5.10.21

Mons. González Chaves continúa profundizando en la espiritualidad josefina según la Tradición de la Iglesia

Mons. Alberto José González Chaves

Galardón Alter Christus Atención al Clero y a la Vida Consagrada

Nació en Badajoz en 1970 y fue ordenado sacerdote en Toledo en 1995 por el Cardenal Marcelo González Martín. Su primer destino pastoral fueron las parroquias de Peñalsordo y Capilla, en la provincia de Badajoz, pero pertenecientes a la archidiócesis de Toledo. De 2006 a 2014 ha trabajado en la Congregación para los Obispos, en la Santa Sede. En 2008 se doctoró en Teología Espiritual en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, de Roma, con una tesis sobre “Santa Maravillas de Jesús, naturalidad en lo sobrenatural". En 2011 Benedicto XVI le nombró Capellán de Su Santidad. Desde 2015 es Delegado para la Vida consagrada en Córdoba. Dirige Ejercicios Espirituales y cursillos en España e Hispanoamerica. Es autor de artículos y libros de Espiritualidad y liturgia, y hagiografías sobre Rafael Merry del Val, San José Maria Rubio, el Beato Marcelo Spínola, Santa Maravillas de Jesús, Santa Maria Micaela del Santísimo Sacramento, Santa Génova Torres, San Juan Pablo II, el Beato Tiburcio Arnaiz… Su última obra es la biografía del más reciente Doctor de la Iglesia y Patrono del clero secular español, San Juan de Ávila.

Poco se habla de San José en la Sagrada Escritura pero se habla de él como un hombre justo que equivalía a santidad. ¿Por qué esta falta de información no menoscaba su grandeza?

Prácticamente bastarían dos palabras de la Sagrada Escritura, gratia plena, para llegar a definir el dogma de la Inmaculada Concepción, avalado asimismo por una larga tradición de escritores eclesiásticos y por el sensus fidelium. Del mismo modo, nos resultan suficientes las dos palabras con que el Evangelio retrata a José para colegir de ellas su altísima santidad. Estas palabras son, como se sabe, vir justus: José era varón justo. Y así como también la Santísima Virgen María, según enseñan San Agustín y muchos otros Padres de la Iglesia, y Santo Tomás de Aquino, fue preparada por Dios para que concibiese a Cristo primus in mente quam in ventre, o sea, antes en su alma que en su cuerpo, así también la predestinación de San José, ab æterno, postulaba una santidad singular.

En la Sagrada Escritura el concepto “justicia” es sinónimo de santidad. “José, el esposo de María, siendo justo, no quiso denunciarla” (Mt 1, 19). La justicia de la que se habla aquí no es tanto ese concepto jurídico o incluso moral que nosotros reconocemos en esta palabra, y que se compendia en una tajante y lacónica expresión latina: unicuique suum: dar a cada uno lo suyo. En la mente de los autores sagrados la justicia es la reunión de todas las virtudes.

En el Antiguo y el Nuevo Testamento, el Justo por antonomasia es el Mesías que ha de de librar a su pueblo, Israel. Por eso, cuando se dice de alguien, fuera de Cristo, que es justo, se quiere señalar que tiene la posesión perfecta de todas las virtudes. Esto, explica San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, significa la palabra “justo” adjudicada a José. “Justo” es, pues, el dotado de toda virtud. En este sentido emplea con frecuencia la Escritura la palabra justicia. Por ejemplo, Job era “hombre justo y veraz” (Job 1, 1). Así pues, en la línea de los Padres de la Iglesia y de la Sagrada Escritura hemos de interpretar y que José es llamado “justo” no sólo porque posee de modo eminente la primera de las cuatro virtudes morales o cardinales, sino porque estuvo lleno de todo género de virtudes.

Siendo las virtudes y los dones del Espíritu Santo los principios activos de la gracia, distintos entre sí sustancialmente pero interdependientes, ellos son los que desarrollan y manifiestan la santidad, y por ellos actúa la gracia en los santos.

Las virtudes sobrenaturales, infundidas con la gracia santificante en un grado proporcional a ésta, dependen de ella en su desarrollo y su ejercicio, puesto que son como sus potencias sobrenaturales. De aquí se infiere que si San José posee, como es razonable por su unión con María y José, un grado de gracia y santidad que le coloca por encima de todos los santos, salvando a la Sma. Virgen, lo mismo se predica de sus virtudes: las poseyó todas en grado perfecto. Y como las virtudes están conectadas en estrecha dependencia, informadas, unidas y animadas por la caridad, si poseyó José esa caridad en grado eminente, en ese mismo grado poseyó todas las virtudes.

En el Bendito Patriarca ese racimo unificado de virtudes se desarrolló admirable y orgánicamente por su íntimo contacto y estrecha familiaridad con Jesús, fuente de toda virtud participada por los hombres, y con María. Si el contacto y la proximidad de José con Jesús y María fueron tan excepcionales, es lógico que también fuese extraordinaria su semejanza con Ellos en la gracia, y en la manifestación de ésta, que son las virtudes.

Como los siete dones del Espíritu Santo, infundidos por Dios con la gracia, crecen juntamente con la caridad y vienen a perfeccionar las virtudes elevándolas para que obren al modo divino, esos dones actuaron de manera extraordinaria en San José. El don de entendimiento purificó su fe. El de sabiduría perfeccionó su ardiente caridad. El de ciencia completó su conocimiento de las cosas humanas, capacitándole para juzgar con certeza sobre lo que debía obrar. El de consejo corroboró su virtud de la prudencia. El de piedad imprimió en su alma un tierno afecto filial hacia Dios. El de fortaleza le hizo aceptar una misión tan superior a sus fuerzas y perseverar gozosamente en ella. El de temor le ayudó a vivir siempre sometido a Dios con filial reverencia, reconociendo humildemente su pequeñez ante la Majestad Divina y el caudal de gracia que la Providencia le había regalado.

Por tanto, la sucinta denominación de José como “varón justo” que nos da la Sagrada Escritura no sólo no resulta insuficiente, ni disminuye su grandeza, sino que encierra ella sola toda la admirable santidad que no podemos sino barruntar en el alma preciosa de San José.

San José nunca pensó mal de la Santísima Virgen; pensó en abandonarla pero nunca pensando mal sino intuyendo un misterio que no comprendía.

Se suele hablar de las “dudas” de San José, siempre en torno al antipático verbo “repudiar", lo que, según algunas traducciones, él hubiera podido hacer con María. Pero en este punto hay que ser exhaustivos.

Cuando María queda encinta por obra del Espíritu Santo, José, naturalmente se apercibe del estado de su desposada. Y experimenta la consiguiente angustia o zozobra interior ante una nueva situación que él no conocía ni podía controlar. Ante lo que se vienen llamando “las dudas” del Patriarca, los Padres y Doctores de la Iglesia dan tres soluciones, realmente poco concluyentes, aún más, casi contrarias.

La primera es que José, sin más habría creído a María caída en adulterio. Según la segunda opinión, José habría conocido el misterio de la Encarnación y, por pura humildad y espíritu de temblorosa reverencia, habría determinado retirarse, sintiéndose indigno, y abandonar ocultamente a María. La tercera respuesta quiere que la causa de dejar José a María fuese la ignorancia del misterio ante el cual se encontraba, puesto que, convencido él de la inocencia de la Virgen, habría resuelto dejar todo a Dios y retirarse discretamente de la escena, en tanto se ponía en claro la verdad de lo acaecido. Estás serían las tres posturas. Ciertamente, ante una triple opción de José (acusar a María, abandonarla en secreto o llevarla consigo a su casa) sabemos lo que hizo y lo que en principio pensó hacer José: “Siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió repudiarla en secreto” (Mt 1, 19).

La traducción literal del griego de Mateo sería: “José, como fuese justo, por tanto no quisiera exponer a María a la ignominia pública". De aquí se deriva el propósito del Santo: dejar a su Esposa libre, pero de modo oculto, sin público proceso. Esta es la solución que apunta San Juan Crisóstomo, quien dice que era tal la bondad de José que no quería causar la más mínima pesadumbre a la Virgen y, ya que no le era permitido por la ley retenerla, y que acusarla y llevarla a juicio era conducirla infaliblemente a la muerte, él no hizo ni una cosa ni otra, sino que, conduciéndose por encima de la ley, sin acusarla ni reprocharla, pensó tan solo en abandonarla.

En su Libro IV a las Sentencias, Santo Tomás de Aquino abunda en esta postura diciendo: “José no quiso abandonar a María para tomar a otra, o por alguna sospecha, sino porque temía, en su humildad, vivir unido a tanta santidad, por eso le fue dicho: No temas” (Mt 1, 20). Así pues, según esta sentencia, convencido de la santidad de María, José habría suspendido el juicio, dejando el asunto en manos de Dios.

Por eso quizá más que hablar de “dudas” habría que decir “luchas” o “noche oscura” de San José.

San José es la cabeza de la Sagrada Familia y modelo de viriridad y de autoridad, algo que está puesto en cuestión hoy en día en el que se quiere destruir el modelo de familia tradicional.

En realidad, hablar de “familia tradicional” es una tautología o pleonasmo, o sea, una superabundancia gratuita de palabras que añade a “familia” un epíteto que le es intrínsecamente identitario. Hablar de “familia tradicional” sería como hablar de “Iglesia tradicional” o de “católico tradicional": el sustantivo lleva implícito el adjetivo. Porque no hay más que un modelo de familia: fundada sobre el matrimonio, contrato natural elevado por Dios Nuestro Señor a la categoría de Sacramento, y que es la unión de un hombre con una mujer para toda la vida.

Ese matrimonio, para que sea tal, ha de estar fundado en una mutua fidelidad y comunicación de bienes que se apoya sobre una base antropológica, antes que afectiva, sensible: los esposos deben saber que el matrimonio es indisoluble y abierto a la vida. Admitir el divorcio, o la anticoncepción como método regulador de la natalidad, no convierte a una familia de tradicional en moderna, sino que simplemente hace que la familia se suicide. Las consecuencias no es necesario ir muy lejos a buscarlas.

Uno de los funestos corolarios de lo expuesto es el menoscabo o la total desaparición del principio de autoridad. Esto que hoy, por un influjo más lejano de los falsos postulados de la Revolución Francesa, y por una influencia más cercana e insistente de muchos medios de comunicación con su falsa antropología, se da en tantos ámbitos de la sociedad, se verifica también en la familia con consecuencias muy poco halagüeñas. El principio de autoridad, que debe ejercer el cabeza de familia, y que va unido como usted me plantea en su pregunta, a la virilidad, da a la familia seguridad y fortaleza. A la esposa, apoyo y también autoridad sobre los hijos. A estos, espíritu de obediente docilidad y humilde y fructífera receptividad para aprender a ser buenos cristianos y honrados ciudadanos. Estos que ahora se llaman se llaman “valores", y que siempre, con lenguaje más sobrenatural y filosófico, hemos llamado “virtudes", resplandecen de manera evidente y eminente en San José, cabeza de la Sagrada Familia que hoy por eso se nos presenta con más actualidad que nunca en un empeño pastoral urgente: la reconstrucción y fortalecimiento de la familia, combatida desde mil flancos y en tantos casos desestructurada y desnaturalizada.

A este propósito recordamos que el Cardenal Caffarra, hombre de confianza de San Juan Pablo II para fomentar el estudio y la promoción de la familia y de la vida, recibió de la Hermana Lucía de Fátima en el Carmelo de Coimbra esta confidencia: la última batalla de Satanás será contra la familia.

San José es patrono de la Iglesia Universal, de los seminaristas, de la buena muerte….de los trabajadores… su importancia en la Iglesia siempre fue muy grande, pero, ¿se podría decir que nunca fue ensalzado como realmente merece?

Ningún santo es ensalzado nunca como realmente merece porque en realidad al venerar al santo veneramos la obra del Espíritu Santo en él y la gloria extrínseca de Dios en la belleza de su vida y de sus acciones. Por tanto, si glorificar a un santo es glorificar a Dios en él, nunca lo hacemos de manera proporcional. Esto puede predicarse a fortiori de San José, siendo como es el primero entre todos los santos. Por eso se dice en teología que es objeto de un culto de “protodulía". La adoración o latría se reserva a Dios nuestro Señor y la dulía a los Santos. Mientras que honramos a la Santísima Virgen con culto de hiperdulía, veneración superior a los demás santos, San José es destinatario de un culto de protodulía porque es el primero entre todos los santos. Ahora bien, el mejor culto y veneración al Bendito Patriarca, como sucede con la verdadera devoción a María, es la cabal, delicada y fiel imitación de sus virtudes. En nuestra época de independencia de pensamiento, orgullo intelectual y dictadura del relativismo, es urgente la humildad. Esta es sin duda la virtud que más brilla en la frente del Patriarca Nazareno, tan amante del silencio, la modestia y la discreción; tan buscador del último lugar que no le oímos nunca hablar en el Santo Evangelio. Por ello la auténtica imitación de San José es el amor al ocultamiento orante, el trabajo silencioso y la humildad abnegada, vividos en una ardentísima caridad hacia Jesús y a María, y por Ellos al prójimo, sintiendo en su corazón un celo de almas que le hace verdaderamente “corredentor” en cuanto que partícipe activo de la obra redentora del que la tierra se llamó su hijo y en cuanto esposo castísimo de la que al pie de la cruz ejerció la sublime misión de Corredentora de la Humanidad, con el único Mediador, Sacerdote eterno y sumo: Jesucristo.

