico “progresista”. Como ha señalado el experto hispanista John Lynch, el gobierno de Carlos III fue antipapal desde el principio. Ya en sus primeros años de reinado Carlos III defendió públicamente las tesis del abad francés Mesenguy que negaban la infabilidad papal y que estaban condenadas por la Iglesia. Y ya a partir de 1761 un decreto de Carlos III prohibió la publicación de cualquier documento papal en España a menos que contara con el visto bueno previo de la Corona.

El Gobierno prohibió los sínodos eclesiásticos provinciales para impedir que la Iglesia pudiera pactar estrategias de actuación y medidas propias sin el control estatal y estableció la censura previa sobre las pastorales de los obispos. E incluso sobre las homilías de muchos sacerdotes. Hizo un gran intento por secularizar la enseñanza, hasta entonces dominada por los religiosos, regulando los métodos de acceso de los maestros, con el objetivo de limitar al máximo el número de maestros religiosos y crear un cuerpo de maestros laicos, subordinados al Gobierno. Es verdad que hubo alguna medida positiva en el ámbito religioso, básicamente la proclamación de la Inmaculada Concepción como Patrona de España y de las Indias en 1760. (Y se podría añadir que Carlos III ha sido uno de los pocos reyes españoles Borbones que no fue motivo de escándalo por cuestiones relacionadas con la lujuria y la infidelidad conyugal) pero el peso de su política anticlerical fue, por desgracia, enorme.

¿Qué otras medidas laicistas llevó a cabo el gobierno de Carlos III?

Se reformaron las materias para dar más importancia a los contenidos científicos lo cual en parte era saludable pero el auténtico objetivo del Gobierno era secularizar la enseñanza en todos los tramos, incluído el universitario. El gobierno de Carlos III llevó a cabo también numerosas medidas para prohibir o limitar muchas devociones populares y actos religiosos masivos con el argumento de que determinadas devociones, sobretodo las marianas, eran casi idólatras y muchos actos de piedad no eran más que superstición, que hacían perder muchas horas de trabajo a la gente.

También se limitó el número monasterios contemplativos con el argumento de que eran improductivos. Es llamativo que en todo ello destacaron los ministros más abiertamente másonicos o “librepensadores” como Roda o Campomanes. La Inquisición no fue suprimida pero se limitó estrechamente su actividad. Es cierto que, como es sabido, la Inquisición todavía pudo lograr la condena del famoso intendente Pablo de Olavide, íntimo amigo de Voltaire y Diderot y mano derecha del Conde de Aranda, por sus escritos notoriamente antirreligiosos pero la Institución fue severamente limitada en su actividad por los ministros del rey. Campomanes llegó a preparar una gran “desamortización” o incautación general de los bienes de la Iglesia aunque finalmente el propio rey no se atrevió a ejecutarla, ante los síntomas de una resistencia eclesiástica muy intensa. (Pero sí lo haría parcialmente su hijo Carlos IV y al final se llevaría a cabo totalmente en tiempos de Isabel II)

¿El pueblo seguia siendo masivamente católico o empezaba a ya resultar contaminado de anticlericalismo?

El pueblo español en esta época seguia siendo abrumadoramente católico, como reconocen los historiadores. La asistencia a Misa y la recepción de sacramentos seguía siendo masiva y, como han señalado algunos historiadores, al pueblo , desde luego, le emocionaban mucho más las prédicas de grandes predicadores como Fray Diego de Cádiz que el anticlericalismo del Gobierno. Por eso fue tan importante vista en perspectiva la ofensiva anticlerical de los ministros de Carlos III. Sembraron para las generaciones futuras. Los futuros liberales antirreligiosos de principios del siglo XIX seran hijos intelectuales de la “Ilustración” y de la Revolución Francesa (preparada ideológicamente por la “Ilustración”)

¿Por último que balance haría de este reinado, sobretodo desde el punto de vista religioso?

El reinado de Carlos III se caracterizó por una serie de amplias reformas, algunas de las cuales en los ámbitos económico, administrativo , militar o urbanístico fueron positivas en aquel momento. También se caracterizó por las guerras contra Inglaterra, la última de las cuales, la de 1778-1783 tuvo un balance positivo pues, aunque no se logró reconquistar Gibraltar, si se recuperó la isla de Menorca y algunos territorios en Norteamérica. De hecho, en este reinado el imperio Español de América llegó a su máxima extensión con la conquista o adquisición de California, Luisiana y la pacificación de amplios territorios del sudoeste norteamericano tras duras luchas contra los pueblos indios. Fue el último reinado en el que España, con una gran flota de guerra, tuvo todavía autentico rango de gran potencia internacional.

Todo ello ha hecho que de Carlos III se haya dicho que es una de las pocas figuras de la historia de España que gusta tanto a la derecha (por el relativo esplendor militar y colonial) como a la izquierda (precisamente por sus medidas anticlericales). Y es que el peso, trágico, de la política antirreligiosa es una responsabilidad muy gravosa con la que este reinado carga ante la Historia.

A este respecto, fue muy llamativo lo ocurrido en 1988 cuando el entonces gobierno socialista español presidido por Felipe Gónzalez, conmemoró por todo lo alto el bicentenario de la muerte de Carlos III con cientos de actos, exposiciones, conferencias, libros y actos de todo tipo, incluyendo una serie de televisión sobre el reinado y una película sobre el motín de Esquilache, de la directora Josefina Molina, donde Carlos III y su ministro, el reformista radical Esquilache (de origen italiano) aparecían como unos héroes reformadores. También en esa época se colocó la estatua ecuestre de Carlos III que preside la Puerta del Sol, en el centro geográfico de Madrid y de España.

El gobierno socialista insistió entonces en que ellos, en su decidida política de “modernizar España” (o sea, en la práctica, descristianizarla) eran los sucesores naturales de una figura como Carlos III cuyo empeño de modernización del país en su época, fue idéntico.

Fue, en definitiva el reinado en que, tristemente, el anticlericalismo impulsado desde el poder, hizo su aparición en la historia de España.

 

Javier Navascués Pérez

21 comentarios

  
blaloma
Muy interesante
11/02/19 10:45 AM
  
Javidaba
D. Marcelino Menendez y Pelayo describe la religiosidad de Carlos III, con notas de ridiculez tremenda.
11/02/19 10:48 AM
  
Pedro Amate
También fue el Rey que inauguró el Palacio Real de Madrid. Lo peor fue que su hijo Carlos IV ,y su nieto y bisnieta ,los reyes Fernando VII e Isabel II ,significaron para España la independencia de los Virreinatos Americanos ,y nos quedamos tan sólo con Cuba y Filipinas ; después su tataranieto Alfonso XII ,y la Regencia de su esposa la Reina Maria Cristina de Absburgo - Lorena ,supuso el desastre total para España en ultramar.

Aun así ,en lo religioso nos mantuvimos más o menos estables,y superamos la Primera Guerra Mundial ,que supuso el final del Milenio Preliminar de la Historia de la Iglesia y de la era cristiana ; hasta la II república de 1.931.

En 1.936 ,llegaron los descendientes políticos del Liberal radical ,y masón; el ministro de la Reina Cristina , autodenominado
"Mendizabal ; a completar la obra de muerte y destrucción empezada por el expoliador de la Iglesia y asesino de cientos de curas y frailes en 1.836.

La Guerra Civil : El mayor error de la Historia de España ; error de unos y de otros ,ya que la Guerra,empezó realmente en ,1.934 ,con el golpe de estado de socialistas,anarquistas y separatistas catalanes.

La dictadura franquista, una consecuencia del mayor y gran error de la Historia de España. Y después de la muerte de Franco ,supuso para España en lo religioso y en lo político ,lo que para el resto de la humanidad supuso la Primera y Segunda Guerra Mundial : El final del Milenio Preliminar ,y la Liberación de Satanás por un corto espacio de tiempo, que nos podrá llevar hasta finales del presente siglo.





11/02/19 2:41 PM
  
Sor Lucía
...y el primer buen rey de España.
¡Caramba, que coincidencia!
11/02/19 2:46 PM
  
José Díaz
D. Javier, gracias por reproducir esta entrevista. El reinado de Carlos III está sobrevalorado, también en el campo de sus reformas administrativas y políticas y en el referente a la política exterior.
La entrevista menciona a John Lynch, autor de una historia de "Las revoluciones hispanoamericanas". Según este clásico de la historiografia, durante el reinado de Carlos III las reformas emprendidas en la América española significaron lo que el propio autor ha dado en llamar una "segunda conquista de América", proceso consistente en la implementación de principios inspirados en la política colonial británica y francesa, en virtud de los cuales los virreinatos americanos debían pasar a ser colonias, si no jurídicamente, al menos sí en la práctica. El autor trae a colación citas de personalidades próximas al monarca que se quejaban de que los virreinatos americanos no hubiesen reportado a España los beneficios que otras naciones europeas habían obtenido de sus 'colonias'. Esas mismas personalidades abogaban por transformar la relación de España con sus territorios del Nuevo Mundo para hacerla plantearla en términos de metrópolis colonias, algo completa y radicalmente contrario a la tradición política española. Una de las tesis de Lynch consiste en limitar el impacto de las ideas ilustradas procedentes de Francia y de las potencias anglosajonas y enfatizar, en cambio, el descontento suscitado por las reformas administrativas de Carlos III.
En cuanto a la política exterior, el tópico suele repetir que Carlos III reincorporó a España al gran escenario de las relaciones internacionales de la época, especialmente mediante la participación en algunas contiendas contra Inglaterra, pero siempre del lado de Francia. Pero con ello no se hizo otra cosa que acentuar el seguidismo respecto de los intereses franceses y, además, a un coste altísimo que comprometió fatalmente el reinado de su sucesor. La España heredada por Carlos IV se hallaba bajo una hacienda maltrecha, esquilmada por una política exterior tan costosa como inútil. La política de Floridablanca y Aranda, que asumieron sucesivamente la secretaría del Despacho de Estado después de la muerte de Carlos III, revela la imposibilidad de una política desprovista de recursos, pero también el despropósito de una política exterior que nos había privado de independencia y de lo que los ilustrados y liberales pomposamente llaman 'soberanía'. España quedó a merced de Gran Bretaña y Francia, aliada primero de los Ios ingleses y después de la Francia revolucionaria, con nuestra flota destruída en Trafalgar y nuestra libertad aniquilada por la Grande Armeé del corso anticrístico. La irresuelta y por entonces ya endémica situación de la hacienda real -habló de la primera década del siglo XIX- inspiró las primeras acciones desamortizadoras y expropiatorias contra los bienes de la Iglesia. Así, con la nación entregada a sus enemigos -interiores y exteriores- pudo ser posible que unas Cortes de dudosa legitimidad perpetrasen un golpe de Estado contra nuestra constitución histórica, la conformada por siglos de tradición.
Así, pues, tenemos que algunos o muchos de los grandes males que se cernieron sobre España en los dos últimos siglos responden a procesos que se habían iniciado bajo el reinado de Carlos III. No es casual, por tanto, que un reinado caracterizado por la quiebra de la identificación de la Corona con la Iglesia tuviera, a corto, medio y largo plazo, tales y nefastas consecuencias. Carlos III comprometió seria y gravemente el futuro de España, pero un programa de reformas y una indudable prosperidad económica han cegado y continúan cegando los ojos de historiadores e intelectuales. Gracias, de nuevo, D. Javier, por traer esta entrevista al blog. El Señor y Santa María Inmaculada le bendigan
11/02/19 3:17 PM
  
