Yo voy a poner la X en la casilla del IRPF

En mi opinión, todos los argumentos contrarios a marcar la casilla asignada a la Iglesia se desvanecen ante dos afirmativos: la obligación de los fieles de ayudar a la Iglesia y el ataque que ésta sufre por parte del poder.

Millones de españoles estamos elaborando en estas semanas nuestra confesión anual a Hacienda: la declaración del IRPF. En el impreso, como todos sabemos, podemos asignar parte de nuestros impuestos al sostenimiento de la Iglesia católica Hay varios motivos para colocar la X en la casilla: el apoyo a la Iglesia en unos momentos de gran hostilidad por parte del Gobierno socialista y de los medios de comunicación del Imperio progre, desde La Sexta a la imposición de la Educación para la Ciudadanía; la colaboración por parte de los fieles en el cumplimiento de su misión evangelizadora y el mantenimiento del clero, los edificios y los servicios; la adhesión a las obras de asistencia; etcétera.

También se pueden encontrar docenas de motivos para no poner la cruz. Por ejemplo, los millones de catalanes que la pondrían, según el arzobispo de Barcelona, si la COPE fuera menos estridente; los aragoneses hartos de que el obispado de Lérida se niegue a devolver los bienes religiosos que usurpa; la negativa a sostener el clero separatista y sus actividades; etcétera.

En mi opinión, todos los argumentos contrarios a marcar la casilla asignada a la Iglesia se desvanecen ante dos afirmativos: la obligación de los fieles de ayudar a la Iglesia y el ataque que ésta sufre por parte del poder. Sin embargo, quiero añadir una tercera razón.

El sistema partitocrático que padecemos restringe nuestras libertades políticas. Aunque se nos dice que vivimos en una democracia no podemos elegir al presidente del Gobierno, ni al alcalde de nuestra ciudad, ni a los jueces, ni, por supuesto, al jefe del Estado. Se dirá que podemos escoger a los parlamentarios que nos representan en las Cortes y las cámaras regionales, pero los partidos nos entregan unas listas cerradas que no podemos modificar. Tampoco se nos permite elegir la educación para nuestros hijos, ni el contenido de ésta ni el tipo de colegio. Por ejemplo, para la Administración el mejor colegio es el que los padres tienen al lado de su casa. El cheque escolar es inconcebible y el home-schooling es una rareza propia de una secta. Dar una merienda de tigretones y bollos a un niño puede ser causa de retirada de la patria potestad por los servicios sociales de la Junta de Andalucía .

Sólo nos quedan pequeños gestos de libertad, como el de cambiar de canal de televisión, y uno de ellos es el de escoger el destino de una pequeña parte de nuestros impuestos. Con la X en la casilla de la Iglesia, obligamos a los funcionarios y los políticos a entregar parte del dinero que obtienen de nosotros a una institución ajena a su control. Por el contrario, si dejamos ese dinero a las Administraciones, éstas las repartirán de manera discrecional entre las asociaciones y ONG (¡menuda contradicción en el nombre!) del gusto del cacique o del funcionario de turno.

Ejemplos de profesionales de las subvenciones los conocemos todos. Expongo a continuación unos pocos. Esteban Ibarra y su mujer han recibido 3,6 millones de euros; el ministro Celestino Corbacho dio, como presidente de la Diputación de Barcelona, 170.000 euros a la Fundación Ferrer i Guardia, consagrada al fomento de laicismo y de la apostasía; el Gobierno socialista soltó en 2006 más de 100.000 euros a la Junta Islámica, que a principios de año pidió el voto para el PSOE; el Gobierno vasco ha concedido miles de euros a asociaciones vinculadas con presos etarras, a la vez que se los negaba al Foro de Ermua porque iba a conceder un premio a María San Gil; el alcalde de Madrid concedió 100.000 euros a los organizadores de la fiesta del orgullo gay en 2007, casi el doble que en los años anteriores.

¡La partitocracia nos ha hecho liberales! ¡Menos dinero en manos de los funcionarios y los políticos!

Pedro Fernández Barbadillo

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