¿Cómo podemos vivir la verdadera devoción a San José (háblenos también de las principales devociones y documentos para profundizar más en su figura)?

Ya ha quedado respondida en parte en la anterior cuestión, pero ya que se me pide hablar de las principales devociones a San José, me atrevo a invitar a recitar cada día sus Letanías, un breve racimo de invocaciones que dibujan un perfil muy completo de la personalidad y la misión del Custodio del Redentor. Hay otras oraciones muy antiguas y muy bellas. Una es la que podemos muy provechosamente decir los sacerdotes en la sacristía, una vez revestidos con los ornamentos sagrados, y preparándonos con un silencioso momento de oración a la celebración del Santo Sacrificio. Es la antigua oración O felicem virum, Beatum Joseph, en la cual llamamos al Bendito Patriarca varón bienaventurado y feliz porque tuvo la dicha de que a Aquel a Quien muchos reyes quisieron ver y no vieron, y oír y no oyeron, él no solo Le vio y Le oyó, sino que Le vistió, Le llevó en sus brazos, Le custodió y Le alimentó. Después de recordar la hermosa misión de José en la antífona y de invocarle “ruega por nosotros, glorioso San José, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo", la oración latina pide a Dios Nuestro Señor saber tratar a su Hijo Jesucristo en el altar con el mismo cariño y mimo con que le trató José en la tierra.

Otra antigua oración es aquella con la que cada día debemos pedir la virtud de la santa pureza al Esposo castísimo de María. En su “Historia de un Alma", Santa Teresita, recordando que desde su infancia la devoción a San José se confundía en ella con el amor a la Santísima Virgen, dice que recitaba desde muy niña esta oración: “Oh, custodio y padre de vírgenes, San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la Inocencia misma, Cristo Jesús, y la Virgen de las vírgenes, María: por estas dos carísimas prendas tuyas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado yo de toda mancha, sirva siempre con alma pura, corazón limpio y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén".

Otra de las grandes oraciones a San José, ésta más extensa y completa, es la compuesta por el Papa León XIII, que mandó en su encíclica Quamquam pluries que se recitase en el mes de octubre al final del Santo Rosario. Es la conocida plegaria A Te, Beate Joseph: A Vos, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación… Esta oración tiene un matiz especial de intercesión por la Iglesia en tiempos que empezaban a ser particularmente difíciles para la pureza de la fe y las costumbres.

Hay otras bellas oraciones a San José para ser dichas por los trabajadores, los padres o familias enteras, los seminaristas y sacerdotes, o para encomendar a los agonizantes y moribundos. En cuanto a los documentos para crecer en el conocimiento y el amor al glorioso Patriarca, los principales son las encíclicas o cartas apostólicas de los últimos Sumos Pontífices, tan provechosas y sólidas, sobre la figura y la misión de San José.

Por Javier Navascués

2 comentarios

  
Carmen L
¿Y esta novena de 30 días a la santa capa?
oracionesydevocionescatolicas.com/novena_capa_san_jose.htm
05/10/21 11:06 AM
  
Vladimir
A pesar de que hace más de un siglo, los Papas, vienen insistiendo sobre la altísima dignidad de San José y la necesidad e importancia de invocarlo, a una con María Santísima, eso no ha calado lo suficiente en ámbitos como la Teología, la Catequesis y la Liturgia.
En los Manuales de Teología raramente existe algún espacio para la reflexión sobre la temática josefina. Talvez aparezca un poco en algunos tratados de Mariología, pero nada más.
Los Catecismos, por lo general, siguen la misma línea, omitiendo el aporte de San José a la Obra de la Salvación humana.
La Liturgia, desproporcionadamente, apenas dedica dos celebraciones a San José, en todo el año, mientras que la Virgen está presente, prácticamente en todos los meses del calendario.
Ciertamente no se puede equiparar, sin más, a José con María, pero no hay duda alguna de que ambos concurrieron, de manera singular y excelente (una como Madre y el otro como Padre), al servicio de la Encarnación del Verbo, según la misión señalada por Dios. Ambos, por tanto, son acreedores a un mismo amor y exaltación por parte de todos aquellos que nos hemos beneficiado con los bienes de la Salvación.
Quiera Dios que, uno de los frutos más significativos de este Año Josefino, que se acerca a su final, sea el que,a nivel individual y comunitario, nos animemos a dar más espacio a San José en nuestra vida de Fe, pública y privada.
No temamos seguir invocando y presentando a María, unida siempre a su Esposo San José y nunca sin El.
05/10/21 7:16 PM

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4.10.21

Alicia Latorre: “Fue positivo defender la vida en el Congreso, donde casi todo es contrario a la vida”

Alicia Latorre, presidente de la Federación Española de Asociaciones Provida, como informamos en InfoCatólica, intervino recientemente en la Comisión de Derechos Sociales y Políticas Integrales de la Discapacidad del Congreso de los Diputados. Dio un valiente testimonio de la labor de quienes ayudan a las mujeres que quieren abortar o ya han abortado y sufren las consecuencias, algunas muy graves. Además mostró imágenes de abortos, primera vez que se hace tal cosa en sede parlamentaria en España y repartió al final unos libritos de Vida y muerte en el seno de una madre y un pin de unos piececitos el tamaño real de 10 semanas de gestación. Hizo referencia al hecho de que cada vez más se encuentran con más personas arrepentidas del aborto, signo de esperanza de que cualquiera puede cambiar, por mil circunstancias.

Nos hemos puesto en contacto con ella para valorar su intervención y el alcance que puede tener. 

¿Cómo valora su intervención en la Comisión del Congreso de los Diputados?

La valoro como muy positiva en el sentido de que es una oportunidad de defender la vida humana en un lugar donde se toman importantes decisiones y donde casi todo lo que se oye es contrario a la vida.

Es un privilegio, pero también una gran responsabilidad poder hablar allí y por eso estaba un poco nerviosa al principio, pero poco a poco todo se fue enlazando y solo puedo dar gracias a Dios y a las personas que lo hicieron posible por poder hablar, proyectar y tocar puntos muy diversos. Se pudo hablar de la necesidad de valorar, defender y cuidar la vida humana, descendiendo a los detalles, a situaciones concretas, como el de una mujer que había abortado a unos gemelos y que lloraba cada día porque tenía un dolor tan grande que “vivía pero no estaba viva viva".

La verdad es que fue una experiencia interesante porque nunca habíamos tenido antes una intervención en el Congreso.

Era importante hablar con claridad de estos temas.

Sí, era importante, siempre lo es porque lo peor es este tema es el silencio, la indiferencia y la mentira. Existe un único mensaje que presenta a la cultura de la muerte como defensora de la libertad y del progreso y esto se ha ido aceptando por parte de la población a lo largo de los años. Unos eslóganes, nunca contrastados ni discutidos que han sido asumidos poco a poco por unos y tolerados con desesperanza por otros. Es tan fácil desmontar tanta falacia… Mostrar la verdad y llamar bien al bien y mal al mal es clave. Cuando se pone atención en esto, las falsedades y todas las tretas, quedan sin fuerza.

Creo que no podemos estar solo a la defensiva o a remolque de lo que va pasando, sino que debemos aprovechar cada oportunidad para avanzar, para mostrar todo el bien que se está haciendo, para dar argumentos de ciencia y de conciencia y para invitar a todos a dar un golpe de timón si han colaborado o sufren los daños de la cultura de la muerte.

Y una cuestión fundamental: ganar la batalla del lenguaje y desmontar los eufemismos, las palabras inventadas y todo el mundo paralelo que constituye un marco preparado para justificar todas las barbaridades que se están cometiendo. Esto no solo pervierte las conciencias, sino que aleja completamente de la realidad y crea toda una estructura de mal en la que la vida humana no vale nada y, menos aún, si no cumple estándares de “calidad".

¿Cree que ha podido tener importancia en la opinión pública y en los diputados españoles?

Yo creo que nadie que oye hablar de estos temas queda indiferente. Y desde la Federación Española de Asociaciones Provida en este caso, podemos aportar la experiencia de 40 años de existencia, día tras día y año tras año y son muchísimas las asociaciones que también trabajan por la vida atendiendo a los discapacitados, a los enfermos en cada etapa de su vida. Y esa voz tiene fuerza porque no es una teoría, es un conocimiento de los problemas, es cariño y acompañamiento y puesta en marcha de ayudas ciertas y comprometidas. No hay intereses económicos ni ideológicos y eso da mucha fuerza y necesidad de transmitirlo y decirlo, de llegar también a personas que quizá nunca han tenido la oportunidad. Créeme que al tener delante a personas de todo signo político se trató de hablarles no pensando en cuáles eran sus siglas, sino en un lenguaje que, si no tenemos prejuicios, todos podemos entender y valorar. No se trata de quedar encima, sino de parar ya está locura de muerte y dejar tanto sufrimiento y tanto montaje económico- ideológico. También me pareció importante animarlos a que aprovechen su mandato político al servicio del bien común. Es muy esperanzador ver que algunos de ellos sí que se toman en serio esta causa y espero que sean cada vez muchos más.

Hay mucha ignorancia sobre el tema, porque no se está cerca de los problemas, porque se cree que si algo es legal, ya es lícito e indiscutible. Se confunde lo legal con lo moral. Esa ignorancia (consentida muchas veces) se une en ocasiones al pasotismo en este tema, a la necesidad de justificación personal, a intereses electorales o relacionados con las estructuras de muerte.

Me conformo si de alguna manera algunos de los que piensan distinto han considerado algo de lo que allí se dijo. Deberíamos conseguir que el tema de la vida humana lo tomaran todos los partidos como una prioridad, como algo transversal y este era uno de los objetivos.

¿Ha podido influir en ellos o en la opinión pública?

Espero que sí. Cualquier palabra o al servicio de la vida humana, o en su contra, siempre influye. Acercarse a este mundo y descubrir tanta farsa y tanto dolor y por otro lado tanto bueno, ver la verdad de las cosas, es un lenguaje que todos entendemos y que nuestro corazón reconoce como bueno. Otra cosa es que se dé el paso para aceptarlo Y adherirse a la verdad. Y creo que ha sido importante también para reforzar a las personas que luchan muchas veces en la soledad e incomprensión y que se ven abandonados en su dolor y sus problemas. Y también para los provida que siempre se silencian en los medios.

Nunca sabemos hasta qué punto puede llegar, cuántas personas han visto la intervención, cuántos medios lo han difundido…, pero creo que el efecto puede multiplicarse cada cual lo difundey podemos quedar asombrados de la reacción de las personas que están ansiosas de un cambio y dejar atrás tanta muerte y tanta mentira.

Era muy importante recalcar que no puede existir a la vez el derecho a la vida y el derecho a quitarla…

Sí, algo de sentido común y que no podemos dejar de recordarlo. Sin embargo llevamos 11 años con este falso derecho y otros 35 que no se consideraba un derecho, pero se ejercía como tal de hecho. Y por si fuera poco, ahora también se ha decidido que la eutanasia también es un derecho. Partida doble para el “derecho” a matar.

Y qué según la Ciencia la Vida empieza desde la concepción…

Otra cuestion clarísima desde la primera célula que tiene el mismo ADN que tendremos en todas las células de nuestro cuerpo y que se utilizará, por ejemplo, en una prueba de paternidad o en la medicina forense. Se sabe de qué persona se trata, cuál es su sexo, su raza y hasta el color de sus ojos. Es un ser humano y no puede serlo de otra especie y desde el principio. La ciencia no tiene dudas al respecto y son espectaculares los avances de la embriología, de la medicina fetal, de las neurociencias…Pero si alguien todavía duda, y se empeña en dar la espalda a la ciencia, podemos recordar este viejo ejemplo que ya se explicaba en los años 80: si un cazador tiene dudas de si lo que se agita en unos arbustos es un animal o un ser humano, ante la mínima duda, no dispara. Si alguien tiene la duda de si es un ser humano o no lo es, no debe hacerle daño. Ante la duda, siempre a favor del reo.