Chico
Muy triste.
11/02/19 4:54 PM
  
JK
Dice que los jesuitas eran el bastión de la ortodoxia, pero todos sabemos sin embargo que desde hace medio siglo se han convertido en el bastión de la heterodoxia en la Iglesia; esto explica el porqué de la crisis padecida por la Iglesia desde que los jesuitas dieron ese giro radical. Rescatar a la Iglesia tendría que pasar primero por regresar a la ortodoxia a la orden jesuita.
11/02/19 5:21 PM
  
Templario
El seguidismo papista de España siempre ha obtenido la misma respuesta: desprecio, ignominia y agresividad contra España. En ese sentido, España poco debe agradecer a Roma (en el más sentido estricto de la palabra).
11/02/19 6:34 PM
  
Hermenegildo
Vista la deriva que ha tomó la Compañía de Jesús en el siglo XX, igual Carlos III fue un visionario y un adelantado a su tiempo.
11/02/19 7:16 PM
  
Jordi
Religiosamente, fue un rey nefasto, pues limitó la libertad de la Iglesia.

La Ilustración fue una idolatría del Dios relojero, de la masonería esotérica, del magnetismo animal de Mesmer, de los utopistas del enciclopedismo, y del racionalismo mecanicista propio de los autómatas... el siglo XVIII fue una época de mucho quimerista e iluminado ilustrado, todo muy rígido, frío, ortopédico y metálico... no es raro que diera en contrapartida, la masonería esotérica y revolucionaria, para tener algo de vida y calor...
11/02/19 9:33 PM
  
Palas Atenea
El reinado de Carlos III coincide con la Evangelización de la Alta California por los franciscanos y ya se acusan una serie de malos entendidos entre los misioneros y los poderes civiles y militares.
11/02/19 11:06 PM
  
yomismo
"(Y se podría añadir que Carlos III ha sido uno de los pocos reyes españoles Borbones que no fue motivo de escándalo por cuestiones relacionadas con la lujuria y la infidelidad conyugal)"

En realidad, esto era lo normal en los primeros borbones españoles. Es a partir de los sucesores de Carlos III cuando el comportamiento de los reyes en relación con el matrimonio empieza a dejar bastante que desear.
11/02/19 11:12 PM
  
lindor covas
Templario...

Que ingrato y desagradecido , pues ninguna nación recibio tanto de Roma , como la Española .
11/02/19 11:45 PM
  
Hermenegildo
"Pero no fue un católico tradicional sino más bien fue lo que en nuestra época se ha llamado un católico “progresista”."

Es la primera vez que oigo algo así. Precisamente, Carlos III fue un rey muy devoto en el sentido más tradicional, de Misa y rezo diario. Confesaba y comulgaba en todas las Pascuas (entonces no existía la comunión diaria). Nunca fue infiel a su mujer y cuando enviudó no volvió a casarse ni se le conoció otra relación amorosa.

El Catedrático Roberto Fernández Díaz lo resume muy bien: "Carlos fue un rey muy devoto, con un sentido providencialista de la vida ciertamente acusado. Su pensamiento, su lenguaje y sus actos estuvieron siempre impregnados por la religión católica. Aunque no puede decirse que fuera un beato, resultó desde luego un creyente fervoroso, con gran devoción por la Inmaculada Concepción y por San Jenaro (patrón de Nápoles). De misa y rezo diarios, era un hombre preocupado por actuar según los dictados de la Iglesia para conseguir así la eterna salvación de su alma, asunto que consideraba de prioritario interés en su vida. Esta profunda religiosidad, sin embargo, no fue obstáculo para dejar bien sentado que, en el concierto temporal, el soberano era el único al que todos los súbditos debían obedecer, incluidos los eclesiásticos."
12/02/19 12:42 AM
  
Joaquín
Hermenegildo: comprendo que te sorprenda que se califique a Carlos III de "cristiano progresista", pero la verdad es la verdad. Con Carlos III, por primera vez en la historia de España, aparecieron ministros ateos o casi ateos (Campomanes es el ejemplo más claro, pero hay otros muchos), y que fue con su reinado cuando se inició la destrucción de la España católica. Si los cristianos progresistas de hoy dicen "personalmente me opongo al aborto pero no creo que deba estar prohibido por ley", el cristiano progresista del siglo XVIII (Carlos III) diría "personalmente me opongo a la impiedad religiosa pero no creo que se deba perseguir y creo que la religión católica es verdadera pero no creo que las leyes deban reflejar eso". Por sus frutos los conoceréis, dijo el Señor, y en el caso de Carlos III los frutos son clarísimos, por muy devoto que aparentara ser.
12/02/19 2:34 PM
  
Hermenegildo
Joaquín: estáis pintando la España de Carlos III como si fuera la de la II República. La España de Carlos III siguió siendo tan católica como siempre y se evangelizaron amplios territorios de América, sólo que el rey quiso tener a la Iglesia más sujeta a su autoridad temporal, pero nada comparado con lo que ocurría entonces en el resto de Europa.

Calificar a los personajes de la época como "progresistas" o "conservadores" es un gran anacronismo.
12/02/19 11:54 PM
  
Chico
Santo Tomás en filosofía había dejado de ser tenido en cuenta. El de siempre quiero decir. Y se metió un tomismos agua Chi nado. Y la ilustración se adueñó de los guías en EspañA . Y así vino el desastre que fue en aumento hasta nuestros días.
13/02/19 2:31 PM
  
lindor covas
Hermenegildo...

Exacto. Y creo que el más apretó a la Iglesia , fue el Emperador de Austria José II.
13/02/19 2:36 PM
  
Chico
Los Clérigos de aquel tiempo no estaban a la altura que se requería para ser Guías de los cristianos. Y entonces.... vino poco a poco la debacle. ! Ay, si hubiera existido InfoCatólica en aquel tiempo! . Otros gallos nos cantarían ahora.
13/02/19 9:13 PM
  
Chico
Los Borbones han sido nefastos para el cristianismo español
13/02/19 9:46 PM
  
Sócrates
"...monarca lo era por derecho divino..."
¿ Cuándo, dónde y cómo le dío dios ese "derecho"?
14/02/19 1:48 AM

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7.02.19

Entrevista a José Antonio Gallego, uno de los mayores expertos en el Cura Merino

Tras el artículo publicado en Infocatólica sobre el Cura Merino varias personas, fascinadas por su figura, me sugirieron profundizar más en este personaje entrevistando a un experto. Gracias a Dios he podido contactar con José Antonio Gallego, considerado uno de los mayores especialistas en este insigne personaje y autor del libro: ‘El Cura Merino; el vendaval de Castilla’

Presentación del entrevistado

José Antonio Gallego (Madrid, 1954), es funcionario de carrera e historiador vocacional, dedicado desde hace casi cuarenta años al estudio del Carlismo, dentro del cual, con el paso del tiempo, se especializó en la Primera Guerra Carlista y su desarrollo en Castilla la Vieja. Sus primeras publicaciones en la prestigiosa revista de historia contemporánea Aportes, comenzaron en su núm. 20 con el trabajo: “Un nombre para la historia: Carlos Luis O’Donnell Joris” (1992), al que siguieron “D. Antonio Tallada, su última expedición y los sargentos de Tabarca” (núm. 33, 1197); “El fuerte de Cañete y la batalla de Carboneras” (núm. 34, 1997); “La acción de Los Arcos. Navarra (13/XI/1833) (núm. 37, 1998); “La batalla de Villafranca de Montes de Oca. Burgos (13/XI/1833)” (núm. 58, 2005); “Los primeros años del infante don Sebastián Gabriel de Borbón y de Braganza: entre la política y la pintura” (núm. 71, 2009), y “La expedición Sanz (14 a 24 de septiembre de 1834)” (núm. 87, 2015).

Ha publicado también, entre otros artículos, en la revista Verbo: “El espíritu de la Guerra de la Independencia” (núm. 465-466, 2008), trabajo en el que adelantaba su idea sobre el libro que hoy nos ocupa. Además, entre otros libros ha publicado: El levantamiento carlista de Castilla la Vieja (Actas. Madrid, 2002) y D. José Álvarez de Toledo y Dubois. Apuntes biográficos de un aventurero decimonónico (Ciudadela. Madrid, 2012) y colaboró en el libro A los 175 años del carlismo. Una revisión de la Tradición Política Hispánica (Itinerarios. Madrid, 2011) con la ponencia “El carlismo en Castilla la Vieja". En la actualidad es miembro del Foro para el Estudio de la Historia Militar de España, y se le puede considerar uno de los mayores expertos en carlismo castellano.

