Padres, despertad
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Padres, despertad

Si les hubiesen acostumbrado desde pequeños a mirar el mundo con ojos limpios, no lo verían con ojos impuros y no lo harían todavía peor de lo que lo es ya.

Esta semana he tenido una conversación con un sacerdote italiano al que le preocupan las mismas cosas que a mí, y en concreto la educación sexual de nuestros niños y adolescentes. Nos hemos intercambiado material y en concreto me ha dejado una carta de un joven de dieciocho años, que refleja un problema muy serio y acuciante.

El joven empieza reflexionando sobre una película cuyo título es ya un enunciado del problema «Mañana es ya demasiado tarde» y continúa: «El director tiene razón. Es preciso enseñar a los niños. Los padres hasta cierta edad no dicen nada, pensando y esperando que el muchacho no sepa nada, después de repente dicen las cosas, como si el chico, por un desconocido fenómeno de iluminación divina, supiese todo. ¿Por qué actúan así? ¿por qué permiten algunas cosas? La vida es amor, Dios es amor y protege a los que aman. Pero no. El joven hasta cierta edad no debe saber nada, después debe saber t9odo, siempre por sí mismo. En mi opinión en ciertas cosas no se debe ser autodidacta. Tal vez nadie ha pensado como los jóvenes aprenden ciertas cosas. La cosa que es la más santa del mundo, llega a nuestros oídos rodeada de una asfixiante nube de pecado, que no se tendría si le diesen otras convicciones morales. He aprendido que ciertas cosas se hacen no para conservar la especie humana, sino para divertirse, como si se tratase de jugar al fútbol. Y como me ha pasado a mí, a todos los demás. ¿Por qué? ¿Porque nadie ha pensado a decirnos como las cosas son de verdad, dejando que nosotros, como animales, siguiésemos nuestros instintos, o que hiciésemos, bajo la dirección de un compañero mayor, cosas por las que tendremos remordimientos toda la vida? Cuando ya es demasiado tarde, alguno intenta instruirnos. Demasiado tarde… si Mireya hubiese sabido cómo eran las cosas, no habría intentado suicidarse, porque habría sabido distinguir el bien del mal.

La frase que hoy se oye más es ésta: «Los jóvenes modernos son viciosos e inmorales». ¿Pero de quién la culpa? No ciertamente de ellos. Si les hubiesen acostumbrado desde pequeños a mirar el mundo con ojos limpios, no lo verían con ojos impuros y no lo harían todavía peor de lo que lo es ya. Nuestros hijos nacerán en un mundo sucio, malvado y lleno de peligros. Dios nos ha dadlo a nosotros la responsabilidad de ayudarles a pasar entre las porquerías sin mancharse y de ello deberemos dar cuenta a Dios. Muchas veces los padres, no son capaces de enseñar y educar a sus hijos, lo que es consecuencia del hecho que a ellos tampoco les enseñaron. Entonces, ¿quién debe educar? Los maestros. La escuela no puede estar hecha sólo para enseñar las aburridas e inútiles reglas de gramática y ciencias; traicionaría su más alta misión, que es enseñar a vivir.

Tal vez esto se realizará un día y entonces el mundo será mejor. Los hospitales tendrán menos desgraciados por sus vicios, y el mundo será feliz y tendrá paz, porque los pueblos serán más sanos y fundados sobre principios sanos. El hombre es un animal racional, pero usa demasiado poco de esta facultad suya.

Hoy por el camino he visto un hermoso niño con dos bellos ojos, y pensé que un día fui tan inocente como él y casi lo envidié. El mundo está lleno de porquería y yo estoy tan sucio como el mundo. Es duro escribir esto, casi me repugna, pero después tal vez me sienta mejor. También yo fui inocente, pero nadie me ayudó. Un día me enseñaron que no nací en una berza. Maldito sea ese día.