También denuncia lo injusto de perseguir a quienes quieran evitar un aborto…

Sí, es que es el mundo al revés. Por un lado reconocen que el aborto no es algo bueno para la mujer, ni deseable. Dicen que tiene que ir a abortar porque no le queda otro remedio y es muy duro para ella. Y sin embargo, persiguen y quieren quitarse de en medio a quienes quieren tratar de evitarlo y reclaman facilidades para hacerlo todavía más sencillo. Como no tienen médicos que quieran matar a las personas antes de nacer, ni dañar a las mujeres, quieren señalar en una lista a los profesionales no lo hagan, invirtiendo se nuevo el orden de lo que esta bien y lo que está mal.

Presentan a quienes se enriquecen con el dolor ajeno como si fueran los que velan por los derechos de las mujeres, cuando en realidad solo les interesan como clientes y para engrosar su cuenta corriente. Cuando salen destrozadas, en su cuerpo muchas veces y en su alma siempre, ya no les importan para nada, porque ya han pagado (en realidad hemos pagado todos). Y para amedrentar y quitarse de en medio a quienes les hacen bajar sus ingresos, los llaman acosadores y violentos a por dar información o rezar y preparan una ley contra ellos.

Por último valora las cifras del aborto y sus consecuencias…

Las cifras oficiales dicen que han descendido. Si tenemos en cuenta que ha sido el año en que hemos estado confinados, no sería de extrañar que hubieran bajado, puesto que han bajado todos los delitos y también los nacimientos. Pero no creemos que haya bajado el número, a pesar de lo que digan las cifras oficiales y sabiendo además que durante la pandemia se ha considerado como negocios esenciales a los centros de aborto. No se contabilizan la mayoría de los abortos químicos y ha habido centros que no han comunicado las cifras. Pero incluso aunque fuera cierto que hubiera descendido el número de abortos, ¿cómo podemos alegrarnos de que a casi 90.000 hijos inocentes se les haya quitado la vida y que haya otras tantas víctimas a las que nunca se les va a reconocer su duelo?

Le atribuyen a Stalin la frase de que “un muerto es una tragedia, un millón de muertos son una estadística". Nunca una vida humana eliminada será para nosotros una estadística. En el aborto, como en la eutanasia, solo podremos alegrarnos cuando no haya ni un solo caso en el que se quite la vida, cuando en las leyes y en la sociedad se reconozca y defienda toda vida humana y todos sus recursos vayan destinados a su defensa y cuidado, especialmente en los momentos de mayor debilidad.

Por Javier Navascués

1 comentario

  
sofía
Bien por Alicia. Necesitamos que se oigan voces como la suya, la voz de la razón y del corazón, la voz de la verdad frente a tanta desinformación y mentiras de conveniencia.
04/10/21 9:15 AM

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3.10.21

Entrevista al párroco de la iglesia que quedó sepultada por la lava del volcán en Canarias

Nos hemos puesto en contacto con el sacerdote de la parroquia desaparecida por el volcán, D. Alberto Hernández Felipe, párroco de San Pío X de Todoque, que nos cuenta sus impresiones de cómo vivió esos momentos dramáticos.

Tras la irrupción por sorpresa del volcán, ¿cómo fue el proceso para salvar todo de la parroquia con cierta urgencia?

El día siguiente a la erupción, las autoridades me advirtieron de que el probable recorrido de la lava podría afectar al barrio de Todoque. Consulté si les parecía conveniente que procediésemos a una evacuación preventiva e inmediatamente se pusieron a disposición de la Parroquia los operarios del ayuntamiento. Pudieron ponerse a salvo el Sagrario, las imágenes, los sitios litúrgicos (altar, ambón, sede…), la mayoría de los bancos, los ornamentos y vasos sagrados, los manteles y otros lienzos, algunos cuadros, candelabros… Todo lo que podía transportarse y cabía en los camiones. Por detrás quedó el retablo, las campanas, material de catequesis, la megafonía; pero había que hacer una opción y decidimos sobre la marcha lo que nos pareció prioritario sacar del Templo.

¿Sintieron la impotencia de ver cómo la lava venía y engullía literalmente la parroquia…?

Como todos los vecinos afectados, y la inmensa mayoría de quienes han vistos las imágenes por televisión, ante la fuerza de la colada todos nos sentimos impotentes. Con el Templo parroquial ha ocurrido lo que con las viviendas de más de 600 familias. Como el resto de las edificaciones del entorno ha sido derribado, pues la lava que ha dejado tanta destrucción y dolor a su paso.

Pero a la vez un símbolo de que nada en este mundo es plenamente estable…

Sin duda, estos acontecimientos nos invitan a contemplar el misterio de la fragilidad. Somos vulnerables, pequeños ante fuerzas que no podemos controlar, insignificantes ante una gigantesca masa de piedra incandescente. Muchas personas afectadas hacen estos días la misma reflexión: para qué preocuparnos tanto en la vida por “las cosas”, dejando muchas veces de cuidar las relaciones humanas, permitiendo que el trabajo nos acapare el tiempo, cuando lo importante no es lo material.

¿Cuáles fueron sus principales recuerdos en la parroquia?

A lo largo de los más de doce años que llevo al servicio de la Parroquia de San Pío X, son muchos los recuerdos que guardo de lo vivido entre aquellos muros. Cuando cerraba la puerta y pensaba que, quizás, podía ser por última vez, me emocionaba recordando los rostros de las personas que en aquel espacio han vivido y celebrado su fe. Gente buena, sencilla, trabajadora. Hombres y mujeres, pequeños y mayores, que han encontrado en la iglesia parroquial un espacio de formación, de encuentro con Dios y con los hermanos. En ellos pensaba entonces y pienso ahora.

Y ahora la vida sigue y deben ayudar a los que han perdido todo….

En esos primeros momentos, cuando la erupción aún no ha cesado y la destrucción sigue avanzando, nos corresponde como comunidad cristiana estar lo más cerca posible de quienes más necesitan de nuestro apoyo y solidaridad. “Lo tenían todo en común” es ese versículo de Hechos de los Apóstoles, referido a la primera comunidad, que esto días viene una y otra vez a nuestro corazón. Es el momento (y tenemos una oportunidad única para ello) de hacer efectivo cuanto esto significa… y veo que lo vamos haciendo, gracias a Dios. La solidaridad de tantos está haciendo posible llegar a la necesidad concreta de muchos vecinos para recordarles que nos importan y que pensamos en ellos.

¿Cómo está siendo la solidaridad entre parroquianos?

Quienes se han visto afectados, al menos en lo que he tenido la oportunidad de comprobar, se animan unos a otros. Los que no han sufrido pérdidas materiales, se vuelcan en acompañar y proveer de lo más necesario a quienes están desplazados de sus hogares. Muchos han abierto las puertas de sus casas a otros vecinos o han puesto a su disposición, desinteresadamente, una segunda vivienda o su casa de veraneo. La solidaridad se palpa en el ambiente y es, quizás, la más bonita experiencia que nos deja esta tragedia.

¿Y a nivel de Cáritas?

Cáritas Diocesana fue de las primeras instituciones en abrir una cuenta específica para los damnificados por el Volcán. Desde el primer momento ha estado a disposición de las autoridades para colaborar en lo que fuera necesario. Y ahora está articulando el modo en el que la ayuda puede llegar del modo más eficaz a los afectados.

¿Qué tipo de ayuda necesitan?

Los organismos públicos, con la colaboración de muchos particulares y empresas, han organizado de forma muy eficaz la ayuda inmediata tras la evacuación de los vecinos y hasta el momento siguen realizando una valiosa labor en este sentido: alimentación, ropa, productos de higiene… son necesidades cubiertas. La ayuda más necesaria, a corto y medio plazo, es la económica. Pronto muchas personas necesitarán buscar un nuevo espacio en el que recuperar su “hogar”, para ello tendrán que hacer frente al gasto de un alquiler (con el que no contaban). Muchas personas, sobre todo mayores, disponen de pensiones muy pequeñas, algunas no contributivas, con las que les será muy difícil afrontar esta nueva situación. Por ello, en los próximos meses, creemos que la principal demanda de los afectados tendrá que ver con esas ayudas para el alquiler.

Por Javier Navascués

13 comentarios

  
César Augusto
La situación cada día es más grave, por favor, les ruego que convoquen en la diócesis Nivariense un ayuno pidiendo perdón a Dios por los pecados cometidos e implorando su Misericordia, y que den testimonio público de Fe eucarística, saliendo a procesionar con Jesús Sacramentado pidiéndole que pare esta desgracia (lo más cerca que puedan estar de las bocas del volcán, o situados en un mirador desde el cual se aprecie éste). Aún están a tiempo.

Hay muchas personas que están sufriendo que no solo necesitan la ayuda de una Iglesia asistencial que ayuda a satisfacer las necesidades básicas materiales (una de las formas de practicar la Caridad), sino que necesitan (conciente o inconscientemente) también la ayuda de una Iglesia profética, que haga uso de los recursos sobrenaturales con los que cuenta.

Ministros de la Eucaristía, recuerden qué ocurrió en Tumaco (Colombia): el milagro Eucarístico de Tumaco, recuerden qué hizo Santa Clara ante los sarracenos.

¡Actúen, por favor!
03/10/21 11:05 AM
  
rmartinhe
César Augusto, ¡Amén!
Y convocarlo no solo en esa diócesis, sino en toda España, pues espiritualmente todos estamos muy necesitamos.
03/10/21 3:36 PM
  
José Díaz
Una parroquia y un templo confiados a la intercesión de San Pío X se levantarán, no tengo ninguna duda. Yo les encomiendo a tan poderoso intercesor
03/10/21 7:06 PM
  
Fulgencio
César Augusto, los habitantes de Tumaco tenían mucha fe. ¿Hoy hay fe?
03/10/21 10:23 PM
  
Víctor
CESAR AUGUSTO: no sabía yo de que entre nosotros tuviéramos un profeta de grandes realidades y, que viene con un mensaje salvador: "sin excepción todos los parroquianos deben de pedir perdón por sus tremendos pecados, es más,debe de ser toda toda la isla de La Palma, porque según se expresa este profeta, todos son grandes pecadores.
Es increíble la forma de expresarse ante una tragedia de enormes consecuencias para venir con estas historias. Y yo me pregunto: ¿por qué no, todo el mundo en general por esta pandemia que asoma a la Humanidad y, que esto parece tener visos de una hecatombe que puede peligrar la vida humana? Que hay gran pecado en el mundo yo a menos o sé, pero individualmente todos estamos obligados a rendirnos ante Dios y pedir perdón, porque nuestros pecados ofenden gravemente a Dios. Es triste que un templo elevado a la gloria de Dios haya sido sepultado por la lava y, causa enorme emoción todo los que se ha llevado por delante y, ya no es cosa económica, sino muchos momentos de gloria vividos en una parroquia. Efectivamente, esas gentes necesitan ayudan de toda la nación española, pero no olvide de que la Iglesia es hospital de los pecadores que desean ir a Reino de Dios. Si para usted un templo es menos importante que otra cosa, no hay nada que opinar, porque sus pensamientos son como son, pero no olvide que todo es necesario. Hay que ser más comprensivos. Ayudar a quien quiera usted ayudar y los demás ayudaremos también a la población entera, pues todo es una comunidad armoniosa. Pueblo alrededor de su parroquia. Invocar el nombre del Señor, para que cese el volcán de rigor y las gentes puedan normalizar su vida si es que pueden, que lo veo difícil. Paz y Bien
04/10/21 12:46 AM
  
Claudio
Es tanto el amor que Dios nos tiene, que en esta erupción no ha muerto nadie. Y es por eso que debemos comprender que Él, haciendo esto, nos está avisando que es su voluntad salvar, pero que si seguimos extraviándonos, se va a cansar y la próxima vez será peor.
04/10/21 1:19 AM
  
Pedro de Torrejón
La gente qué lo ha perdido todo ,necesita con urgencia reunirse cada día entorno a su párroco para ser consolados unos a otros ,y por Nuestro Señor Jesucristo. Ahora , más que nunca.