José Antonio Gallego, ha estudiado a fondo la vida del Cura Merino.

El Cura Merino, un bravo sacerdote en defensa de España en la Guerra de la Independencia…

En la guerra contra el francés, no solo combatió Jerónimo Merino, la participación del clero fue extraordinariamente alta, hasta el punto de que la Junta Central firmaría el Sevilla el 26 de abril de 1809 el decreto por el que sancionaba la creación de las <<Partidas de Cruzada>>, que se uniformaron con una gran cruz roja en el pecho al estilo de las cruzadas medievales. Estas partidas, a veces solo formadas por frailes que habían tenido que huir de sus conventos, sufrieron varias transformaciones debidas a su regulación que terminaron por hacerlas desaparecer, pero hemos de decir que normalmente las mandaron sacerdotes o frailes y desde luego Merino fue durante los primeros años de la guerra <<Comandante de Partida de Cruzada>> y la acabaría como brigadier de Caballería al frente de un regimiento de infantería y otro de caballería creados por él y como comandante militar de la provincia de Burgos. Pero además Jerónimo Merino y Cob, <<el Cura Merino>> o <<el Cura de Villoviado>>, combatió en la Campaña Realista de 1821 y 1823 y la Primera Guerra Carlista, llegando a ser mariscal de campo del ejército de D. Carlos, comandante general de Castilla la Vieja condecorado con tres cruces de San Fernando (la primera recibida durante la Guerra de la Independencia), pero también llegando a morir en el exilio.

¿Fueron guerras justas?

No podemos por falta de espacio ni tan siquiera intentar esbozar la doctrina de la <<guerra justa>>, pero sí podemos apuntar que fue San Agustín uno de los primeros teólogos que intentó conciliar las enseñanzas de Jesús con la defensa de un imperio que, en gran parte, era cristiano y que intentaba sobrevivir al asalto de unos bárbaros paganos y sanguinarios. En el siglo XIX no se combatía a bárbaros paganos, el combate era todavía de mayor calado. El Orden Político Cristiano se veía atacado por los defensores de una nueva forma de concebir el mundo, una forma en la que Dios ya no tendría cabida. En el Orden Político Cristiano, los Gobiernos, cualquiera que sea su forma, detentan la <<potestas>> y reconocen a la Iglesia la <<auctoritas>>. Las ideas que entonces atacaban ese Orden y que hoy han vencido, entendían y entienden que ambas corresponden al Estado, moderno en esencia, es decir, revolucionario y anticristiano, que niega a Dios cualquier influencia moral en la vida de la comunidad de los hombres. Merino, como muchos otros, siempre entendió que luchaba por la causa de Dios y estaba legitimado a usar la fuerza. Por eso podemos recordar ahora unas palabras de San Agustín en La Ciudad de Dios: <<no mata quien presta su ministerio obedeciendo al que manda, así como la espada es instrumento del que la usa; por consiguiente, no violan este precepto, “no matarás”, los que por orden de Dios declararon guerras o representando la potestad pública y obrando según el imperio de la justicia castigaron a los facinerosos, y perversos quitándoles la vida>>.

¿Fueron las guerrillas españolas las que causaron la mayor parte de bajas sufridas por el ejército de Napoleón en España?


Siempre ha sido objeto de debate entre los especialistas la importancia que tuvieron las guerrillas en la guerra contra Napoleón. Desde luego sería absurdo sostener que el peso principal de la guerra recayó sobre las guerrillas, olvidándose del ejército regular, del ejército inglés e incluso de sus auxiliares portugueses. Eso no quiere decir que las guerrillas no contribuyeran eficazmente a su derrota, cortando vías de suministros, rompiendo sus comunicaciones, aislando guarniciones y de vez en cuando, causándoles alguna derrota de cierta importancia. Y Merino, no cabe duda alguna, fue uno de los tres más importantes guerrilleros de aquella contienda, convirtiendo lo que inicialmente fueron una simple amalgama de voluntarios sin instrucción ni uniforme y mal armados con escopetas, hachas y palos, en unidades perfectamente instruidas y uniformadas que podían competir sin complejo con la mejor del ejército regular, a cuyas filas fueron incorporadas al final de la guerra.

¿Qué motivó su salida a campaña?

Ciertamente, al final de la guerra Merino se había convertido en una celebridad, una celebridad que no tardó demasiado, nada más definirse doctrinalmente en la Campaña Realista, en ser el objeto del odio más furibundo, por lo que era y representaba. Se escribieron crueles libelos contra él, pero como no se sostenían, sus enemigos más hábiles empezaron a construir un personaje novelesco, al que sutilmente despojaron de toda motivación altruista, religiosa o patriótica, y justificar todos sus esfuerzos en el odio y la venganza. Haber salido al campo de batalla por venganza contra unos franceses que le hicieron cargar con fardo de pasada carga, ya fuese de instrumentos musicales o armas o por la violación de su hermana Bernarda, no se sostienen documentalmente. Combatió a los franceses por lo mismo que la mayoría de los españoles, por que eran además de invasores, furibundos jacobinos.

¿Entonces todo lo que se nos ha contado de Merino es mentira?

Naturalmente en ese personaje más novelesco que histórico, se reseñaban algunas verdades, como lo magnifico jinete y tirador que era, su generosidad y frugalidad, pero también muchas mentiras como su crueldad o su amistad con <<el Empecinado>>, algo totalmente falso, de hecho nunca se cayeron bien ni colaboraron. Vamos a relatar, aunque sea muy sucintamente, una de sus más importantes victorias que nos servirá de ejemplo para retratar su severidad, no crueldad, sus dotes como guerrillero y su humanidad cuando ya la severidad era innecesaria. Para ello primero tenemos que referir que, el día 21 de mayo de 1812, un destacamento francés guiado por el comisario afrancesado José Moreno, apresó en Grado del Pico a gran parte de los miembros de la Junta Superior Gubernativa de Burgos y Soria y su escolta, de los cuales tres vocales y un empleado fueron conducidos a Soria donde fueron ejecutados. Merino, consciente de la gravedad de que tal acción quedara sin castigo, por el peligro en el que entonces pondría a todos los pueblos que quedarían inermes ante las represalias francesas, decidió actuar en consecuencia.

El 16 de abril, tuvo noticia de que, 700 polacos de infantería y 40 caballos de Húsares españoles y Lanceros polacos de la guarnición de Aranda de Duero habían salido a recoger provisiones por los pueblos del contorno, y decidió atacarles, lo que hizo en las cercanías de Hontoria de Valdearados, al frente de 600 infantes y 300 caballos, tropas que eran las únicas de las que entonces pudo disponer por ser las que se encontraban en Araúzo de Miel. Merino hizo a los imperiales <<sesenta y tres muertos, 97 heridos, 509 prisioneros, entre ellos un teniente coronel y 11 oficiales”. De los 509 hombres apresados, Merino mandó, según sus propias palabras, <<pasar por las armas 110 prisioneros, detallados en esta forma: 20 por cada vocal de la superior junta, 10 por cada dependiente y soldados que me asesinaron en Aranda, e igual número por el cura de Hontoria de Valdearados, al que habiéndole preso en su casa, mataron en la refriega>>. Reservándose los 12 oficiales, mejor dicho, el jefe y los 11 oficiales, para canjearlos por el comisario Moreno. Dicho canje no se pudo conseguir, respetando entonces, a pesar de sus amenazas, la vida de aquellos 12 hombres. Como decíamos en este relato se resume su valía y forma de actuar. Pero, tal vez, la mayor manipulación sea el haberle reducido a esa etapa de su vida, olvidándose de los 12 años en los que fue sacerdote en Villoviado, manipulando los cuatro años que fue canónigo en la catedral de Valencia e ignorando su lucha en la Campaña Realista o Primera Guerra Carlista.

¿Por qué murió en el exilio y precisamente en Francia?

Como antes decía, una de las mayores tergiversaciones que se ha hecho con Merino, no por los historiadores más importantes claro está, pero sí en el sinfín de pequeñas reseñas biográficas que de él se hicieron, ha sido ignorar su lucha en la Campaña de 1821-23 y la Primera Guerra Carlista. Recordemos que la fractura de España, aunque naturalmente la lucha doctrinal era anterior, se produce con la proclamación de la Constitución de 1812, en la que, en su artículo 3º, se establecía que la <<soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales>>. Ese exclusivamente arrebataba a la Corona su función histórica y lo que es más grave, a la Iglesia su <<auctoritas>>.

El regreso de Fernando VII convirtió en 1814 en papel mojado aquella profunda trasformación, pero los revolucionarios no descansaron y consiguieron, entre otras cosas, gracias a la debilidad del rey, el triunfo de los sublevados en Cabezas de San Juan y la imposición, por la fuerza, de la Constitución de Cádiz en 1820. Muchos fueron los que se sublevaron contra esta situación, entre ellos Jerónimo Merino y a partir de 1821 sostuvieron una nueva guerra, guerra que empezó a decidirse en 1823 con la entrada en España de los llamados <<Cien Miguel Hijos de San Luis>> que combinados con los <<realistas>> españoles, unos 40.000 que formaron el llamado <<Ejército de la Fe>>, consiguiendo derrotar a los revolucionarios.

Merino colaboró entonces con los franceses, porque lo que importaba no era su nacionalidad sino que defendían, y su brigada formó parte de su avance por la derecha, tomando posesión de ciudades como Palencia, Valladolid y Cáceres y obteniendo importantes victorias, como la obtenida precisamente contra los hombres de <<el Empecinado>> en Moraleja el día 9 de junio de 1823. Los revolucionarios más radicales fueron derrotados, pero los <<moderados>> capitalizaron un triunfo que no había sido suyo, consiguiendo sin luchar, a base de conspiraciones e intrigas palaciegas lo que no habían conseguido con las armas.

