Reverencia y dignidad de los sacerdotes (I)

El porte exterior del sacerdote refleja su interior, su alma sacerdotal y su disposición contemplativa, lo cual, bien cuidado y vivido, ayudará a los fieles a una verdadera participación interior en la liturgia. Lo pide la Iglesia para el bien de los fieles.

Mucho depende de la unción con la que sacerdotes y obispos celebren la santa liturgia. Si adquieren un hábito celebrativo lleno de piedad, de reverencia, conscientes ante Quién están y de Quién son su mediación (in persona Christi), facilitará –sin hieratismo, sin esteticismo, sin posturas forzadas- que en la liturgia brille el Misterio.

El sacerdote es la mediación visible del Liturgo invisible, Jesucristo sumo y eterno Sacerdote. La persona entera del sacerdote debe ocultarse, hacerse transparente, servidor del Misterio, desterrando la tentación de convertirse en protagonista, en showman simpático que acapare todo para lucirse. Es imprescindible una gran dosis de humildad para oficiar los misterios divinos y un alma muy sacerdotal, llena de unción, para dejarse atrapar por el Misterio y vivirlo.

Por eso, algo evidente pero muy olvidado, es que el sacerdote como servidor que es, no manipule la liturgia a su capricho o criterio, sino que observando las normas litúrgicas, ofrezca a Dios y a los fieles la liturgia de la Iglesia, no su propia reelaboración creativa. “La observancia ritual ayuda a que el sacerdote no sea protagonista en la celebración, favoreciendo que los fieles no se fijen en él y descubran a Dios y el culto sea un encuentro con Dios, que ocupa siempre el centro. La obediencia del sacerdote a las rúbricas es una señal elocuente y silenciosa de su amor a la Iglesia, a la cual sirve, sin servirse de ella. No podemos tratar la liturgia como si fuera un material por nosotros manipulable, pues se trata de una realidad sagrada” (Fernández, P., La sagrada liturgia, 328).

El porte exterior del sacerdote refleja su interior, su alma sacerdotal y su disposición contemplativa, lo cual, bien cuidado y vivido, ayudará a los fieles a una verdadera participación interior en la liturgia. Lo pide la Iglesia para el bien de los fieles:

“El pueblo de Dios tiene necesidad de ver en los sacerdotes y diáconos una conducta llena de reverencia y dignidad, capaz de ayudar a penetrar en las realidades invisibles, incluso con pocas palabras y explicaciones. En el Misal romano, llamado de San Pío V, como en las diversas liturgias orientales, se encuentran muy bellas oraciones con las cuales el sacerdote expresa el más profundo sentido de humildad y de reverencia hacia los santos misterios; ellas muestran la sustancia misma de toda liturgia” (Juan Pablo II, Disc. a la plenaria de la Cong. para el Culto divino, 21-septiembre-2011).

Esto es lo que deben percibir los fieles. En ocasiones el pueblo cristiano, con la mentalidad secularizada que se ha extendido, exige al sacerdote que haga una liturgia simpática, entretenida, llena de diálogos (y hasta de aplausos). Pero a la larga, ven y experimentan una liturgia mejor y más plena si el sacerdote se ajusta a las normas litúrgicas de la Iglesia y transmite espiritualidad, recogimiento y adoración.

La dignidad al celebrar, traspasada de oración, no necesita de muchas explicaciones, es elocuente en sí de la santidad de la liturgia. “Sólo el ministro ordenado representa a Cristo Cabeza y con tal potestad sube al altar, de tal modo que es inferior a Cristo y superior al pueblo. En este sentido, es importante que el ministro ordenado recupere la conciencia de su dignidad, sobre todo cuando está en el altar, y hable con autoridad, sin identificarse equívocamente con la asamblea presente” (Fernández, P., La sagrada liturgia, 175).

Sabedor de esto, el sacerdote debe presidir toda liturgia orando, con espíritu de oración, en diálogo con Dios a quien dirige las oraciones litúrgicas, meditando personalmente en los momentos de silencio, siendo oyente atento de las lecturas proclamadas, comulgando reverentemente. “Me parece que la gente percibe si realmente nosotros estamos en coloquio con Dios, con ellos y, por decirlo así, si atraemos a los demás a la comunión con los hijos de Dios; o si, por el contrario, solo hacemos algo exterior” (Benedicto XVI, Encuentro con los sacerdotes de Albano, 31-agosto-2006).

Es un ministerio santo éste de santificar y celebrar la divina liturgia. Se convierte en fuente de santificación para el propio sacerdote y por ello, sin dejadez, sin un estilo desenfadado, sino con un modo de vivirlo santo, habrá de desempeñarlo:

“El sacerdote está llamado a ser ministro de este gran Misterio, en el sacramento y en la vida. Aunque la gran tradición eclesial con razón ha desvinculado la eficacia sacramental de la situación existencial concreta del sacerdote, salvaguardando así adecuadamente las legítimas expectativas de los fieles, eso no quita nada a la necesaria, más aún, indispensable tensión hacia la perfección moral, que debe existir en todo corazón auténticamente sacerdotal: el pueblo de Dios espera de sus pastores también un ejemplo de fe y un testimonio de santidad. En la celebración de los santos misterios es donde el sacerdote encuentra la raíz de su santificación” (Benedicto XVI, Audiencia general, 5-mayo-2010).