En otra parte de la isla , dónde haya una Parroquia . Todos los días ,para celebrar la Santa Misa . Es muy importante estar unidos en éste momento ; absolutamente para todas las cosas.
04/10/21 10:30 AM
  
Anacoreta
Con respecto a una entrada anterior sobre el volcán de la Isla de San Miguel de La Palma, y el derrumbe de la Iglesia de San Pio X, me lamentaba días atrás, al ver un video y escuchar las palabras peyorativas sobre el campanario que se mantenía en pie. Hoy quiero aportar la recia fe de los Palmeros reflejada en medio de la devastación del volcán, a través de un poema y la imagen del campanario cayendo que me hicieron llegar y que ahora comparto. No sé quién lo escribió, si fue un anónimo lugareño o tiene nombre, pero puedo decir que es un consuelo y un ejemplo de cómo debemos vivir la fe en momentos tan críticos como éstos.
"Aunque el templo de Todoque ya a esta hora no esté en pie, al templo de nuestra fe no habrá volcán que lo toque. La Iglesia no es piedra y bloque, es caridad y es madero, y si en este tiempo fiero es lava nuestra cruz, en ella estará Jesús con todo el pueblo palmero."
Gracias a quién lo escribió, y al Espíritu Santo que la inspiró para fortalecer nuestra fe y vencer con la fuerza del amor en Aquel que nos ama, Jesucristo, el Señor. Gracias y mi oración. Dios les bendiga.
04/10/21 11:56 AM
  
Lucía Victoria
Anacoreta, el autor de esos versos se llama Eduardo Duque, un católico gomero que tiene el maravilloso don de improvisar versos.
04/10/21 2:05 PM
  
Luis Piqué Muñoz
Las catástrofes, accidentes y Enfermedades son Obra del Diablo que es un Brujo, como el Virus y la erupción volcánica ¡pero a Veces pueden ser Castigo de Dios que utiliza al Diablo! En mi Opinión, estamos en los Últimos Tiempos y el Principio del Apocalipsis con el Virus escasamente mortal pero muy contagioso que se ha extendido por todo el Mundo con uno o dos millones de Víctimas. Los Homenajes a los Muertos por el Virus me parecen ridículos y Paganos ¡las Pobres Víctimas son utilizadas como Héroes de la democracia y la Libertad que son indestructibles, verdaderas Diosas de la Modernidad! Finalmente, Pedrito el del Pito ¡con Perdón! ¡es Broma! ¡el Nuevo Nazismo Feminista le toma por el Pito del Sereno! Ja, Ja, Ja ¡dijo que la Reunión de Autonomías la iban a hacer en la Isla Mártir ¡sin duda dejando 1º de la Mano de Dios a todos los afectados para que se pueda hacer la Reunión! (!?) ¡Ay! ¡Qué chulo, que soberbio, vanidad de vanidades todo es vanidad! ¡Muera la Tiranía democrática! ¡Viva el Castigo de Dios! ¡Viva Dios!
04/10/21 3:11 PM
  
Anacoreta
Gracias Lucía Victoria por aportarnos el nombre del autor, le tendré presente en mi oración por su aportación poética tan certera.
04/10/21 7:07 PM
  
Oscar de Caracas
Recuerdo ver en antena 3 s unos canarios rezarle a la pachamama delante de la iglesia...
El Señor esta hablando claro...
04/10/21 7:51 PM
  
Claudio
Me deja desconcertado lo que dice Oscar de Caracas. Yo creí que la locura por la Pachamama era de los países del sur de América.
05/10/21 12:42 AM

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2.10.21

Tesoros sacros del Museo del Prado. La pintura italiana del siglo XVII. El Barroco

De nuevo volvemos con Fernando Álvarez Maruri y con la pintura italiana que se atesora en el Museo del Prado. Ahora le toca el turno al barroco, siglo XVII. En la entrega del siglo XVIII, publicada por Infocatólica hace unos meses, Fernando ya hizo referencia a varios cuadros de escuela italiana de este período.

¿Qué sorpresas nos aguardan en este recorrido por las salas de la pinacoteca?

Seleccionar los lienzos más representativos de la pintura italiana barroca no ha sido una tarea sencilla. La colección del Prado de este periodo es sencillamente espléndida; los maestros italianos del XVII están magníficamente representados. He procurado que los cuadros que comento en esta entrevista estén expuestos en las salas del museo aunque, debido a los continuos cambios en el discurso expositivo de la institución, tal vez algunos de ellos regresen a los almacenes por tiempo indefinido. Tengo la sensación de haberme dejado en el tintero auténticas obras maestras, condicionado por las limitaciones espaciales del artículo. Para comenzar este recorrido visual, no podemos obviar a un maestro de maestros: Michelangelo Merisi, más conocido como Caravaggio. Con este artista se pusieron los fundamentos de lo que sería la pintura barroca internacional. Se le considera el creador del “tenebrismo”. Para que la representación pictórica tenga mayor dramatismo, se recurre a una iluminación muy contrastada de luces y sombras. La oscuridad envuelve la escena y los volúmenes de las figuras surgen, de manera rotunda, con contundencia, de entre las tinieblas. La idealización de la realidad, tan característica de la pintura renacentista, da paso al naturalismo, llevado hasta sus últimas consecuencias; los personajes de carne y hueso, con todos sus defectos físicos, sustituyen a las bellas e irreales figuras renacentistas. El arte barroco es, al mismo tiempo que realista, teatral, sorprendente y efectista. No le interesa el equilibrio de las formas, busca la ruptura con el clasicismo que le precedió. Pretende impactar al espectador, captar su atención, buscando el efecto sorpresa. La Contrarreforma se sirvió del movimiento barroco para transmitirnos sus principios doctrinales; a través de una puesta en escena espectacular y dramática se atrae el interés de los fieles, despertando en ellos el sentimiento de piedad y conmoviendo sus conciencias. Mientras que el Renacimiento es considerado como un arte eminentemente intelectual, el barroco se sumerge de lleno en el mundo de los sentimientos.

El Museo del Prado posee un único lienzo de Caravaggio, en el que se representa un tema del Antiguo Testamento: David vencedor de Goliat, fechado hacia 1600. En Madrid capital encontramos otros dos Caravaggios más. En el cercano Museo Thyssen-Bornemisza se expone un óleo de gran belleza dedicado a Santa Catalina. En el Palacio Real de Madrid se custodia un cuadro en el que se representa a Salomé con la cabeza de Juan el Bautista; esperemos que una vez que se abra al público el Museo de las Colecciones Reales, se exponga de manera definitiva y en el lugar de honor que le corresponde por su extraordinaria calidad artística. En mi opinión, lo ideal sería que el espectador pudiese contemplar las tres obras del pintor en un mismo espacio expositivo, de forma permanente. En el óleo que nos ocupa se hace mención a un pasaje del Antiguo Testamento (Samuel, 17, 40-51). Los filisteos suponían un grave peligro para el pueblo de Israel que por aquel entonces tenía por rey a Saúl; el espíritu de Dios había abandonado al monarca. Goliat, un gigante aparentemente indestructible, desafío a los judíos. Los mejores soldados de Israel se sentían impotentes ante aquel monstruo invencible. Éste es el momento en que entra en escena el joven David, un humilde pastor, el menor de ocho hermanos, que meses antes había sido ungido por el profeta Samuel para que ocupara el trono de Israel. Con una simple honda y el nombre del Altísimo en sus labios, decidió enfrentarse a aquella bestia humana. Con una piedra lanzada a gran velocidad le asentó un golpe en la frente y, acto seguido, Goliat cayó de bruces en el suelo. Sirviéndose de la espada de su enemigo, el joven héroe de Israel decapitó al mítico gigante y exhibió su cabeza como un trofeo de guerra. Los filisteos huyeron despavoridos del campo de batalla; el pueblo elegido por Dios salió victorioso del desafío, gracias a la valentía y arrojo de aquel muchacho. La conclusión que podemos sacar al leer este relato bíblico es la siguiente: quien cuenta con el auxilio del Todopoderoso vencerá todos los peligros. Caravaggio nos presenta al futuro rey de Israel atando los cabellos de Goliat con una cuerda para a continuación mostrar su cabeza a los allí presentes como símbolo de su victoria; se trata de una licencia artística, ya que en la Biblia no se menciona que el protagonista amarrase la melena del filisteo. Los dos personajes se distribuyen en el espacio de forma geométrica, encontrándonos una composición prácticamente cúbica. David, con una pierna recta y la otra doblada para sujetar el cuerpo sin vida de su enemigo, inclina la espalda, formando una línea recta. En la zona baja del lienzo contemplamos la cabeza sin vida del gigante. El artista utiliza la luz con una excepcional maestría. El rostro del pastor permanece en la penumbra mientras que la luz incide con fuerza en otras partes de su cuerpo (pierna derecha, vestimentas, espalda, brazo derecho…). También aparece intensamente iluminado el rostro de Goliat y una de sus manos que mantiene con el puño apretado. No existen referencias espaciales, ningún paisaje aparece al fondo, tan sólo contemplamos el negro intenso de las sombras, la oscuridad total. La paleta cromática que utiliza el pintor es muy reducida: además del negro, en sus diferentes intensidades, emplea distintos tonos de ocres dorados, blancos marfileños y grises neutros. Posiblemente, Caravaggio se inspiró en algún pilluelo de la calle a la hora de representar al joven David; el pintor precursor del barroco por excelencia renuncia expresamente a la idealización y a la belleza en busca de la verosimilitud. En este sentido, el detalle de las uñas sucias es bastante revelador. El mundo de las sombras, escenario de fondo de la composición, sobrecoge al espectador y le hace pensar en la fugacidad de la vida y la banalidad de las cosas materiales: un rapazuelo imberbe es capaz de derribar con una simple honda a un hombre poderoso, seguro de sí mismo, un verdadero mito entre su pueblo. Los recursos artísticos del tenebrismo y la puesta en escena, intimista y a la vez de un realismo atroz, nos ayudan a reflexionar sobre el mensaje bíblico.

Seguramente, los pintores italianos del siglo XVII también plasmarían en sus lienzos pasajes del Nuevo Testamento. ¿Nos puede comentar alguna obra en la que el propio Cristo sea el protagonista?

El Evangelio fue una fuente inagotable de inspiración para los artistas italianos del XVII. Para esta ocasión he escogido un cuadro de Giulio Cesare Procaccini titulado La Oración en el Huerto, datado entre 1616 y 1620. Se trata de una adquisición reciente, del año 2013, que enriquece aún más la colección de escuela lombarda de la pinacoteca madrileña. Estamos hablando de un lienzo de una calidad excepcional, muy representativo dentro de la producción del pintor. El museo cuenta con otras dos obras más de este autor: Sansón y los Filisteos, una composición abigarrada y dinámica, de gran carga dramática; también mencionaremos el delicado óleo pintado sobre cobre en el que se representa una Guirnalda con la Virgen, el Niño y dos ángeles, trabajo que realizó en colaboración con el afamado pintor flamenco Jan Brueghel el Viejo. Giulio Cesare formó parte de una saga familiar de artistas, siendo considerado por la crítica como el más brillante de todos. Su formación escultórica influyó decisivamente a la hora de diseñar las composiciones pictóricas; utiliza pinceladas cortas y planas para dotar a las figuras de corporeidad.

En esta representación de Getsemani, Jesús y el ángel aparecen ante nuestros ojos con formas contundentes y marcadas volumetrías; los rostros de los personajes presentan un acentuado dramatismo, no exento de dulzura, que pretende conmover al fiel que los contempla. La iluminación adquiere un gran protagonismo dentro de la escena y es manejada de forma magistral por el pintor. Los protagonistas del pasaje evangélico, el Señor y el ángel, reciben una luz directa e intensa, proveniente de las esferas celestiales, formando estudiados contrastes lumínicos, llenos de matices. Por el contrario, los apóstoles dormidos surgen de una penumbra en la que se combinan los tonos terrosos. En cuanto al colorido se refiere, todavía encontramos reminiscencias del tardomanierismo, del último renacimiento; esto es evidente en las vestimentas del ángel, en las que se entremezclan con elegancia las gamas de intensos verdes y suntuosos rojos. El enviado del Altísimo despliega sus alas azules, enmarcando con ellas la figura del Mesías. Cristo viste una túnica blanca, símbolo de su pureza, que contrasta con el azul oscuro de su manto. Detrás de los protagonistas, en las alturas, surge un rompimiento de gloria, compuesto por nubes rosadas y blanquecinas. El pasaje de la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní fue recogido en los cuatro evangelios. A la presencia del ángel se alude únicamente en el evangelio de San Lucas. En el cuadro que nos ocupa, este ser celestial, de cabello rubio y rizado y luminoso rostro, sujeta amorosamente al Salvador con una de sus manos, mientras que con la otra le indica el lugar donde se encuentra el Padre Eterno. Mira al Redentor con una gran dulzura, comparte su pena e intenta consolarle en su profunda angustia. En este lienzo no aparece el amargo cáliz que ha de beber nuestro Señor, tan habitual en otras representaciones artísticas del tema evangélico.

El rostro de Cristo refleja su intensa aflicción, sabedor de todos los sufrimientos que ha de padecer; sus ojos se elevan al cielo, suplicantes, humedecidos, cuajados de lágrimas; la frente arrugada y la boca entreabierta, a punto de elevar una plegaria de súplica al Padre. Este Cristo orante, adelanta una de sus rodillas, adquiriendo su figura así un mayor dinamismo. Con una de sus manos señala el corazón, expresando con este gesto su inmenso amor por el Creador. El otro brazo lo extiende de forma parcial, abriendo la palma de la mano, en señal de sometimiento a la voluntad del Padre. Los apóstoles, ajenos al drama que se avecina, duermen plácidamente, con las bocas entreabiertas. Mateo y Marcos hacen alusión a este episodio; fueron reprendidos por el Maestro, al no ser capaces de orar con él ni siquiera una hora. El drama de la Pasión está a punto de comenzar; posiblemente, la cohorte de soldados ya está en camino para prender al Redentor del mundo.