A la muerte de Fernando VII un nuevo enfrentamiento civil era inevitable. Porque la cuestión carlista era mucho más que una cuestión dinástica, que lo fue, sino también un nuevo enfrentamiento entre esas dos formas de ver el mundo. En torno a D. Carlos se reunirían los defensores de ese Orden Político Cristiano que se resistía a perecer. Y Merino, por supuesto, estuvo entre ellos. Combatió siempre en condiciones especialmente duras en sus sierras y bosques habituales con centro en la comarca de Pinares, pues el grueso del ejército carlista combatía en otros frentes.

Aún así, obtuvo algunas victorias importantes, como la obtenida en Torregalindo el día 25 de julio de 1835 y la conseguida en Tierra Estella el 9 de febrero de 1838, permitiéndose también colaborar al frente de su brigada, en la defensa de Morella junto a Ramón Cabrera, entre el 23 de julio y el 31 de agosto de 1838. La traición de Vergara le llevó al exilio con más de 70 años, pero no olvidemos que en Francia como en España, Merino tenía correligionarios y admiradores, legitimistas franceses y exiliados españoles, de los cuales, un puñado, fueron internados con él en Alençon. Además, siempre tuvo el consuelo de la Religión, pues oía Misa diariamente y el cariño de D. Carlos, pero al fin y al cabo era el exilio para un anciano y la tristeza terminaría por llevarle a la tumba. Hoy en día descansa en España, en Lerma, tras que un grupo de buenos burgaleses encabezados por el carlista José María Codón, consiguiera la repatriación de su cadáver en los años sesenta del siglo pasado.

 

Javier Navascués Pérez

2 comentarios

  
Paciano
"pero sí podemos apuntar que fue San Agustín uno de los primeros teólogos que intentó conciliar las enseñanzas de Jesús con la defensa de un imperio que, en gran parte, era cristiano y que intentaba sobrevivir al asalto de unos bárbaros paganos y sanguinarios. "

No he podido leer más y eso que la cosa apuntaba muy interesante.

San Agustín, en "La ciudad de Dios", lo que refuta es que la caida de Roma en el 410 por Alarico se deba al abandono de la religión pagana y a la falta de protección del Dios cristiano. Los paganos estaban, y en abundancia, dentro y fuera del imperio. Pero también había cristianos fuera y dentro del imperio. Además, y precisamente San Agustín, usa como uno de los argumentos principales contra los PAGANOS ROMANOS, que los godos usaron de una misericordia inaudita por ser precisamente CRISTIANOS (arrianos, pero cristianos), y respetaron a todos aquellos que se acogieron a sagrado en las basilicas y templos cristianos.

Para más inri, Alarico aunque de ascendencia goda, era ciudadano romano, educado desde su infancia en el imperio romano y además cristiano. Alarico tendría bastante más de romano que de godo, pero supo establecer alianzas con los godos - muchos de los cuales también estarían medio romanizados - para conseguir lo que le interesaba, un territorio para ellos solitos.

El rollo de que la caida de Roma se debe a una invasión militar de culturas paganas totalmente ajenas a ella es una falacia y un error de bulto.
07/02/19 1:52 PM
  
gringo
Fusilar prisioneros desarmados por lo que han hecho otros, es un crimen por más que quieran disfrazarlo con otros nombres.
12/02/19 9:47 AM

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4.02.19

Roma eterna de mártires y santos

Quería compartir con ustedes un texto de homenaje a la Ciudad Eterna, la cuna de la Iglesia y del Derecho. Espero que les sirva para meditar todo lo que representa esta ciudad para los que somos católicos, apostólicos y romanos.

Oh, Roma eterna, de mártires y santos, Oh, Roma eterna, acoge nuestros cantos….Salve, salve Roma, es eterna tu historia, te canten tu gloria, monumentos y altares…

Soñé despierto a Roma y atónito de gozo, in situ, descubrí que existía. La gran capital del grandioso imperio romano amamanta su legendaria fundación en las ubres de la loba Luperca. Hoy los senos lobunos no aguantan el rigor de la historiografía, que osa desmentir la leyenda. Poco importa que la realidad devore a la ficción, ya que bajo el criterio de la ensoñación el mito pervive fogoso y deshiela el frío severo de la historia.

Roma mil veces trovada y mil “siempres” fantaseada. Roma es la gran urbe imperial por antonomasia, la ciudad pluscuamperfecta, ideal e idealizada, solemne, elegante, ora sobria y parca, siempre pulcra, ora espléndida y exuberante, avejentada, pero siempre majestuosa, rapsódica, patria fiel de Virgilio, misteriosa per se, cautivadora. Irradia con magnanimidad visos de fascinación a toda pupila que se deje seducir. La vetusta polis es un cíclope portentoso, que a modo de hercúleo Atlas, descansa el peso de la historia sobre sus fornidos omoplatos marmóreos y pétreos.

Desde los ya lejanos años amartelados de la niñez, bulliciosos en la memoria melancólica, deseé visitar Roma. Y hasta ahora, misterios de la vida, frisando ya los cuarenta no he tenido la dicha de hacer acto de presencia en tan fascinado lugar. Como aperitivo y antesala del gran banquete nupcial asomé mi mirada inquieta por Florencia, donde el arte florece por doquier, en el magistral Duomo, en sus galanes palacios y primorosas galerías y morí de gozo en la romántica Venecia, que, custodiada por las aristocráticas playas del Lido, confecciona su leyenda al vaivén de sus góndolas.

Arribé somnoliento de incómodo traqueteo en la mítica Estación Termini que diera nombre y cobijo a uno de los grandes clásicos del cine clásico. La desolada historia de un amor frustrado e imposible, recreada en melancólico blanco y negro de inmortal celuloide. Me recibió en la aurora una Roma destemplada y empapada en agua, pero bellísima, relajada en el albornoz neoclásico de sus distinguidos edificios y con el misterioso sabor decadente del húmedo desgaste de la antigüedad.

La fina llovizna de septiembre acariciaba la bienvenida como rocío celeste y abrillantaba el empedrado de sus calles de solera, supervivientes de épocas célebres, más entrañables y preclaras que la actual. En todo el extenso casco antiguo no había un edificio desventurado, un patito feo de hormigón, eran todos majestuosos cisnes de piedra, inertes en un lago adoquinado, que se concatenaban ordenados en armónica belleza, el valls corría a cuenta de la imaginación.

Nos salieron al encuentro las antiguas cafeterías del centro, cuya sola visión nos desayunaba el apetito y despejaba el sueño. Barras de centelleo elegante, camareros vestidos a la antigua usanza y ese café de tronío de Roma, con croissants exquisitos, bulímicos de sobrepeso por sobreabundancia de crema ambarina.

Por la connivencia de la ignorancia y los caprichos de la fantasía esperaba encontrar un gran secarral desértico, una gran parrilla de San Lorenzo en llamas y salió a mi encuentro una ciudad fresca y húmeda, con sus sietes colinas aterciopeladas de frondosa vegetación y un frescor salvaje, efluvio traído en volandas por las galeras del marenostrum. Me pareció una ciudad norteña, con su encanto inherente, aún sin serlo. Era un plus, un plus ultra.

Lo primero que hice fue vencer la tentación algodonada del tálamo del hotel y doblar la cerviz para encaminar los pasos de la fe a la Plaza de San Pedro, pues es un lugar referencial para un católico, único, con un único mensaje trascendente, con una única promesa de vida eterna y de victoria definitiva sobre el reino de las tinieblas. O Dios o la nada. Y Dios funda su Iglesia en San Pedro y ahí muere la piedra y ahí sigue la nave de la Iglesia surcando victoriosa el turbulento océano de la historia. Impresiona saludar desde los ventanales del alma a la monumental plaza petrina, tan sólida, proporcionada, majestuosa, tan perfecta, grave y solemne. Y ahí está, testigo de la Historia, viendo pasar el tiempo, desde la noche de los tiempos, desde la plenitud de los tiempos.

Todo ese mausoleo monumental erigido con el fasto y pompa que merece en honor y gloria al príncipe de los apóstoles, a la primera piedra noble sobre la que Cristo edificó su Iglesia. Y milagrosamente de la piedra estrujada en la cruz manó sangre crucificada, a imitación de su Divino Maestro y sobre su tumba, salpicada de grana, el grano germinó en un fruto deslumbrante, cuyo esplendor fulgura hoy para gloria de Dios y de la Iglesia y delectación del amante del arte y la sacralidad. Y allí en la ciudad eterna inmolaron su vida ingentes seguidores de Cristo y la Iglesia, nutrida cual pelícano hambriento de la sangre martirial, creció vigorosa hasta el confín de la tierra.

Por la tarde mientras la lluvia se sosegaba en las alturas nos regalamos una visita guiada por los Museos Vaticanos. Una guía, pródiga en simpatía, con meliflua tonalidad latina nos adentró suavemente en la historia vaticana, con paz y solaz. Patrimonio de incalculable valor que hay que ver, al menos una vez en la vida. Siete kilómetros de museos espléndidos, soberbios, imponderables. Lástima que sólo se pueda contemplar una muestra raquítica de los mismos, la punta que sobresale de un gigantesco iceberg de nácar, pero “ricamente suficiente” para vislumbrar el esplendor y dimensión del total.

Allí, sumisas a los cánones clásicos, relumbran las estatuas de los grandes hombres de la Historia, según Dios y según el mundo. Las pinturas, mosaicos, tapices y demás ornamentos bañan de dorada perfección y colorido las techumbres de sus pasillos inacabables. Auténtica filigrana para el paladar visual, maravilla tras maravilla superpuesta que nunca se acaba. Toda esa perfección artística fue donada gentilmente por grandes bienhechores, artistas, reyes, emperadores…almas dadivosas que rinden pleitesía, como párvulos a su madre, a la verdadera y única Iglesia de Cristo.

