La visita al Santísimo

Tenemos que intentar, con las debidas precauciones por los robos, volver a abrir con más frecuencia las Iglesias, para que la gente pueda hacerse presente ante el santísimo. Y donde, como en muchas ciudades, hay bastantes Iglesias abiertas muchas horas, hay que insistir a nuestros fieles que vuelvan a visitar el Sagrario.

Hace muy pocos días un amigo mío falleció repentinamente en plena calle. Gracias a un testigo presencial, se han podido reconstruir sus últimos momentos: fue a preparar una comida en una sociedad gastronómica con un grupo de amigos; antes de ello entró en una iglesia que hay justo enfrente a hacer una visita al Santísimo, cuando salió de la iglesia y antes de cruzar la calle quedó fulminado por un infarto. A la familia evidentemente le fue de gran consuelo saber que la última acción de su ser querido fue visitar a Jesús, mientras no puedo por menos de imaginarme la sonrisa entre irónica y cariñosa de Jesús cuando le vio entrar en la iglesia: “Ahora me vienes a visitar unos pocos minutos. Dentro de otros pocos minutos, todavía no lo sabes, me vas a visitar para siempre, para quedarte ya conmigo”.

Por mi parte cuando supe el hecho no pude por menos de pensar en la gran costumbre que era visitar a Jesús en el Sagrario. Juan Pablo II en su encíclica “Ecclesia de eucaristia”, escribe: “Desgraciadamente, junto a estas luces, no faltan sombras. En efecto, hay sitios donde se constata un abandono casi total del culto de adoración eucarística”(nº 10). Cuando nos quejamos de la descristianización galopante, ahí está una de sus causas, pero también uno de los grandes remedios: restaurar esa magnífica costumbre. Tenemos que intentar, con las debidas precauciones por los robos, volver a abrir con más frecuencia las Iglesias, para que la gente pueda hacerse presente ante el santísimo. Y donde, como en muchas ciudades, hay bastantes Iglesias abiertas muchas horas, hay que insistir a nuestros fieles que vuelvan a visitar el Sagrario. Recuerdo que en cierta ocasión un divorciado se me quejó de que no podía hacer muchas cosas en la Iglesia. Me acordé de esa queja y pensé el otro día: “esa sí que es una cosa que puedes hacer. Y qué duda cabe que Jesús, a una persona que va muchos días a pasar un ratito ante el sagrario eso se lo tiene que tener muy en cuenta, y es una magnífica tarjeta de presentación el día que nos encontremos definitivamente con Cristo”. Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica “Sacramentum Caritatis” nos dice: “Por eso, además de invitar a los fieles a encontrar personalmente tiempo para estar en oración ante el Sacramento del altar, pido a las parroquias y a otros grupos parroquiales que promuevan momentos de adoración comunitaria”(nº 68). Y en el número siguiente se preocupa de la adecuada colocación del Sagrario en nuestras iglesias porque “en efecto, esto ayuda a reconocer la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento”.

En cuanto al Catecismo de la Iglesia Católica : “Por la profundización de la presencia real de Cristo en su Eucaristía, la Iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las especies eucarísticas”(nº 1379)”; “en su presencia eucarística (Cristo) permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros, y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor”(nº 1380).

Y termino con una cita que es a la vez del Catecismo (nº 1418) y de la encíclica ""Mysterium fidei" de Pablo VI: “La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo, nuestro Señor”. Que así sea.

Pedro Trevijano, sacerdote

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