En el siglo XVII se produce en el mundo católico una encendida defensa de los santos, intercesores con los que cuenta el fiel a la hora de implorar la misericordia divina. Las doctrinas protestantes, por el contrario, rechazan cualquier tipo de intermediación entre el creyente y la Providencia. Doy por hecho de que en el Prado se conservarán multitud de lienzos que tengan a los santos como protagonistas. Pónganos algún ejemplo que considere relevante.

En esta centuria, de reafirmación a ultranza de los dogmas católicos, Santa Catalina contó con un importante número de devotos. Para esta ocasión, he escogido la única obra del pintor italiano Bartolomeo Cavarozzi que figura en el inventario del Prado. Se trata de la Sagrada Familia con Santa Catalina, datada entre 1617 y 1619, fechas en las que el artista visitó España. De este mismo tema, Cavarozzi realizó varias versiones. Digna de mención es la que conserva en el museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; tampoco debemos olvidarnos de las pinturas que se custodian en el Convento de las Comendadoras de Santiago de Madrid, la colección del Duque del Infantado o el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Santa Catalina fue una mártir cristiana del siglo IV, nacida en el seno de una familia noble de Alejandría. Se trataba de una joven muy culta y de una inteligencia prodigiosa. Tuvo una visión en la que se le apareció Cristo. A partir de ese momento, decidió consagrarle su vida por entero, considerándolo su único y legítimo esposo; a este tipo de vínculo religioso se le denomina unión mística. El emperador Majencio celebró una fiesta pagana y ordenó a todos sus súbditos que hicieran sacrificios a los dioses. Catalina se negó a traicionar al Señor, su prometido, y para demostrarlo realizó la señal de la cruz. Inspirada por el Altísimo, exhortó al propio emperador a que abrazara la fe verdadera. Se estableció un debate filosófico, al más alto nivel, y consiguió la conversión de varios sabios. Majencio montó en cólera y ordenó azotar a la santa para posteriormente encarcelarla. La propia emperatriz, que la visitó en su celda, se convirtió al cristianismo y fue mandada ejecutar por su esposo. Aquel hombre, cruel y de duro corazón, no pudo doblegar a la joven Catalina. La torturó, sin éxito, con una rueda que llevaba incrustadas cuchillas afiladas; milagrosamente el metal se quebró al entrar en contacto con el cuerpo de la santa. Finalmente, el emperador ordenó decapitarla. Fue enterrada a los pies del Monte Sinaí. Su cuerpo fue descubierto por unos monjes que vivían en un monasterio cercano. A partir de las Cruzadas se produjeron frecuentes peregrinaciones a su tumba, extendiéndose por toda Europa la devoción a esta santa. En el lienzo que nos ocupa, se hace alusión a una de las visiones sobrenaturales de Catalina; se le apareció el Niño Dios y la desposó, estableciendo con ella una unión mística.

Además de la santa y el pequeño Jesús, están presentes en la escena la Virgen María, que sujeta entre sus brazos al Salvador, mientras es coronada por dos ángeles; un pequeño angelito extiende sus manos para orar. San José, hombre anciano y meditabundo, surge de la penumbra, permaneciendo en un segundo plano. Cavarozzi es considerado como un pintor naturalista, que utiliza el claroscuro de Caravaggio pero de forma atemperada, sin renunciar a la luminosidad y al empleo de un rico colorido, lleno de matices tonales. A su vez, sus trabajos sirvieron de fuente de inspiración a otros afamados pintores españoles como el propio Murillo. En esta composición artística, los personajes se distribuyen de manera ordenada, buscando en todo momento el equilibrio de las formas y la serenidad en los gestos, evitando caer en un dramatismo excesivo. Santa Catalina, arrodillada ante el Niño Jesús, lo contempla ensimismada, mientras mueve sus delicadas manos, evidenciando así su entrega total a los planes divinos. Se viste con un suntuoso manto adamascado en tono carmín, cuyos plieguen crean interesantes efectos de luces y sombras. En el suelo encontramos un libro, que hace alusión a su sapiencia, y la espada con la que fue decapitada. El Niño Dios ocupa el centro de la escena, extiende su brazo para bendecir a la santa; la rubia cabellera y su rollizo cuerpo añaden una nota de candor a este asunto místico. María lo cubre con unos pañales y le dedica una tierna y maternal mirada; sus oscuros ropajes han sido elaborados con ricas telas, utilizándose el terciopelo granate y un elegante tejido azulado. Por su parte, San José surge de entre las sombras, vistiendo un manto de intenso color siena. La luz incide en su rostro y se nos presenta como un anciano de canosa y luenga barba, frente surcada por profundas arrugas y mirada pensativa; apoya su cabeza en el brazo, mientras contempla al espectador, como si quisiera hacerle participar de esta escena devocional. La corona de la Virgen, portada por angelicales manos, es una magnífica obra de orfebrería, en cuyas calidades táctiles se recrea el artista. En el fondo de la escena surgen las tinieblas, careciéndose por tanto de otras referencias espaciales.

También sería interesante que comentase algún cuadro inspirado en los Hechos de los Apóstoles, lo que aconteció después de la Resurrección de Cristo.

San Pedro fue elegido personalmente por Cristo para difundir el mensaje evangélico, convirtiéndose en el fundador de la Iglesia y primer papa. Giovanni Francesco Barbieri fue un pintor de excepcional calidad; se le conoce con el apodo de Guercino (el bizco) por padecer estrabismo. La pinacoteca madrileña cuenta entre sus fondos con media docena de cuadros de este artista, todos de temática religiosa. Entre ellos destaca San Pedro liberado por un ángel, obra realizada hacia 1622; fue adquirida por el rey Carlos III al marqués de la Ensenada. El pasaje evangélico a que se hace referencia en este lienzo aparece recogido en los Hechos de los Apóstoles 12:5-17. El primer papa de la Iglesia había sido encarcelado por su enardecida defensa de la nueva fe. Herodes Agripa decidió represaliar a los seguidores de Cristo, a los que consideraba una seria amenaza para sus intereses particulares. El apóstol Santiago, hermano de Juan, fue decapitado para complacer a los fariseos y autoridades judías, sedientos de sangre. Los primeros cristianos oraron fervorosamente por la liberación de San Pedro, considerado el líder espiritual de la Iglesia primitiva. El Señor escuchó sus súplicas y realizó un milagro. El pescador se encontraba encadenado en las mazmorras, vigilado de cerca por sus carceleros. En plena noche, mientras dormía, un súbito resplandor iluminó aquella lóbrega celda; apareció un ángel del Señor que aflojó las cadenas de Pedro, éstas se le cayeron de las manos. El enviado del Altísimo le pidió que le siguiera. Los soldados que le custodiaban habían caído en un profundo sueño. Atravesaron las diferentes estancias de la prisión hasta que el apóstol se encontró a salvo de sus captores, en el exterior. El artista diseña una composición equilibrada pero no exenta de dinamismo.

Encontramos dos planos perfectamente diferenciados, que dotan a la obra de profundidad, estableciéndose así una perspectiva visual muy lograda. En el lado izquierdo, próximos al espectador, se distribuyen las figuras del apóstol y el enviado de Dios. Al fondo, en un segundo plano, podemos ver al soldado, plácidamente dormido, ajeno al fenómeno sobrenatural que está aconteciendo. Una luz intensa, oblicua, procedente del lado derecho, ilumina a los protagonistas, creando acertados efectos de claroscuro. El juego de dos diagonales paralelas dota a la composición de movimiento, elemento tan característico del arte barroco. La primera de estas líneas la describe el ángel que levanta su brazo, señalando a San Pedro el camino de la libertad. El cuerpo del apóstol aparece reclinado, en posición oblicua, trazando otra diagonal que se prolonga visualmente con la imagen del militar recostado. Existe un contraste estético muy marcado entre el ser celestial, liberador del pescador, y el anciano discípulo de Cristo. Al primero se le representa como un joven adolescente de gran belleza, imberbe y de dorada y ondulada cabellera; sus vestiduras son del gusto clásico, con una gama cromática en la que destacan un elegante tono granate y el cálido ocre. San Pedro, por el contrario, viste tejidos bastos, mostrándonos la mitad de su torso desnudo y su piel macilenta. Nos encontramos con un anciano, de acentuada alopecia y encanecido cabello y barba.; profundas arrugas surcan su frente, rostro y cuello. Se muestra sereno y reflexivo, fijando su mirada en el ángel libertador, atento a sus indicaciones; sostiene entre sus manos las cadenas de hierro que le aprisionaban y de las que se ha despojado milagrosamente. El guardián dormido luce una armadura metálica, al gusto del siglo XVII, y permanece en la penumbra, con una iluminación mucho más tenue. Como decorado de fondo, encontramos un muro de piedra que establece el límite visual de la escenografía. Esta obra se adentra de lleno en la estética barroca, naturalista y dinámica.

Los distintos episodios de la Pasión de nuestro Señor, impregnados de un dramatismo extremo, fueron sin duda uno de los temas favoritos de los pintores barrocos. Escoja alguna pintura italiana del siglo XVII que toque la temática pasional.

Existen excelentes ejemplos de pintura italiana en los que se aborda la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Me he decidido por una obra de Daniele Crespi, pintor desconocido para el público general pero que cuenta entre su producción con auténticas obras maestras. Éste es el caso de La Flagelación, pintada hacia 1625, que se conserva en el Prado. Crespi realizó varias versiones sobre este tema, siendo la del museo madrileño la que se considera de mejor factura, la más equilibrada de todas. Fue adquirida por Felipe IV, un rey amante de las bellas artes, auténtico mecenas y, entre otras cosas, protector de Velázquez. La pinacoteca también tiene inscrita en su inventario una Piedad del mismo autor. En los dos lienzos del Prado, pintados en la misma fecha, el sagrado cuerpo de Cristo adquiere un gran protagonismo visual, aparece en primer plano y se ilumina de forma intensa. La obra que he seleccionado en realidad representa el momento previo a la flagelación. Dos sayones atan las manos del Redentor, antes de conducirlo a la columna donde sufrirá un terrible e inmerecido tormento. A este castigo brutal con el que se torturó a Cristo se hace referencia en los cuatro evangelios. En los relatos de Mateo y Marcos se cita este suceso, dejándonos bien claro que fue el propio Poncio Pilato quien ordenó que se ejecutara la sentencia, sin entrar en más detalles. San Juan nos explica en su evangelio que la flagelación se produjo durante los juicios de Pilato. El evangelista Lucas, por el contrario, aporta más detalles sobre el acontecimiento. Nos da a entender que el procurador romano deseaba liberar a Jesús, porque no hallaba en Él delito alguno. Con el castigo de los azotes pretendía contener las iras del pueblo y contentar a la casta sacerdotal; creyó erróneamente que se comparecerían del Galileo al verlo en un estado tan lamentable. La película La Pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson, nos puede servir de fuente de información sobre la cuestión. En esta obra maestra de la cinematografía se explica de manera visual, sin ahorrarnos detalles estremecedores y truculentos, como fue la tortura de los azotes que padeció nuestro Señor. En el lienzo que nos ocupa, una potente luz, que proviene del lado izquierdo, ilumina a los tres personajes. Cristo mantiene el cuerpo ligeramente contorsionado y en tensión, consiguiéndose así dotar a la composición de cierto dinamismo. El Salvador es sometido y vejado por sus verdugos, que surgen de entre la oscuridad, en un plano secundario y a la vez cercano al espectador. La piel de los sayones presenta una tonalidad morena; el intenso contraluz se refleja en sus rostros, algunas partes de sus cuerpos permanecen en la penumbra. Evidentemente, se trata de un recurso artístico, muy utilizado en el barroco, para conferirles un aspecto siniestro y malvado; el artista subraya así su bajeza moral, en contraste con la imagen del Nazareno que irradia bondad, auténtico manantial de amor.