Como colofón nos esperaba desde hace siglos la Capilla Sixtina, obra magna de Miguel Ángel, un gran genio dionisiaco que tradujo para siempre en pinceladas de Arte con mayúsculas y colorido juvenil el supremo acto creativo del Eterno Genio de los Genios y los pasajes más representativos de la Historia Sagrada. La Palabra de Dios se hizo pintura.

Con el regusto sin parangón de la Sixtina sin digerir ascendimos lentamente por el caracol de piedra a la cúpula petrina, minarete augusto de contemplación extática de esas maravillas al atardecer. El cielo bajaba el telón gradualmente y permanecimos allí, con calma dilatada, disfrutando del imponderable avistamiento de águila, en el mismo techo de la Iglesia Universal, muy cerca de las gigantescas efigies en honor a los apóstoles, los doce elegidos, llamados por su nombre.

Y allí se distinguía apacible la vía della Conciliazione, la arteria que a modo de cordón umbilical une la ciudad con la plaza, el cielo con la tierra. Conciliazione, un nombre precioso y sugerente, ahora que la humanidad, doliente de egoísmo, se desangra esparciendo municiones de terror y vientos de muerte en un sinfín de conflictos.

Y desde arriba contemplamos la nueva Jerusalén celeste silentes, oteamos admirados los hermosísimos jardines vaticanos, remansos de paz para la meditación de tantos santos pontífices, que después del ajetreo apostólico, como el Maestro, se retiraban allí a descansar y a meditar. Que paseos deliciosos entre sus jardines pulidos de árboles acicalados y florestas como un pincel. El misterioso bosquecillo a escala velaba el contenido de sus sendas a modo de jardín secreto.

Con las fauces de la noche abiertas a la oscuridad agasajamos al vetusto Coliseo, otro de los emblemas de la ciudad y el centro neurálgico de las ruinas de la polis imperial. Circos máximos, teatros, anfiteatros, arcos, columnas, termas… todo ese mundo grandioso hecho añicos, devastado, rehén silencioso de lo que fue un otro ahora de esplendor efímero y eterno a la vez. En Roma y en su maridaje con Grecia se hunden las raíces profundas de la civilización occidental, un incalculable legado a la humanidad que se contempla con sumo respeto. Era un esperanzador viaje al pasado precisamente ahora que es tan incierto el futuro.

Es motivo de grave meditación contemplar esas piedras desnudas como huesos devorados en sus sepulcros por la carcoma del tiempo. Todo el esplendor del imperio ha sido demolido por la decadencia de costumbres y la fugacidad de la existencia, que nos devora también a nosotros sin percibirlo. Tempus fugit, aeternitas manet. Esa es la esperanza del cristiano: la resurrección, no somos seres para la muerte, no se esfumará para siempre nuestra vida lozana como pasto pútrido del gusano hambriento, en el polvo inerte, en la nada más absoluta.

El resto de los días nos perdimos mansamente en Roma al abrazo de miríadas de monumentos históricos, descomunales y variados, iglesias y basílicas imponentes y parques deliciosos, frondosos, relamidos, bellamente italianos, hechos a medida de costurero para las hechuras del recreo. Mención especial caminar a orillas del Tíber de noche, contemplando la piedra regada, en semipenumbra, en silencio, ante el incesante concierto acuífero. El sonido del agua monótona era delicioso cuál sinfonía de los juguetes de Leopold Mozart.

Roma se fue, pero se quedó impresa en la memoria del corazón. Si Dios quiere volveré, pues es ya desde hoy una de mis ciudades fetiches, que me reencuentra con la historia de la humanidad y más aún con la verdadera Historia, la que desemboca en el puerto de la eternidad. Afirmo con Santa Teresa que quiero morir como fiel hijo de la Iglesia, fiel a Cristo, la verdadera Roca.

Javier Navascués Pérez

2 comentarios

  
Marina
Que bonitamente ha descrito a Roma. A mis 64 años inesperadamente, me ofrecieron la posibilidad, de visitarla.
Nunca habia viajado en avión, me encantó, en el aeropuerto hablé con un recien ordenado sacerdote navarro, su conversación fue un anticipo, de las maravillosas esperiencias que iba experimentar
Recorrimos Roma por los cuatro costados y cuando pensaba que no iriamos a ver La Basilica de San Pablo Extramuros, me montaron en un tren para ver el poblado de Ostia Antica," digno de ver por cierto" y a la vuelta me paran para mi sorpresa en la misma Basilica. Siempre le agraderé a mis hijos, que me hicieran gozar tanto,
Aunque no vuelva, se ha quedado impresa en mi corazón, me hizo sentir tantas emociones que tengo para recrearme mientras viva.
Reitero todo su escrito, si supiera escribir como Vd, de bién, añadiria bastantes cosas más.
Gracias por su bello relato.
04/02/19 9:47 AM
  
José Díaz
Texto hermoso, sin duda. Tiene poesía. Sólo una precisión, don Javier: Roma no es la cuna de la Iglesia. Es el corazón de la Iglesia, pero no su cuna.
Un saludo, el Señor y Santa María Inmaculada le bendigan
04/02/19 11:52 AM

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31.01.19

Un experto en Chesterton nos resume lo esencial de su obra

CHESTERTON EN BREVE

Entrevista de Javier Navascués a Emilio Domínguez Díaz.

Doctor Europeus en Humanidades y Licenciado en Filología Inglesa.

Profesor de la Universidad Rey Juan Carlos y del Colegio Tajamar

¿Quién fue Chesterton? Brevísima biografía.

Chesterton fue un gran escritor inglés que, además de novelas, escribió historias cortas, ensayos e, incluso, poesía. En las primeras décadas del siglo XX, desde 1900 cuando contaba con 26 años, llegó a publicar un centenar de libros hasta su fallecimiento el 14 de junio de 1936.

Su vida estuvo íntimamente ligada a la ciudad de Londres, donde creció dentro de una familia de clase media y, posteriormente, cursó sus estudios en prestigiosos centros académicos como el University College o el Slade School of Arts. Su entrada, de hecho, en este último supuso el inicio de una crisis personal en 1895 con episodios depresivos y fascinación por lo relacionado con el demonio. Tal vez, esas dudas fueron culpables del abandono de los estudios en esa etapa universitaria y, a su vez, el deseo de ponerse a trabajar y dar rienda suelta a su imaginación y talento literario en Redway, una editorial londinense.

Años después, Frances Blogg, con la que contraería matrimonio en 1901, y su madurez espiritual, tras un lento y sopesado proceso de conversión, se convertirían en los pilares de un nuevo Chesterton, sólido y afianzado en valores que, hasta los 25 años, no había puesto a prueba.

Justo a principios de siglo, Chesterton comienza a producir poesía y, poco después, novelas como The Napoleon of Notting Hill o The Man Who Was Thursday en las que, respectivamente, retrata la ciudad de Londres a través de una fantasía política y la decadencia generalizada de finales del siglo XIX.

Tras varios años de matrimonio con Frances, la pareja se trasladó a Beaconsfield y, desde allí, produciría la mayor parte de su obra entre la que no faltó su labor periodística tras la Primera Guerra Mundial y, después de su conversión al catolicismo en 1922, una serie de trabajos como el famoso “Ortodoxia” o los dedicados a San Francisco de Asís y Tomas de Aquino.

Toda esta labor literaria le trasladaría al mapa literario del primer tercio del siglo XX y, además, al justo reconocimiento por parte de prestigiosas universidades como las de Dublín, Edimburgo o Notre Dame.

¿Cómo fue su proceso de conversión al catolicismo?

Aunque sólo disfrutó de 14 años como católico, desde 1922 hasta 1936, Chesterton demostró con obras anteriores a su conversión que pensaba, obraba, comunicaba y escribía con una fuerte carga religiosa relacionada, al mismo tiempo, con un pensamiento cercano a nuestra fe católica.

De hecho, hay trabajos y personajes en sus novelas que, claramente, evidencian esa aproximación al paso definitivo que, después de muchos años de tenerlo en mente, finalmente daría. Por ejemplo, hay personajes como el padre Brown o Ian Maclan que son héroes en sus libros y ambos son católicos, como la defensa que hace del catolicismo en “Ortodoxia” (1908), donde defiende a sacerdotes y la doctrina católica sin ningún tipo de complejos a pesar de la época y el país en el que vivía. En ocasiones, ser o ejercer de católico en un país como Inglaterra podía suponer una invitación al riesgo y Chesterton supo afrontarlo sin esconderse y con una vida ejemplar tanto en lo familiar como en lo profesional. Además, fue osado en sus últimos años, ya converso católico, en los que el protestantismo también sería objeto de su dura crítica.

Cabe destacar que el lento proceso de su conversión viene determinado por diversos factores que acontecen en su vida privada, en su pensamiento y que, luego, se ven reflejados en sus escritos. Hay un aspecto personal vital, su esposa. Chesterton nunca apartó a Frances Blogg de la decisión que, finalmente, tomaría. Ella fue partícipe de sus intenciones. En el pasado, de hecho, también lo habían sido amigos como el padre O’Connor en una conversación en 1912 o Maurice Baring, converso desde 1909. Decía Hilaire Belloc que siempre tuvo dudas de que Chesterton llegase a ser católico conociendo su particular modo de ser o su minuciosa forma de actuar antes de tomar decisiones. Por último, el padre Knox fue, tal vez, el último intermediario de su sopesada decisión. Éste era amigo de Baring y, juntos, mantenían debates y discusiones de gran calado que, al final, servirían para que Chesterton se decidiera a abrazar la fe católica.