No tengo madera de santo. A mi vez he enseñado a otros, y la vergonzosa cadena de iniquidad no sé donde terminará, si algún día termina. Un día también yo me casaré y tendré familia, pero prometo que tendré cuidado de ellos de modo que mis hijos no conozcan el mal, sino en todas partes vean sólo el bien. He añorado demasiadas veces el tiempo feliz en el que creí que el mundo había sido hecho sólo de cosas buenas, como así lo sería, si nosotros no lo haríamos ser del todo malo».

Hasta aquí la carta de este chico. A mí me ha impactado porque nos presenta una serie de problemas muy reales, a los que padres y educadores debemos hacer frente. Pero ¿cómo? Creo que esto debe ser el tema de mi próximo artículo, pero desde luego admito sugerencias.

 

Pedro Trevijano

 

5 comentarios

Juan Pablo
Padre, creo necesarísimo una encíclica condenando la ideología de género. Nuestros hijos está en un terrible peligro. Soy padre. Hago todo lo que puedo. Pero necesitamos esa Encíclica.
19/12/22 1:43 PM
Juan Pablo
Si logra darse una Encíclica condenando ésta ideología del demonio, sería un antes y un después. Recemos porque el Magisterio así ha hecho siempre. El Espíritu Santo siempre ha informado el Magisterio en momentos tan terribles y oscuros como éste. Los padres laicos debemos URGENTEMENTE santificarnos para que ésta Encíclica nazca. Pero cuidado, nuestra santificación también determina que ésto se produzca.
Lo quiero mucho,Padre. Dios nos de parte en Su Santísima Gloria
19/12/22 1:49 PM
Sergio P.
Me identifico con ese chico, porque mis padres hicieron lo mismo conmigo: no se mojaron en temas sexuales, me quisieron educar bien, pero no sabían ni se atrevían. Pero es crucial hacerlo, porque si no lo harán otros o la propia curiosidad predispuesta al pecado.

Salvaguardar a los hijos del mal no es mantenerlos en una perpetua burbuja, como si fueran a ser siempre inocentes, sino ofrecerles una educsción sexual cristiana y radicalmente distinta a la que quiere instilar en ellos el mundo.
20/12/22 10:52 AM
Javier G.
Apreciado don Pedro,

En primer lugar, encomiendo a su hermana para que esté en el Cielo, gracias a la Misericordia Divina.

Lo que refleja este muchacho en la carta, es un hecho muy frecuente en nuestra sociedad. Por desgracia.

El chico dice que la escuela nos ha de enseñar a vivir, aunque entiendo su lamento, Dios nos libre que en España nos enseñen las escuelas a vivir.

¡Somos los padres! Y es obligación grave formar a nuestros hijos en la fe en valores, en la vida...

¡Despertad padres y madres! Nos están quitando a nuestros hijos y nosotros aplaudiendo.

Es interesante repasar, como progenitores, el punto 3 de la Declaración del Concilio Vaticano II 𝗚𝗿𝗮𝘃𝗶𝘀𝘀𝗶𝗺𝘂𝗺 𝗘𝗱𝘂𝗰𝗮𝘁𝗶𝗼𝗻𝗶𝘀, que empieza diciendo; Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, están gravemente obligados a la educación de la prole y, por tanto, ellos son los primeros y principales educadores.

Ánimo, don Pedro, siga adelante dando criterio donde hay confusión.
20/12/22 5:48 PM
Antolin
A un jóven no se le puede dejar sólo en este tema. Necesita un grupo de pertenencia que le ayude a desarrollarse como persona. Necesita ilustrarse con los medios adecuados que pueda haber y sobre todo un acompañamiento de quien le trate con respeto y amor, le comprenda, sepa echar bálsamo sobre sus heridas y le haga superarse, que no se conforme con ir tirando. Aquí también es muy iportante la oración y la humildad. El jóven con frecuencia cree que cuando se lo proponga vencerá sus debilidades, pero: ¿llega a proponerselo con la ayuda correspondiente? En medio de tantas ocupaciones, ¿deja espacio suficiente para madurar su sexualidad? Si no es así, acaso mañana será casi tarde y se quejará.
20/12/22 6:49 PM

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