El tratamiento de los cabellos de los protagonistas de la escena también es digno de mencionar; la larga y rubia cabellera del Señor se diferencia del pelo crespo y oscuro de sus verdugos. La paleta cromática de la que se sirve el pintor es muy limitada: el negro intenso para el fondo y más atenuado en la penumbra y los diferentes matices tonales de las carnaciones de los personajes; la representación de las sobrias vestimentas de los sayones es la única concesión al color. El cuerpo de Cristo capta la mayor parte de la luz que se distribuye por la composición. Su anatomía es perfecta, con una musculatura hercúlea, muy desarrollada; de esta forma, queda patente la naturaleza humana de nuestro Señor, además de su origen divino. Un paño de pureza grisáceo, arrugado y a punto de caer, confiere a la escena sagrada el debido decoro. Crespi da muestras de su maestría a la hora de representar los pliegues en la piel del Salvador que producen efectos de claroscuro muy logrados. La figura de Jesús adquiere una dimensión casi escultórica, se nos antoja en relieve, resplandeciendo en un fondo de total oscuridad, tan sólo uno de sus hombros permanece en la penumbra. Su rostro, demacrado y taciturno, refleja a la perfección la angustia interior que experimenta; fija su mirada en el suelo, manifestando así su resignación, mientras medita sobre la tragedia que ha de padecer. Es un Cristo que surge del reino de las sombras y que está a punto de inmolarse para salvar a la humanidad del pecado y de la muerte.

Un artista italiano muy célebre, durante la etapa barroca, fue Guido Reni. He podido admirar varias de sus obras en mis visitas al Museo del Prado; su perfección formal me ha impactado. Me gustaría que hiciera referencia a alguna de ellas.

Efectivamente, Guido Reni es uno de los grandes artistas de este periodo barroco. Sus cuadros no solo se conservan en el Prado; también contamos con excelentes ejemplos de su producción en los palacios reales españoles con títulos como Santa Catalina o La conversión de San Pablo. En la pinacoteca madrileña podemos disfrutar de 17 óleos salidos de sus pinceles, la mayoría de temática sacra; también encontramos algunos lienzos que se inspiran en la mitología pagana o la historia antigua. Una de las composiciones más equilibradas y bellas de su catálogo artístico es la conocida como Virgen de la silla, realizada entre 1624 y 1625. Procedente de la Colección Real, fue enviada por Felipe IV al Monasterio de El Escorial. Formó parte del botín de guerra que José Bonaparte se llevó a Francia, regresando a España en 1815; en 1837 ingresó definitivamente en el Museo del Prado. Este pintor boloñés ha sufrido altibajos en la valoración que ha hecho la crítica sobre sus dotes artísticas; a partir de la segunda mitad del siglo XIX cayó en el ostracismo y no recuperó su merecido prestigio hasta que a mediados del XX se celebró una magna exposición sobre su obra. La Virgen de la Silla no fue ninguna excepción, pasando a ser considera como obra de segunda fila, poniéndose incluso en duda su autoría. En 1980, tras una profunda restauración en que se eliminaron repintes y barnices oxidados, el lienzo recuperó todo su esplendor. A partir de ese momento, ya no quedaron dudas de que se trataba de un auténtico Guido Reni de magnífica factura. Desde el punto de vista iconográfico, esta imagen de María con el Niño guarda relación con el concepto medieval de la Virgen como trono de Dios; en las imágenes románicas es frecuente representar a Nuestra Señora sentada en un trono, sosteniendo en su regazo al Niño Jesús, siempre en una postura frontal. Los estudiosos en la materia han establecido un cierto paralelismo estético con la Madona de Brujas, cincelada por Miguel Ángel. Guido Reni diseña una composición de marcada verticalidad, con el pequeño Jesús y María ocupando el centro de la escena, como únicos protagonistas de este lienzo sacro.

Frente al hieratismo de las imágenes del medievo, el artista apuesta por un lenguaje pictórico de carácter marcadamente naturalista. Como decorado de fondo, encontramos un cortinón verde con flecos dorados que se pliega artísticamente en la zona alta, produciendo reflejos metálicos. Esta tela sirve de marco a los dos angelotes que flotan en el espacio, sujetando entre sus pequeñas manos una refulgente corona, exquisito trabajo de orfebres; con ella van a coronar a la Virgen María, como Reina de los Cielos y Madre del Salvador. Su figura irradia un aurea de santidad, sobre su cabeza figura el tradicional nimbo con el que los pintores representan las imágenes sagradas. La silla en la que se sienta Nuestra Señora aparece tapizada con un sobrio terciopelo granate y borlones de hilo de oro. Los vestidos de la Virgen, el carmín de la túnica y el azul intenso del manto con que se cubre, destacan sobre el fondo neutro, añadiendo una nota de color a la escena. A María se la representa como una joven de dulces facciones que contempla a su hijo con infinita ternura. Ha interrumpido una lectura piadosa y centra su atención en el Redentor del mundo. El Niño Jesús permanece de pie, acariciado con ternura por la delicada mano de su madre. Adopta una actitud pensativa, impropia para un infante de tan corta edad, como si el artista quisiera darnos a entender que se trata de un ser especial, con capacidades cognitivas adquiridas por su condición divina. Las carnaciones de su piel aparecen espléndidamente iluminadas. Se trata de una composición equilibrada, de gran elegancia formal, que renuncia a las poses dramáticas y al exagerado dinamismo tan frecuente en otras composiciones barrocas.

Con seguridad, en el Prado también estarán representados algunos patriarcas del Antiguo Testamento. Las escenas bíblicas sirvieron de inspiración a los pintores de todos los tiempos, en este caso italianos y del siglo XVII. ¿Nos podría poner algún ejemplo que considere digno de comentar?

Uno de mis cuadros favoritos de este período es Moisés salvado de las aguas de Orazio Lomi Gentileschi, ejecutado en 1633, cuando el pisano se encontraba en el cénit de su carrera. De este autor se conservan en el Prado cuatro pinturas más, todas de temática sacra, una de ellas tan sólo está atribuida al artista. Recuerdo que en una clase de Historia del Arte, en la universidad, se proyectó una diapositiva del lienzo en cuestión; fue mi primer contacto visual con esta composición de temática bíblica y, al igual que el resto de mis compañeros, quedé fascinado al contemplar la perfección formal de la imagen. Me llamó poderosamente la atención por su extraordinaria ambientación, la riqueza de la indumentaria de los personajes femeninos y el evocador paisaje de fondo. Evidentemente, el autor de la obra desconocía por completo como vestían los egipcios en el tiempo de Moisés. Sustituye a la hija del faraón, rodeada de sus sirvientas egipcias, por damas aristocráticas de su época que lucen suntuosos vestidos, siguiendo los dictámenes de la moda barroca. Este anacronismo, si bien pone en entredicho el rigor histórico de la narración pictórica, le confiere al lienzo una nota de originalidad y nos permite conocer los gustos estéticos de la suntuosa corte de los Estuardo; debemos tener en cuenta que esta tela fue pintada en Londres. Poco tiempo antes, Gentileschi había realizado una versión algo distinta del mismo tema, actualmente en manos privadas; el óleo que hoy en día se conserva en el Prado se considera más elaborado y exquisito. Getileschi decidió obsequiar el cuadro a Felipe IV, que en aquellos años contaba con la mejor colección pictórica de Europa; posiblemente, el pintor italiano pretendía así dar publicidad a sus trabajos artísticos. El monarca español, muy entendido en la materia, quedo gratamente sorprendido por el obsequio, instalándolo en un lugar de honor. Este episodio del Antiguo Testamento aparece recogido en el Éxodo 2: 5-7. Por miedo a una revuelta de los esclavos hebreos, cada vez más numerosos, el faraón de Egipto ordenó asesinar a todos los niños varones, ahogándolos en el Nilo.

La madre de Moisés, para evitar la muerte de su pequeño, colocó al niño en una cesta y lo ocultó en el río. Casualmente, fue encontrado por la hija del faraón, mientras tomaba un baño en compañía de sus doncellas; la princesa egipcia lo adoptó, criándolo como si fuera su propio hijo. Moisés es el profeta más venerado por el judaísmo. Existe un evidente paralelismo entre la vida de este patriarca y la de Cristo. También el pequeño Jesús se salvó de morir a manos de los verdugos de Herodes; aquel sanguinario rey temía que el nacimiento del anunciado Mesías eclipsara su poder. Para librarse de la matanza de los inocentes, la Sagrada Familia huyó a Egipto. En este lienzo,las figuras femeninas se distribuyen ordenadamente, formando un semicírculo en torno al pequeño infante recién rescatado de las aguas. El bucólico paisaje de fondo dota a la pintura de una acertada perspectiva visual. Tanto el frondoso bosque, formado por un conjunto de árboles pintados con mimo y gran detallismo, como el celaje, con sus nubes vaporosas y doradas que sirven de punto de fuga a la composición, crean una ambientación deslumbrante, envolvente y de gran lirismo. Una cálida y aurea atmósfera rodea a las figuras, resaltando, si cabe aún más, el esplendor de esta representación cortesana. Gentileschi nos muestra toda su maestría en el dominio del color. Las delicadas carnaciones de las féminas contrastan con la riqueza cromática de sus vestidos. El tratamiento de las telas es sencillamente exquisito; el pisano se recrea al reproducir la textura de las suntuosas sedas y brillantes rasos, que se pliegan armoniosamente, creando contrastes lumínicos de gran belleza. El espectador que contempla el lienzo asiste a un verdadero derroche de color; el artista emplea una paleta cromática de gran riqueza, lo que le permite reproducir, en todos sus matices, los oros, platas, púrpuras, carmesís, azules o blancos marfileños. Como conclusión diremos que nos encontramos ante una auténtica obra maestra, de las muchas que cuelgan de las paredes del Prado.

Como usted bien dijo en uno de sus artículos, el Museo del Prado es rico en series pictóricas, en los cuales se nos narra una historia a través de diferentes lienzos. ¿Podría comentar alguna serie de la pintura italiana del siglo XVII?

Para esta ocasión he escogido una obra ejecutada por Massimo Stanzione que se titula La degollación de San Juan Bautista; forma parte de una serie dedicada a la vida de este santo, encargada por el rey Felipe IV para el Real Oratorio del Palacio del Buen Retiro de Madrid. El lienzo en cuestión ha sido fechado hacia 1635. En el Prado se conservan otros tres cuadros de Stanzione de la misma temática: El nacimiento del Bautista anunciado a Zacarías, San Juan Bautista se despide de sus padres y Predicación de San Juan Bautista en el desierto. Existe en el museo una obra, de la misma colección, que fue ejecutada por Artemisa Gentileschi, hija de Orazio Gentileschi, y en la que se reproduce El nacimiento de San Juan Bautista. La sexta pintura de la serie, La prisión de San Juan Bautista, realizada por Paolo Finoglio, se encuentra en paradero desconocido. El Bautista fue el precursor de Cristo, el enviado para preparar el camino al Señor. Los dos se encontraban unidos por lazos de sangre; su madre Isabel y la Virgen María eran primas. En el Evangelio de San Lucas queda de manifiesto que su nacimiento fue un acontecimiento milagroso. Isabel era una mujer de edad avanzada y estéril. El arcángel Gabriel se le apareció a Zacarías, su esposo, para anunciarle que por expreso deseo del Altísimo su mujer daría a luz a un hijo al que debería llamar Juan. El mismo ángel fue el que anunció a la Virgen que concebiría en su vientre al Hijo de Dios, por obra y gracia del Espíritu Santo. María fue a cuidar de su anciana prima que se encontraba en avanzado estado de gestación. La criatura que llevaba en el vientre Isabel saltó de alegría al saber que les visitaba la futura Madre del Redentor. A la edad adulta, Juan se retiró al desierto, convirtiéndose en un asceta; tan sólo se alimentaba de saltamontes y miel silvestre y vestía con piel de camello. Sus seguidores le consideraron un profeta. Predicaba la próxima llegada del Mesías que redimiría a la humanidad; también practicaba el rito del bautismo en el río Jordán. Constantemente llamaba a sus seguidores a la penitencia y al arrepentimiento. Antes de comenzar su vida pública, Jesús de Nazaret recibió las aguas bautismales de sus manos.

