Julián García Hernando, estudioso de las sectas

Nunca dejó de proponer las actitudes que la Iglesia debe tener para hacer frente a este desafío: evangelización, diálogo, formación, ecumenismo, importancia de la Palabra de Dios, verdadera comunidad, etc.

El pasado 30 de junio nos ha dejado don Julián. Así se le conocía, sencillamente. No pude verlo en mi última visita al Centro Ecuménico “Misioneras de la Unidad” de Madrid, que él había fundado y dirigía, porque estaba ingresado. En mis últimas llamadas a esta casa las misioneras me informaban de su situación, cada vez más delicada. Hoy, 1 de julio, recibo la noticia de su muerte. Descanse en paz, don Julián.

Julián García Hernando (Campaspero, 1920) era sacerdote operario diocesano, incardinado en Segovia. Su vida ha sido, en estos últimos cuarenta años, de una dedicación completa al empeño de la unidad de los cristianos. En 1968 asumió la dirección del recién formado Secretariado Nacional de Ecumenismo (y más tarde Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales), un cargo en el que permaneció hasta 1998, relevado por Carlos de Francisco Vega. Fundó el Centro Ecuménico “Misioneras de la Unidad” y la revista Pastoral Ecuménica. Además, participó en múltiples iniciativas del ecumenismo español e internacional, siendo el iniciador de algunas de ellas. Y podría seguir diciendo muchas cosas más, pero en otros lugares podrán leerse obituarios más completos de quien fue, en verdad, pionero del ecumenismo en España.

Mi aportación va por otro lado. Porque también desde el estudio de las sectas debemos hacer memoria de don Julián. Dedicado al ecumenismo, desde el principio se vio ante la necesidad de informar, formar y discernir sobre aquellos grupos religiosos más peculiares que, en un país mayoritariamente católico, parecían cristianos y no lo eran. La situación española, con un creciente pluralismo religioso, que no sólo traía consigo la diversificación del cristianismo (ortodoxia y protestantismo), sino la presencia de otras grandes religiones y el aterrizaje de nuevas sectas, exigía un estudio serio e ilustrador. Y esto es lo que hizo don Julián: profundizar en la nueva religiosidad y promover la investigación.

Porque en los años 60 empezaron a aparecer en España los primeros acercamientos al tema. Pero casi siempre se trataba de tratados con un claro enfoque apologético, sobre todo dedicados a la discusión doctrinal con los testigos de Jehová, o libros de autores extranjeros traducidos al español. Era necesario explicar, por ejemplo, quiénes eran los mormones o los Niños de Dios, la Iglesia de la Unificación y otros grupos de impronta cristiana, exponer con claridad su origen e historia, sus doctrinas y prácticas, su situación y actividad en estas tierras. De ahí pasó a un estudio más completo de las sectas en general, mostrando de forma panorámica y ordenada el fenómeno sectario.

El fruto maduro de todo este trabajo fue el segundo volumen de la serie Pluralismo religioso, editado por Atenas y el mismo Centro Ecuménico. Si el primer tomo estaba dedicado a las confesiones cristianas no católicas y el tercero a las otras religiones, el intermedio explicaba detalladamente las principales sectas presentes en España, de la mano de un amplio elenco de colaboradores, pero siempre con un amplio capítulo introductorio de don Julián, que también se encargó de redactar los capítulos dedicados a algunos grupos importantes que había tenido ocasión de estudiar a lo largo de tantos años de trabajo. Además, otros artículos y colaboraciones, y conferencias impartidas en España e incluso Iberoamérica, dan buena muestra de su empeño por dar a conocer este tema.

Además del estudio objetivo del mundo de las sectas, siempre tuvo en cuenta los desafíos pastorales que plantean a la Iglesia. En una intervención sobre el ministerio sacerdotal ante este fenómeno insistía en “la necesidad de que el sacerdote no soslaye ni minusvalore esta cuestión, sino que la afronte valiente y decididamente”, puesto que “los destinatarios del mensaje evangélico y del mensaje sectario son casi los mismos. Los destinatarios de sus respectivas propagandas son casi coincidentes. El campo en que las dos clases de predicadores actúan es prácticamente el mismo. Esta coincidencia en los objetivos, en los destinatarios y en el terreno de la acción, lleva a los mensajeros de ofertas tan distintas como la evangélica y la sectaria a un enfrentamiento, o bien a un diálogo”.

Nunca dejó de proponer las actitudes que la Iglesia debe tener para hacer frente a este desafío: evangelización, diálogo, formación, ecumenismo, importancia de la Palabra de Dios, verdadera comunidad, etc. Al final de una conferencia sobre las sectas y la nueva evangelización afirmaba con claridad: “la verdadera, la única respuesta a la interpelación de las sectas y nuevos movimientos religiosos ha de ser preventiva, por una parte y, por otra, testimonial, mediante un amor fraterno y evangelizador a nivel individual, a nivel familiar y a nivel de Iglesia local”. Julián García Hernando no sólo fue pionero en el ecumenismo, sino también en el estudio serio del fenómeno sectario desde la perspectiva católica. Perdemos a uno de los iniciadores de estos estudios, pero nos queda el camino que recorrió, y que sigue dando sus frutos, como el tratamiento del tema en el Curso de Formación Bíblico-Ecuménica que continúa impartiéndose cada año en el Centro Ecuménico de Madrid, o los artículos que aparecen en la revista Pastoral Ecuménica dedicados a la nueva religiosidad.

Adiós, don Julián. En el mundo del ecumenismo será muy recordado. Aquí yo he pretendido hacer, de forma sencilla, memoria de lo que ha supuesto su trabajo en torno a las sectas. Gracias por todo lo que nos ha dejado. Ahora, puesto en las manos de Dios, le deseo con mi oración la comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, modelo de la unidad que Él quiere para su pueblo. EAD

Luis Santamaría, diácono y miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES)

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