Un descubrimiento añadido es el de su tardía devoción mariana aunque hay testimonios de conversaciones con Belloc en 1907 en los que ya se atisba esa estrecha relación que empieza a formarse y que, años más tarde, queda consolidada tras múltiples experiencias y viajes, como la notable experiencia ante una imagen de la Virgen en el puerto de Brindisi o la rápida asociación que, en su pensamiento, solía establecer entre Iglesia católica y la Virgen María.

Y, desde mi punto de vista, creo que la fatídica muerte de su hermano Cecil casi al final de la Primera Guerra Mundial también influyó en su conversión años después. Hablo de un nivel mucho más íntimo, de una colaboración profesional a nivel periodístico y de un compromiso personal adquirido; laboral con el periódico y espiritual con la nueva religión, tras la inesperada llegada de la fatalidad a casa de los Chesterton.

Háblenos de la importancia de la razón en este proceso.

La razón del proceso puede resumirse en una única palabra: verdad. Podríamos hablar de cientos o miles de razones que, durante años, fueron acumulándose en la balanza de Chesterton pero todas pueden resumirse en que la respuesta a la pregunta “¿por qué soy católico?” bien puede hallarse en una contundente aseveración como la de que “el catolicismo es verdad".

Chesterton dio muestras de un total convencimiento de que, para llegar a la teología católica, la razón y la libertad han de ser los inseparables compañeros de viaje junto con la presencia de la inteligencia. El hecho de la conversión conlleva el aprendizaje de cómo pensar, racionalizar o reflexionar. Y, por supuesto, el proceso no implica el abandono del pensamiento.

La fe católica es racional y de una lógica aplastante, a diferencia de otras creencias.

Racional, lógica, verdadera, auténtica, convincente, tradicional, milenaria… Son tantos los calificativos que se le puede dar que no tiene parangón con nuevas creencias que se adaptan a unas determinadas circunstancias, a un tiempo concreto con una serie de especificaciones o características según diversos factores temporales, sociales, geográficos, económicos, políticos, etc…

Chesterton siempre defendió la frescura, la viveza de su nueva religión y ensalzó la riqueza de su historia, rituales y tradiciones sin tener que someterse al gusto o preferencias de nuevos tiempos o recién llegados como él. Habla del catolicismo como una religión que lleva a los hombres al camino de la moralidad incluso cuando éstos no están por la labor de practicarla. Afirma, por otra parte, que predica la reconciliación social entre enemigos que preferirían la destrucción o desaparición del contrario o, por último, habla de la caridad o la castidad ante todos aquellos que no creen en ellas.

Y esa lógica aplastante le traslada a la libertad, a una libertad personal hallada en una creencia tradicional, opuesta a lo efímero, a la espontaneidad de modas u otras creencias que, según Chesterton, estrechaban y restringían su vida, su entorno, sus posibilidades dentro del espacio que ocupaba en el mundo.

Tenía la sencillez de un niño para ver la verdad y gran profundidad para penetrar en ella.

Hay una cita en “Ortodoxia” respecto al entendimiento de los niños y su forma de ver la vida, opuesta a la de los adultos. Chesterton afirmaba que los niños desbordan vitalidad porque su espíritu es fiero, libre, salvaje. Por esta razón, insisten en la repetición de sus acciones, de sus juegos y que éstos no sufran cambios o transformaciones.

Sin embargo, los adultos no son lo suficientemente fuertes o capaces para mantener el ritmo que los niños o sus hijos les demandan y, así, no encuentran la alegría en esa pueril monotonía. Pero Dios, sí. Él muestra su vigor, su fuerza, cuando todas las mañanas hace brillar al sol o cuando hace que la luna salga todas las noches. Lo hace repetidamente y nunca se cansa. Dios tiene ese insaciable apetito de la infancia y nosotros, que hemos pecado y nos hemos hecho mayores, somos más ancianos y débiles que Él.

Para Chesterton decir o mostrar toda la verdad es sinónimo de poseer una gran virtud, mientras que una verdad a medias es síntoma inequívoco de algún vicio o defecto.

Un autor lúcido y mordaz en defensa de la verdad.

Y no sólo de la verdad, sino también de Dios y la razón con la disponibilidad de todo su ingenio para acercar estos tres valores a su nación. Valga como anécdota que, tras su muerte, el Papa Pío XI mandó un telegrama a través del cardenal Pacelli y se dirigió a Chesterton como “defensor de la fe", segunda vez que un Sumo Pontífice actuaba de esta manera con un inglés. Paradójicamente, la vez anterior había sido con Enrique VIII, quien luego provocaría la herida más profunda a la Iglesia de Roma. Y la paradoja, la ironía y ese estilo tan mordaz fueron características inseparables en las miles de citas que nos ha legado sobre razón, fe, verdad, moralidad, existencia, etc.

¿Por qué es interesante leer a Chesterton?

Creo que leer a Chesterton es una invitación que cualquier lector puede hacerse a título individual para ver, comprender y decir cosas que, sin la perspectiva u opinión de nuestro autor, nunca habrían pasado por su cabeza. Tal vez, incluso, ese mismo lector podría llegar a preguntarse las razones por las que, sin esa lectura, no había abierto los ojos a la hora de discernir o caer en la cuenta de cosas triviales que ocurren en nuestra cotidianeidad. Chesterton y sus lecturas iban con ventaja en el primer tercio del siglo XX y sus opiniones son totalmente válidas para, un siglo después, ayudarnos a abrir los ojos ante nuestra propia realidad.

Además, Chesterton fue un escritor polifacético y, como hoy decimos, multidisciplinar en lo referente a su prolífica creación literaria. Su oferta va desde el ensayo periodístico a la crítica social pasando por decenas de relatos cortos, poesía, obras de teatro o cientos de artículos que revelan su pensamiento y nos anticipan claves de lo que, años después, podrían ser las luces del camino que, día a día, emprendemos en nuestras vidas. Esa variedad, no exenta de sentido común, es también otra razón de peso para tomar esta opción de lectura en función de gustos personales.

Hablando de invitaciones, ¿por qué no empezar con “G.K. Chesterton: el apóstol del sentido común"?

¿Qué es lo que aporta al pensamiento católico?

En “La Iglesia católica y la conversión", cinco años después de su llegada a la fe católica, Chesterton nos habla de que todos los caminos nos llevan a Roma y que todo peregrino puede decir que todos esos caminos han sido como el que él mismo ha recorrido, pero reconoce la diversidad de la Iglesia y el centenar de puertas por las que se puede acceder desde esos diversos orígenes.

Además de la diversidad, la reflexión personal, el sentido común y la paciencia de todo el proceso, Chesterton nos deja un plan como auténtico legado. Es el plan de, en su caso, un largo recorrido hacia la Iglesia católica que divide en tres fases: defensa, descubrimiento y huida. Y el propio escritor es fiel y firme representante de este esquema y sus pasos para alcanzar un objetivo que, como todos los que tenemos en la vida, no son ajenos a la duda o su final cumplimiento.

Al igual que el Cardenal Newman, Edith Stein y otros intelectuales católicos, al buscar, con profundidad, la verdad la halló en la Iglesia Católica.

No sólo la verdad, sino un profundo sentimiento de espiritualidad y el ardiente deseo de hallar lo auténtico con perseverancia, tenacidad y valentía para, independientemente de sus orígenes o circunstancias, alcanzar la alegría y una paz interior derivada de su recepción por parte de la Iglesia católica.

Estas figuras, por otro lado, tienen en común al padre O’Connor y la lectura de los escritos de Santo Tomás de Aquino. Ambos son instigadores del decisivo cambio de unas vidas en las que la religión había sido ignorada, despreciada o, simplemente, no había tenido la suficiente fuerza para, como en el caso de Edith Stein, combatir la persistente tristeza de su vida o, respecto a Chesterton, ese continuo sentimiento de ausencia de algo que había estado latente en su pensamiento y corazón durante mucho tiempo.

Y es también reseñable que, tras hallar la verdad, no cejaron en su empeño de apoyar su nueva causa con una importante acción evangelizadora a pesar de los obstáculos y muchos detractores que hallaron en la nueva orientación que habían dado a sus vidas.

Háblenos de la principales obras del autor. ¿Qué libros recomienda para empezar?

Entre las principales obras de Chesterton, ya hemos citado algunas y, además, se ha tratado el carácter diverso de su producción literaria. Como obras más representativas, mencionaría su ensayo “Ortodoxia", a propósito de su experiencia personal e inicio del cambio existencial, o “Los relatos del Padre Brown", máximo exponente de la narración de relatos cortos. Respecto a las novelas más importantes, citaría “El hombre que fue jueves” o “El Napoleón de Notting Hill".

Siguiendo mi camino personal y el paulatino descubrimiento de Chesterton, éste te permite muchas opciones y mis dos recomendaciones tienen que ver, en primer lugar, con la lectura de alguna de sus biografías como las de ya fallecida activista católica Maisie Ward o el converso contemporáneo Joseph Pearce, a su vez gran biógrafo de otros conversos.

Por otro lado, la que citaba en una pregunta anterior, “G.K. Chesterton: el apóstol del sentido común” de Dale Ahlquist, gran experto en la vida y obra de nuestro protagonista.

¿Desearía añadir algo?

Tal vez, destacaría el carácter de anticipación de Chesterton respecto a los temas candentes en pleno siglo XXI. El desequilibrio social, la cultura de la muerte y los ataques a la religión, al concepto de familia tradicional o la dignidad del ser humano fueron abordados por su ingenio, inteligencia y clarividencia, que siempre estuvieron al servicio de los más desfavorecidos, de los pobres, de los débiles y de las familias en apuros o riesgo de exclusión social.

Su activismo es digno de mención en todos aquellos campos y géneros literarios en los que participó. Y en ninguno de ellos se privó de una buena cerveza, un buen vino o un buen puro para disfrutar de la vida y reforzar el concepto de libertad que su fe católica le había otorgado tras muchos años de estudio y descubrimientos antes de culminar con su bien merecida meta espiritual, su definitiva conversión católica.