San Juan proclamó públicamente que Cristo era el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Fue un hombre valiente que se atrevió a acusar de adultero a Herodes Antipas que convivía ilícitamente con Herodías, la mujer de su hermano. Por este motivo fue apresado. La hijastra del tetrarca de Galilea, Salomé, después de danzar para su padrastro, le pidió como regalo la cabeza del Bautista en una bandeja de plata. Evidentemente, fue influenciada por Herodías, su madre, que se sentía humillada por el predicador. Herodes, a pesar de sentir cierta admiración y temor por el Bautista, no supo negarse y complació el deseo de aquellas pérfidas mujeres; el profeta fue decapitado en las mazmorras. Una profunda tristeza invadió a Jesús al enterarse del trágico final de su primo, al que calificó como el hombre más grande nacido de mujer alguna. En el cuadro que voy a comentar, la ambientación es deudora de la estética caravaggesca. Como decorado ambiental, encontramos una sombría celda, con una reja al fondo casi imperceptible, a través de la cual se aprecia la presencia de dos curiosos que contemplan la ejecución. Estas figuras humanas a contraluz, que pasan prácticamente desapercibidas para el espectador, apenas están esbozadas, surgen de las tinieblas; se trata de un recurso artístico que utiliza el pintor para dotar a su composición de cierta profundidad. El resto de los personajes se distribuyen en dos grupos. En el lado derecho, encontramos a dos soldados, que adoptan una pose muy estudiada, al gusto academicista. Visten armaduras y ropajes anacrónicos, los que se usaban en el siglo XVII; uno de ellos se sujeta la espada y el otro porta una lanza, apenas visible en la oscuridad. Miran al condenado con cierto desdén, impertérritos ante la tragedia de su inminente ejecución. El que se encuentra más próximo al espectador destaca por su armadura plomiza y especialmente por el manto amarillo con el que se cubre, una nota de color en esta escena tan sombría. En el otro extremo hallamos a San Juan y su verdugo. La decapitación del Bautista está a punto de consumarse. El ejecutor de la sentencia aparece de espaldas, exhibiendo su musculoso torso desnudo; adopta una postura inestable, con un marcado dinamismo; eleva el talón y gira el cuerpo para así descargar toda su fuerza contra aquel inocente. El extremo de su espada refulge amenazadora, suspendida en el aire, describiendo un violento movimiento, un instante antes de mancharse con la sangre del profeta. Por lo tanto, Stanzione capta con sus pinceles una instantánea, el momento previó a la ejecución, el de máxima tensión dramática de la narración. El Bautista se encuentra arrodillado sobre una fría roca, con las manos juntas, concentrado en la última plegaria que dirige al Todopoderoso. Su rostro demacrado, tenuemente iluminado, irradia mansedumbre y resignación ante los designios divinos. A pesar de llevar una vida de privaciones y sacrificios, el autor lo representa con un cuerpo escultórico, de gran perfección formal, reflejo de su virtud interior. Un manto bermellón cubre parcialmente su cadera y se desparrama por el suelo, formando caprichosos pliegues, ocupando el centro de la composición; también sirve de referencia visual, destacando poderosamente en aquel sombrío escenario. Sobre el pavimento se distingue vagamente el báculo con el que se representa tradicionalmente al santo y las frías cadenas que le apresaban. El artista utiliza un foco de luz muy potente que penetra por el lado izquierdo de la imagen. De esta forma se producen violentos claroscuros, típicos de la estética tenebrista, que añaden dramatismo a la representación bíblica.

Después de comentar tan detalladamente esta pintura de temática dramática, convendría que hiciera referencia a alguna representación pictórica más colorista, relacionada con los misterios gozosos.

Me parece una excelente idea esta propuesta; debemos tener en cuenta que la pintura barroca italiana devocional es muy variada, tanto desde el punto de vista temático como en lo referente a la técnica artística. En esta ocasión, en vez de escoger un cuadro de gran formato, me he decantado por una obra de pequeño tamaño, regalo del cardenal Francesco Barberini, sobrino del papa Urbano VIII, a Felipe IV. El artista Pietro da Cortona, del que la pinacoteca madrileña cuenta tan sólo con una pieza, utilizó dos soportes novedosos, cuarenta pequeñas placas de venturina y tres de pizarra, para representar su Natividad, obra fechada hacia 1658. En realidad, se trata de una pasta vítrea a la que se le añade óxido de cobre, con unas características muy similares a la piedra venturina originaria de Rusia y la India. No se conoce hasta la fecha ninguna pintura de estas dimensiones que emplee este soporte. El artista aprovechó el brillo natural de este material para crear la ilusión de un cielo nocturno, cuajado de brillantes estrellas. El celaje presenta variaciones cromáticas según sea la intensidad de la iluminación que se emplea. El decorado de fondo es una construcción de madera y piedra de aspecto ruinoso, el Portal de Belén. Los personajes sagrados y los pastores se distribuyen en un plano inclinado, siguiendo una línea diagonal, en un intento del artista de dotar a la escena de dinamismo formal. Encontramos un cierto abigarramiento a la hora de distribuir a las figuras humanas en el espacio. El centro de la composición lo ocupa el Niño Dios, recién nacido, descansando en un pesebre y tapado candorosamente por su madre. El cuerpo del Niño Jesús emite un resplandor especial, convirtiéndose en el foco de atención de la narración pictórica. La imagen de la Virgen irradia una gran dulzura, destacando el potente nimbo de luz que cubre su cabeza; esboza una sonrisa de felicidad, al cruzar su mirada con la del Hijo de Dios recién llegado al mundo. Viste túnica rojo creta y se cubre con un manto azul ultramar, los habituales tonos marianos. En este caso, San José abandona su habitual segundo plano para pasar a convertirse en uno de los protagonistas de la representación sacra.

El autor nos lo presenta como a un hombre anciano, de barba y pelo cano, que entabla un diálogo de miradas con los pastores, haciéndoles partícipes del misterio gozoso que acaba de acontecer: la llegada al mundo del Redentor de la humanidad. El pintor recurre a los manidos colores, siena y morado, para reproducir en el óleo las vestiduras del padre putativo de Jesús. Cinco pastores forman el grupo de elegidos que pudieron contemplar en primicia el nacimiento de Cristo. El que se encuentra más próximo al espectador, adopta una postura compleja, marcando un atrevido escorzo, girando su espalda, hincando la rodilla en la losa de piedra. Ha depositado su cayado en el suelo en señal de adoración al Salvador. Un simpático perro, junto a su dueño, permanece ajeno al momento histórico que vive la humanidad. En la parte superior de la escena, un grupo de querubines flotan ingrávidos, entre vaporosas nubes, celebrando con gozo la llegada del Mesías. Este pasaje del Nuevo Testamento tan solo es recogido por San Lucas, 2: 15-20. El nacimiento del Niño Dios fue anunciado a los pastores por seres celestiales. Inmediatamente, se pusieron en camino hacia el Portal del Belén para convertirse en testigos oculares de la Buena Nueva. Aquellos hombres sencillos alabaron y glorificaron incesantemente a Dios al ser partícipes de lo acontecido. Desde el punto de vista técnico, encontramos una iluminación bastante uniforme, con pocos contrastes lumínicos, abandonándose por el pintor el claroscuro barroco, tan apropiado para otros pasajes evangélicos de temática dramática.

Uno de los pintores más famosos de finales de siglo fue sin duda el italiano Luca Giordano. El Prado posee un completa colección de este artista. ¿Podría comentarnos alguna de sus obras como colofón de esta entrevista?

Efectivamente, muy buena elección para poner el broche de oro a esta selección de obras maestras del barroco italiano. Giordano, también conocido en España como Lucas Jordán, fue un artista polifacético que combinó la pintura sobre lienzo con espectaculares representaciones al fresco. Era conocido como Luca fà presto por la rapidez y habilidad con las que realizaba sus composiciones artísticas. En sus orígenes fue discípulo de Ribera, con el que colaboró en su taller napolitano, influyéndole decisivamente en la primera etapa de su carrera artística. Posteriormente, se desplazó a Roma para trabajar con Pietro da Cortona, de quien acabo de comentar una de sus obras. Su versatilidad le permitía imitar con gran fidelidad los estilos artísticos de grades maestros como Rafael, Tiziano o Rubens, todos ellos magníficamente representados en el Prado. Se desplazó a España para realizar espléndidos trabajos al fresco en los Reales Sitios, como el Monasterio de El Escorial, el Palacio Real de Aranjuez o el Casón del Buen Retiro. También es digna de mención su intervención en la decoración de la madrileña iglesia de San Antonio de los Alemanes, profusamente ornamentada en sus muros y cúpula. Su etapa española coincidió con el reinado de Carlos II, último monarca de la dinastía de los Austria y gran enamorado de su obra. Cuando en la segunda mitad del siglo XVIII el barroco cedió el testigo al arte neoclásico, la figura de Giordano perdió todo interés al no responder a los presupuestos academicistas vigentes en aquel momento. Hubo que esperar al siglo XX para que de nuevo fuera considerado un pintor de excelente calidad, con una extraordinaria habilitad técnica.

El Museo tiene inventariados entre sus fondos aproximadamente 66 pinturas de este artista napolitano, incluido el fastuoso techo pintado al fresco del Casón del Buen Retiro, edificio actualmente dedicado a centro de estudios del Prado. Por lo tanto, se trata de uno de los pintores mejor representados en la pinacoteca. Su obra es de temática variada: religiosa, alegórica, histórica, mitológica, costumbrista… Por desgracia, rara vez podemos disfrutar de sus lienzos en el edificio Villanueva, debido a la falta de espacio de la que adolece la institución desde su fundación. Una parte de sus trabajos decora las diversas salas del Casón del Buen Retiro, abierto al público con un horario muy restringido. Para esta ocasión, he escogido un óleo de grandes dimensiones titulado El sueño de Salomón, fechado entre 1694 y 1696. Forma parte de una serie de pintura, compuesta por ocho cuadros, en la que se representan pasajes de la vida del rey David y de su hijo Salomón. La mayoría de estos óleos se custodian en el Palacio Real de Madrid, conservándose también en el museo una composición titulada El juicio de Salomón. El napolitano había ejecutado con anterioridad una versión del sueño de Salomón, con pequeñas variantes y utilizando la técnica al fresco, en el antecoro de la basílica del Monasterio de El Escorial. Esta serie de lienzos también sirvió de modelo para tejer un conjunto de tapices que actualmente forman parte de la colección artística de Patrimonio Nacional. En el cuadro que nos ocupa, el pintor napolitano lleva los presupuestos del estilo barroco hasta sus últimas consecuencias. Lo primero que percibe el espectador al contemplar esta pintura de caballete es la presencia de una luz intensa, dorada y envolvente, plena de matices lumínicos. El artista recurre a un interesante juego de diagonales para distribuir armónicamente a los personajes en el espacio. Utiliza una paleta cromática de colorido suntuoso y exquisito, con un claro predominio de los tonos dorados y azules.

Emplea una pincelada suelta, vibrante y empastada, convirtiéndose así Giordano en un precursor de la estética rococó, que triunfaría en la primera mitad del siglo XVIII. El tema que se representa en esta composición aparece recogido en el Antiguo Testamento, Reyes 3: 4-15. Salomón acababa de acceder al trono de Israel y le preocupaba no estar a la altura de las circunstancias, teniendo en cuenta el gran prestigio adquirido por su padre, el rey David. Jehová se le apareció una noche en sueños y le dijo que pidiese lo que más desease porque estaba dispuesto a concedérselo. El joven rey no solicitó riquezas ni honores para sí mismo, escogió la sabiduría e inteligencia para poder discernir entre el bien y el mal y gobernar así a su pueblo con justicia. En esta composición encontramos dos realidades bien diferenciadas: la terrenal, en la parte baja, y la celestial, en la zona superior. A la derecha del cuadro contemplamos a un joven Salomón, de rubia cabellera, exhibiendo su potente musculatura, sumido en el más profundo de los sueños; la colcha y sábana con las que se cubre forman numerosos pliegues, creando interesantes efectos de claroscuro. El monarca descansa en un suntuoso lecho, ornamentado con efigies doradas de temática mitológica. Cerca de la cabecera de la cama podemos ver el cetro y la corona, símbolo de la realeza. Como nota anecdótica, encontramos a dos personajes, tocados con turbantes, conversando entre ellos sobre el suceso sobrenatural que está aconteciendo. Un paisaje arquitectónico dota de profundidad a la escena. Encima de Salomón surge rodeada de vaporosas nubes la figura alegórica de la Sabiduría Verdadera, portando el Libro de los Siete Sellos y el Cordero de Dios; con la otra mano sujeta un escudo con la figura del Espíritu Santo. Se cubre con un esplendido manto azul bordado en oro que ondea al viento, describiendo un sinuoso movimiento. De su cabeza surgen dos potentes rayos de luz dorada, que hacen referencia a la Gracia Divina. En las alturas, suspendida en el aire, se representa la impresionante imagen de Dios Padre, envuelta en una luz cálida, con su vestimenta movida por el viento; de sus ojos surge un potente rayo que describe una diagonal, símbolo del don divino de la sabiduría. Un grupo de estilizados ángeles y tiernos querubines flotan sobre las nubes esponjosas, adoptando diferentes actitudes. En definitiva, nos encontramos ante un rompimiento de gloria teatral y efectista, de exuberante colorido, con un despliegue de movimiento repleto de dinamismo. Con esta obra de barroquismo pleno, Giordano alcanza las más altas cimas de perfección.

