Las dificultades familiares

Las dificultades familiares

La pareja tiene que poder organizar las cosas en su casa según crea conveniente, sin permitir que otras personas se mezclen en su intimidad. Las injerencias de las familias, que hay que distinguir de las ayudas circunstanciales y eficaces que hagan falta, no suelen tener consecuencias favorables.

Entre las causas más frecuentes de dificultades están la ligereza egoísta y hedonista a la hora de entender la sexualidad, el miedo a engendrar hijos que perturben la comodidad de los padres, la poca religiosidad y la falta de oración, el debilitamiento del tejido familiar, la ausencia o relajación de los valores éticos, la secularización y el materialismo, el no encontrar tiempo para el trato mutuo y para divertirse juntos, la convivencia conyugal sembrada de silencios, desatenciones, ofensas, desprecios y humillaciones, los problemas psicológicos, la despreocupación por los problemas del otro, que nunca son tan solo sus problemas, sino que siempre son en realidad problemas de la pareja, el alcoholismo, el adulterio, la irresponsabilidad y la falta de comunicación y de un verdadero diálogo entre los esposos, así como el no saber respetar la personalidad del otro ni cómo comportarse en los momentos difíciles, entrando de lleno al trapo del malhumor del otro, en vez de esquivarlo, el no tomarse en serio los compromisos contraídos, pues muchos piensan: «lo mismo que me he casado me puedo descasar».

Hay que tener cuidado con la intromisión de otros familiares como pueden ser sus respectivos padres, pero tampoco se puede olvidar que la suegra es la madre del otro, y por tanto con un amor sincero hacia su hijo o hija. El trato con ella ha de ser respetuoso, sin confundir sinceridad con mala educación, evitando tanto las rupturas radicales con las familias de origen, como el que la nueva familia sea una fotocopia de la que uno de los cónyuges ha vivido. Por ello no es conveniente por lo que supone de falta de intimidad el empezar su matrimonio yéndose a vivir a casa de los padres del uno o del otro, siendo una gran verdad el refrán el casado casa quiere». La pareja tiene que poder organizar las cosas en su casa según crea conveniente, sin permitir que otras personas se mezclen en su intimidad. Las injerencias de las familias, que hay que distinguir de las ayudas circunstanciales y eficaces que hagan falta, no suelen tener consecuencias favorables.

Todos estos factores facilitan que el amor brille por su ausencia desde el principio o que desaparezca. Con mucha frecuencia las personas aparentan estar unidas, pero en realidad nunca llegan a conocerse mutuamente. Es evidente que el abrirme al otro depositando en él mi confianza y permitiendo que me conozca contribuye a la fuerza y estabilidad familiares y que la ayuda de la gracia de Dios y la oración son claves en los momentos difíciles. Por ello la ausencia de religiosidad es un factor que favorece el aumento de divorcios. La relación entre secularización y crisis del matrimonio y de la familia es evidente. Cuando no se tiene el sentido de Dios, cuando se da el alejamiento total de Él, cuando se pierde el sentido moral de lo que está bien y está mal, ello conlleva una deshumanización de todas las relaciones conyugales y familiares. Las razones fundamentales de las crisis matrimoniales y divorcios son el no saber confiar en el otro y el egoísmo, con su incapacidad de dar una respuesta de amor a la entrega generosa del otro, ya que sólo se busca la realización individual, lo que lleva a la incomunicación.

El fracaso de la convivencia conyugal suele deberse al incumplimiento, por parte de alguno de los cónyuges, de las obligaciones esenciales matrimoniales, debido fundamentalmente a la impreparación, precocidad y superficialidad con que se acude al matrimonio, pues para poder cumplir con las cargas matrimoniales es necesaria una madurez que haga posible un amor de entrega, una capacidad de sacrificarse y un vencimiento de las tendencias egoístas. Hay que realizar también una tarea de prevención, en la que la preparación al matrimonio se vea alargada en el tiempo y reforzada. Con frecuencia nos pasamos la vida intentando que cambien los demás, pero no nosotros, sin tener en cuenta además que quien no sabe perdonar, es que no sabe amar. No nos olvidemos de la importancia que tienen la comprensión, la reconciliación y el perdón en todo el mensaje evangélico: «dichosos los misericordiosos» (Mt 5,7); «misericordia quiero y no sacrificios» (Mt 9,13; 12,7); «perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos han ofendido» (Mt 6,12), llegando incluso a pedírsenos «amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian» (Lc 6,27). Y sobre todo pensemos que familia que reza unida, permanece unida.

Pedro Trevijano, sacerdote

 

3 comentarios

Juan Pablo
Excelente artículo. Muchísimas gracias Padre.
10/01/22 9:16 PM
carlos saez Argentina
Excelente articulo y es una de las problemáticas en mi país, lastima que no se exponga en la proclamación del Evangelio, un tema tan fundamental como este. Señor Ilumina a nuestros Pastores y bendice al Padre Pedro
11/01/22 7:55 AM
maru
Así es Padre. Los matrimonios no perduran o se rompen, por las causas/situaciones que indica.
14/01/22 3:03 PM

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