Europa y las obras de la fe

Millones y millones de personas han dedicado su vida al seguimiento de Cristo y aunque la fe sea invisible ellos nos dicen y hacen saber cuál es la motivación profunda de sus actos que con frecuencia tienen unos frutos que están a la vista de todos

Que entre las raíces de Europa figuren la Filosofía Griega, el Derecho Romano y la Ilustración, es indiscutible, y por tanto no voy a perder el tiempo en razonarlo. Pero que se niegue que entre esas raíces está el Cristianismo, es una aberración.

La definición clásica de nuestros catecismos de infancia era que fe es creer lo que no vemos, diciéndonos el Catecismo de la Iglesia Católica que sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo, pero que es un acto auténticamente humano en el que están implicados la inteligencia y la voluntad, que aceptan depositar su confianza en Dios y adherirse a las verdades que Él nos revela (nº 154).

Ahora bien, al ser la fe un acto humano no queda reducida a nuestra más estricta intimidad, sino que el creyente se reconoce sabedor de la buena noticia del evangelio, es decir que Dios nos ama y está interesado en llevarnos a la salvación, a la felicidad eterna. Por eso el auténtico creyente no se guarda esta buena noticia para sí, sino que intenta transmitirla a los demás con lo que ya nos encontramos con la dimensión externa y visible de la fe.

Para los creyentes Jesús es “camino, verdad, vida”(Jn 14,6) y luz de los hombres (Jn 8,12). Millones y millones de personas han dedicado su vida al seguimiento de Cristo y aunque la fe sea invisible ellos nos dicen y hacen saber cuál es la motivación profunda de sus actos que con frecuencia tienen unos frutos que están a la vista de todos. Recuerdo en este sentido que una vez en una mesa redonda alguien dijo que la culpa de la pobreza en el mundo la tenía la Iglesia católica. Le respondí preguntándole a él y a los demás presentes que me dijesen una institución que hiciese más por los pobres y marginados que la Iglesia. Un silencio atronador fue la respuesta. Y es que en la atención a los pobres, enfermos, ancianos, niños, necesitados y marginados, la Iglesia cuenta por miles sus obras asistenciales de todo tipo como pueden ser asilos, hospitales o escuelas. Y si nos referimos a la enseñanza superior universitaria, resulta increíble tachar de retrógrada y enemiga de la cultura, de la razón y de la ciencia, a una Institución que no sólo fundó y mantuvo durante siglos las Universidades, sino que aun hoy cuenta en muchos países con Universidades, Universidades Católicas, consideradas entre las mejores del país. En nuestro país, la Historia, el Arte, la Literatura, y otras manifestaciones de la vida no pueden entenderse sin ciertos conocimientos religiosos, por la gran relación que hay entre la Iglesia Católica y la vida y cultura españolas. Se mire por donde se mire, en los grandes problemas humanos, la presencia de la fe cristiana es positiva, y aunque los no creyentes merecen todo nuestro respeto, también tenemos derecho a exigir ser respetados.

Volviendo a Europa, la cultura y civilización europeas están impregnadas del Cristianismo. Las banderas de varios países llevan consigo la cruz y la bandera de Europa, esa azul con las doce estrellas, está literalmente tomada de la vidriera de la Inmaculada de la catedral de Estrasburgo y es por tanto una bandera mariana. Cuando visitamos cualquier ciudad casi siempre su monumento más significativo es su Iglesia principal y esto sucede tanto en países católicos como ortodoxos o protestantes. Y si vamos a un museo el arte que allí encontramos es, aunque no siempre, sobre todo religioso.

En resumen, la fe es invisible, pero sus obras no. Por ello no es posible negar las raíces cristianas de Europa, pues negarlas es negar la evidencia, una evidencia ante la cual los creyentes, viendo lo que han supuesto las obras de la fe, tenemos el derecho de sentirnos legítimamente orgullosos.

Pedro Trevijano Etcheverría, sacerdote

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