Por Javier Navascués

8 comentarios

  
Mikel

Soy un seguidor de éste página y me están entrando muchas ganas de visitar de nuevo el Museo del Prado. La lectura de éste texto me ha motivado para ello, fantástico.
Estas imágenes son una explosión de color y realismo.
Nos ayuda a comprender y profundizar en la comprensión de los pasajes bíblicos.
02/10/21 5:30 PM
  
Federico Herrero
Delicioso recorrido por un ramillete de obras cumbre del arte italiano, que dirige su atención hacia motivos religiosos. Efectivamente, la sensación que produce la lectura de este artículo es la necesidad apremiante de volver al Prado para recrearse de nuevo en ella delante de los cuadros descritos.
Agradecimiento al profesor Álvarez Maruri por su selección, su saber y la forma de explicarlo.
Ojalá tuviésemos ocasión de que fuera él quien nos presentara estas y otras maravillas del Museo
03/10/21 11:15 PM
  
Jose Francisco
No soy un erudito en pintura,pero viendo y admirando las magistrales obras que nos presenta mi amigo Fernando,gran conocedor y apasionado del Prado, y persona cultivada y experimentada en la materia,solo hace falta descubrirse el sombrero o en otras palabras decir chapó,ante sus exposiciones y testimonios de las distintas pinturas que nos ofrece , como ya viene haciendo en anteriores entregas
Como ya he dicho en otras ocasiones he tenido el privilegio de ir numerosas veces al Prado con el maestro y es toda una gozada,la manera que tiene de explicar los detalles con esa minuciosidad precisa que le caracteriza y junto a su creatividad , talento y buen verbo,hace que te sientas participe del mismo cuadro
Con el barroco,mezcla de naturalismo y realismo,llegamos al punto culminante de la luz ,incluso creando varios ambientes dentro de una misma pintura
Y los contrastes de colores,junto con la luz que se desea resaltar es espectacular como ya hemos visto
Solo queda despedirme y dar la enhorabuena al docto e ilustrado Fernando Álvarez por sus exposiciones y comentarios y al portal de Infocatólica por su excelente trabajo
04/10/21 12:13 AM
  
Cecilio
Con las lecturas de estas páginas, no solamente disfrutamos plenamente de los cuadros seleccionados gracias a las minuciosas explicaciones de cada detalle en ellos contenidos, sino que recibimos magistrales clases de Historia del Arte. También descubrimos a muchos pintores, verdaderos maestros, que de otra forma no conoceríamos.
Muchas gracias por todo ello.
06/10/21 6:37 PM
  
Belén
Me encanta ver cuadros, sobre todo de los grandes maestros de la pintura, me gusta mucho más si van acompañados de las explicaciones de un buen guía, pero contemplar los seleccionados en estas páginas y leer los comentarios tan completos, que sobre ellos realiza Fernando, es ya una maravilla.
08/10/21 12:00 PM
  
Leire
¡No volveré a ver estas obras de arte de la misma manera! Gracias a las maravillosas explicaciones me recrearé en sus combinaciones de colores y significado religioso. Una bonita manera de ampliar los conocimientos bíblicos.
14/10/21 10:04 PM
  
Javier G.
Un interesante recorrido por algunas de las obras de arte barroco que podemos admirar en el Museo del Prado de Madrid, donde a ojos de diferentes artistas, narran relatos o acontecimientos relacionados con la fe cristiana, bajo la trasgresión de unas formas más humanizadas y el uso de los colores y sombras para resaltar exclusivamente el mensaje.
Fernando profundiza en varias obras, destripándolas mediante su historia y la técnica usada por su autor, explicando el mensaje que el artista desea transmitir.
Un artículo que nos sumerge en un viaje por el arte barroco, con varias representaciones de relatos católicos expuestas en el Museo del Prado, dejando al lector con ganas de profundizar y continuar el recorrido.
07/02/22 12:02 AM
  
Alvaro
Gracias por este trabajo tan interesante. Merecería la pena hacer una visita a los cuadros comentados, deteniéndonos en cada uno para leer los comentarios del autor.
07/03/22 5:51 PM

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1.10.21

Martínez-Pinna: “La Iglesia fue elemento aglutinador y cohesionador de las sociedades medievales”

Javier Martínez-Pinna es profesor de Historia y escritor. Es autor de varios libros de divulgación histórica, entre ellos Eso no estaba en mi libro de historia de la Edad Media, Eso no estaba en mi libro de historia de la piratería y Muerte y religión en el mundo antiguo. Colabora habitualmente con distintos medios de comunicación, tanto en prensa (ABC-Historia) como en revistas especializadas (Clío Historia, Laus Hispaniae, Muy Historia, National Geographic, Vive la Historia, La aventura de la Historia y Revista Historia de la Guerra). También ha participado en programas de radio como La Rosa de los Vientos y Julia en la Onda (ambos de Onda Cero), Espacio en Blanco de Radio Nacional de España y Herrera en COPE.

En esta entrevista analiza su libro Eso no estaba en mi libro de historia de la Edad Media.

https://www.casadellibro.com/libro-eso-no-estaba-en-mi-libro-de-historia-de-la-edad-media/9788417954178/9855124

¿Por qué decidió escribir un libro sobre la Edad Media incidiendo en aspectos que no están en los libros de Historia?

Mi principal intención era escribir un libro sobre este periodo tan importante de nuestra historia, la Edad Media, porque estos siglos son fundamentales para poder entender lo que somos, nuestras formas de vida, nuestras creencias y una buena parte de los elementos que nos definen tanto en el plano material como en el espiritual. Desgraciadamente, en los libros de Historia sigue predominando la imagen de una época marcada por el inmovilismo, la barbarie y la represión; lo que yo pretendo es recordar las grandes aportaciones y los logros sobre los que se construyen las bases de la cultura occidental: el parlamentarismo, el origen del humanismo cristiano, la aparición de la universidad, la recuperación de la vida urbana y comercial o la difusión del libro.

¿A qué se debe esa idea tan negativa que tenemos de la Edad Media cristiana?

Esta visión negativa surge durante los siglos XV y XVI cuando los hombres del Renacimiento consideran la cultura medieval opuesta a la cultura antigua, grecolatina, que ellos pretendían recuperar. Tendremos que esperar hasta el siglo XIX para que los historiadores empiecen a valorar esta etapa de forma positiva, pero la consolidación del medievalismo no se produce hasta mediados del siglo XX gracias a la aplicación del método científico y al enriquecedor debate abierto entre distintas escuelas historiográficas. Lamentablemente, este proceso ha entrado en crisis en los últimos años debido al empeño de algunos autores de interpretar la historia a partir de un presentismo que pretende extrapolar las normas actuales con las del pasado, y esto nos ha llevado a aceptar planteamientos que poco o nada tienen que ver con la realidad. Personalmente, creo que la imposición de la corrección política y la idea del victimismo han resultado nefastas para comprender la esencia de esta etapa. En Eso no estaba en mi libro de Historia de la Edad Media, trato de escapar de esa visión que tiende a magnificar, incluso a mitificar los logros de otras culturas, como la civilización islámica, al mismo tiempo que mira con desprecio lo que ocurre en Europa durante casi mil años.

Las principales críticas se han dirigido a la Iglesia.

Debemos de tener en cuenta que la Iglesia, durante estos siglos, se erige como la gran institución que actuó como elemento aglutinador y cohesionador de las sociedades medievales, por lo que se ha querido interpretar como la quintaesencia del mal al centrar la atención en los aspectos más controvertidos como el de la Inquisición o su papel como legitimadora de un modelo socioeconómico que favoreció la existencia de lazos de dependencia entre los hombres. Efectivamente, la Inquisición fue Iglesia, pero la Iglesia, y es lo que trato de hacer ver en el libro, fue mucho más que eso, ya que en su seno surgieron, entre otras muchas cosas, las primeras universidades europeas, al igual que los copistas y traductores que realizaron una labor impagable para conservar la cultura clásica. También fueron Iglesia, durante la Edad Media, los pequeños párrocos y curas que llegaron a ejercer una labor asistencial digna de mención.

¿Qué hay de realidad en esos caballeros medievales que iban salvando a princesas de dragones y persiguiendo objetos míticos?

En el siglo X la cristiandad se encontraba en una situación de emergencia debido a los ataques protagonizados por los vikingos, magiares y sarracenos que van a caer sin compasión sobre una Europa fragmentada y casi sin recursos para poder ofrecer una resistencia firme frente a un peligro que amenaza con destruirla, pero también por la violencia interna que provocó los enfrentamientos entre las clases privilegiadas que lucharon entre sí por aumentar su poder. Es en este contexto cuando tenemos constatada la aparición de una fuerza militar basada en la figura del caballero que pone su espada al servicio de su señor y de la Iglesia. Poco a poco, los cantares de gesta se fueron convirtiendo en unas manifestaciones literarias que narraban las hazañas de estos caballeros que, por sus virtudes, terminarán convirtiéndose en modelos de conducta para toda una colectividad, por eso no es extraño verlos luchar contra seres fantásticos para salvar a los más débiles o persiguiendo objetos míticos como el santo Grial.

¿En el libro también tiene tiempo para hablar de objetos de poder y tesoros perdidos de la Edad Media? ¿Por qué se suele ubicar en España, en varios puntos, el considerado verdadero Santo Grial?

En Parzival, Wolfram von Eschenbach aseguraba que un personaje llamado Kyot de Provenza conocía el lugar exacto donde se ubicaba el Munsalvaesche y, por tanto, el lugar elegido para cobijar el Grial. Kyot había escuchado, en primera persona, la maravillosa historia sobre este escurridizo objeto de culto por boca de un astrólogo judío llamado Flegetanis, vecino de la ciudad de Toledo. De esta forma, Eschenbach asegura que España fue el lugar desde donde se introdujo la leyenda griálica en Occidente. Curiosamente, desde el siglo XIII diversas iglesias y santuarios diseminados por una buena parte de la geografía española empezaron a rivalizar entre sí por considerarse los custodios de la gran reliquia del cristianismo. En el libro propongo realizar un viaje en el que seguiremos la pista del Grial. Visitaremos la iglesia de San Clemente de Tahull, Cebrero, San Juan de la Peña, Nájera, Sierra Salvada o la Colegiata de San Isidoro de León.

En el libro también se trata de desmitificar algunas ideas que tenemos sobre las costumbres y formas de vida de los hombres y mujeres en la Edad Media, tales como la represión sexual o la falta de higiene.

Exacto, durante la Edad Media existe una doble moral respecto al sexo ya que por una parte se considera el deseo sexual como una herramienta utilizada por el maligno para llevar al ser humano por el camino de la perdición, pero también se habla de una dialetio, o amor honesto y comprometido dentro del matrimonio, y una honesta copulatio con fines reproductivos. El problema es que en una sociedad tan jerárquica como la de la Edad Media, la única forma de tener sexo era aquella en la que el hombre estaba por encima de la mujer. Curiosamente, tenemos una obra del siglo X, el Item de fornicationes, en la que se establecen las penas y penitencias que debía de pagar el individuo por mantener relaciones poco apropiadas. En cuanto a la higiene, no es acertada la imagen de hombres y mujeres como unos seres sumidos en la inmundicia y sin ningún tipo de hábito de tipo higiénico. Bien es cierto que las costumbres higiénicas no eran como las que tenemos en la actualidad, pero cada vez más los historiadores presuponen, hablando en términos generales, una actitud positiva hacia la sana costumbre del baño. También es muy matizable la actitud de la Iglesia ante el baño. Es cierto que, durante los primeros siglos, algunos ascetas y eremitas renunciaran a lavarse como una forma de penitencia extrema y por considerar el baño como un lujo innecesario, pero esto no fue lo habitual durante la Edad Media. Para desmitificar aún más el tema de la falta de higiene, debemos de advertir que incluso existía una mínima higiene dental. Para la higiene dental se utilizaban pequeños palillos mientras que los dentífricos estaban hechos con elementos naturales como canela molida, carbón en polvo, romero o incienso, pero evidentemente esto no evitaba la existencia de todo tipo de problemas odontológicos por lo que se debía de recurrir a los servicios del sacamuelas, unos individuos que viajaban de pueblo en pueblo, arrancando sin ningún tipo de anestesia las piezas dentales que provocaban cualquier tipo de molestia.

¿Qué nos puede decir del monacato en la Edad Media?

Después de la muerte de los apóstoles y la desaparición de los primeros cristianos, el fervor de los creyentes empezó a declinar, especialmente cuando el cristianismo se abrió a pueblos extranjeros con arraigadas costumbres paganas. La austeridad de la Iglesia se fue relajando por eso, muchos creyentes que aún vivían el fervor apostólico abandonaron las ciudades y se establecieron en lugares apartados para buscar un contacto más estrecho con la divinidad. En el libro estudiamos las reglas, como la de san Benito, que guiaban a estos hombres de Dios, al igual que la importancia de los monasterios y las distintas órdenes que surgen en la Edad Media y cuyo papel, como dijimos, fue decisivo para conservar el saber antiguo y evangelizar a la población europea en contextos rurales.

Por Javier Navascués

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