 

Javier Navascués Pérez

14 comentarios

  
Rafael
Laa esfera y la Cruz!!!
31/01/19 12:49 PM
  
Horacio Castro
“No es natural ser materialista ni tampoco el serlo da una impresión de naturalidad. Tampoco es natural contentarse únicamente con la naturaleza. El hombre, por lo contrario, es místico” (K. Chesterton en un párrafo cuando explica su elección, en ‘Porqué me convertí al catolicismo’).
31/01/19 2:22 PM
  
Néstor
Probablemente el católico más inteligente del siglo XX. En lo que tiene que ver con el pensamiento lógico, Chesterton se sitúa, a mi juicio, en un plano superior respecto de los demás autores católicos de estos tiempos. Lo de Chesterton no es solamente talento, es también genialidad.

Y ojo que no escribe teoremas como Euclides, sino cosas divertidísimas que a mí por lo menos me hacen reírme solo.

Él cuenta que su conversión se debió también, en parte, a descubrir, hablando con el jesuita O'Connor, que la Iglesia sabía más que él, no solamente acerca del bien, sino también acerca del mal.

De ahí nacieron los cuentos del Padre Brown.

Además, como que tenia chispazos proféticos. En "The flying Inn" habla de una invasión musulmana a Inglaterra. En su tiempo debe haber parecido una genial chifladura suya, pero ahora...

Finalmente, una de esas frases de Chesterton que sirven para combatir toda clase de melancolía:

"La raza humana, a la que tantos de mis lectores pertenecen..."

Saludos cordiales.
31/01/19 2:34 PM
  
Juan Pablo Moratiel Perez
Decía : " Soy católico poque La Iglesia Católica es la única que me perdona los pecados con la autoridad de Dios".
Más aplastante imposible.
31/01/19 5:01 PM
  
Blas Caba
Descubrir a Chesterton es una gran alegría, saber que el sentido común es alcanzable de una persona de a pie, o que el cristianismo es más que razonable, la única vía para no dejar de serlo. Coincido con Néstor en lo divertido y genial que es. Como cuando hablando con un publicista de cierto sujeto que «llegará porque cree en sí mismo» le contesta Chesterton «Los que creen de veras en sí mismos están en los asilos lunáticos».
Pero para mí lo genial de Chesterton es que siendo de un pensamiento tan claro y para nada condescendiente con el «buenismo» haya tantos «progresistas» que les fascina. Es la particularidad de los genios, o la genialidad de su forma de mostrar la Verdad.
31/01/19 5:46 PM
  
Luis Eugenio
La clarividencia de GKC se puede apreciar en su libro "Lo que está mal en el mundo" que en resumen es:
-Los gobiernos muy grandes (en el sentido del tamaño del estado y su deseo de influir en los ciudadanos)
-Las corporaciones muy grandes (en el sentido de monopolios)
-La educación pública en poder del estado
-Feminismo
31/01/19 6:25 PM
  
Luz
Totalmente de acuerdo con Blas Caba.
Para mí también ha sido fantástico descubrir a Chesterton y también a J.H.Newman: se le amplía a uno la cabeza.... y el corazón. ¡Es un regalo!.
Un saludo afectuoso!
01/02/19 9:32 AM
  
Juan Mariner
Creemos, los católicos, en "hechos históricos" ocurridos hace 2000 años, no en cuentos de la vieja, supersticiones, filosofías, fuerzas de la naturaleza o divinidades inventadas por los hombres.
01/02/19 12:28 PM
  
virginia castro
Excelente reporte, muy bien elaborado para los que bucamos siempre.Mil gracias y los comentarios muy utiles. Mis respetos a Todos.
01/02/19 2:20 PM
  
Juan Arida, de Buenos Aires

"No soy un escritor católico. Soy católico, y cuando escribo, se nota",
01/02/19 11:27 PM
  
claudio
Decía GKC que la Iglesia le pide a uno que al entrar al templo se saque el sombrero no la cabeza a su vez juntos con Belloc sostenían que si un católico del siglo XIII aparecía en el siglo XX reconocería que seguía estando en la Tierra al ver una Iglesia y el Canon de la Misa.
02/02/19 2:14 AM
  
Juan Arida, de Buenos Aires

Otro clarividente: Julián Marías. Recuerdo que allá por la década del 60
decía: "los dos grandes males del siglo XXI serán: la droga y la aceptación social del aborto"
02/02/19 5:32 PM
  
Miguel
Me parece sencillamente genial su conocida frase de:
" Cuando el hombre deja de creer en Dios es capaz de creer en cualquier cosa".
03/02/19 12:33 AM
  
José velast
Juan Árida
Excelente nota 01/02/19
20/03/20 6:35 AM

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28.01.19

Humildad, divino tesoro

Entrevista de Ignacio Crespí de Valldaura a Javier Navascués

“Ningún sabio antes de la Iglesia descubrió la virtud de la humildad”

En el día de hoy, tengo la dicha y fortuna de arrellanar en el trono de los entrevistados a Don Javier Navascués Pérez, polifacético escritor que dirige la revista Hispanidad Católica, que colabora, en calidad de columnista de opinión, con el portal Infocatólica y que deja una huella indeleble en los lectores de El Correo de Madrid a través de sus flamantes y cautivadoras entrevistas, que jamás dejan indiferente a nadie.

Tras esta reseña introductoria, abrimos el telón y damos paso a una entrevista sobre un tema bastante inusual, insólito, poco manoseado o escasamente manido, que es el de profundizar, a nivel filosófico, en la humildad como virtud de primer orden y como reina madre de otras virtudes.

Indicas en uno de los artículos que los filósofos clásicos confeccionaron una lista de más de 300 virtudes, pero no tuvieron la sabiduría suficiente para incluir la humildad, a sensu contrario del cristianismo, que tuvo la capacidad reflexiva de descubrir esta virtud y ensalzarla. ¿Por qué piensas que estos sabios no fueron intelectualmente capaces de dar con ella y los cristianos sí?

Me gusta mucho la pregunta y sus matices. Más que descubrirla es una virtud infusa. Los secretos del Reino de los Cielos son dados en primacía a los sencillos. Los poderosos ya están muy ocupados en “misa”…, en lo que llaman “mis asuntos”. Es mucho más difícil ser sabio que santo. Para ser sabio necesitas consagrar tu vida plenamente al estudio y tener muchos dones y cualidades intelectuales. Para ser santo lo puedes ser siendo un Fray Escoba en un monasterio e incluso siendo torpe hasta manualmente. Sin embargo hay muchos más sabios que santos. Yo he entrevistado a muchos catedráticos, verdaderas eminencias en diferentes materias, pero no estaría seguro si he entrevistado a ningún santo, tal vez a algún sacerdote mayor muy virtuoso.

La soberbia se define como el deseo desordenado de la propia excelencia y todos, (menos la Santísima Virgen), por el fomes peccati tenemos la naturaleza estragada para el paladeo de la humildad (de que nos tengan en poco) que se torna áspera y desabrida a nuestro ego. Aparentamos ser humildes, con la falsa humildad de Guardiola, pero cuando nos remueven el amor propio somos como esas aguas estancadas que quietas son inodoras y al removerlas se tornan mefíticas y hieden.

Tenemos la tendencia desordenada a dar pábulo a esa tentación y creernos la última coca cola en el desierto. La naturaleza caída tiende a una especie de narcisismo intelectual. Antaño los clásicos conocían las virtudes cardinales como la prudencia, la justicia, la templanza, la fortaleza, todas ellas muy necesarias, pero a nivel humano. No se había encarnado Dios con la novedad de la Buena Nueva y valga la redundancia. El bienaventurado muchas veces no es el triunfador según el mundo, sino el pobre, el humilde, el que no cuenta. Ese que decimos que es un matao, igual está mucho más arriba que nosotros a los ojos de Dios

Pero el mundo pagano desconocía las teologales de fe, esperanza y caridad.

Ese es ya otro nivel, es la NBA de la virtud, el nivel sobrenatural.

La fe se define como el asentimiento libre y racional a la verdad revelada. Para asentir libremente a lo que Dios quiere de nosotros, cuando se revela, se requiere humildad. Reconocer nuestra nada y miseria y que somos criaturas dependientes del Creador, que amorosamente nos sacó de la chistera de la nada y nos dio el ser. Nosotros existimos, entre infinitos seres que pudo haber creado Dios. El existir en sí es un milagro. Somos el espermatozoide que ganó esa durísima carrera, de millones y millones inscritos, en pos del ovulo. El segundo, el tercero etc son “seres” que no existirán jamás, por intentar entender de manera burda este insondable misterio.

Si estamos agradecidos a Dios por el inmenso don de la existencia y reconocemos nuestra contingencia y dependencia con respecto a Dios, debemos ser humildes. Y es sabio ser humilde, ¿De qué sirve rebelarse contra el ser todopoderoso? De nada, miren lo que le pasó a Lucifer. El no serviré, no le llevó a conquistar el cielo por asalto como quiere hacer Podemos, si no a la eterna desdicha. ¿De qué le sirvió a Adán y Eva claudicar ante la frutar prohibida? De nada. De “eternas vacaciones” en el paraíso, a ser expulsados para ir a currar la tierra con esfuerzo y miserias.

Cuando la gente habla de domperfecto, alude casi siempre a su belleza, a su inteligencia y a su posición social. ¿Por qué en su manera de entender la perfección no entra la caridad, la humildad, la valentía? ¿Piensa que incluyen en el mismo error que aquellos filósofos clásicos que entre tantas virtudes no supieron ver la humildad?

Ese domperfecto, me recuerda a don diablo de la famosa canción. La vida de sentidos, desprovista de trascendencia es muy limitada, pues no sacia esa sed de eterna de infinito, esa hambruna de plenitud. Yo en concreto con la gente atea, que sólo piensa en el mundo, generalmente, salvo excepciones, me aburro mucho.