 Javier Sánchez Martínez, presbítero

9 comentarios

María de las Nieves
Muy buen articulo y muy necesario .El Ministerio Sacerdotal es santo,el Sacerdote actúa in Persona Christi Capitis y que la liturgia transparente el Misterio.

La liturgia es el regalo del cielo, oración comunitaria, alabanza ,adoración ,plegarse la humanidad ante lo divino ,reconocer todos los fieles ante quién se está y previo y necesario para vivir adecuadamente el misterio es la catequesis, que prepara a los fieles para vivir la liturgía, alabar al Señor,recibir su perdón y su gracia y más este año de la Misericordia.

Gracias, siga explicitando con su predicación, sus escritos, la preparación necesaria para vivir el gran Misterio de la Vida, la Pasión, Muerte, Resurrección, Ascensión ,Venida del Espiritu Santo Y Fundación de su Iglesia Santa, que nos transmite el Depósito de la Fe y celebra los Sacramentos del Señor Resucitado.
11/12/15 1:44 AM
Daniel Rios
Estimado P.Javier: he leído su artículo y me parece excelente! Muchas gracias.
p.Daniel Rios (Argentina)
11/12/15 5:01 AM
Maria
?Que hacemos para que se den por aludidos,tantos curas que hacen todo lo contrario a lo que recomienda en su artículo¿.
11/12/15 8:44 AM
Pe. Antonio Jakosch, EP
Exacto. Si un expectador en un partido de futbol se comportase con el recato con el cual un Padre debe celebrar la Misa, lo expulsarian por saboteador del ambiente festivo que debe reinar. Y si un Padre celebra la Misa como si estuviese asistiendo un partido de futbol, pues...
11/12/15 11:37 AM
Alzado
Sin ánimo de incluir, ni mucho menos y gracias a Dios, a todos los ministros de Dios en el mismo grupo al que me voy a referir, sí he de decir que muchos sacerdotes y obispos no creen en el demonio, ni en el infierno, ni en el purgatorio. No creen tampoco en el Espíritu Santo.

¿Por qué digo esto? Con sólo observar cómo visten ésos ya se aprecia la lejanía espiritual con la que celebran la Santa Misa, como si de un trabajo por turnos se tratara. No hay ninguno en los confesionarios, las homilías son improvisadas, no tienen tiempo de atender a los parroquianos y tienen costumbres personales y sociales muy parecidas a las de los no consagrados, con lo que se les percibe más como laicos mundanos.

Además, a algunos a los que he solicitado que pongan reclinatorios para comulgar, o que vistan como sacerdotes por el bien común que significa y por dar testimonio en el mundo de su consagración al Señor, la respuesta que he obtenido ha sido siempre muy parecida: lo importante es sentir por dentro.

Pues se equivocan y persisten en el error, o así lo entiendo yo. Todo es importante, lo externo y lo interno, que por algo existen normas en la Iglesia referentes a los dos ámbitos y por algo los dos ámbitos forman parte del ser humano.
11/12/15 3:01 PM
antonio
!y el culto sea un encuentro con Dios, que ocupa siempre el centro. La obediencia del sacerdote a las rúbricas es una señal elocuente y silenciosa de su amor a la Iglesia, a la cual sirve, sin servirse de ella. No podemos tratar la liturgia como si fuera un material por nosotros manipulable, pues se trata de una realidad sagrada”


Es MUY SAGRADA!!!!!


Que Dios lo bendiga padre y lo haga por la Iglesia.lo !!importante es sentir por dentro¡¡¡¡¡esto es puro modernismo, un trastorno de la sensibilidad, que debemos buscar en la Santa Misa, lo que expresa el Padre Philipon, en un libro pequeño que recomiendo, en Silencio ante Dios, Puedo decir que Cristo esta en mi, y yo en Cristo, la union con Cristo para unirnos a los hermanos, que mejor que andar a los abrazos, que un hermano , a Cristo que Está en la EUCARISTIA, ore por uno nada!!!
Y por sus frutos se conocen la falta de esa unón que es progresiva, obra en todo Dios, siempre lleva la delantera, se nota en las faltas de caridad groseras en el mundo al encontrarnos, ni un saludo, y nos estuvimos abrazando con todo!?las faltas de amor al prójimo, personas que se acercan siempre aún en presencia de Dios me fijo, las personas nuevas, que tienen sus sufrimientos, sus inquietudes, se van y no vuelven.

Que Dios lo bendiga y lo haga por la Iglesia, son muy importantes las disposiciones, llegar antas, y prolongar la acción de gracias, el mejor momento de tratar de negocios, del alma con Dios Nuestro Señor.Santa Teresa.


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11/12/15 8:35 PM
Gabriel B.
Un popular sacerdote en Chile por su heterodoxia ha estado de capellán en un campamento (población marginal), vestido de overol como si fuese un mecánico. Nunca he estado en una Misa presidida por él, pero me imagino su prédica, llena de arengas y prefiero no imaginarme cómo realiza la Consagración...
Y ojo, que también existe el extremo contrario: una misa o liturgia de apariencia solemne pero que al final cae en ser sólo un espectáculo bien hecho, por la incoherencia de sacerdote y comunidad con la solemnidad litúrgica.
12/12/15 4:48 PM
jose de maria
Maravilloso.
13/12/15 6:42 PM
nancy
Bien dicho. Una liturgia bien celebrada, llena el alma del oyente, le da la quietud de buscar y penetrar más en le misterio de Dios y transforma su vida, que mucha predicación sin ejemplo de vida.
16/12/15 11:39 PM

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