La belleza primaveral se marchita al atardecer de la vida, la inteligencia se puede evaporar con un ictus y la posición social puede ser flor de un día. Pensemos en los nobles decapitados en la Revolución Francesa o los Zares rusos. Somos los que somos ante Dios, no ante la apariencia de los hombres. Felipe II al morir y ver su pecho pútrido y un festín de gusanos, añoró haber sido hermano lego en un convento. Grande ante Dios es el que hace su voluntad con perfección. El ejemplo eximio es la Santísima Virgen, que dijo FIAT (Hágase en mí según tu voluntad). La Virgen, a imitación de su hijo divino, no tenía otro manjar que hacer la voluntad de Dios, que en esto consiste esencialmente la santidad. En frase teresiana no hay que buscar otras algarabías que hacer la voluntad de Dios. La verdadera grandeza es la santidad. ¿De qué me sirve tener un Ferrari o un palacio si luego me condeno? Quien se salva sabe todo, quien no se pierde para siempre.

Pensemos en el famoso presidente del Real Madrid, que al parecer murió de un infarto en una orgía. Dios quiera que le diese tiempo a hacer un acto de contrición perfecto y recemos por él. Pero si se condenó, ¿de que le sirvió su dinero y poder?. Para entrar al cielo no sirve ni siquiera ser presidente del mejor club del mundo.

Muchas personas contaminadas con el materialismo del mundo moderno, ven la humildad como un signo de debilidad. ¿No piensas que la humildad nos hace más fuertes?

Pensemos que la criatura más humilde es la Reina y Señora de lo todo creado. Menuda debilidad ser la dueña del Universo. La palabra humildad proviene del término latino humilitas, de la raíz humus, que significa tierra (que es lo más bajo aparentemente), pero paradójicamente también humus significa fértil. Nada más fértil que un alma humilde, pues deja que Dios obre maravillas en ella. Su etimología griega dimana del término tapeinosis, que significa tapete, alfombra, algo que pisa todo el mundo. ¿Estamos dispuestos a dejarnos pisar (sufrir oprobios y desprecios) por amor a Cristo?

Es más poderoso el Poverello de Asís, San Francisco, cuando se desposa con la dama pobreza por amor a Cristo que el se casa con Cristina Onasis.

¿Por tanto si la humidad nos hace fuertes es la base de todas las virtudes?

Cervantes afirma en el famoso Coloquio de los perros que: “La humildad es la base y fundamento de todas las virtudes, y que sin ella no hay ninguna virtud que lo sea realmente".

Decían los sabios clásicos que la sabiduría empieza por conocerse a sí mismo.

Pensemos en los grandes deportistas. Muchos de ellos si han triunfado, ha sido por su humildad y su capacidad de trabajo. Cristiano Ronaldo, aunque parezca estar en las antípodas de la humildad (y se creyese rico, guapo y un crack) después de los partidos se queda a seguir entrenando. Drazen Petrovic pidió la llave del pabellón para ir a entrenar por las noches. Pelé, mientras sus compañeros de equipo se iban de picos pardos, él siempre se iba a dormir muy pronto antes de un partido. Gaudí decía que la inspiración siempre le venía trabajando. Pensemos en pintores como Ferrer-Dalmau, totalmente entregados a su pintura, dedicando su vida a ello.

Pasando al plano sobre natural los santos tenían una visión muy baja de sí mismos. El cura de Ars quería irse a un monasterio a llorar y reparar por su pobre vida. San Rafael Arnáiz una semana antes de morir se veía como un pobre hombre y creía que la humildad no la conocía ni por el forro. Santa Teresa se avergonzó al ver lo mal que había pagado esas llagas de Cristo con una vida mediocre en el convento, hablando vanidades a través de la reja con doncellas legas.

A Santa Bernadette la tenían el convento como a una inútil, de Santa Teresita decían que como iba ser santa si era una monja muy normalucha. San Ignacio de Loyola al ser superior vestía con porte, pero tenía deseos de vestirse como un loco, con la cara pintada y con plumas par sufrir burlas y oprobios por Cristo. Ahora no recuerdo que santo iba a columpiarse como un niño para que le tuviesen por simple. A San Felipe Neri al ofrecerle la dignidad episcopal dijo que sólo quería el cielo….Podríamos poner millones de ejemplos. Les invitamos a leer vidas de santos, que ha sido los verdaderos sabios y por lo tanto humildes, que se han dejado moldear por Cristo. Es el santo es siempre el mejor negociante, el que troca el oropel de los fastos mundanos por la áurea corona inmarcesible.

¿Crees que la humildad, el aceptar que nos corrijan, nos puede ayudar a crecer?

De sabios es rectificar y dicen los libros sapienciales que el sabio acepta la corrección y el necio no. Tenemos el ejemplo del mismo Cristo que dice: “aprended de mí que soy manso y humilde corazón”. No dice que aprendamos de él porque hizo los cielos.

Es bueno dejarse aconsejar por el que sabe más en cualquier faceta. Eso sí, por el que sabe más, no por personas tóxicas que nos corrijen de manera hiriente, sin la debida autoridad. Para eso ayuda mucho la filosofía tomista, que nos hace comprender como son las cosas en realidad. Cuesta mucho ser humilde, pero él sólo hecho de querer serlo es buena señal porque el soberbio ni se lo plantea. La humildad es la verdad, también en frase teresiana.

¿Cómo puede un periodista ser humilde y huir de la vanidad, de que le lean, le admiren, le consulten etc?

Santo Tomás era el hombre más sabio, el cerebro más potente de la Historia de la Humanidad, pero era humilde porque reconocía con sencillez que esa sabiduría venía de Dios. Balmes en su libro el Criterio nos enseña a reconocer las cosas como son en la realidad, ni más ni menos. Sabiduría es conocer las virtudes y los talentos y hacerlos fructificar con naturalidad, sin vanidades vacuas. No decir: no se escribir casi si sabemos que escribimos bien, sino no darle importancia. Si nos dicen por ejemplo que escribimos bien decir gracias con naturalidad y cambiar de tema. También es reconocer las faltas y corregirlas, para esto ayuda el examen de conciencia diario o combatir más la virtud dominante, en mi caso la pereza. Aunque la gente crea que soy muy activo, me tengo que hacer violencia, hasta para responder esta entrevista, que me ilusiona especialmente.

¿Quiere añadir algo humildemente a modo de colón y fin de fiesta?

Espero que esta humilde entrevista no sólo les haya entretenido, sino que de fruto espiritual y les ayude a entrar pisando fuerte en esa difícil ciencia de la humildad, que tanto nos cuesta o a seguir perseverando en ella, pues es el camino del triunfo, pero del verdadero: la vida eterna. Decía Unamuno que para entrar al cielo había que atravesar una puerta muy pequeñita donde sólo caben los humildes y que él era ya adulto y demasiado mayor.

Ignacio Crespí de Valldaura

4 comentarios

  
Soledad
Interesante entrevista, de acuerdo con unas cosas y otras no tanto.
Poner de ejemplo a personas públicas no se si es acertado. Las conductas "aparentemente virtuosas" pueden tener motivaciones diferentes, y algunas de ellas ser contrarias a esta virtud u otras.
Para mi es una virtud, qe si no tratas de vivirla, no perseveras.Además es laboriosa, tienes que podar y podar la soberbia, que brota a la menor ocasión.
"La humildad es la verdad". (Sta Teresa). En verdad es un espejo donde se ve de manera real nuestra alma. Para ver un poquito de nosotros mismos necesitamos un espejo no empañado por nuestras miserias y la gracia de Dios para que nos ayude a ello y aceptarlo. Dice el entrevistado" dejarse moldear por Jesucristo",, para ello hsy que ser como la plastilina, no ofrecer resistencia. Algo que me sorprende es la nula catequesis sobre el Sacramento de la Confesion que existe. Se habla de misericordia, perdón, de ser "solidarios", para nosotros vivir la caridad. En este sacramento, que Nuestro Señor nos donó, se vive la humildad y todos esos frutos que pretendemos alcanzar como un objetivo humano.

Hay una deformidad, desagradable, de esta virtud, cuando es impostado y "arrastrada" ".A veces se confunde con la falta de fortaleza, reciedumbre o cobardía. Me refiero a callar ante el error, la mentira o las circunstancias..

Sin ella no hay perseverancia, no hay virtudes y es imposible ver un poco del rostro de Dios. Imprescindible y muy difícil de alcanzar.
29/01/19 10:00 AM
  
RafaelC
No entendí la referencia a Cristiano Ronaldo como ejemplo de humildad. Habiendo personajes tan emblemáticos como Andrés Iniesta, Iker Casillas, Modric, Rakitic... En fin, buen artículo por lo demás.
29/01/19 8:17 PM
  
jr
Esa humildad nace de de la reconceptualización de la igualdad y la dignidad, los dos pilares fundamentales del mensaje cristiano... que determinarían en adelante la existencia humana.
Tal vez fue la falta de ese el asiento moral, lo que le puso fecha de caducidad a la república romana, y seguramente fue lo que buscaba Justiniano, cuando en cuidados intensivos buscaba reanimar unas leyes llenas de soberbias pero vacías de humildad...
Porque ese es el otro punto, en el cual seguramente muchos doctos, darán el grito al cielo: las leyes deben ser humildes...

Noto que en este excelente artículo brilla por su ausencia el túmulo de comentarios que debería tener por el haz de verdades que expone...
¿Será que la humildad anda escasa, o será que la verdad incomoda?
29/01/19 8:19 PM
  
Ramvel
Ser humilde es como retener agua en las manos desnudas.
Como si no tuviéramos cualidades naturales que tiendan a ella.
Tal vez de ahí venga que a los sabios antiguos se les haya escapado de la visual.
En cambio, N. S. Jesucristo viene en nuestro auxilio con su gracia. Y como una nueva revelación, lo que siempre estuvo ante nuestras narices se hace notoria, y, para más, se manifiesta como imprescindible.
30/01/19 12:03 AM

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